Las declaraciones últimas de Yack Michael Martínez han
roto todo el programa de publicaciones que tenía para los próximos días (rompido,
diría un amigo de la prensa nacional, que no es Pumpido, aquel sólido arquero
de la selección argentina y más recientemente entrenador de futbol). Me
gustaría que la entrevista que escuché por intermedio del buen amigo Julián
Suero y que después me repitió Federico Borrás fuera una mentira. Ha sido como comprar una moto
antigua, oxidada, sin papeles, lo que no indica necesariamente ningún indicio
sobre la estabilidad mental del comprador.
Martínez es el capitán de la selección dominicana que
acaba de obtener su pase al Mundial de España que se efectuará el año venidero,
es junto a Francisco García el único jugador con más de 10 años consecutivos en
el grupo, pero también es un hombre que no pasa desapercibido. Sus
declaraciones por lo general son irreverentes, conflictivas y con su dosis de
veneno; quizás no todo sea ponzoñoso, pero de que muerde asfixiantemente, no
hay dudas.
Todos sabemos que el bueno o malo de Yack detesta a la
prensa nacional, se molesta cuando hay comentarios adversos a su desempeño y
trata de mantenerse alejado de muchos sectores.
En uno de los borradores que tengo preparado señalaba
que él es al baloncesto lo que Miguel Tejada al béisbol: “El Jugador de la Patria ”. Su relación
conmigo ha sido fría y distante, pero he de admitir que con mis hijos ha sido
prácticamente un tutor cuando se han encontrado en diferentes escenarios; hasta
me he sorprendido de la relación de respeto y cordialidad que existe entre
ellos.
Quizás ese monstruo que todos queremos encontrar es
sólo una mascara para intimidar algunos demonios; de esos que hay muchos en el
baloncesto dominicano. Aquí los cambios han patinado, el carburador no regulaba bien, el aceite
brota por las juntas y el escape llenaba la concentración de humo blanco.
No tengo ninguna duda que la agotadora jornada del
Pre-Mundial ha debido causar estragos en el ánimo de Martínez. Esta vez se
sintió desamparado debajo de los tableros, con una compañía que aunque no
desentonó no resultó la más efectiva ni la más oxigenante.
Martínez declaró: “el grupo se queda intacto… nos
reunimos Eulis (Báez), Francisco (García) y yo, y si modifican ese equipo nos
retiramos los tres… a (Al) Horford y Charlie (Villanueva) que sigan
descansando… vamos a España a divertirnos”. Agregó después que la única modificación
sería la entrada del escolta Gerardo Suero y Ricardo Greer pasará a ser asistente
del equipo.
Quizás en el calor de la competencia yo también exclamaría
lo mismo. Pero después viene el tiempo de reflexionar. Yack no es un muchacho
para ofrecer este tipo de novedades.
El equipo dominicano, esa llamada selección nacional,
como tantas instancias del país, está lleno de distorsiones. Tenemos
dislocación en los precios de los alimentos, en las piezas de los vehículos de
motor, en los valores de los combustibles, en la unidad llamada a velar por la
buena marcha de la economía nacional, en nuestro poder judicial, en el
periodismo, en el deporte en sentido general, en los boletos aéreos, en las tarifas
telefónicas, en los costos exagerados del servicio bancario, en el transporte
de pasajeros y de carga, en los servicios públicos que se brindan a la ciudadanía
y un largo rosario de cosas. Vivimos en la nación de las desproporciones.
El capitán dominicano tiene que saber que ese equipo
cuesta una fortuna a un país pobre y mal manejado que se pierde en las aguas
del mar Caribe. Diferente a Argentina, Brasil, España, Lituania, Serbia,
Croacia y otras tantas naciones también llenas de figuras, el jugador
dominicano cobra dinero, constante y sonante, para integrar el conjunto
tricolor. Las “dietas” dominicanas son espléndidas y le cuestan dinero a la Federación Dominicana
de Baloncesto (FEDOMBAL) y en los últimos tres años a SouthGate.
No es igual
la respuesta al llamado de la patria que brinda un Luis Scola, Thiago Splitter,
Marc Gasol, Pero Antic, Marco Belinelli, Linas Kleiza, Hamed Haddadi o Arsalan
Kazemi que la de los jugadores dominicanos. Tristemente, nuestros hombres son
padres de familia. A su favor quizás se pueda esgrimir el argumento que
FEDOMBAL ha puesto muy poco para su desarrollo como profesionales y esa es una
verdad que no se puede ocultar. Se nos descarga la batería, se
sulfatan las bujías, salta la cadena, se aflojaba el centro de la canasta del embrague.
Quizás no sepa que los listados de pre-seleccionados,
donde siempre está porque se lo ha ganado, son medalaganarios, llenos de
indelicadezas, excluyentes, con mucha mala leche y donde hay gente dispuesta a
cobrar un diezmo para incluir jugadores y que también hay jugadores y técnicos que
han sido extorsionados.
Quizás no imagine que señalar que se incluirá a
Ricardo Greer, un personaje sin ningún compromiso con el país, como miembro del
cuerpo técnico, fue un acto, como dice mi mamá, de cagar y no sentir nada. Ese absurdo fue un espejismo que dejó a su
lado un descerebrado fumando una hookah.
Quizás no
sepa que ahora mucha gente se está dando cuenta que podemos competir, pero que
nadie se ha encargado de transmitir una cultura ganadora. Es muy posible que
haya conciudadanos haciendo “cocote”
con el viaje a España para divertirse, pero también es importante saber que es
desolador pasearse por los pasillos de los escenarios de las competiciones y
preguntarse una y mil veces que ha cosas han impedido que el equipo dominicano
no esté allí.
La
respuesta a esto último la tienen todas las administraciones mediocres que ha
tenido FEDOMBAL desde un tiempo tan lejano como el 1978 y que ahora Rafael
Uribe Vásquez trata de emprender un nuevo camino, pero sólo mediaticamente. En tierras ibéricas nos dará el
viento en la cara, los sonidos, los olores y la vibración salvaje de un motor
nos sorprenderá.
En sus declaraciones Jack Michael arrastra a Francisco
García y Eulis Báez y me cuesta pensar que esas dos “masas de pan” se hagan cómplices
de este irrespeto.
Si alguna duda le queda que revise todos mis artículos
desde el año de 1977 en diferentes diarios nacionales. Si le cuesta trabajo,
varios amigos suyos y míos lo coleccionan como hueso santo y a ellos que se los
pida.
Voy a pensar que esto fue un desliz de Yack Michael Martínez,
una ingenuidad al calor de una turbulenta Caracas.
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