viernes, 7 de abril de 2017

Nio

Ayer en la tarde nos vimos en la necesidad de sacrificar a Nio, nuestro compañero por 11 años.

Hermoso animal, leal, omnipresente, travieso, siempre vital, cariño, especialmente con los chicos; conmigo un poco menos porque de vez en cuando también gruño. Muchos dirán que era solo una mascota, un perro, pero otros conocen del dolor y lo comprenden sin mayores explicaciones; los que verdaderamente sabemos cómo nos sentimos somos nosotros.

Nio, un boxer, reemplazó a Nia, una ovejera alemana igualmente impresionante. Nia, porque cuando Rodrigo Andrés estaba empezando a hablar le decía así a nuestra vecina Catherine. Me comporté como todo un hombrecito, sabía que eso tarde o temprano iba a pasar; ya bien entrada la noche estuve a punto de quebrarme cuando vi una fotografía que subió Diego Armando.

Estaba mañana lo busqué, cuando bajaba las escaleras, a pesar de que sabía que no estará más. Por supuesto que dejó un vacío hondo.

Nio llegó a nuestras vidas semanas antes de partir para Cincinnati a la graduación de Luis Guillermo y nos convirtió en mejores seres humanos, amen de alegrar la mayoriia de nuestros días.

Nio tuvo la entereza de soportar estoicamente un cáncer linfático, aparentemente recurrente en los miembros de su raza, por año y medio. Después de mucho rodar terminamos donde un veterinario venezolano que lo trató con una combinación de noni, centella asiática y moringa, además de antibióticos, multivitamínicos y corticosteroides, que rindioo excelentes resultados. Externamente mi quinto hijo, porque el cuarto es Carlos Mario; se mostraba renovado, las visitas al experto lo hacían revivir y desconcertaba; inclusive en ese lapso de año y medio las pruebas clínicas mostraron mucha asertividad.

Él no se quejaba nunca, no molestaba y lo único que nos brindaba este ser era amor y afecto, siempre estaba allí para todos y ocupaba un espacio importante, difícil de suplantar.

Perdimos a un miembro de la familia. No se cuanto tardaremos en recuperarnos y si otro cachorro llegará para reemplazarlo.

En estos días he recordado mucho a Francisco Comarazamy, el padre de mi querido amigo y lasallista como yo, Roosevelt Comarazamy, que hace casi 40 años, cuando me iniciaba en las páginas del Listín Diario escribió en la sección editorial de la perdida de su mascota de entonces. Esa vez no entendí a don Frank pero hoy concibo que nuestros animales se lleguen a querer como hijos.

Nio tuvo una vida placida, hoy descansa de mis ladridos, está en otra dimensión, no dormirá más al costado de mi cama, ni sobre mis zapatos, ni sobre una pieza de ropa que haya descuidado y quedado fuera de lugar, lo extrañaré aunque siempre estará cerca.

Perder a Nio será más fuerte que afrontar su ausencia. Implicará un cambio importante en nuestra cotidianidad, desde llegar y ser recibido por él, hasta adecuarse a sus travesuras y horarios de comida. Todo cambia, costumbres que incorporamos hace al menos 10 años, desaparecen de forma brusca, de un día para el otro. Nio nos demostró que fue un luchador hasta el último.


Nio descansó, no creo que esté en un mejor lugar que en su casa, pero espero que esté a buen gusto.

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