Repintando paredes
De manera expedita el Procurador General de la
República trató de soltar ese clavo caliente relativo a los sometimientos por
el asunto Odebrecht y dijo (May.29.2017): “están
todos los que son y son todos los que están”. ¡Escupió pa’rriba!
El problema básico de Jean-Alain Rodríguez Sánchez es
que perdió toda credibilidad ante la opinión pública; lo vemos como un títere
del sistema imperante donde es hábito la falta de justicia, la ausencia de
institucionalidad y una lastimosa educación, coloreó con la guindilla insólita:
“estamos solicitando 18 meses de prisión
preventiva por la complejidad del caso”. La corrupción va más allá de las
prácticas y sus efectos, fotografías con figuras desgastadas, silencios
cómplices, y todas las estribaciones.
Ese lunes las alarmas se dispararon temprano,
iniciaron los arrestos, sorprendidos por la calidad de aquellos que eran
remitidos al Palacio de Justicia, se vieron llegar efectivos militares a zonas
donde nunca se habían aventurado y el morbo de algunos comunicadores corrió con
lince detrás de gacela. Ni Rodríguez Sánchez, como tampoco sus antecesores en
el cargo, Rodríguez Del Orbe, Germán Mejía, Jiménez Peña, ni Domínguez Brito
han encontrado tiempo y presupuesto para llenarse de flores, eso habla perfectamente
de sus talantes.
El Gobierno Dominicano nos está regalando una película
de terror: ventanas y puertas se abren y cierran con grosero estruendo, guiones
peor elaborados que los que vende Roberto Ángel Salcedo; puro fervor patriotero
en las declaraciones, encuentros furtivos, llamadas desde el Palacio Nacional,
confesiones señoriales, reprimendas matutinas, pinchaduras telefónicas a la
orden del día, presagio de choque de trenes; Peralta Fernández (José Ramón)
coloca sobre la mesa realizar un desfile militar de urgencia, es como si Danilo
Medina Sánchez, Presidente de la República, con todos sus anuncios rimbombantes
se auto infligiera todos los días un golpe de Estado, pero nada trascendente se
vislumbra en el paisaje.
Quienes hemos llegado a determinada edad asistimos al
repetido fracaso económico dominicano pese a “crecimientos a tasas chinas” y una frase ya en el olvido de “gobierno que trabaja, país que progresa”,
la desilusión por la incapacidad de nuestros gobernantes en alcanzar una minima
armonía social. La democracia dominicana sólo ha servido para robustecer
bolsillos de políticos y comerciantes prestos a utilizar malas artes a cada
paso, no hace falta que nos remontemos muy atrás en nuestra historia, a
nuestros personajes del siglo XXI jamás les será inaugurado un monumento con su
nombre; han pretendido un pueblo sumiso para tratarlo de manera humillante.
Juan Temístocles Montas Domínguez, ministro de
Industria y Comercio (2016-vigente), miembro del Comité Político del gobernante
Partido de la Liberación Dominicana (PLD), uno de los poquísimos funcionarios
que ha estado en el tren administrativo todos los años dentro del reinado peledeísta: administrador de la
Corporación Dominicana de Electricidad(1996-98), secretario técnico de la Presidencia
(1998-2000 / 2004-2007), ministro de Economía, Planificación y Desarrollo
(2007-16, nuevo nombre para el secretariado técnico; Tommy Alberto Galán
Grullón, senador por San Cristóbal, miembro del Comité Central del PLD.
Julio César Valentín Jiminian, senador por Santiago,
pasado presidente de la Cámara de Diputados (2006-10), diputado por Santiago
(1998-2010), miembro del Comité Político del PLD; Alfredo Pacheco Osoria,
diputado por el Distrito Nacional, pasado presidente de la Cámara de Diputados
(2003-06); Ángel Rondón Rijo, empresario con vínculos con diferentes
administraciones, propietario de AAA Dominicana, empresa responsable del cobro
del servicio del agua, señalado como el
hombre del maletín y asesor de Odebrecht en el país.
Víctor José Díaz Rua, pasado ministro de Obras
Públicas (2007-12) en tiempos de Leonel Fernández Reyna, miembro del Comité
Central del PLD y tesorero del PLD, director del Instituto Nacional de Aguas
Potables y Alcantarillados (INAPA) entre 2004-07, uno que después de dos tragos
en un bar a la entrada del Hotel El Embajador, repetía sin cesar: “soy el hombre más rico del país”, como
la canción de Wilfrido Vargas: “he
superado la riqueza de Trujillo”; César Domingo Sánchez Torres, pasado
administrador de la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales
(2000-04), miembro de la Comisión Para la Revisión del Contrato de Punta
Catalina.
Ramón Radhamés Segura, pasado administrador de la
Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales, miembro del Comité
Político del PLD, vice-presidente ejecutivo de la Corporación Dominicana de
Empresas Eléctricas Estatales (1998-2000 y 2004-09); Juan Roberto Rodríguez
Hernández, pasado director del Instituto Nacional de Aguas Potables y
Alcantarillados (INAPA) entre 2000 y 2004; Porfirio Andrés Bautista García,
pasado presidente del Senado de la República (2001-06) y presidente del Partido
Revolucionario Moderno (PRM).
Ruddy González, pasado diputado perteneciente a la
bancada del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) por Azua, aliado al PLD;
Bernardo Antonio Castellanos De Moya, ingeniero civil especialista en proyectos
hidroeléctricos, articulista que ha mantenido una actitud critica al proyecto
Punta Catalina; Máximo Leonidas De Oleo Ramírez, ingeniero electro mecánico,
asistente de Sánchez Torres pasado administrador de la Empresa Generadora
Hidroeléctrica Dominicana (EGEHID); Rafael Genaro Suero Milano, pasado
administrador de la Empresa Generadora Hidroeléctrica Dominicana (EGEHID),
miembro del Comité Central del PLD; y Conrado Enrique Pittaluga Arzeno, abogado
consultor.
Galán Grullón, Valentín Jiminian y Pacheco Osorio cuentan
con inmunidad parlamentaria al momento de ser emitidas las órdenes de arresto.
Castellanos De Moya está fuera del país en asuntos profesionales.
Por supuesto, si están incluidos todos esos
funcionarios, también han debido ser investigados Hipólito Mejía Domínguez,
Leonel Fernández Reyna y Medina Sánchez. Los senadores Cristina Lizardo
Mézquita y Reinaldo Pared Pérez, en cuyos espacios al frente de esa alta
instancia legislativa se aprobaron en 30 y el 61 por ciento de los contratos de
la firma brasileña, respectivamente. Este Pared Pérez se ha llevado todas las
palmas cuando pronunció la menesterosa frase: “yo pasé por el lodazal y no caí”, y todo el país se echó a reír.
¿Nos coloca esta novedad gubernamental en las puertas
del infierno?... ¿se abre la dimensión desconocida por la ruptura inquietante,
esperada y nada complaciente del gobernante pe-ele-de?...
¿por qué tanto quietismo desde la acera de Fernández Reyna?... ¿qué
consecuencias tendrá esta guerra morada en la ya abatida economía nacional?
hay una marcada franja social que duda del peledeísmo reinante y la peor parte la
está llevando Medina Sánchez, mostrando que aquel 62 por ciento en las
elecciones de mayo del 2016, hace menos de un año, se desplomó a menos de la
mitad. Los presidentes de corte peledeísta
(Fernández Reyna y Medina Sánchez) han repelido una y mil veces el clamor
popular favoreciendo siempre a sus íntimos. La placidez de esta administración,
donde nada ocurre más allá de los escándalos, niega todo.
¿En este berenjenal alguien podría señalarme dónde se
puede ubicar a Miguel Pimentel Kareh?... ojo, no para ser incluido en el
expediente que nos ocupa, pero si para que nos explique a todos como se libra
tan graciosamente de la justicia dominicana.
La religión peledeísta
está poniendo a prueba la fe de todos sus creyentes. Se nos induce de manera
suficiente, por medio de bocinas, a relativizar todo lo que acontece en el
país, pero nada de bosquejar sonrisas en los rostros del dominicano común.
La extensa lista del negro periodismo criollo sólo
hace acrecentar el obscurantismo sobre todos los habitantes de esta tierra.
Estos años de inicio de siglo han sido muy difíciles, nuestra identidad en
manos de los peledeístas ha sido
sometida a contorsiones exageradas en todos los órdenes. La deseable voluntad
de transparencia que esperamos está lejos de percibirse.
Convencidos estamos que el dinero que deja de ingresar
a las arcas públicas se debe a prácticas ilícitas o muy cerca del borde de la
legalidad, auspiciadas desde el propio Gobierno Dominicano. Dispuesto eternamente
a favorecer a sus seguidores de turno, empresas y particulares por la falta de
voluntad en el tema fiscal y el arraigado deseo de los burócratas de escalar
con vértigo en la progresión económica más que en la social. Hablar de
ingeniería fiscal para maximizar beneficios a toda la sociedad es una quimera.
Cifras elocuentes exhiben en República Dominicana sólo
dos sectores, el financiero, con números indecentes cada año al mostrar sus
ganancias en un país que se lo está llevando el mismo diablo, y los políticos.
Elocuentes hasta la saciedad aquellas cifras que mostró la comunicadora Alicia
Ortega, cuando al todopoderoso Diandino Peña Crique se le corría el tinte
frente a las cámaras de televisión, y todas sus empresas off-shore; eso es sólo la punta del iceberg.
A todos nos gustaría saber si la misma suerte
correrían Franklin Almeyda Rancier, Carlos Amarante Baret, Vicente Bengoa
Albizu, Radhamés Camacho Cuevas, Rafael Porfirio Calderón Martínez, Luis René
Canaán Rojas, Gonzalo Castillo Terrero, Margarita María Cedeño de Fernandez,
José Ramón Fadul y Fadul, Alma Fernández Duran, Jaime David Fernandez Mirabal,
Fernandez Reyna, Francisco Javier García Fernandez, Alejandrina Germán Mejía,
Bautista Gómez Rojas, Euclides Gutiérrez Félix, Alberto Alcibiades Holguín
Cruz, Rubén Jiménez Bichara, Radhamés Jiménez Cuevas, Félix Jiménez Jiménez,
Cristina Lizardo Mézquita, Simon Lizardo Mézquita, Abel Martínez Duran, Rosa
Sonia Mateo, Ramón Alejandro Montas Rondón, Medina Sánchez, Félix Nova Paulino,
Carlos Pared Pérez, Reinaldo Pared Pérez, Melanio Paredes Pinales, Bautista
Rojas Gómez, José Tomás Pérez, Adriano Sánchez Roa, Héctor Valdez Albizu, para
sólo dejar algunos nombres rimbombantes … o si están en la senda del camino
real.
Todo el que ha solicitado acceso a información
sensible se ha encontrado con el papel obstructor del Estado Dominicano, no
importa la instancia. Así están las cosas en este país, en el vértice del
huracán del entramado de corrupción más grande de la historia de la humanidad,
pero todo el mundo quiere manejarlo a sus anchas. Si grande son las
indelicadezas de Odebrecht estas se multiplican de manera exponencial en
República Dominicana por las cotas señaladas y la calidad del país; nuestra
proporción supera todos los límites de la fantasía.
Después de los primeros escarceos, el intelectual Hugo
Tolentino Dipp, pasado Canciller de la República, miembro del Partido
Revolucionario Moderno (PRM), señalado como un dominicano que no cambia sus
consideraciones por limosnas, acusó al oficialismo de evadir responsabilidades
y cuestionó por qué el presidente del Senado de la República, el ministro de
Obras Públicas y la senadora Lizardo Mézquita no han sido investigados en el
caso. “En la presidencia de Pared Pérez
se aprobaron al menos 26 de los contratos de Odebrecht por un monto de 4 mil 54
millones de dólares”.
Vivimos una época de post-verdad, donde todo está
pautado a conveniencia de un hombre que ha manifestado a todas luces que
gobierna con los suyos, con legisladores propios que actúan como sellos
gomigrafos, pero también con una justicia que le sirve la mesa y coloca una
alfombra roja. Un Luis XIV caribeño larvado en el cacicazgo de Maguana, que
muestra la mutilación de la democracia vernácula asentándose en refrenar y
tejer excesivamente cortinas de humo, mientras se nos trata de inocular
mediaticamente ética y decoro.
Hace tiempo que Medina Sánchez olvidó que la iniquidad
distributiva es la fuente de la violencia social que sacude al país, como si
viviera su propio mundo lisérgico. La baja escolaridad, fácil acceso a los
narcóticos, los impulsos sostenidos a la criminalidad adolescente, la criminalidad
de la pobreza, las penosas justificaciones de los asesinatos que enlutan a las
familias dominicanas, los millones de pobres sembrados en los 17 años de
gestión peledeísta, y el azaroso contubernio
entre autoridad y delincuencia.
La veracidad en los tiempos de Fernández Reyna y
Medina Sánchez tarda más que nunca en llegar. La sentencia de la historia
avanza en cámara lenta. Hemos vivido dos décadas engañados por la embriaguez de
“los morados” que crearon y mantienen
un black-out informativo, con estadísticas
que se dibujan a merced del gobernarte de turno, y que en el campo económico
encontraron un aliado incondicional en la figura de Valdez Albizu. Vivimos un
guión de suspenso muy mal escrito, como ya he señalado.
El país trata de avanzar, pero la virulencia peledeísta asusta. Nos hemos llenado de
corifeos profesionales, impotentes en sus propuestas. El asesinato de las
doctrinas tuvo efectos colaterales, la primera de todas la muerte de los
diálogos. ¿Qué líder político dominicano nos inspira confianza, respeto,
pasión?... me niego a creer que se termino con Bosch Gaviño, Balaguer Ricardo y
Peña Gómez, pero de los actuales no creemos en ninguno.
Mientras el hacha va y viene esta vez el palo no ha
descansado, se cuelan novedades e indiscreciones, se nombran otros figurantes y
continúan las sospechas sobre terceros. Montas Domínguez se hizo pagar una
página completa en los diarios nacionales (Jun.02.2017) donde salpicó a Vicente
Bengoa Albizu, Daniel Toribio Marmolejos, Mariano Germán Mejía (homónimo y hermano
del presidente de la Suprema Corte de Justicia, también hermano de Alejandrina
Germán Mejía, ministro de Educación Superior, cunado de José María Sosa,
senador por San pedro de Macorís y de Emigdio Sosa, director de ética e
integridad del gobierno y pasado encargado del Plan Social de la Presidencia),
Castillo Terrero, y Simon Lizardo Mézquita; todos compañeritos de partido.
Concomitantemente se eluden otros temas nacionales: el circo está en un punto estelar pero el pan no llega a las
mesas.
Se conoció también de las indelicadezas de nuestro
Procurador General de la República al solicitar a Odebrecht información limitante
y excluyente. Adujo: “errores en la
transcripción del portugués al español”. ¡Aún sigue en la posición!
Lo único cierto es que estamos dejando a las futuras
generaciones un mar de imprecisiones, un país roto en cientos de pedazos, unas
crías desnutridas y sin educación, nadie piensa en militancias, concepción de
las tareas, ideologías, aquí nadie aplaude las hazañas de nuestros jugadores de
béisbol, pero nos preparamos, por lo menos en un circulo reducido y
absolutista, para ganar dinero al precio que sea, sin importar las
consecuencias futuras.
Esta República Dominicana cambió y lo hicimos entre
todos; pero la hoja se lió para mal. Estamos frisados, al margen, excluidos,
casi todos vivimos arropados por las precariedades, con empleos disfrazados,
sin expectativas, sin porvenir; antes no hablábamos de inseguridad pese a los “paleros” y la Banda Colora’, ahora hablamos poco de cualquier cosa. Creíamos que
este país avanzaría hacia el progreso, pero el tren del destino pasó frente a
nosotros y no abordamos ningún vagón.
Los datos están ahí, pese a que han sido mil veces
disfrazados, la realidad es que la vida se ha vuelto más incomoda para la
mayoría de los dominicanos. En el escenario frente al juez Francisco Antonio
Ortega Polanco nuestros políticos ríen y sus abogados interpretan las leyes a
sus conveniencias. Desde hace años nos envuelve un grado de violencia cotidiana
a la que ya estamos placidamente acostumbrados; más allá de los asaltos, de los
intentos de linchamiento, en nuestras relaciones más cercanas, a las que
aliñamos con malos tratos, insultos, rencores, impotencia.
Vivir en República Dominicana ha terminado pareciéndose
a una visita cotidiana a un campo de batalla.
Por supuesto, hay quienes piensan que viven en una
Suiza tropicalizada y lo enrostran cada día. Esas son las paredes que tratamos
de volver a pintar sin penas ni glorias.
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