domingo, 27 de abril de 2014

República Dominicana inmensa fabrica de pobres

El titular del Diario Libre de la fecha (Abr.26.2014) me resultó más que conmovedor, realista, en exactamente 62 caracteres describe República Dominicana de hoy en día: “PN detiene agentes obligaban a jóvenes sacar dinero de cajeros”. Es un reflejo patético y vibrante que debería llamar a una profunda consideración por lo perturbador que resulta. Estamos a las puertas definitivas de la irreflexión, la imprudencia, la insensatez, la desconsideración, la distracción, la negligencia, la despreocupación, la inadvertencia.

Natasha Shatrovskaya, foto
El primer enfoque llevaría a la necesaria y mil veces propuesta de reformar de plano a la Policía Nacional, pero es sólo uno de los tantísimos vectores que se exacerban contra la cotidianidad dominicana.

Me fascina escuchar a Álvaro Arvelo hijo, en El Gobierno de la Mañana, cuando señala que el último jefe policial siempre es mejor que el anterior, probos, eficientes, dispuestos al combate de la delincuencia e inseguridad, preparación académica exquisita y todo lo que se le podría indilgar a un oficial de alta investidura; hoy Castro Castillo es superior a Polanco Gómez, este a su vez que Guzmán Fermín, Santana Páez, Pérez Sánchez, Marte Martínez, Candelier Tejada, Sanz Jiminian, Pérez y Pérez, Imbert Tesson, Núñez Guzmán, Guerrero Peralta, Rodríguez Arias, Mota Paulino, Morillo Rodríguez, Sánchez Aybar, Tejada Báez, después muchos nombres interesantes, para la historia, y así, contando llegaríamos hasta Miguel Román hijo, en 1936. Pero ninguno ha resuelto nada, mientras la mayoría se ha convertido casi instantáneamente en millonarios.

Narciso Isa Conde, se ha manifestado en innumeras ocasiones a los jefes policiales. “La dirección del Movimiento Caamañista (MC) logró enterarse de muy buena fuente -y obtuvo la confirmación- de que el Jefe de la Policía Nacional, general Guillermo Guzmán Fermín, confesó que recibía mensualmente por el ejerció de sus funciones la elevada suma de 30 millones de pesos mensuales” (Ago.11.2010). “Polanco Gómez debería callar y dejar de amenazar. Verse en el espejo de esa institución y del Estado que defiende, convertido en Estado delincuente y en narco-estado, bajo un acerado manto de impunidad inter-institucional”  (Jul.24.2011).

En agosto del 2010 la relación de valor del dólar de los Estados Unidos en relación al peso dominicano rondaba los 33 pesos. 30 millones de pesos al mes era igual a la nada despreciable suma de 909,090.90 (novecientos nueve mil noventa con 90/100) dólares de los Estados Unidos. Una cifra pocas veces superada por los grandes salarios de los jugadores dominicanos de béisbol en las grandes ligas.

El problema de la Policía Nacional es uno entre las mil proposiciones demoradas en el país de las distorsiones. No
Raymond Voinquel, foto
es el gobernador del Banco Central quien se encarga de dibujar las cifras que deberían servir de soporte a cualquier aventura económica nacional. No es la propia estructura nacional que nombra a un distribuidor de vehículos en el novísimo cargo de vice-ministro de Energía Nuclear, a un médico en Medio Ambiente, y no es el partido más revolucionario, más nacionalista, con más ansias de libertades públicas, que entrega media administración pública a la más rancia de las derechas.

En el mismo El Gobierno de la Mañana hay un interactivo llamado Eligio Cleto (precedido de título y toda una parafernalia) que sólo hace ponderar las buenas acciones del síndico de Santo
Domingo Norte (Villa Mella), “gestión revolucionaria” definió (Abr.25.2014), pero basta caminar con sus calles y callejones para darse cuenta de que la prosperidad, la recogida de basura, el asfaltado y tantísimos problemas municipales no han sido resueltos; el bienestar se demora para alcanzar a los residentes en esa localidad. Pero igual pasa en el Gran Santo Domingo de Roberto Salcedo, en Santo Domingo Este de Juan De Los Santos y en cada municipio del país.

Las distorsiones distraen. El crecimiento tantas veces repetido de los gobiernos de Leonel Fernández Reyna ha sido la gota que colmó todas las copas. El ascenso en los tres primeros periodos de administración del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) se concentró en pocos bolsillos y ese estirón está íntimamente relacionado con la miseria que se vive en los actuales momentos, a los escándalos de corrupción, a las indelicadezas de los funcionarios públicos, a la detención de toda movilidad en el engranaje social y a las pocas oportunidades que se brindan a miembros de las entidades políticas a mostrar sus pericias; por supuesto, no es una situación exclusiva de los gobiernos morados, pero estamos al borde del abismo, sin esperanzas y con un fardo de exclusiones.

Stanley Kubrick y Malcolm McDowell
Resulta ilógico pensar que Carlos Morales Troncoso es el único dominicano que puede manejar las Relaciones Exteriores, ya lleva 10 años en el cargo; Héctor Valdez Albizu, Banco Central de la República; Temístocles Montas Domínguez, Economía, Planificación y Desarrollo, antes llamado Técnico de la Presidencia; Alejandrina Germán, primero en Educación y después en Mujer; Francisco Javier García, antes en Industria y Comercio y ahora en Turismo; Diandino Peña en la Oficina para el Reordenamiento del Transporte (Metro de Santo Domingo), todos llevan 14 años como administradores de la cosa pública. Seguro hace tiempo se les olvidó cuanto cuesta un mediopollo en La Cafetera de El Conde, a que sabe una Jugola o un Helado Manresa en la 30 de Mayo.

¿No se cansará jamás César Pina Toribio de ser el eterno Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo?... ¿Qué busca aún Euclides Gutiérrez Félix como superintendente de seguro?... Las posiciones en el peledeísmo han adquirido la misma dimensión que la de los empleados del sector comunicaciones del Grupo Corripio, mueren en sus cargos (así falleció Mario Álvarez Dugan, Max Reynoso –Fellito Palito le decían en Santiago- y pasará lo mismo con Radhamés Gómez Pepin), pero estos además las aliñan con ser la herencia para hijos y familiares.

Los gobiernos del PLD han sido una verdadera fábrica de producir pobreza a los más altos niveles, no ha importado nada. Cada día se deteriora el poder adquisitivo de la gente, los jubilados y trabajadores tienen que seguir buscándose el sustento hasta donde les alcanzan las fuerzas, pues no hay ningún tipo de seguridad social. La miseria cada instante galopa con más brios en el lomo de los dominicanos. Los reiterados aumentos en los precios hacen que cada vez alcance el mismo dinero para menos cosas.

La inflación que se encarga de desdibujar Valdez Albizu ha empujado a situaciones difíciles a las grandes capas de la sociedad y mucho más a los que están en situación de informalidad y que no tienen actualización fiable de sus ingresos. ¿Quiénes son pobres en República Dominicana?... la respuesta no se tendrá jamás, pero los informes publicados por Naciones Unidas han sido devastadores. La pobreza es más alta que en el año 2000. Aumentó de 32 por ciento en el 2000 a casi 50 por ciento en el 2004 tras la crisis financiera y económica de 2003, antes de descender gradualmente a 40 por ciento en 2011 (Banco Mundial: República Dominicana,
Thiago R. Caetano, foto
panorama general).

“En su informe de 2013 del Panorama Social de América Latina, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), afirma que en República Dominicana la pobreza bajó de 42.2 por ciento a 41.2 por ciento, pero la indigencia subió 0.6 puntos porcentuales, entre 2011 y 2012, al pasar de 20.3 por ciento a 20.9 por ciento. Las proyecciones de la CEPAL para el año 2013 ubican a 18 países en pobreza, que incluyen a Centroamérica y República Dominicana, cuyo porcentaje de pobres es superado solo por El Salvador, pero el nivel de indigencia de República Dominicana es el más alto de todos los países bajo análisis (Candida Acosta, Listín Diario, Dic.06.2013).

La negación repetida de las cifras económicas, la enorme diferencia entre los recuentos del Banco Central y la crudeza de la realidad, ha generado un impacto social tendiente a la degradación ciudadana y terminará desnudando la mentira del Gobierno Dominicano ante sus electores de manera integral. La gente ha pagado muy caro la aventura mercantil de los gobiernos para no tener esperanzas ni expectativas.

El que vaya contra corriente de las disposiciones dictadas por el oficialismo es descalificado, vapuleado, inhabilitado, rechazado, invalidado. Para peor, el gobierno se ha creído sus propias historias y se niega repetidamente a ver la realidad; simples juegos de números y en medio de los cálculos la gente es la única que sufre. La vulnerabilidad del dominicano se aprecia en cada esquina de cualquier municipio.

Emilio José Brea, quien se define a si mismo como francomacorisano, arquitecto, inconforme pero agradecido de la vida, crítico polemista de su profesión. escribió recientemente: “producto de eso hemos tenido payasos en la televisión que han sido alcaldes; príncipes en las aulas que sueñan con Nueva Yol chiquito; vociferantes y caducos caliéses que ostentan cargos contra las drogas pero no actúan; historiadores que no investigan, solo repiten lo leído, copian los documentos robados y son oráculos siniestros de la contemporaneidad política; y obviamente tenemos insaciables boas, voraces depredadores del erario que hasta para las habichuelas con dulce piden cientos de miles de pesos…”

Château de Pierrefonds, Francia
Añadía: “¿Dónde estamos? Nunca antes donde ahora estamos ni cómo lo estamos. Y ¿Qué nos ofrece el mundo? Basura por televisión, entretenimientos y espectáculos de tercera y quinta categoría. Nada excelso. Todo es depravación. Se perdió la elegancia. Ucrania importa más que nuestras ciudades. Cualquier premio de lo que ahora se considera música en Estados Unidos, se imita aquí de inmediato. La ciencia, la literatura, la poesía, están acorraladas. El desparpajo triunfa…. Y cuidado que te pueden asaltar…”

Al final, nadie paga los platos rotos, el presidente Danilo Medina Sánchez llamó en una alocución al país: “no tirar piedras hacia atrás”, una nueva modalidad del “borrón y cuenta nueva” que ha sido nefasto para el país, cuando se iniciaron las protestas reclamando que se abrieran las investigaciones frente a las denuncias de corrupción en la administración de Fernández Reyna y el fin a la impunidad.

Esta misma semana, la Cámara de Cuentas de la República Dominicana señaló que había remitido ante la Procuraduría General de la República 76 auditorias, pero el procurador Francisco Domínguez Brito se despachó diciendo que las mismas eran irrelevantes. Domínguez Brito es otro de los eternos aspirantes a una nominación presidencial por el PLD y su gestión pública cada día se desvanece a pasos agigantados.

Nos guste o no, para una amplia franja de la sociedad el peledeísmo brindó esperanzas para una sociedad mejor; Fernández Reyna llegó a la Presidencia de la República con 42 años y con un aura de intelectual liberal que prometía cambios revolucionarios, pero se amarró con los sectores menos progresistas políticamente de la dominicanidad, realizó una administración miserable e hizo un daño cuantioso a la calidad de vida. Para muchos, entre los que me cuento, es un indelicado que debería estar preso y revertir la nación de la degradación a la que ha sido sometida necesitara más de una generación.
Michael Cheval, foto

Lo peor que es todas las aplicaciones para mejorar son cosméticas, nada es real más allá de lo que se puede apreciar. No se está mejorando. El PLD demostró que no tiene límites para tratar de mantenerse en el poder, los escándalos de la Junta Central Electoral (JCE) y su presidente Roberto Rosario Márquez (otro activista político) han menoscabado la credibilidad de todos los procesos, y la propaganda es sólo para mentir y tratar de destruir al opositor.

Los problemas no se encaran y el país se derrumba. La brecha entre ricos y pobres es más amplia que en cualquier momento de nuestra historia, los alimentos a precios inalcanzables; la leche ha terminado siendo suero y el salami en un caldo de cultivo para el e. Coli; la educación se borró de las aulas y de los hogares, las carreteras y puentes derrumbándose, y la salud durmiendo el sueño eterno.

Nada importa ya, mientras Medina Sánchez se suma al baile para entregarle el país a la derecha representada por Marino Vinicio Castillo Rodríguez… el mismo vociferante y caduco calié que el arquitecto Brea menciona en líneas precedentes.

Nuestros políticos lo han hecho todo mal y el país ha terminado postrado, agotado, arruinado, desvencijado, y eso hay que cambiarlo. Vivimos en una sociedad rota e indefensa y nadie les plantea una discusión lógica a estos nuevos padres de la Patria.



jueves, 24 de abril de 2014

Un examen difícil, la homérica de Uribe

Las escuelas dominicanas celebran un acto con bastante carga emotiva, todos los años. Al momento que los niños aprueban el primer grado de la educación inicial, formalmente vestidos, reciben una medalla y se les coloca una banda que dice: “ya se leer”. Al presidente de la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL), Rafael Uribe Vásquez, si pretende continuar haciendo vida pública e inmiscuido incluso en política partidaria bien le convendría tomar enseñanzas para hablar en público, en la prensa nacional se pueden encontrar “cursos de oratoria”.

El tipo con un micrófono en las manos deja mucho que desear.

En el acto de selección de los jugadores de nuevo ingreso a la Liga Nacional de Baloncesto (LNB), hizo acto de presencia e inclusive se le permitió decir unas palabras. Antes había sufrido el primer revés cuando me vio llegar; observó que me acercaba a la puerta del salón del Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano y más que raudo cruzó la entrada para naufragar en el ancho salón.

Al subir al escenario, cambió el discurso, desechó lo que había llevado escrito y trató de improvisar; se volvió una melcocha, un algodón de azúcar coloreado, se le empapó el saco de sudor y desdibujó cada palabra; sus miradas tenían una sola dirección, mi rostro y el de mi vecino, Federico Borrás. Empezó a delirar, a hablar pamplinas, se le saltaron las alharacas, se sintió afectado por las gazmoñerías, para finalmente claudicar. “Nosotros trabajamos para formarle jugadores a la LNB”, se le escuchó decir.

La inversión psico-fonética tiene vuelo muy corto en el ingeniero Uribe Vásquez, el nivel lingüístico, el horizonte psicolingüístico y el límite expresivo se le esfumaron como humo de cigarrillo. Terminó con un: “el futuro es brillante”… quizás buscando un patrocinio que no termina de llegar y olvidándose que la competencia de Orange apoya a la selección nacional en buena medida.


Las líneas de trabajo del ingeniero Uribe Vásquez nadie las conoce, todo se improvisa según su humor. Su único fin es la proyección de su figura y nada más. Le sirvió que el año pasado tropezó con una medalla de oro en el baloncesto juvenil que nadie esperaba, ni siquiera los más optimistas, y el país se clasificó para el Mundial de España, después de 36 años de ausencia.

Encontré una escueta frase que señala: “el hombre inteligente supera una derrota, el tonto jamás puede liberarse del eclipse de un triunfo”. ¡Farmacia Mella!

Va todo tan bien que es mejor no tener expectativas. Lo que pasa con la FEDOMBAL es que no somos conscientes de que tuvimos éxito relativo, queremos vivir esa borrachera y estamos más a dispuestos a cagarla. Pero también de que sin FEDOMBAL todos los que estamos involucrados hubiéramos tenido una vida de mierda, en el más obscuro anonimato. Somos gente muy disfuncional”, podría decir sin tapujos el presidente de la entidad o una de sus bocinas por encargo o mandarlo a escribir para un medio de circulación nacional.

Después del orgullo viene la caída (Proverbios, 16:18).

La medallita de los sub-17 ha sido más sazonada que el trofeo logrado en el Clásico Mundial de Béisbol; sólo hay que revisar los diarios nacionales.

Parece que Uribe Vásquez sabe agenciarse positivamente a los periodistas dominicanos, más que lo que puede hacer Leonardo Matos Berrido, presidente de la Liga Dominicana de Béisbol (LIDOM). Sus convocatorias a la prensa nacional asombran, y hasta lo mucho, Dios lo ve.

La labor de la FEDOMBAL no es ni siquiera remotamente la de formar jugadores para una determinada liga o evento, su verdadero trabajo debería ser la difusión de la disciplina en todo el territorio nacional, de tal forma que se perciba su impacto no sólo en el plano deportivo, sino también en el cultural y en el social; articular relaciones de intercambio entre las instituciones dedicadas a la promoción, gestión y coordinación del baloncesto y la sociedad y, en especial, la participación conjunta e institucional en actividades de interés general; fomentar, promover y difundir la cultura dominicana, conectándola al desarrollo nacional e internacional del deporte de nuestra preferencia; fomentar el interés por la cultura nacional de los practicantes del basket en nuestro país: utilizar también la actividad para promover la atención, ayuda y desarrollo de los colectivos y personas más desfavorecidas de nuestra sociedad.

Actuar a favor de la integración social y deportiva de los colectivos de inmigrantes en la sociedad dominicana, fomentando la lucha contra el racismo, la violencia y la xenofobia. Igualmente, las personas con minusvalías y que sufren maltratos sociales serán igualmente motivo de atención y protección, todo ello a través de la práctica deportiva del baloncesto y de su integración entre los colectivos de practicantes y aficionados

La cooperación para el desarrollo de los países vecinos a través de la práctica de la disciplina y del fomento de sus valores; la promoción de un voluntariado, que contribuirá a desarrollar los fines propios de la entidad; la promoción de la salud de todas las personas, en especial de los niños, mediante la implantación de buenos hábitos, fomentando la práctica deportiva y una adecuada nutrición; la orientación profesional durante la práctica de la carrera deportiva de los jugadores y jugadoras de baloncesto, facilitando su incorporación al mundo empresarial y laboral una vez que finalicen sus carreras deportivas; la investigación y desarrollo (I+D) en el ámbito científico del deporte; la formación encaminada a dar a conocer las técnicas y valores del baloncesto.

La elaboración de programas deportivos y económicos que garanticen un adecuado aprovechamiento de los
recursos económicos disponibles y que contribuyan a la difusión del baloncesto dominicano; el diseño, la proyección y ejecución de obras e infraestructuras e instalaciones deportivas capaces de albergar la práctica deportiva, así como las mejoras, reformas, mantenimiento y gestión necesarias de las mismas; y la cooperación internacional para el desarrollo de los países más desfavorecidos a través de la práctica del baloncesto y fomento del deporte y sus valores, que deriven en la difusión de la cultura de la solidaridad, puesta en marcha de proyectos integrales de salud, atención social y educación, entre otros, y en proyectos de ayuda humanitaria.

Ahí circula una copia de los estatutos de la entidad que nadie parece haber leído; también FEDOMBAL recibió de FIBA (Federación Internacional de Baloncesto) un Manual de Federaciones para hacer de sus gestiones un ejercicio adecuado a los tiempos.

El único plan estratégico que tiene FEDOMBAL es la promoción de su presidente, como señalamos en líneas precedentes, no importa el resto, el porvenir halagüeño de la actividad es un sofisma, una tergiversación, una argucia, que utiliza para sus fines, y el cumplimiento de los plazos algo que ya voló del seno de la entidad. Aunque haya mucha gente diciendo lo contrario, ejercitamos algo así como un retroceso en chancletas. Cuando Uribe Vásquez habla obscurece; obscurece y negros nubarrones se ciernen sobre todo el baloncesto dominicano.

Acorralado como está, porque supo que en este 2014 las cuentas no le cuadrarán, preso del pánico, está al tris de contaminar el baloncesto con violencia. Toda asociación que la considere ajena a su gestión sufrirá desgarradores embates. Tratará de deslegitimar, derivar en agresiones físicas, porque las verbales todo el mundo las ha recibido, excepto Eduardo Najri, ante quien esconde el rabito entre las piernas. Todo aquel que no se vacíe en loas a su figura es considerado un enemigo.

Enemiguito de los míos personales. ¡Palabra de uno que se cree Dios!

Ya las tomó contra un laborioso club en la ciudad de Puerto Plata. Ya ha cerrado las puertas de sus oficinas del Palacio de los Deportes a todo aquel que no vaya a rendirle pleitesías. Este fin de semana pasado le negó información de las actividades de la entidad al amigo Federico Borrás, acusándolo de grosero. Ya se ha prestado para el trasiego irregular de jugadores y el rosario se amplia. Pretende ser un nuevo Luis XIV: L'État, c'est moi, pero le falta todo un tramo de formación tan grande como la distancia hasta el nuevo planeta con posibilidades de albergar vida terrestre que acaba de descubrir la NASA. Sus vuelos intelectuales muy cortos, por decir que tiene algunos, y su imaginación es la de cualquier burócrata.

Recuerdo hace pocos años como Uribe Vásquez se lanzó al ruedo utilizando el mini-baloncesto, regalando pelotas, repartiendo folletines, estampando su nombre en el manual de FIBA en un acto grosero de plagio, recorriendo el territorio nacional para darse a conocer, como un político cualquiera, hoy esos programas con la especialidad han desaparecido, hasta el mini-bus que se agenció, ante las autoridades de turno, se pudre bajo agua, sol y sereno en uno de los parqueos del recinto del Club Mauricio Báez.

Pero una cosa es tan transparente como el agua, quien miente con toda consciencia a fin de conseguir el éxito electoral, en cualquier ámbito, no pasa de ser un aspirante a tirano.

El sofista Gorgias consideró con cierta decepción antropológica que determinadas pericias fraudulentas en la democracia podrían ser incluso peores que los actos de una tiranía. Tanto en su deslumbrante Defensa de Helena, como en su Palamedes, sostiene que la persuasión mentirosa del político en una democracia es en sí misma, desde el punto de vista político, exactamente igual que el ejercicio de la violencia de la fuerza bruta por parte del autócrata para conseguir o arrancar algo de sus súbditos.


Argumenta Gorgias que el irresistible poder de la falaz persuasión forzó a Helena a cometer acciones malas, y en ese sentido, la hermosa Helena es tan inocente de sus vergonzosas acciones como si éstas se hubiesen realizado por haber sido ella forzada y violada. La coacción o la coerción producidas por la seducción y la manipulación de las creencias no son menores ni menos criminales que si la fuerza bruta hubiera sido su instrumento.

Las masas para Gorgias no participan de las fechorías y trastadas del político mentiroso, sino que son instrumentos sin alma para la comisión de dichas alevosías. Esclavos de una opinión pública formada por la propaganda, ya sólo pueden ser siervos. La política se catequiza en la artesanía del encanto por la persuasión; su encantamiento puede ser tan poderoso como el engaño de los dioses (la atê de los griegos), y su coacción es de índole interna. Las masas seducidas se transforman en un pueblo abducido por los ilusorios argumentos que modelan sus gobernantes, verdaderos maestros de la falacia retórica. El poder fascinador de la persuasión puede causar -según el Palamedes de Gorgias- que los hombres actúen contra sus propios intereses emborrachados por la propaganda política.

Dado que el hombre sólo posee la apariencia de las cosas y que los dioses no quisieron hacerlos omniscientes, sino olvidadizos, ignorantes y con deseos irrefrenables, la hechicería política puede manipularlos hasta el punto de que piensen que lo bueno es hacerse daño, que el criterio del que ejerce la persuasión embaucadora lo sienta como el suyo propio.

Platón en su Filebo llegó a sostener que se puede caer en la esclavitud no sólo por la fuerza y la violencia, sino también por la seductora persuasión, y este género de esclavitud es el peor de todos pues se funda en una conciencia alienada. Es por ello que permitir en una democracia que los políticos mientan o engañen significa invalidar por completo su hermosa utilidad protagórea, la que ayuda al hombre a desarrollar su humanidad al máximo y a expresar su verdad más personal, su experiencia insustituible.

Dos mil quinientos años después de Gorgias, su pensamiento sigue siendo clarificador para entender cómo un desastre llamado Uribe Vásquez pudo ser elegido por sus compañeros a la presidencia de la FEDOMBAL, padecedores de una “atê” no menor que la de Áyax Telamonio, cegado por su soberbia, potenciada por Atenea, y desatento a las sensatas razones de su esposa Tecmesa.

Más aún, la mentira y el argumento falaz, agigantados por el aparato mastodóntico de la propaganda (advertising), hacen más difícil que hoy el criterio personal de cada ciudadano no sea fagocitado por los criterios partidistas.

Hoy la conciencia individual de muchos dominicanos seguidores del baloncesto ha sido sustituida por las verdades sectarias, contrarias al sensus communis”, de ese nuevo lumen gentium en que se ha convertido Uribe Vásquez. El mundo está en poder del maligno, del bilioso (1 Juan 5:19). The whole world lieth in the evil one.

Esperemos que la realidad de la pobreza de la actividad en el país abra los ojos de los dominicanos.

Frente a esta espantosa crisis, Uribe Vásquez, que no “sabe”, sólo sabe leer, impotente de imaginación, recetas pasadas y caducas (más impuestos, más impuestos, más impuestos, todos disfrazados en avales, en cobros compulsivos, distorsionando toda la realidad del baloncesto, hasta llegar a la tasa del Bajo Imperio Romano), como dice el líder conservador David Cameron, “we cannot go on like this. This is no time for business as usual. This is no time for more of the same”.

Para Gorgias es más inhumano y cruel coaccionar a un ciudadano con la seducción y la falaz persuasión que con la espada, pues la espada acobarda al cuerpo, pero el espíritu puede seguir siendo libre.

Un día como el de hoy, mi maestro William Faullkner dijo en este lugar: "Me niego a admitir el fin del hombre".
No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra” (Gabriel García Márquez, 1982, discurso ante la Academia Sueca de Letras al recibir el Premio Nobel de Literatura).



domingo, 20 de abril de 2014

Una muerte repetida en cada contemporáneo

Hubo una época de mi vida en que casi todos los sábados tomaba un carrito de concho en la Ortega y Gasset con San Cristóbal, entre las 4:45 y 5:00 de la tarde, ahí mismo, en el rincón donde se largaban las carreras del Perla Antillana a distancia de 1,600 metros. Eran los tiempos de la Banda Colorá, el instante más atropellante de los 12 años de Joaquín Balaguer Ricardo, y desde allí me trasladaba por lo general al teatro Leonor de la Arzobispo Nouel. El trayecto me costaba 15 centavos; ahora sería imposible acceder al mismo, en tiempo y valor.

El Leonor era mi cine favorito; el primero al que asistí sin compañía en la ciudad de Santo Domingo. Recuerdo que la primera vez fue para ver una película con Brigitte Bardot, para mayores de 18 años; tenía 14… nadie me dijo nada y entré como perro por su casa. Me ayudaba la estatura, pero era sumamente delgado; quizás me puse rojo como un tomate. La rutina continuó por largos años. Repartía mis días de cine entre el Elite en la Pasteur, el Olimpia en la Palo Hinchado, el Rialto en la Duarte casi esquina El Conde y más adelante en el Capitolio en la Arzobispo Meriño frente a la Catedral de Santo Domingo, donde exhibían todas las grandes películas, después de sus estrenos, al módico precio de 50 centavos.

Aquel Santo Domingo que muchos añoramos tenía unas salas de cine con nombres para evocar, ya desaparecidas. Balani, Cometa, Ketty, Apolo, Independencia, Cupido, Trianon, Coloso, Estela, Montecarlo, Coliseo Brugal, Atenas, Diana, Max, San Carlos, y el Lido, la más exquisita sala con que contaba la ciudad. Además, los auto-cinemas Iris en el Centro de los Héroes y el Naco, en el sector del mismo nombre.

Una tarde dominical en la que hacia filas para entrar al Leonor, se repartió un folletín a 4 páginas y en una de las
secciones hablaba de Sonia Silvestre. Las chicas delante de mí empezaron el chismorreo. No es posible que la Silvestre sea menor que yo. Esa fotografía no la favorece… y así mil cosas más. Quizás rondando los 20 años de edad, Sonia Silvestre ya era una figura del canto en República Dominicana.

No era la sociedad hípercontrolada que pretenden los gobiernos de ocasión, donde a todos se nos pretende tratar como homogéneos, cónsonos y análogos, sin lideres, donde las ideologías se guardan en el último cajón del armario e hipertrofiadas por la más rampante corrupción, pero los gobernantes apelaban a otras formas, tan drásticas y excluyentes como las actuales. Esa mezcla absurda de neoliberalismo con socialismo trasnochado; ese reinventado esclavismo donde triunfan los políticos sin decoro y los tutumpotes de abolengo salpicados de escándalos.

Era aún la época en que los mayores dormían la siesta, pero no se si aquella joven mujer tuvo tiempo para jugar a ser cantante o actriz, mientras las sabanas volaban tendidas en el patio, en una ciudad aún más amable, arbolada y de techos bajos.

Estos son tiempos donde las utopías se marcharon, los relatos grandes ya no son viables, las sociedades se volvieron multiculturales, las ciencias están especializadas para un único ideal, con dos funciones básicas: promover el progreso moral y servir de contraste con la realidad y fundamentar la sana crítica. Una sociedad sin ideales está condenada a no progresar, a la regresión, y pierde la altura para ejercitar la crítica al presente.

Durante la dilatada dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina se utilizó la música y la radio con fines meramente propagandísticos, en ese lapso se indujeron nuevas preferencias sonoras, merengue incluido, y se tejió un amplio abanico melódico de afectos al régimen. El béisbol fue un escape para las juventudes, pero al final del trujillato se empezaron a filtrar nuevos aires. La televisora de Pedro –Pepe- Bonilla, que se mantuvo por su estrecha relación con Rafael –Ramfis- Trujillo Martínez y los programas de Ellis Pérez, Your Hit Parade”, en HIZ de Frank Hatton; el popular espacio La Hora del Moro con Rafael Solano; y Walterio Coll con sus Dominican Boys. Era el tiempo donde ya la música empezaba a sonar diferente.

Después hubo un intenso oleaje, fuentes en la que hay que buscar para escribir con veracidad la historia musical de esa época, donde aún hay muchos de sus protagonistas con los pies sobre la tierra; hay que navegar entre un número de bandas y solistas que en ocasiones no dejaron rastros, sólo las reminiscencias. Las memorias de un país que trata de ignorar su historia no se pueden cerrar; sea al furor de las discografías o frente al fulgorzazo
de una metralleta.

Esa música popular que empezó a tramarse, quizás tratando de alumbrar a The Beatles dominicanos, nos transformó, trabajó nuevos conceptos de producción, desarrollando otros sonidos melódicos e introdujo algunos rasgos tormentosos eléctricamente ejecutados. Los Rock in Boy's con René Alfonso de cantante, los Happy Boy's de Pericles Mejía, Mané Henríquez, Jorge Taveras; los Bemol’s, los X-6, los Masters o los Yompis. Los Solmeños con Nandy Rivas, Tito Saldaña y Rafael y Horacio Pichardo. No se puede descartar tampoco a un exquisito Napoleón Dhimes, que tenía un espacio los viernes en Radio Santo Domingo Televisión.

La Silvestre apareció por primera vez en la pantalla chica en Gente con Freddy Ginebra, un programa sabatino que causó época. Era también el momento más fecundo del Coro Estudiantil que dirigía el hermano Alfredo Morales, para los lasallistas eso era un toque de queda, además el grupo de teatro La Carreta. También empezaba un movimiento basado en la corriente pedagógica de Paulo Freire, la educación liberadora, y de la iglesia católica, que se lanzó desde el 1968 en Medellín (Colombia). El gobierno de Balaguer Ricardo expulsó al hermano Miguel Domínguez y a otros miembros de la congregación De La Salle.

En esos instantes República Dominicana vivió un momento de sublimidad cotidiana, existía el empeño colectivo por ser mejores, las juventudes pujaban por su espacio, pero el látigo de la iniquidad colectiva se blandía con dureza. Habíamos pasado por el abril del 1965, la Primavera de Praga, la Revolución de los Claveles, aquí coexistieron Amin Abel Hasbún, Amaury Germán Aristy, Bienvenido Leal Prandy, Ulises Cerón Polanco, Virgilio Perdomo Pérez, Orlando Mazara, Homero Hernández Vargas, Otto Morales Efres, César Augusto –Flavio- Suero, Asdrúbal Domínguez Guerrero, Henry Segarra Santos, un olvidado Amelio Silva Cabrera, pero también mucha gente que sus huesos no tendrán descanso por toda la eternidad.

Existió también un movimiento de clubes populares, con tinte de deportivos y culturales que jugaron su papel, pero también su complicidad con el régimen. Las instalaciones de San Lázaro en el sector del mismo nombre, y Mauricio Báez, en la populosa Villa Juana, no fueron gratuitas. Hubo lazos que se tejieron con figuras prominentes del balaguerato, con los militares de ocasión y con la nefasta Banda Colorá que tenía como matón visible a Ramón Pérez Martínez, alias Macorí.

Miguel D. Mena, poeta y critico literario residente en Alemania, escribió en junio del 2011: “¿tiene más sentido hablar de Trujillo que pensar en los mil millones de pesos que costó el parqueo de la UASD?, ¿me puede alguien hablar del valor de Duarte y Los Trinitarios y obviar el Liceo Hostos, en Arenoso, San Francisco de Macorís, donde los niños están más desprotegidos que si estuvieran en un mercado de víveres?, ¿celebramos el libro cuando no hay bibliotecas en Santo Domingo?”.

En todo ese caldo, espeso, duro, doloroso, que era necesario abordar, presto a cualquier eventualidad, empezó a
surgir la figura de Sonia Margarita Silvestre Ortiz. Se hacían necesarios  gritos por la libertad, reconquistar el derecho y la libertad de transformar un país que siempre parece nadar contracorriente y cuya dignidad se pierde a cada segundo. Quizás por esa sensación y deseo colectivo e inmensamente mayoritario de que suceda algo que sacuda los cimientos que dejó la dictadura; una dictadura que aún, a más de 50 años, muestra sus tentáculos, una crisis demasiado larga, se sentía esa carga emocional para cambios importantes. Cambios que a la postre jamás han llegado.

“Sonia intelectualmente, hizo su camino, de ideas y compromisos en momentos difíciles de este país, desclasándose, cosa que no es común en este islote, porque ha creído en lo que ha creído y de modo público, dando la cara”, Carlos Francisco Elías, Acento (Abril 19, 2014).

No se me si alguna vez Sonia se imaginó grabando en Milano, o en una tan de moda Londres, con la Sinfónica detrás, pero como señaló en una ocasión Carmen Imbert Brugal: “juglar de antes y de siempre, Sonia Silvestre, la provinciana que pretendía concluir sus estudios de Pedagogía, dejó todo por la canción. Convirtió su vocación en oficio y después que Leonor Porcella la eligiera para interpretar “Dónde poder gritarte que te quiero”, y obtuvo el segundo lugar en el IV Festival de la Canción Dominicana, se instaló en el sentimiento nacional”.

Terminando Balaguer Ricardo nos llegó el fever dance, pero ya Sonia estaba en la piel de cada uno de sus coterráneos, el contexto había influido pero fue consecuencia de una colisión de circunstancias. Muchas veces, a lo largo de esos años, los que escuchábamos sentíamos la necesidad de cerrar los ojos, de negarnos a ver, pero los oídos no pueden ser tapiados; las orejas no tienen parpados, así que nos atiborrábamos de sonidos y decires, con toda su potencia y algunas veces con todo el dolor.

Muy temprano nos esbozó la posibilidad de acceder a un discurso rasgado de cosmologías, sacándonos más allá que la disciplina del lenguaje; planteó, quizás sin quererlo, que no había la necesidad de llegar a la absoluta reflexión filosófica, pero sí conocer las expresiones. Trabajó elementos temáticos incluyentes: los amores, los intangibles, los tiempos, las preguntas, las libertades, los evidentes, las poesías. Hizo un rastrillaje de imágenes respetando el desmonte de las formas cotidianas. Habló de mucha gente que han discutido de amor y buscó canciones sin olvidar jamás nuestros umbrales.

Había un mensaje y una forma de trabajar, pero también una identidad que generaba identificación, quizás un discurso críptico, seductor, fascinante, hechicero, arrebatador, absorbente, persuasivo, que apuntaba a cuestiones existenciales, no dejando nada por concluido, generaba pistas o trataba de descifrar enigmas para que el libre albedrío se ejecutara.

Quizás desalentada por sucesivas crisis, intentó abordar el vacío que le dejaban las canciones mal escritas o pésimamente interpretadas con absurdos protocolos diarios o zafias pantallas. Lejos de impelerse de nuevo hacia la denostada vidorria del catante de fama, decide renovarse y experimentar con nuevas tonalidades. Sin desanimarse por lo difuso del término, vuelve a entrar por la puerta grande inaugurando una nueva variante del más autentico de los compositores nacionales de las últimas décadas, Luis Días. Era una forma de llevarnos de regreso a feliz puerto, puesto que todos éramos sus historias, como estrofas bien escritas de una canción que no existe, que nadie escribirá jamás”.

“Los artistas inolvidables arrastran consigo su historia. O la hacen cantando. A todo pulmón. Si la tragedia no signa sus vidas otras razones determinan su éxito, estilo y vigencia. Aunque Sonia no haya “vivido” sus canciones como la Holiday, la calidad y la perseverancia priman en su carrera. Alguien la bautizó como “la peligrosa” (Nota LRM: Máximo Polanco Estrella). Lo es. Nada más peligroso que aferrarse a un sueño y ser genuina. La autenticidad duele, mortifica a la mediocridad. Remueve la mugre de esos rincones sucios del alma y la esparce. Trastorna hostil y frívolo. Si a pesar de eso, una artista logra imponerse, durante tres décadas, tiene que ser extraordinaria”, añadía Imbert Brugal.

Agregó además: “el maestro Rafael Solano proclama que ella tiene un don. Su voz es 4.40, la afinación perfecta. Puede subir, bajar, entonar blues, bossa nova, bachata, un bolero, un merengue… la escuchó gracias a las diligencias de Niní Cáfaro (Caffaro). Ese día, asombrado con el prodigio de su garganta, supo que estaba enfrente de una intérprete única. La dueña de un instrumento que ha servido para emocionar, durante treinta y siete años, a miles de seguidores, adoradores de su filin (filling). Tal fue la fascinación con la jovencita que ella estrenó “Diez de Abril” una de las obras más queridas del prolífico compositor y pianista”.

Todos moriremos alguna vez, pero hay quienes mueren repetidas veces, llevándose en su vuelo final una pizca de cada quien. Costará entender que la desaparición de la Silvestre no solo es noticia, sino un pequeño desliz del alma que muchos no olvidarán. Tendremos años para acostumbrarnos a la idea. Sonia se ha deslizado a la sombra, despacio, con cierta timidez, y, en el fondo, de la manera más gentil. Sin embargo, en el momento final, cuando se ha separado de la vida, silenciosamente como una estampilla postal de un álbum filatélico viejísimo, nos hizo daño, y así ha sido.


sábado, 19 de abril de 2014

Nuestro Apolo y nuestro Dioniso

Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez. Los dos escritores más influyentes y poderosos de nuestra región y nuestra lengua


Abril 18 del 2014
El Pais


Una vez que se extingan las ceremonias fúnebres y se adormezca el duelo, que se agoten los homenajes y las exequias, y se desdoren las figuras públicas y se olviden las antipatías abruptas o las declaraciones estertóreas, se volverá una convicción natural lo que algunos han vaticinado desde hace décadas: que los dos colosos surgidos de esa brillantísima Edad de Oro de la narrativa latinoamericana que se prolongó durante la segunda mitad del siglo XX fueron Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez. Los dos escritores más influyentes y poderosos de nuestra región y nuestra lengua. Los dos más admirados e imitados en el orbe. En ese juego de dualidades que tanto nos gusta, nuestro Platón y nuestro Aristóteles. O, mejor, nuestro Apolo y nuestro Dioniso.
Sin duda fueron acompañados por una asombrosa cohorte de titanes, con poéticas al gusto de cada uno, de Rulfo a Vargas Llosa, de Donoso a Fuentes, de Sábato a Ibargüengoitia, de Ribeyro a Cortázar, pero las voces más oídas, más singulares, más originales —si entendemos por originalidad una mutación insólita entre las enseñanzas del pasado y la serena rivalidad con sus contemporáneos— fueron las del poeta y cuentista argentino y las del cuentista y novelista colombiano, suma de todos los esfuerzos que los precedieron, de Machado de Assis y Jorge Isaacs a Macedonio Fernández y Alfonso Reyes, y umbrales de todos aquellos que los han seguido, de Roberto Bolaño a quienes hoy publican, a su sombra, sus primeros libros.
A la distancia no podrían parecer más contrarios, más distantes. De un lado, el escritor ciego y puntilloso, tan
Con el compositor Rafael Escalona
acerado como melancólico, hierático hasta casi fungir como profeta, dueño de un sutilísimo humor aún malentendido, el hombre cercano —a su pesar— a la derecha, el vate unánimemente venerado que jamás recibiría el Nobel. Del otro, el escritor jacarandoso y bullanguero, tan dotado para desenrollar la sintaxis como para reconducir los mitos, sonriente hasta convertirse en amigo de todas las familias —esas que sin conocerlo hoy sin pudor lo llaman Gabo—, el hombre cercano a la izquierda y a Fidel Castro, el bardo unánimemente adorado que recibió el Nobel más joven que ningún otro en América Latina.
Sí: en lontananza encarnan vías antagónicas. Borges es, evidentemente, el apolíneo. El escultor que pule cada arista y cada ángulo. El prestidigitador que obsesivamente trastoca cada adjetivo y cada adverbio. El criminal que siempre esconde la mano. El modesto anciano que odia los espejos y la cópula y sin embargo multiplica los Borges a puñados. El detective que en su búsqueda esconde que al mismo tiempo es el criminal. El filósofo nominalista y el físico cuántico que se pierde en la Enciclopedia. El autor de las paradojas y bucles más aventajado desde Zenón. García Márquez es, en cambio, el dionisíaco. El torrencial demiurgo de genealogías y prodigios. El audaz dispensador de metáforas y laberintos de palabras. El cartógrafo de la jungla y el cronista de nuestra circular cadena de infortunios. El ídolo sonriente que trasforma la Historia —y en especial la sórdida trama colombiana— en mil historias entrecruzadas, tan tiernas y atroces como inolvidables. El bailarín que, al conducirnos a la pista, nos obliga a seguir su hipnótico ritmo a rajatabla. El sagaz escriba que se burla de los tiranuelos con los que tanto ha convivido. El desmadrado cuentero que finge no seguir regla alguna fuera de su imaginación, excepto que las que él mismo se —y nos— impone.
Con Mercedes, 1969 en Barcelona
Apolo y Dioniso. Y sin embargo estas dos vías, como ya apuntaba Nietzsche, no son excluyentes sino complementarias. Las dos mitades del mundo. De nuestro mundo. Para empezar, García Márquez no hubiese escrito como García Márquez sin aprender de Borges, su predecesor y su maestro. Y Borges no habría encontrado mejor continuador que este discípulo rejego, dispuesto no a copiar sus trucos o su doctrina sino a usarlos en su provecho para huir de la Academia y fundar una nueva, exitosísima escuela, el realismo mágico. Ninguno tiene la culpa, por supuesto, de su ingente legión de copistas: sus invenciones resultaban demasiado deslumbrantes como para que cientos de salteadores de caminos no quisieran agenciárselas.
Los dos han sido justamente elevados a los altares. O, mejor aún, a los altares privados que cada uno erige en su hogar: son nuestros penates. Imposible no adorarlos y no querer, a la vez, descabezarlos. Imposible no aspirar a reiterar —Vargas Llosa dixit— su deicidio.
Jorge Volpi es escritor mexicano.


viernes, 18 de abril de 2014

20 frases célebres de Gabriel García Márquez


Pensamientos que quedaron plasmados en la monumental obra de un inmortal de nuestra literatura.

Las frases en letra cursiva fueron publicadas en este medio con anterioridad

El Colombiano | Medellín | Publicado el 17 de abril de 2014

El día en que la mierda tenga algún valor los pobres nacerán sin culo”.
El otoño del patriarca.

“Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra”.
La mala hora

“Le rogó a Dios que le concediera al menos un instante para que él no se fuera sin saber cuánto lo había querido por encima de las dudas de ambos, y sintió un apremio irresistible de empezar la vida con él otra vez desde el principio para decirse todo lo que se les quedó sin decir, y volver a hacer bien cualquier cosa que hubieran hecho mal en el pasado”.
El amor en los tiempos del cólera.

“Pues bien: todo eso es cierto, pero circunstancial”, dijo, “porque todo lo he hecho con la sola mira de que este continente sea un país independiente y único, y en eso no he tenido ni una contradicción ni una sola duda”. Y concluyó en caribe puro: “¡Lo demás son pingadas!”. 
El General en su laberinto.

La vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.
Vivir para contarla.

“El oficio de escritor es tal vez el único que se hace más difícil a medida que más se practica. La facilidad con que yo me senté a escribir aquel cuento una tarde no puede compararse con el trabajo que me cuesta ahora escribir una página”.
Cómo comencé a escribir, en Yo no vine a decir un discurso, recopilación de discursos del Nobel, 2010.

“Su nerviosismo era manifiesto cuando el profesor Gyllensten habló en sueco antes de volverse al colombiano costeño que se puso en pie y miró ante el mundo entero con los mismos ojos relucientes de aquel desventurado muchacho del colegio San José de Barranquilla (...)”.
Gerald Martin, en el libro Gabriel García Márquez, una vida.

“Desde antes de que empezara la matanza política ella pasaba las lúgubres mañanas de octubre frente a la ventana de su cuarto, compadeciendo a los muertos y pensando que si Dios no hubiera descansado el domingo habría tenido tiempo de terminar el mundo”. 
La soledad de América Latina. Discurso de aceptación del Nobel.

“... Se tendieron en la cama, uno al lado del otro, y compartieron sus rencores, mientras el mundo se apagaba y solo iba quedando el cositeo del comején en el artesonado”.
Del amor y otros demonios.


“Pero nunca se sintió bien entre los ricos. Solía pensar en ellos, en sus mujeres feas y conflictivas, en sus tremendas operaciones quirúrgicas, y experimentaba siempre un sentimiento de piedad”. La prodigiosa tarde de Baltazar.
Los Funerales de Mama Grande.

“De pronto notó que se le había derrumbado su belleza, que llegó a dolerle físicamente como un tumor o como un cáncer. Todavía recordaba el peso de ese privilegio que llevó sobre su cuerpo durante la adolescencia y que ahora había dejado caer (...)”.
Cuento Eva está dentro de su gato.

“La novela es como el matrimonio: se lo puede ir arreglando todos los días, y el cuento es como el amor: si no sirvió, no sirvió”.
Gabriel García Márquez, una vida, de Gerald Martin.

“El periodismo es una pasión insaciable que solo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”.
El mejor oficio del mundo, discurso ante la asamblea número 52 de la SIP.


“El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: -Mierda”.
Final de El coronel no tiene quien le escriba.

Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra”.
Cien años de soledad.

“Era lo último que iba quedando de un pasado cuyo aniquilamiento no se consumaba, porque seguía aniquilándose indefinidamente, consumiéndose dentro de sí mismo, acabándose a cada minuto, pero sin acabar de acabarse jamás”.
Cien años de soledad.

“Amaranta (...) creyó que la había picado un alacrán. 
-¡Dónde está! -preguntó alarmada.
-¿Qué?.
-¡El animal! -aclaró Amaranta.
Úrsula se puso un dedo en el corazón 
-Aquí-dijo”.
Cien años de soledad

 

El discurso completo cuando recibió el Premio Nobel en 1982


Titulado “La soledad de América Latina”, el discurso de aceptación del Premio Nobel de literatura de 1982 es una pieza de admiración en sí misma. Aquí, el texto completo:

“Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen.

Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonios más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos. Los Cronistas de Indias nos legaron otros incontables. Eldorado, nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la Eterna Juventud, el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros y sólo llegaron cinco de los 600 que la emprendieron. Uno de los tantos misterios que nunca fueron descifrados, es el de las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana de estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viable con la condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la región, sino que se hicieran de oro.

La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general Antonio López de Santana,
que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas.

Hace once años, uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda, iluminó este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido un instante de sosiego. Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo. En este lapso ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa occidental desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi los 120 mil, que es como si hoy no se supiera dónde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala. Numerosas mujeres arrestadas encintas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 mil muertes violentas en cuatro años.

De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huido un millón de personas: el 10 por ciento de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio millones de habitantes que se consideraba como el país más civilizado del continente, ha perdido en el destierro a uno de cada cinco ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América latina, tendría una población más numerosa que Noruega.

Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.

Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para construir su primera muralla y otros 300 para tener un obispo, que Roma se debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aún en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa con soldados de fortuna. Aún en el apogeo del Renacimiento, 12 mil lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de sus habitantes.

No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Kröger, cuyos sueños de unión entre un norte casto y un sur
apasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en este lugar. Pero creo que los europeos de espíritu clarificador, los que luchan también aquí por una patria grande más humana y más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos. La solidaridad con nuestros sueños no nos haría sentir menos solos, mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo.

América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental.

No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.

Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.

Un día como el de hoy, mi maestro William Faullkner dijo en este lugar: "Me niego a admitir el fin del hombre". No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.

Agradezco a la Academia de Letras de Suecia el que me haya distinguido con un premio que me coloca junto a muchos de quienes orientaron y enriquecieron mis años de lector y de cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio de escribir. Sus nombres y sus obras se me presentan hoy como sombras tutelares, pero también como el compromiso, a menudo agobiante, que se adquiere con este honor. Un duro honor que en ellos me pareció de simple justicia, pero que en mí entiendo como una más de esas lecciones con las que suele sorprendernos el destino, y que hacen más evidente nuestra condición de juguetes de un azar indescifrable, cuya única y desoladora recompensa, suelen ser, la mayoría de las veces, la incomprensión y el olvido.

Es por ello apenas natural que me interrogara, allá en ese trasfondo secreto en donde solemos trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra identidad, cuál ha sido el sustento constante de mi obra, qué pudo haber llamado la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros tan severos. Confieso sin falsas modestias que no me ha sido fácil encontrar la razón, pero quiero creer que ha sido la misma que yo hubiera deseado. Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía. A la poesía por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que numeró en su Iliada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada. La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra América en las Alturas de Machu Pichu de Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos.


En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte. El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía. Muchas gracias”.