martes, 15 de noviembre de 2016

Un hombre de sueños caros

No se cuentas veces escuché a José Lacay (José Miguel Lacay Vásquez, Santo Domingo, Mar.19.1947) mencionar la manera heroica en que había fallecido su papá (Sep.22.1949); lanzándose al mar Caribe para intentar salvar a unos náufragos. Mi viejo me confirmó más de una vez las condiciones atléticas de José Miguel -Fantasma Cavadías- Lacay Alfonseca (contaba con 21 años de edad), jugador de baloncesto y béisbol de primera línea, cronista deportivo, de enorme capacidad para el servicio, quien en ese viaje también le acompañaron su amigo Tulio –Pata de Vaca- Pichardo, electricista de profesión, y cuatro de los tripulantes de la goleta Puerto Plata (el capitán Lorenzo Ribota y los marinos Rafael Alcalá, Florentino Cancú y Carlos Ribota.).

Ello sucedió en los frentes del Malecón de Santo Domingo en el área que actualmente ocupa el Hotel Napolitano, cuando Lacay Vásquez era un niño (también se lanzaron al embravecido mar José Miguel Buenaventura y el arquitecto finlandés Egon Brandt, esposo de la cantante Milagros Lanty).

El tatarabuelo de Lacay Alfonseca, José Claudio Lacay, murió ahogado en 1879 rescatando a unas mujeres atrapadas en una crecida del río Nizao, y su padre, José Augusto Lacay, tuvo el coraje de salvar a puro nado, en 1923, a un presidiario que al escapar de la Fortaleza Ozama por el río estaba a punto de ahogarse en su desembocadura.

El país conoció, de repente, la muerte del cantante José Lacay (Nov.14.2016), y por supuesto, en lo personal me surgen muchas interrogantes, más allá de todas las anécdotas y cuentos de pasillos. Tratar de sobrevivir en una sociedad tan excluyente como la que le tocó presentarse cuando descollaba en el medio artístico sin victimizarse; tener un espacio donde todo estaba por descubrirse y donde solo algunas cosas se permitían (recordemos, por ejemplo, que las películas de la argentina Isabel Sarlí eran exhibidas en tandas divididas para mujeres, en tandas vespertinas, y para hombres, en tandas nocturnas… hace un par de años traté de verlas y me resultaron enormemente malas, descaminadas, sin sensualidad alguna); la búsqueda y construcción de una identidad propia a partir de ausencias y recuerdos, como un juego de espejos; adentrarse en territorios inéditos y evitar todas esas arenas movedizas que se manifestaban en las décadas de los años de 1960, 1970 y 1980.


Resistir insultos homofóbicos siempre a flor de boca porque su asumida homosexualidad no era un secreto para sus próximos, pero el amor entre los pares era y aún es visto como una aberración, una perversión y siempre ha debido ser oculto; amoríos que quizás nunca fueron nombrados; no tener puntos medios ni frases acuñadas que contraponían dos alternativas, algo como vivir entre la espada y la pared, como para no tejer el día con dicotomías, donde se percibía sin escapatoria. Ser anfitrión del salón de fiestas La Fuente del Hotel Jaragua junto a Ed Vachan, a quien todos conocíamos como El Vedetto, la producción de Héctor de San Juan, la asesoría de Kali Karlo, y la dirección musical del trompetista dominicano Rafael Labasta (aún entre los vivos, residente en Panamá); emprender algo tan novedoso para la época como el restaurante El Avión (1985); amen de las galas televisivas, seguro templó al individuo y al artista.

En 1983 de San Juan y Vachan corrían la revista Latino Royalle Revue con la cantante argentina Donna Carool (nacida Linda Reneé Abadi), en el Chateau Madrid del Hotel Lexington según la revista New York de la época.

Es increíble el escaso material de referencia que existe en las redes sociales sobre nuestras figuras públicas. Pasó lo mismo con Luis Rafael Mejía Peralta, El Muñeco, una voz que alumbraba el firmamento radial dominicano, de quien escribí recientemente. Un país que no enseña a leer, que no tiene librerías ni bibliotecas, que no le interesa su historia reciente más allá de las hazañas impúdicas de nuestros políticos, está condenado a ser eternamente fallido y vivir para los depredadores de turno.

Central Commercial High School
Quizás hoy ni María Cassar, ni Ángela Fonseca, ni Carmen Lugo, ni Ligia Senior, ni Miguelina Torres recuerden aquel muchacho dominicano que fue su compañero en las aulas de Central Commercial High School de Manhattan en la ciudad de Nueva York (High School of Comerse dice la nota del matutino Hoy, Nov.15.2016) o quizás aún mantenían vínculos afectivos.

La escuela quedaba al lado de las oficinas del New York Daily News, operó entre 1925 y 1975 y de ahí salieron figuras como Lou Gehrig (el mítico jugador de los Yankees de Nueva York), Al Schacht (lanzador de los Senadores de Washington), el percusionista Tito Puente, el jardinero de origen mexicano José Acuna y Joe Cleary (también lanzador de los Senadores de Washington). Los chicos en 1975 migraron a la cercana Norman Thomas High School, que honra al ministro prebisteriano que en seis ocasiones fue candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Socialista de América. De la Norman Thomas egresó el jugador dominicano de baloncesto Luis Flores y la actriz Armelia Moqueen (con presencia en Sparkle, Quartet, Action Jackson, Ghost, Bulworth y Life, entre otras).

En ese Nueva York, tan desconocido para los dominicanos de entonces, terminó de aprender mientras se preparaba para que su trabajo nunca tuviera erosiones más allá de las externas. Pero de repente nos quedamos cortos, nadie sabe de lo extenso de su discografía, de las grabaciones que puedan estar en algunas hemerotecas, del material que rondaba en su cabeza, de lo que escribió, porque estoy seguro que iba más allá de ser un simple cantante o un showman. Creo que pasa lo mismo con Napoleón Dhimes, que tenía un programa los viernes en la noche en Radio Televisión Dominicana, que encontraba fastuoso, pero que por mi edad me abrumaba.


Lacay nunca dejó de ser el mismo, fue un exponente de la dominicanidad donde quiera que trabajó, no se le conoció un oportunismo desbordante, quizás los que lo llegaron a conocer puedan afirmar que tenía el aguijón en la cola, como los escorpiones, aún sabiendo que tenía que sanar algunas heridas, una y otra vez, por decirlo de alguna manera, poseía una naturaleza adaptativa, ahora resulta que ha emprendido un camino y quizás su recuerdo se adentre en la obscuridad más absoluta.

De igual manera, pienso que de cara al público le adornaban algunas de las virtudes romanas, que se exigían a los máximos exponentes del imperio: auctoritas: autoridad espiritual: el sentido de la función social de alguien, construida a través de la experiencia; comitas: cortesía, amistad; clementia: suavidad y gentileza; dignitas: dignidad, sentido de autoestima, orgullo propio; firmitas: tenacidad, fuerza mental, habilidad de defender una propuesta; gravitas: sentido de la jerarquía de un asunto, responsabilidad, seriedad y determinación; humanitas: humanidad, refinamiento, civilidad; aprender, y poseer cultura; industria: trabajo fuerte; pietas: sumisión, más que piedad religiosa, un respeto por el orden natural social, política y religiosamente. Incluye las ideas de patriotismo y devoción; prudentia: prudencia, revisión, sabiduría y discreción personal; salubritas: salud; severitas: severidad; y veritas: honestidad en relación al resto.

El arte dominicano, como otras manifestaciones de nuestra vida, siempre ha vivido bajo situaciones lancinantes. Hemos nadado en una permanente inestabilidad política y ello se refleja en nuestro proceder, indefectiblemente, siempre residual, al margen del margen, desplazados, desoídos, ninguneados por todos, cercenados y mutilados como lo está nuestra sociedad. Requerimos un diagnostico de rigor.

Los años de esplendor de José Lacay, el cantante, quedaron atrás hace varios años; para la nueva generación es un virtual desconocido; escéptico, amante de las ficciones, construyendo siempre nuevas historias, con un fino sentido de humor y un toque de melodrama para hacer su presencia intensa, divertida y conmovedora pero conservando el estilo que lo caracterizó desde siempre.

Hemos llegado al punto donde nos encargamos de situar todo a nivel de falsa alternativa, de que no existen más opciones que en las que nos encontramos. En la actualidad, todos somos responsables de justificar la discriminación y la complicidad por ignorancia. Hoy tenemos muchas informaciones, leyes que protegen, y si alguien no sabe también es responsable por no informarse, que la falta de datos e ideas no camufle la maldad y la impunidad de herir al otro, esas cosas feas que lastimosamente todavía habitan en nosotros.

Son días tristes los que vivimos; los medios no se llenaron de noticias, pocos análisis, algunas alabanzas y escasas valoraciones demostrando que no todos reconocen el inmenso trabajo, la inteligencia y valentía que tenía para llevar a cabo cada paso de tu vida.

Hay que expresar nuestro profundo y sincero agradecimiento a José Lacay por haber estado entre nosotros, ser contemporáneo y muy especialmente al ser humano, porque su honradez estaba por encima de todo.

Todas estas vivencias nos transmitían valores que a nosotros nos hacía sentir que no estábamos solamente con un artista inigualable, sino también y sobretodo con una persona distinguida y cabal. Pasará a la historia por su labor, y estará siempre en nuestra memoria como un ser humano admirable.

Adiós José Lacay, gracias por haber estado en este tiempo.


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