Caballero
medieval y bombas de tiempo plantadas por Fernández Reyna
Llamarse Ivanhoe en República Dominicana y
sobrevivir con ese nombre es de por si una hazaña. No deben ser muchos sus
pares. Ivanhoe es el titulo de una novela escrita por sir Arthur Scott
(1771-1832), recreada en los tiempos de Ricardo Corazón de León; debo haberla
leído un par de ocasiones en mis años de juventud y no dudo que permanezca
entre mis archivos.
El país ha tenido la suerte de que este nombre se haya
convertido en popular, sobretodo en el último año. Ivanhoe Ng Cortiñas ha sido
uno de los tantos funcionarios del Partido de la Liberación Dominicana
(PLD) que sobrevivió al cambio de gobierno; pasó de Superintendente de Bancos
en la gestión de Leonel Fernández Reyna a Contralor General de la República con Danilo
Medina Sánchez. Tristemente le corresponderá la distinción de haber sido el
primer burócrata substituido en la actual administración (Oct.19.2012).
En el cargo anterior fue el funcionario que raudo y
veloz se apresuró a decir que Margarita María Cedeño Lizardo de Fernández, ex
Primera Dama de la República
y actual vice-presidente de la nación no tenía cuentas en bancos daneses,
desmintiendo las versiones del periodista santiagués Marcos Martínez Espaillat.
Para esas mismas fechas, tejía toda la maraña que lo ha colocado en la palestra
pública.
Siendo Superintendente de Bancos modificó la
normativa de pensiones para los responsables de la institución y además se
otorgó un año “sabático”, donde graciosamente, no importando su destino,
cobraría el salario de la entidad por espacio de 12 meses completos. Ng
Cortiñas es un hombre que apenas roza los 50 años de edad.
En Sep.28.2012, después de originado el escándalo,
Ng Cortiñas, como haciéndonos un cuento chino, decidió renunciar a las
prerrogativas que el mismo se había concedido, en una escueta rueda de prensa
donde no hubo preguntas. Allí aprendí que su relacionista público era el
periodista Marino Ramírez, uno de esos hombres que parecen estar en todas
partes, sabiendo de todo, con el cuchillo en la boca, pero de poquísimas luces
individuales.
La situación de Ng Cortiñas debe ser sólo la punta
del iceberg del festival de pensiones y jubilaciones que hubo en los días
finales de la gestión de Fernández Reyna. Se habla del Banco Central, del Banco
de Reservas, de la
Dirección General de Aduanas, de la Dirección General
de Impuestos Internos, y tantísimas instituciones “descentralizadas”. Estos
hechos sólo han servido para levantar irritación entre los dominicanos, mostrar
en pequeñas dosis el pillaje al que hemos sido sometidos y a evidenciar la
falta de moralidad de muchos de los hombres y mujeres del PLD.
Hace años que el país cuenta con una pensión que
corroe todo el sentimiento nacional: la que disfruta Leonardo Matos Berrido
como ex titular del Banco Nacional de la Vivienda y Producción (BNV) que alcanza más de
900 mil pesos mensuales. Matos Berrido es desde hace años presidente de la Liga Dominicana de Béisbol
Profesional, también ocupó gracias a la
magia de la política otros cargos no menos importantes: miembro de la Junta Central Electoral,
embajador dominicano en Italia y secretario de estado de Educación, Bellas
Artes y Cultos. Sobre esta misma figura pesa uno de los hechos más triste que
pueda enfrentar ser humano alguno, afrontado siempre de manera muy cínica, al
punto de desplegar una campaña contra la violencia de género cuando es la viva
imagen del victimario.
Nuestros gobiernos nos han acostumbrado a pagar en
exceso por sus propios pecados. A ver como los supermercados, las gasolineras,
las escuelas y colegios, las farmacias, las panaderías, el servicio de
transporte público, el pago de la energía eléctrica, el recibo de la factura
del agua y la visita a ciertos especialistas de las ciencias médicas se
convierten en verdaderas casas de terror. A sentir olor a pis en las escaleras
de cualquier ministerio, a escuchar disparos después de la prohibición de los
fuegos artificiales, a la invasión de la propiedad privada, y ver como el
narcotráfico, cada vez más ostentoso, crece en nuestras calles, parques y
barriadas.
Poco a poco nos hemos acostumbrado a la tristeza y a
la inseguridad, a la violencia en nuestras calles, a los limpiavidrios que en
algunas esquinas se tornan agresivos, a los que duermen en las calles y a los
que deambulan en ellos desnudos y olvidados. A las putas en cualquier esquina,
a la insolencia de los lugares de expendio de bebidas alcohólicas, a que nunca
pase la guagua de la OMSA,
a no ser atendido en los hospitales y a que en la puerta del propio Luis E.
Aybar opere un mercado a todas luces insalubre. A pisar el
acelerador con el semáforo en amarillo. A esquivar la basura en las esquinas. A
los accidentes automovilísticos. Acostumbrados a la falsa sonrisa de los
políticos en campaña. A ver a los ciegos esquivando autos. A los delivery de barrios y residenciales.
Acostumbrados a que no haya justicia. Acostumbrados a ver a César Medina, Luis
Manuel Aguiló, Luz García o a un Show del Mediodía que nunca se ha renovado.
A sufrir en vivo y en directo cómo el
perro de tu vecino excrementa la puerta de nuestra casa. A pagar por ver
televisión por cable, llena de publicidad. A las inundaciones de toda una
ciudad con sólo 10 minutos de lluvias moderadas. A los cortes de luz y a pagar
el doble por las velas. A los corruptos vampiros administradores de consorcios.
Acostumbrados a no tener memoria. Estamos acostumbrados a que nada nos
sorprenda en este pedazo de tierra perdido en el mar Caribe.
El acostumbramiento paraliza y nos
hace mediocres. El acostumbramiento es embotellamiento y estancamiento, pero a
eso hemos sido llevados con estas catástrofes cotidianas. Algunas de estas
pequeñas cuestiones deterioran la calidad de vida sin que lo percibamos: el
espíritu que debería arroparnos sería una convocatoria para que todos los
ciudadanos hagamos valer nuestra condición de tales y que no nos mostremos
indiferentes ante desempeños sociales insatisfactorios.
Pero Ivanhoe Ng Cortiñas no sería el único, todo el mundo sabía que se irían
descubriendo otras formas de perversidades dejadas por la administración de
Leonel Fernández Reyna al frente del estado. Hay situaciones que se darán a
conocer más temprano que tarde y otras que trataran de ser escondidas por los
siglos de los siglos.
Ahora se ha destacado que el flamante
miembro de la Suprema Corte
de Justicia, Julio César Castaños Guzmán, de verbo grandilocuente y poco
sustancioso, individuo socialmente potable, recibe una pensión mensual de
205,798.00 pesos (5,256.65 dólares de los Estados Unidos de América) como ex funcionario
de la Junta Central
Electoral, organismo del que llegó a ser presidente. Castaños Guzmán además
recibió una cesantía de 1,235,530.00 pesos, por el solo hecho de ser uno de los
miembros de esa institución con menos luces en toda su historia; en esos
tiempos parecía el niño de mandados de Roberto Rosario Márquez, quien se quedó
dentro del organismo y ha sido presidente del mismo desde el año 2010, sin
importar marimorenas.
Igual destino han corrido, Mariano Rodríguez
presidente del Tribunal Superior Electoral, pensionado con 146,998.80; Leyda
Margarita Piña, 125,191.30 pesos; John
Guiliani, también el Tribunal Superior Electoral, 125,191.30 pesos; Luis
Arias Núñez (embajador en los Países Bajos) y Roberto Rodríguez Estrella, en la Dirección General
de Impuestos Internos (DGII) todos aún en el tren gubernamental.
Recuerdo cuando Mariano Rodríguez se presentó como
candidato a una posición directiva dentro de la Asociación de Padres
del Colegio Loyola de Santo Domingo, parecía un manso cordero, haciendo galas
de su condición de ex seminarista. Sobre Arias Núñez, tengo un amigo que lo
apodó “Cara de chele macao”. (Chele es sinómino de la moneda de un
centavo, que desapareció de circulación, y macao
es sinónimo de aplastado, maltratado)
Las primeras respuestas vinieron del propio Castaños
Guzmán, alguien que después de declarar que su libro favorito era el
Diccionario de la Real Académica
de la Lengua Española,
debió ser sometido a una sesuda evaluación psiquiatrica y de Mariano Rodríguez.
El primero solicitaría que la misma fuera suspendida y el segundo señaló que
consideraba totalmente legal su situación pero que lo estudiaría. Ambos,
miembros del poder judicial viviendo en la más absoluta ilegalidad.
Lo que deben hacer estos señores y tantísimos más es
devolver al erario público todo el dinero recibido de manera indecorosa.
Inclusive los de las cesantías. Sólo con la pensión mensual de Castaños Guzmán
se cubren 41 pensiones de abandonados y desamparados trabajadores de la caña,
abandonados por todos, sin derecho a nada, con la viva y única esperanza de
desaparecer de esta tierra donde sólo han padecido abusos, explotación,
vicisitudes, calamidades.
Hasta ahora, estos acontecimientos son sólo los
juegos de artificios, pautas para el entretenimiento, que dejó Leonel Fernández
Reyna para desviar la atención de las mayorías en busca de preservar su nombre
para las próximas suertes electorales, olvidando que también existe una
oposición a sus deseos.
Hay
sectores del oficialismo que pondrán todos los obstáculos posibles, inclusive
contra la administración de Medina Sánchez. Eso está cantado desde hace muchos
años, quizás muchos más de lo que la imaginación alcanza, y es que como otros
Fernández Reyna se considera predestinado, escogido, iluminado.
Habrá en algún momento que mirar hacia la maraña de
subsidios que el leonelísmo armó en
estos años, penetrada por inevitables sospechas de corrupción a un lado y al
otro del mostrador. Aspecto que no será fácil desmontar sabiendo que acarreará
costos políticos hacia el futuro. Lo mismo pasara al pasar balance de PetroCaribe, que jamás ha beneficiado a
la población dominicana, la energía, deudas con Venezuela, los bonos soberanos,
transporte, combustibles y hay que seguir tirando la cuerda para que otros
espacio de poder queden expuestos.
Hay
más en el menú. No existe nada que regule y controle el empleo de esos
recursos, salvo desde luego los funcionarios. Está escrito que deberán informar
en qué se va el dinero, pero una vez que los gastos hayan sido hechos. Ya se
han disparado algunas alarmas, el leonelísmo
intentará imponer su agenda, con algún tema de sabor popular, y embarrará
cualquier intento de la oposición. Aún así, es posible explorar nichos que
saltan a la vista, incluido el costo y los beneficiarios directos e indirectos
de las obras públicas.
A la nación dominicana no le sobra el tiempo, pero tampoco sirve que Medina
Sánchez siga atado de manos; su compañero de partido le dejó encendidas bombas
de tiempo que ya, antes de los famosos 100 días, mientras juega al baloncesto
en el último piso de la
Fundación Global de Democracia y Desarrollo (FUNGLODE), con
sus acólitos de espectadores, está dispuesto a estallar.