Nio
Ayer
en la tarde nos vimos en la necesidad de sacrificar a Nio, nuestro compañero
por 11 años.
Hermoso
animal, leal, omnipresente, travieso, siempre vital, cariño, especialmente con
los chicos; conmigo un poco menos porque de vez en cuando también gruño. Muchos dirán que era
solo una mascota, un perro, pero otros conocen del dolor y lo comprenden sin
mayores explicaciones; los que verdaderamente sabemos cómo nos sentimos somos
nosotros.
Nio, un boxer, reemplazó a Nia, una ovejera alemana
igualmente impresionante. Nia, porque cuando Rodrigo Andrés estaba empezando a
hablar le decía así a nuestra vecina Catherine. Me comporté como todo un
hombrecito, sabía que eso tarde o temprano iba a pasar; ya bien entrada la
noche estuve a punto de quebrarme cuando vi una fotografía que subió Diego
Armando.
Estaba
mañana lo busqué, cuando bajaba las escaleras, a pesar de que sabía que no estará
más. Por supuesto que dejó un vacío hondo.
Nio
llegó a nuestras vidas semanas antes de partir para Cincinnati a la graduación
de Luis Guillermo y nos convirtió en mejores seres humanos, amen de alegrar la
mayoriia de nuestros días.
Nio tuvo la entereza de soportar estoicamente un
cáncer linfático, aparentemente recurrente en los miembros de su raza, por año
y medio. Después de mucho rodar terminamos donde un veterinario venezolano que
lo trató con una combinación de noni, centella asiática y moringa, además de
antibióticos, multivitamínicos y corticosteroides, que rindioo excelentes
resultados. Externamente mi quinto hijo, porque el cuarto es Carlos Mario; se
mostraba renovado, las visitas al experto lo hacían revivir y desconcertaba;
inclusive en ese lapso de año y medio las pruebas clínicas mostraron mucha
asertividad.
Él no se quejaba nunca,
no molestaba y lo único que nos brindaba este ser era amor y afecto, siempre
estaba allí para todos y ocupaba un espacio importante, difícil de suplantar.
Perdimos a un miembro de la familia. No se cuanto
tardaremos en recuperarnos y si otro cachorro llegará para reemplazarlo.
En estos días he recordado mucho a Francisco
Comarazamy, el padre de mi querido amigo y lasallista como yo, Roosevelt
Comarazamy, que hace casi 40 años, cuando me iniciaba en las páginas del Listín Diario escribió en la sección
editorial de la perdida de su mascota de entonces. Esa vez no entendí a don
Frank pero hoy concibo que nuestros animales se lleguen a querer como hijos.
Nio tuvo una vida placida, hoy descansa de mis
ladridos, está en otra dimensión, no dormirá más al costado de mi cama, ni
sobre mis zapatos, ni sobre una pieza de ropa que haya descuidado y quedado
fuera de lugar, lo extrañaré aunque siempre estará cerca.
Perder a Nio será más fuerte
que afrontar su ausencia. Implicará un cambio importante en nuestra cotidianidad, desde llegar y ser recibido por él,
hasta adecuarse a sus travesuras y horarios de comida. Todo cambia, costumbres
que incorporamos hace al menos 10 años, desaparecen de forma brusca, de un día
para el otro. Nio nos demostró que fue un luchador hasta el último.
Nio
descansó, no creo que esté en un mejor lugar que en su casa, pero espero que esté
a buen gusto.
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