La reina del carnaval
Los que me quieren de verdad me han solicitado desde
hace muchísimo tiempo que me desligue del baloncesto dominicano. Uno de esos
seres de luz me dijo una vez, a las puertas de un diario: “tu pluma está muy por encima de las circunstancias del deporte
dominicano y lo que estas haciendo es dando perlas a los cerdos”.
Cuando estaba en las aulas del Colegio Dominicano De
La Salle, ya en mi último año como bachiller, recibimos como profesor a Manuel
Quiterio Cedeño, quien tiempo después se aventuró en innovadoras soluciones
periodísticas, aún escribe en El Caribe. En las aulas nos aventó la siguiente
frase: “se falta el respeto un periodista
que no está de acuerdo con la línea editorial y debería renunciar del medio
donde labora”.
La prensa nacional se ha encargado de crear verdaderos
monstruos de la comunicación: periodistas mal formados, con hambre hasta en los
tuétanos, escasa capacidad comprensiva, sin ilustración básica, sin dicción,
propensos a errores ortográficos garrafales, escasa profundidad en la redacción
y muy bajos salarios.
El periodismo dominicano está lleno de gente de poca
monta; eso incluye a dueños y administradores. No hay mejor comedia que
aquellos que pretender hacer opinión en República Dominicana; los Casandra / Soberano
que se han entregado a Raymond Pozo, Fausto Mata, y todos esos jóvenes,
debieron recaer en otras manos.
Encontré en un cambio de canales a un personaje que se
hace llamar Junior De Palma. Hace muchos años lo escuchaba en Tertulia
Deportiva con Alex Figuereo (+), quien siempre me tuvo en muy alta
estima, y Braulio Brache. Aquel tipo no desperdiciaba ocasión para hablar pluma
de burro contra mi; en esos tiempos De Palma era lector de ese ser anodino que
se llamó Marlon Lembert, y por supuesto, de ahí se convirtió en uno de tantos
tontos que han cuestionado mi nacionalidad.
En los días que son historia, De Palma era un
furibundo seguidor de Hipólito Mejía Domínguez. Por las gracias de Figuereo
creo que hasta llegó a ser un funcionario de medio pelo en la gestión 2000-04.
Ahora es más danilista que el propio
Danilo Medina Sánchez, Presidente de la República. Más danilista que Candida Montilla, más que José Ramón Peralta y más
inclusive que Roberto Rodríguez Marchena. ¡Quedé atónito!
Ahora De Palma no es De Palma, es De Phalma o D’Phalma
y vaya usted a saber. La mona aunque se vista de seda, continúa siendo un antropoide.
Habló de lo que realmente sabe, de desatar tripas, porque volviendo a
Figueredo, siempre dijo que preparaba unas longanizas fabulosas. Pero en la
pantalla se ataba a temas que no podía desarrollar y terminaba hablando de “El
gigante de San Juan”. Así tocó el tema del canal de Panamá y sus “excrusas”,
termino que repitió tres veces. Hasta ayer pensé que eran esclusas, así desde que
mi papá compró una enciclopedia de 10 tomos: Mis primeros conocimientos. De maestro charcutero, que no tiene
nada de malo, a comentarista que solo mira hacia un lado. ¡Este es un país muy especial!
Antes recibía un mensaje como respuesta a mi agriodelimon Caricias
compradas (Jun.23.2016): “estamos
3-0 di algo bueno”.
Por supuesto que siempre dijo cosas buenas, pero hay
quienes no saben leer correctamente. Las cosas se dicen como son, sin medias
tintas, sin sombras, para algo fui alfabetizado, pasé por una buena institución
académica, mis padres se sacrificaron para sacarme adelante; por eso agradeceré
siempre a la tía Margarita: “una señora
gordita que le llamo la reina del carnaval” como dice Santiago en Coche de Juan
Luis Guerra, mi profesora en la Salvador Cucurullo de Santiago. Después en el
Instituto Iberia y en el Colegio
Dominicano De La Salle con doña Tatá en segundo y doña Aída en tercero.
¡Imagínese usted!
Ahora, hablar bien siguiendo simples resultados, en el
ámbito deportivo, es desconocer toda la historia e inmiscuirse en una vida sin
sentido. Es como vegetar eternamente en aquella frase: “hay que anotar dos puntos para salir en el periódico”.
El baloncesto dominicano está convertido en una enorme
burbuja a punto de estallar, pero nadie quiere darse cuenta; para mi muy
querido amigo Federico Borrás ya reventó. No tenemos una dirección capaz y
mucho menos comprometida, la disciplina no tiene difusión, su prestigio no se
expande, no tenemos propagadores, tampoco entrenadores que salten más allá del
pito en la boca (en Chile la expresión el
pito en la boca tiene una connotación que le gustaría probar a varios personajes
del mundo deportivo dominicano, incluyendo al baloncesto) y del
despedazamiento de todos por un triunfo, olvidando que primero hay que enseñar.
Competimos sin ensayar los fundamentos, el más hábil se hace con el favor del
capataz de turno y los demás, a enhilarse con compañeros y rivales.
En el “campo profesional” hemos tenido
gerentes que le prohíben a los refuerzos entrenar con el resto del conjunto,
porque estos están para ganar partidos, y para nada más. ¿Se puede armar un
equipo bajo estos parámetros?
En el Centro-Basket que se juega en Panamá con Costa
Rica, 1-0; con Bahamas, 2-0; con México, 3-0; y hoy amanecimos con un 4-0 después
de derrotar a Islas Vírgenes. Me alegré por Ángel Luis Delgado que tuvo su
primera gran presentación con la selección dominicana, pero no mucho más.
Ahora bien, diré las cosas mejor y escribiré como un
premio Nobel cuando el baloncesto deje de ser excluyente, cuando los
presidentes de la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL) no tengan como
norte esquilmar la disciplina, cuando los presidentes de las asociaciones
provinciales trabajen por la actividad, cuando los entrenadores no le cobren
coimas a los jugadores para ponerlos en una cancha, cuando perversamente se les
haga firmar contratos corrompidos a jugadores menores de edad, violando todos
los derechos, normas, y buenas costumbres.
Luigi Pirandello (1867-1936), dramaturgo, novelista,
escritor y maestro italiano, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1934,
considerado el autor teatral más importante de la Italia del periodo entre
guerras dijo: “ser educado quiere decir,
ser por dentro negro como el cuervo, por fuera blanco como una paloma; en el
cuerpo, hiel; en los labios, miel”.
Diré las cosas mejor y escribiré como un premio Nobel
cuando se termine con la farsa de “una liga profesional” y 42 torneos
superiores, trampa maldita que no produce ningún jugador, mucho menos
beneficios y con ocho equipos que se consideran “elite”, que pagan tan mal
como cualquier otro evento y devolviendo los jugadores a los tiempos de la
esclavitud.
Ligas profesionales son todas las que pagan dinero a
los jugadores que intervienen en ellas: se paga en la Liga Nacional de
Baloncesto (LNB), en el Superior del Distrito Nacional, en el Superior de
Santiago, pero también en el Superior de Yaguate, en el Superior de Barahona ,
en el Superior de Villa Altagracia y en el Superior de San Juan.
Henri Bergson (1859-1941), filosofo francés y Premio
Nobel de Literatura, elaboró una teoría de la evolución basada en la dimensión
espiritual de la vida humana que tuvo una gran influencia en múltiples
disciplinas, escribió: “el hombre
sapiens, la única criatura dotada de razón, es también el único ser que aferra
su existencias a cosas irracionales”.
Hay que arriesgarse con el Reglamento Nacional de
Competencias que está sobre la mesa desde el 2006, antes que Rafael
Fernando Uribe Vásquez, también conocido por el mote de Rafelin, llegara con espejos y vasos de colores al baloncesto, y
cumplir con lo establecido de una sola liga a nivel superior, con 12 equipos
(revisable) y después un torneo de ascenso con 24 o 30 equipos, repartidos en
toda nuestra geografía, con pautas claras y que terminen siendo catalizadoras
del ansiado desarrollo. Ahí se le obligaría a trabajar a los zánganos y a todos
los parásitos: a entrenadores, clubes, asociaciones. Por supuesto, se quemarán
inmensas cantidades de grasa abdominal, desaparecerán una enorme cantidad de
callos ventrales (esos que se les han formado a los que se arrastran) y a
algunos se les achicharrarán los unineuronales cerebros.
Los fanáticos pueden seguir resultados y repetir desde
las 6:00 de la mañana hasta las 11:00 de la noche lo mismo: “ayer ganó… ayer perdió… Karl-Anthony Towns,
Al Horford, Francisco García, Eulis Báez, Yack Michael Martínez, Eloy Vargas,
Adris De León, lo que son y lo que han sido”, ello no es labor de
profesionales y de gentes interesada en la actividad. Hoy, por ejemplo, todos
han hablado de Ben Simmons, el jugador de Louisiana State University, primer
pick en el sorteo de jugadores a ingresar en la NBA… si usted no escuchó nunca
antes de Eddie Palubinskas, por favor, no debería platicar de esto.
¡Cuanta gente buscando encendiendo los buscadores!
Esta misma semana señalé que Tenchy Rodríguez,
corresponsal de Z-Deportes en los Estados Unidos tronó cuando señaló que aquí
hay mucha gente que opina y hace creer que saben, porque están leyendo de una
computadora.
Mientras el deporte esté señalado como “la actividad donde todo el mundo quiere
pescar en río revuelto”, según las palabras de Cristóbal Marte Hoffiz,
mientras se aplauden las múltiples formas que adopta un sistema corrupto,
violentando el desarrollo, la difusión y el involucramiento de más y más
sectores, es una ignominia seguir alentando a quienes delinquen resguardados a
las sombras de un movimiento secuestrado y en la cerrazón.
Hasta ahora, la impunidad ha sido el mayor incentivo
para la corrupción deportiva y mientras el Comité Olímpico Dominicano (COD)
esté conformado por seres que no se empeñen en servir como antídoto a todas las
vagabunderías, continuáremos traficando. Los controles deportivos son muy
débiles, hay deficit en la formación ética y técnica, y faltan las herramientas
gerenciales. La opacidad y el secretismo hacen causa común.
A todo el
movimiento deportivo dominicano se le puede aplicar la frase de Halldór Laxness
(1902-98), escritor, novelista, poeta, dramaturgo, ensayista y traductor islandés,
autor de “El Gran Tejedor de Cachemira”
(1927), “Gente Independiente” (1935),
“La Campana de Islandia” (1946), “Estación Atómica” (1948) y “En el recinto de la Casa” (1975), premio
Nobel de Literatura: “usted está
encadenado a su propia voluntad. ¡Rompa las cadenas!”.
Gandhi, que no fue premio Nobel de literatura, dijo: “no
voy a dejar que nadie camine por mi mente con sus pies sucios”.
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