jueves, 5 de julio de 2018


Palabras prestadas, Sergio Sarita Valdez, 2-de-4

Julio 05 del 2018


Cuando ingresé en la universidad (agosto del 1974) un inolvidable Andrés Sallent Jürgensen nos relató a sus alumnos de química que pocos meses antes una embarcación que se encontraba en las costas del nordeste del país había recogido unos tanques con un líquido que presumieron sería alcohol etílico; los pescadores apenas tocaron tierra firme pensaron hacer de las suyas mezclando aquello y vendieron la mixtura a los pobladores del lugar tendiendo como saldo un considerable número de muertos e intoxicados. Disfrutaban sin saberlo, posiblemente de manera cándida e infeliz, de confundir metanol con etanol (alcohol etílico) y de ahí los hechos.
Sergio Sarita Valdez

Para esas fechas el ebanista que se utilizaba en mi casa era Buche, un señor ya entrado en años que trabajaba impecablemente pero cargaba con la debilidad de estar alcoholizado. No corría muy lejos la mañana para tener la certeza de que Buche ya estaba más encendido que una bombilla en plena incandescencia. El buenazo de Buche era fijo en el yate de Félix Benítez Rexach (Mar.27.1886 en Vieques, Puerto Rico; Nov.02.1975 en San Juan) y gracias a él paseó medio mundo. Cada vez que mi papá daba la espalda me decía: “anda Luis consígueme una botellita de alcohol que yo la mezclo con azúcar y agua y con eso resuelvo mi día”.

El metanol, también alcohol de madera, carbinol, alcohol metilico o espíritu de madera, es totalmente miscible con el agua, es el más ligero y sencillo de todos los alcoholes (todo compuesto orgánico que contiene un grupo hidroxilo, -OH, en reemplazo de un átomo de hidrogeno y que sólo tiene enlaces sencillos a los átomos adyacentes), de baja densidad, incoloro, inflamable, de olor suave, y altamente toxico; se evapora con enorme facilidad y sus vapores pueden producir dolor de cabeza, nauseas, vómitos, ceguera, sordera, dermatitis, irritaciones, daño hepático y renal, acidemia fórmica, acidosis metabólica, toxicidad visual, coma y en casos extremos la muerte. Se conoce desde la época de los egipcios que lo usaban para embalsamar; se metaboliza a formaldehído en el hígado dando lugar al acido fórmico. La diferencia con el etanol estriba en que compite con la ADH, y genera acetaldehído, que en última instancia se convierte en acetil coenzima A, para la síntesis de ácidos grasos.


Despuntando este año el matutino Hoy (Ene.02.2018) nos regaló un aporte del doctor Sergio Sarita Valdez (Ago.25.1945 en Quebrada Honda, Altamira, Puerto Plata) que tituló De gallos y cleren, después que a finales del 2017 una parte de la región fronteriza fue azotada por la ingesta de clerén, una bebida artesanal producto de la fermentación de la caña de azúcar y algunas veces mezclada con frutas que también se colocaban en la maceración. En territorio haitiano también se conoce este licor como clairin o kleren.

La ingesta de la bebida causó a finales del 2017 verdadera consternación en los parajes fronterizos. Entre los titulares de los diarios de circulación nacional pudimos apreciar: “el ron que enluteció la navidad”, “el clerén se brinda en los velatorios como si fuera café”. “El clerén adulterado mató 28 personas en República Dominicana y Haití” (Diario Libre, Dic.30.2017). “El clerén se vende como arroz en colmados del Distrito Nacional” (El Caribe, Dic.26.2017).

Días antes en el mismo Hoy escribió Bonaparte Gautreaux Piñeyro había señalado (Dic.30.2017) en un articulo que calzó con el tituló “De triculí, pirrinche y clerén”: “durante la tiranía de Trujillo en muchos puntos de la región este, especialmente, se producían clandestinamente bebidas espirituosas y mire que en esa época de autoridades de horca y cuchillo esa actividad industrial era perseguida con tenacidad… recuerdo que en las décadas de 1950 y siguientes se indicó el consumo de bebidas mezcla de alcohol, bayrum (berrón), azúcar y agua que algunos llamaban triculí y otros pichirri o pirrinche, las cuales eran consumidas en Santo Domingo en Borojol, en los alrededores del puerto, que entonces tenía su mayor actividad en la ría del Ozama… durante el reinado del triculí y el pirrinche hubo intoxicaciones de personas, no de grupos, por lo cual el asunto no pasó a mayores… debido al dejar hacer, dejar pasar, por una parte, y, por la otra al afán de tener, de poder exhibir, la apantallar a los demás, aun cuando sea fruto del ejercicio de la corrupción, hay autoridades que se hacen de la vista gorda para enriquecerse sin que les importen principios morales, prácticas ilegales.


Ahora resulta que, como un clerén, mezclado incorrectamente o ex profeso, causa la muerte de varias personas, hay alarma, entonces comienzan las autoridades a darse cuenta de que sí, de que los haitianos también trajeron la fabricación clandestina de una de sus bebidas baratas y populares que hasta hace poco se consumía contrabandeada… ello, hasta que un emprendedor montó un negocio de producción de contrabando de clerén, o de producción doméstica, no lo duden, con la complicidad de autoridades civiles y uniformadas que, conocedoras de la actividad ilegal, decidieron participar de los beneficios. Alguien, hay que averiguar la causa, ha dañado el negocio produciendo clerén adulterado o, por una equivocación la bebida ha resultado envenenada. Eso es lo primero que hay que averiguar. Lo segundo es cuáles autoridades tenían conocimiento y aprobaron, por corrupción, la actividad industrial de producir bebidas espirituosas sin control. Busquen por ahí, no quieran hacerse los chivos locos
”.

El clerén se produce en pequeñas destilerías a ambos lados de la frontera, casi en su totalidad de forma clandestina, y en cualquier punto de las dos naciones. La elaboración no guarda secretos, la caña se comprime en rústicos molinos para extraerle el jugo, el mismo que se vende en tarantines ambulantes en cualquier punto de nuestras ciudades, se deja fermentar pudiéndosele agregar otras frutas y algunas hierbas tratando de imprimirle un sello característico, muchos productores agregan el jugo de la mata de plátanos, después de un corte horizontal en al tallo; tras varios días aquello virtualmente “hierve”.


Posteriormente se clarifica, filtra y envasa por lo general en botellas reutilizadas de otras bebidas alcohólicas para la venta, sin destilación. El producto final por lo general es transparente.

El ron se elabora a partir de la melaza de la caña, algunas veces directamente desde el jugo de caña, se fermenta la mezcla, se destila (en el destilado bien cabe la frase de que cada maestro tiene su librito) y se guarda en barricas, preferiblemente de roble. Los métodos de elaboración dependerán en buena medida de las tradiciones, algunos secretos de los “maestros roneros” transmitidos de boca en boca y lugares donde se produce. La levadura empleada para la fermentación en buena medida será responsable del sabor final y el perfil aromático.

Después del proceso de envejecimiento el ron es rectificado organolepticamente, buscando homogeneidad en sabor, olor, viscosidad y color.

El doctor Sarita Valdez cursó la secundaria en Bajabonico, hoy localidad conocida como Imbert, teniendo que recorrer unos 8 kilómetros cada día. Imagino que en esos andares se cruzó con una persona que ocupa un lugar importante en mis recuerdos, el doctor Jesús María Disla, ginecólogo, quien no se cansó nunca de repetir que mi papá fue la persona que más influyó en su carrera.

Aquí dejo el texto del doctor Sarita Valdez:

Los recuerdos de mi niñez se remontan a la década de los cincuenta del pasado siglo XX en plena Era de Trujillo, a quince años de la matanza haitiana del 1937. Uno de mis tíos paternos era soldado del Ejército y estaba de puesto en el destacamento de la zona fronteriza limítrofe llamado Alto de la Paloma, situado a unos cuantos quilómetros de Capotillo, municipio de Loma de Cabrera, Provincia de Dajabón. Me llega a la memoria aquel hombre uniformado montado en una mula, armado con su fusil, cargando varias fundas de tela, dentro de cada una de las cuales se guardaba un gallo de pelea.

Al regreso traía árganas llenas de telas finas para trajes y pantalones, perfumes, botellas de ron haitiano marca Barbancourt, así como varios galones de clerén. Ese viaje se hacía más de una vez a la semana, dependiendo de la facilidad con que pudiese adquirir el ave que servía para el trueque. Periódicamente bajaba con recuas cargadas a Loma de Cabrera a vender yuca, arroz, habichuelas, así como perfumes y telas francesas, amén de Barbancourt.

El clerén era para consumo local en el cuartel y familiar. No olvido que el tío durante el trueque primero miraba el producto, luego lo olía por buen rato, y de ahí pasaba al último escrutinio que era el sabor. Mantenía el licor en la boca, y si el gusto no le convencía, entonces no entregaba los gallos. Nunca vi un caso de intoxicación, aunque sí fui testigo ocular de muchas borracheras.

Concluyendo el año 2017 se han reportado más de 40 personas aparentemente intoxicadas, así como unas 15 víctimas mortales, atribuidas estas a la ingesta del ron haitiano artesanal. Las autoridades sanitarias refieren haber detectado metanol en las muestras de licor examinadas. Desconocemos si el líquido sometido a prueba toxicológica corresponde a residuos presentes en los envases de donde se ingirió la bebida, o si son de frascos llenos e intactos.

El metanol es alcohol producto de la fermentación de azúcares contenidos en la madera. Normalmente el vino preparado y conservado en barricas contiene un pequeño porcentaje del ingrediente tóxico, su concentración fluctúa entre 50 y 325 miligramos por cada litro. El ron comercial tiene entre 13 y 106 miligramos por litro.

Si el metanol está presente en el vino, ¿Por qué no se intoxica la millonada de catadores amantes del sagrado licor? La respuesta es que la predominancia de etanol impide su rápido metabolismo y por ende de ácido fórmico. Este último producto es muy dañino para el nervio óptico y el cerebro, siendo seis veces más tóxico que el ingrediente original.

Parte de la estrategia terapéutica de emergencia consiste en la administración de alcohol etílico destilado para competir y retardar el catabolismo del licor maderero.

El tratamiento ideal de la intoxicación aguda es la hemodiálisis. Probablemente ninguna de las víctimas fatales tuvo acceso a esta costosa tecnología. Es posible que tampoco contaran con los recursos financieros para comprar los litros de ron destilado en industrias de calidad, necesarios para una terapia de semanas.

¡Quién sabe si las casas licoreras dominicanas como Barceló, Bermúdez y Brugal se animan a donar varias cajas de ron a las emergencias de los hospitales de toda la línea fronteriza, para el tratamiento de pacientes pobres e ignorantes, que suelen recurrir al clerén para alegrar sus entristecidos corazones!




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