Legislar sobre la
despenalización de la interrupción del embarazo es hacerse cargo de una
realidad que existe en el país; prevalece de manera extremadamente latente. Es
también ser responsables con las mujeres dominicanas, aunque todos estamos
conscientes de que para un número considerable es un hobbie, por una práctica sexual sin responsabilidades. Toda mujer
tiene derecho a elegir, mucho más en situaciones de violación, incesto o
producto mal constituido: malformación congénita del feto se llama técnicamente.
La interrupción del embarazo es un tema médico, jamás una cuestión religiosa.
Las malformaciones
congénitas del feto son defectos anatómicos que alteran órganos o estructuras
funcionales, como trastornos metabólicos que suceden en el periodo intrauterino
y se detectan a medida que avanza el embarazo. Las agresiones por motivos físicos,
el tabaco, consumo de alcohol y medicamentos suelen afectar gravemente la
vida del embrión. La mayoría de las malformaciones afectan el aspecto
físico del feto que incluso podría no llegar a desarrollar órganos importantes
para su vida provocándole enfermedades crónicas, malformaciones físicas o la
muerte.
Se han
identificado factores de riesgo que pueden desencadenar una malformación congénita:
factores socioeconómicos
(nutrición adecuada de la madre, edad de la madre); causas infecciosas (rubéola,
sífilis, paperas, sarampión); y alimentación de la gestante (la
mala nutrición es un factor muy importante ya que puede llegar
desencadenar una gran cantidad de anomalías que pueden afectar al feto como el
consumo de alcohol, dietas no actas para su salud, déficit de ácido fólico y sales
ferrosas).
Hace muchísimo tiempo en un
programa nocturno que conducía Rafael Solano escuché la frase: “no le quites la vida a tu hijo, todo niño podría
ser el próximo Jesucristo”. Sin lugar a dudas, un tema hermosísimo, bien
trazado, pero que no está en consonancia con la realidad que vivimos. En los
casos de violación tenemos muchos pendientes gracias a los altos índices de
impunidad en la investigación de los delitos.
La Iglesia Católica
dominicana, así como otras denominaciones, han sido muy tenaces frente al tema
de la despenalización de la interrupción del embarazo. Todas afirman que la
vida es un regalo de Dios, pero ninguna logra aseverar lo difícil que se torna
en este inmenso mar de lágrimas, donde los triunfadores son muy escasos; para
ellos el aborto es una agresión a la mujer, no importa la circunstancia, y la
muerte de un ser indefenso e inocente.
Según los más apasionados
propagadores de la fe, estamos en la faz de la tierra por disposición de un
mandato divino, un propósito y un destino glorioso. Pero ninguno instruye en
este sentido. La practica de la educación sexual en las instituciones escolares
dominicanas, cristiana o laicas, continua siendo un tabú, en la segunda década
del siglo XXI; los propios religiosos son quienes han torpedeado estas
lecciones.
De acuerdo al portal
Wikipedia: “la legislación sobre el
aborto en el mundo es muy diversa, desde el libre acceso al aborto en servicios
sanitarios públicos gratuitos hasta la penalización con años de prisión para
las mujeres y quienes practiquen el aborto inducido. Por tanto, la práctica del
aborto, entendido como aborto inducido o interrupción voluntaria del embarazo,
esta sujeta al ordenamiento jurídico vigente en cada país, en el que puede
recogerse como derecho o como delito penalizado (punible). En países como
Rusia, Canadá, Estados Unidos, China, India y la mayoría de los países de Europa,
el aborto es legal a petición o demanda de la mujer durante cierto periodo de gestación.
Por otro lado en la mayoría de los países de África, América Latina, Medio
Oriente, Oceanía y del Sudeste Asiático el aborto es ilegal y está penalizado
en alguno de los supuestos. Siete países alrededor del mundo prohíben la interrupción
del embarazo bajo cualquier circunstancia y tipifican penas de cárcel para toda
mujer y persona que realice, intente realizar o facilite la realización de un
aborto: Chile, Ciudad del Vaticano, El Salvador, Malta, Nicaragua, Honduras y República
Dominicana”.
En República Dominicana no ha
existido ni el mínimo asomo de que las sanciones cumplirán su función
disuasoria, no se trata de un problema teórico, ni de reflexiones sobre los sentidos
de esta o aquella manifestación de vida, más bien es un tema de acuciante
actualidad, que de cuando en vez, cada vez más frecuentemente, es colocado en
los médicos de comunicación, como una entretención; tampoco podemos soslayar
que en el país todas las leyes tienen carácter interpretativo, acomodadas a las
circunstancias de la ocasión. La práctica ilegal es materia común. Rene
Favaloro (La Plata, 1923 – Buenos Aires, 2000, médico, cardiocirujano, educador),
referencia mundial, señalaba: “con el aborto legal no
habrá más ni menos abortos, habrá menos madres muertas. El resto es educar, no
legislar”.
Favaloro, responsable de la
primera operación de bypass en el mundo, escribió: “quizás el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar
siempre en voz alta mis sentimientos, mis criticas, en esta sociedad de
privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive
en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se
castiga”. Un texto aún muy contemporáneo.
Nadie ha hecho énfasis
en que los recursos que el Gobierno Dominicano podría utilizar para los
servicios de justicia y el sistema penitenciario para juzgar y castigar a
mujeres que por motivos personales no quieren ser madres, podrían dedicarse a
socorrer a las mujeres que sí quieren serlo y hoy no encuentran los medios ni
la contención.
Los dominicanos
estamos más que conscientes que en el debate sobre el tema aborto habrá que
tener en cuenta que quedaron a la zaga los tiempos en que había que ser madre
aún a costa del propio sufrimiento, y que era un orgullo parir con dolor. Gran
parte de la sociedad entiende que los derechos de la mujer trascienden la mera
función reproductiva, y su vida, su cuerpo y su proyecto de vida no pueden depender
de lo que otros decidan; como la excepción de muchos jueces, legisladores, y
sepulcros blanqueados que pretenden colocarse a la vera del Padre.
Ni jueces, ni legisladores,
ni los sepulcros
blanqueados pueden seguir haciéndose los tontos, cada quien debe
profesionalizarse; todos deberían aportar pero se resisten al cambio, muchas
veces por conveniencia y otras tantas por temor a la excomunión. Tenemos una
sociedad promiscua de siglos, arrastramos muy mal la educación inicial y
nuestras carencias se amplían al no tener capacidad de respuesta en estratos
superiores. Incluso en casos donde no hay percepción de fracaso puede haber
fracaso con respecto a lo que significa educar correctamente.
Hoy nadie puede considerarse alfabetizado si
está en situación de comprender mensajes simples, saber firmar o leer libros
con léxico y sintaxis abreviada. Esa es la practica que corre en estos tiempos
con programas como Quisqueya aprende contigo y Avanzando con Solidaridad; una
alfabetización para el pizarrón. Tenemos métodos de enseñanza muy conservadores;
tiempos muy disminuidos en momentos ampliamente tecnológicos.
Nuestra soberbia no nos sirve para exorcizar
nuestros demonios, mañana será contra cualquier cosa, a estos términos estamos
llegando. Necesitamos un baño de humildad que parece no recibiremos nunca ni
desde el Palacio Nacional, pero tampoco del Congreso de la República y mucho
menos desde la Suprema Corte de Justicia.
Como tantísimas cosas en “errede”, el tema del
aborto no es nada democrático. Vivimos en un mundo complejo, con unas redes
sociales que pretender dar voz a los ciudadanos y demandar cuentas a los
poderes constituidos, inclusive sobre los medios tradicionales de comunicación.
En esa “errede” que se anuncia inagotable, proliferan los fanatismos extremos
y la polarización. El debate público se mantiene alejado de los ciudadanos,
mientras las bocinas arremeten contra la sociedad. Mientras ello pasa, nuestras
mujeres se sienten cada vez más solas.
En Not funny ha ha (Fantagraphics
Books) su autora Leah Hayes defiende la libertad de decisión de la mujer y el
apoyo incondicional que debería recibir de todo su entorno. “Si decides
abortar, es la decisión correcta para ti en ese momento. Con suerte, se
convertirá en una anécdota en la que podrás pensar y siempre significará algo
para ti que nadie podrá rebatir”.
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