martes, 23 de octubre de 2012


Caballero medieval y bombas de tiempo plantadas por Fernández Reyna

Llamarse Ivanhoe en República Dominicana y sobrevivir con ese nombre es de por si una hazaña. No deben ser muchos sus pares. Ivanhoe es el titulo de una novela escrita por sir Arthur Scott (1771-1832), recreada en los tiempos de Ricardo Corazón de León; debo haberla leído un par de ocasiones en mis años de juventud y no dudo que permanezca entre mis archivos.

El país ha tenido la suerte de que este nombre se haya convertido en popular, sobretodo en el último año. Ivanhoe Ng Cortiñas ha sido uno de los tantos funcionarios del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) que sobrevivió al cambio de gobierno; pasó de Superintendente de Bancos en la gestión de Leonel Fernández Reyna a Contralor General de la República con Danilo Medina Sánchez. Tristemente le corresponderá la distinción de haber sido el primer burócrata substituido en la actual administración (Oct.19.2012).

En el cargo anterior fue el funcionario que raudo y veloz se apresuró a decir que Margarita María Cedeño Lizardo de Fernández, ex Primera Dama de la República y actual vice-presidente de la nación no tenía cuentas en bancos daneses, desmintiendo las versiones del periodista santiagués Marcos Martínez Espaillat. Para esas mismas fechas, tejía toda la maraña que lo ha colocado en la palestra pública.

Siendo Superintendente de Bancos modificó la normativa de pensiones para los responsables de la institución y además se otorgó un año “sabático”, donde graciosamente, no importando su destino, cobraría el salario de la entidad por espacio de 12 meses completos. Ng Cortiñas es un hombre que apenas roza los 50 años de edad.

En Sep.28.2012, después de originado el escándalo, Ng Cortiñas, como haciéndonos un cuento chino, decidió renunciar a las prerrogativas que el mismo se había concedido, en una escueta rueda de prensa donde no hubo preguntas. Allí aprendí que su relacionista público era el periodista Marino Ramírez, uno de esos hombres que parecen estar en todas partes, sabiendo de todo, con el cuchillo en la boca, pero de poquísimas luces individuales.

La situación de Ng Cortiñas debe ser sólo la punta del iceberg del festival de pensiones y jubilaciones que hubo en los días finales de la gestión de Fernández Reyna. Se habla del Banco Central, del Banco de Reservas, de la Dirección General de Aduanas, de la Dirección General de Impuestos Internos, y tantísimas instituciones “descentralizadas”. Estos hechos sólo han servido para levantar irritación entre los dominicanos, mostrar en pequeñas dosis el pillaje al que hemos sido sometidos y a evidenciar la falta de moralidad de muchos de los hombres y mujeres del PLD.

Hace años que el país cuenta con una pensión que corroe todo el sentimiento nacional: la que disfruta Leonardo Matos Berrido como ex titular del Banco Nacional de la Vivienda y Producción (BNV) que alcanza más de 900 mil pesos mensuales. Matos Berrido es desde hace años presidente de la Liga Dominicana de Béisbol Profesional,  también ocupó gracias a la magia de la política otros cargos no menos importantes: miembro de la Junta Central Electoral, embajador dominicano en Italia y secretario de estado de Educación, Bellas Artes y Cultos. Sobre esta misma figura pesa uno de los hechos más triste que pueda enfrentar ser humano alguno, afrontado siempre de manera muy cínica, al punto de desplegar una campaña contra la violencia de género cuando es la viva imagen del victimario.

Nuestros gobiernos nos han acostumbrado a pagar en exceso por sus propios pecados. A ver como los supermercados, las gasolineras, las escuelas y colegios, las farmacias, las panaderías, el servicio de transporte público, el pago de la energía eléctrica, el recibo de la factura del agua y la visita a ciertos especialistas de las ciencias médicas se convierten en verdaderas casas de terror. A sentir olor a pis en las escaleras de cualquier ministerio, a escuchar disparos después de la prohibición de los fuegos artificiales, a la invasión de la propiedad privada, y ver como el narcotráfico, cada vez más ostentoso, crece en nuestras calles, parques y barriadas.

Poco a poco nos hemos acostumbrado a la tristeza y a la inseguridad, a la violencia en nuestras calles, a los limpiavidrios que en algunas esquinas se tornan agresivos, a los que duermen en las calles y a los que deambulan en ellos desnudos y olvidados. A las putas en cualquier esquina, a la insolencia de los lugares de expendio de bebidas alcohólicas, a que nunca pase la guagua de la OMSA, a no ser atendido en los hospitales y a que en la puerta del propio Luis E. Aybar opere un mercado a todas luces insalubre. A pisar el acelerador con el semáforo en amarillo. A esquivar la basura en las esquinas. A los accidentes automovilísticos. Acostumbrados a la falsa sonrisa de los políticos en campaña. A ver a los ciegos esquivando autos. A los delivery de barrios y residenciales. Acostumbrados a que no haya justicia. Acostumbrados a ver a César Medina, Luis Manuel Aguiló, Luz García o a un Show del Mediodía que nunca se ha renovado.

A sufrir en vivo y en directo cómo el perro de tu vecino excrementa la puerta de nuestra casa. A pagar por ver televisión por cable, llena de publicidad. A las inundaciones de toda una ciudad con sólo 10 minutos de lluvias moderadas. A los cortes de luz y a pagar el doble por las velas. A los corruptos vampiros administradores de consorcios. Acostumbrados a no tener memoria. Estamos acostumbrados a que nada nos sorprenda en este pedazo de tierra perdido en el mar Caribe.

El acostumbramiento paraliza y nos hace mediocres. El acostumbramiento es embotellamiento y estancamiento, pero a eso hemos sido llevados con estas catástrofes cotidianas. Algunas de estas pequeñas cuestiones deterioran la calidad de vida sin que lo percibamos: el espíritu que debería arroparnos sería una convocatoria para que todos los ciudadanos hagamos valer nuestra condición de tales y que no nos mostremos indiferentes ante desempeños sociales insatisfactorios.

Pero Ivanhoe Ng Cortiñas no sería el único, todo el mundo sabía que se irían descubriendo otras formas de perversidades dejadas por la administración de Leonel Fernández Reyna al frente del estado. Hay situaciones que se darán a conocer más temprano que tarde y otras que trataran de ser escondidas por los siglos de los siglos.

Ahora se ha destacado que el flamante miembro de la Suprema Corte de Justicia, Julio César Castaños Guzmán, de verbo grandilocuente y poco sustancioso, individuo socialmente potable, recibe una pensión mensual de 205,798.00 pesos (5,256.65 dólares de los Estados Unidos de América) como ex funcionario de la Junta Central Electoral, organismo del que llegó a ser presidente. Castaños Guzmán además recibió una cesantía de 1,235,530.00 pesos, por el solo hecho de ser uno de los miembros de esa institución con menos luces en toda su historia; en esos tiempos parecía el niño de mandados de Roberto Rosario Márquez, quien se quedó dentro del organismo y ha sido presidente del mismo desde el año 2010, sin importar marimorenas.

Igual destino han corrido, Mariano Rodríguez presidente del Tribunal Superior Electoral, pensionado con 146,998.80; Leyda Margarita Piña, 125,191.30 pesos; John  Guiliani, también el Tribunal Superior Electoral, 125,191.30 pesos; Luis Arias Núñez (embajador en los Países Bajos) y Roberto Rodríguez Estrella, en la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) todos aún en el tren gubernamental.

Recuerdo cuando Mariano Rodríguez se presentó como candidato a una posición directiva dentro de la Asociación de Padres del Colegio Loyola de Santo Domingo, parecía un manso cordero, haciendo galas de su condición de ex seminarista. Sobre Arias Núñez, tengo un amigo que lo apodó “Cara de chele macao”. (Chele es sinómino de la moneda de un centavo, que desapareció de circulación, y macao es sinónimo de aplastado, maltratado)

Las primeras respuestas vinieron del propio Castaños Guzmán, alguien que después de declarar que su libro favorito era el Diccionario de la Real Académica de la Lengua Española, debió ser sometido a una sesuda evaluación psiquiatrica y de Mariano Rodríguez. El primero solicitaría que la misma fuera suspendida y el segundo señaló que consideraba totalmente legal su situación pero que lo estudiaría. Ambos, miembros del poder judicial viviendo en la más absoluta ilegalidad.

Lo que deben hacer estos señores y tantísimos más es devolver al erario público todo el dinero recibido de manera indecorosa. Inclusive los de las cesantías. Sólo con la pensión mensual de Castaños Guzmán se cubren 41 pensiones de abandonados y desamparados trabajadores de la caña, abandonados por todos, sin derecho a nada, con la viva y única esperanza de desaparecer de esta tierra donde sólo han padecido abusos, explotación, vicisitudes, calamidades.

Hasta ahora, estos acontecimientos son sólo los juegos de artificios, pautas para el entretenimiento, que dejó Leonel Fernández Reyna para desviar la atención de las mayorías en busca de preservar su nombre para las próximas suertes electorales, olvidando que también existe una oposición a sus deseos.

Hay sectores del oficialismo que pondrán todos los obstáculos posibles, inclusive contra la administración de Medina Sánchez. Eso está cantado desde hace muchos años, quizás muchos más de lo que la imaginación alcanza, y es que como otros Fernández Reyna se considera predestinado, escogido, iluminado.

Habrá en algún momento que mirar hacia la maraña de subsidios que el leonelísmo armó en estos años, penetrada por inevitables sospechas de corrupción a un lado y al otro del mostrador. Aspecto que no será fácil desmontar sabiendo que acarreará costos políticos hacia el futuro. Lo mismo pasara al pasar balance de PetroCaribe, que jamás ha beneficiado a la población dominicana, la energía, deudas con Venezuela, los bonos soberanos, transporte, combustibles y hay que seguir tirando la cuerda para que otros espacio de poder queden expuestos.

Hay más en el menú. No existe nada que regule y controle el empleo de esos recursos, salvo desde luego los funcionarios. Está escrito que deberán informar en qué se va el dinero, pero una vez que los gastos hayan sido hechos. Ya se han disparado algunas alarmas, el leonelísmo intentará imponer su agenda, con algún tema de sabor popular, y embarrará cualquier intento de la oposición. Aún así, es posible explorar nichos que saltan a la vista, incluido el costo y los beneficiarios directos e indirectos de las obras públicas.

A la nación dominicana no le sobra el tiempo, pero tampoco sirve que Medina Sánchez siga atado de manos; su compañero de partido le dejó encendidas bombas de tiempo que ya, antes de los famosos 100 días, mientras juega al baloncesto en el último piso de la Fundación Global de Democracia y Desarrollo (FUNGLODE), con sus acólitos de espectadores, está dispuesto a estallar.


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