¿Año nuevo?, ¿vida
nueva?
Ayer
(Ene.05.2017) se cumplió el primer aniversario del fallecimiento de Julio
Subero Montas, pasado presidente de la Federación Dominicana de Baloncesto
(FEDOMBAL) y único dominicano que ha ocupado la más alta posición ejecutiva en
FIBA-Américas. En su momento, Rafael Fernando Uribe Vásquez, a quien todos
conocemos por el mote de Rafelin,
presidente vigente de la entidad se mostró correcto y asistió al lugar donde se
realizaban las honras fúnebres para presentar sus condolencias a la familia. A
pesar de que entre la presidencia de Subero Montas y Uribe Vásquez sólo estuvo
de por medio el amplio reinado de Frank Herasme, ambos personajes no se
conocieron.
No
se equivocó Gustavo Adolfo Bécquer cuando dijo: ¡Dios mío, que solos se quedan los muertos!
Todos
creemos que nuestros muertos siguen vivos en los recuerdos y que ello es
suficiente. Los cementerios están llenos de tumbas que nadie visita pero vacíos
de deudos. “No es que tenga miedo a
morir. Simplemente no quiero estar allí cuando suceda”, se despachó Woody
Allen.
Hace
poco menos de un mes (Dic.10.2016) se produjo el fallecimiento de Rafael Emilio
Espada Cintrón (Santo
Domingo, Nov.09.1922),
inmortal en baloncesto quien llegó al Pabellón de la Fama del Deporte
Dominicano en el ceremonial de 1975. Una persona inquieta, que dejaba a todos atónitos
por una sensación de dinamismo fuera de cualquier límite imaginable, el fuego
de la espontaneidad siempre encendido.
FEDOMBAL
no extendió ni una sola palabra ante la perdida.
En
su momento como jugador medía 5’07 de estatura y con 143 libras de peso, un alfeñique, se decía en esos tiempos,
como los anuncios de Charles Atlas. Integró los equipos que
representaron nuestro país de forma muy temprana, como el triangular para la
inauguración del Palacio de Convenciones y Deportes en La Habana (Cuba,
Abr.10.1944), los Juegos Deportivos Interantillanos del Centenario
Independencia Nacional (Santo Domingo, 1944), y los V Juegos Deportivos
Centroamericanos y del Caribe, efectuados (Barranquilla, Colombia, Dic.08/28.1946).
Miembro, en el aspecto local, del inolvidable equipo Mosqueteros de La Normal,
donde fue un firme pilar bajo la mirada de Máximo Llaverías Martí, el San
Carlos, y la Universidad.
Posteriormente
jugó béisbol profesional con los Leones del Escogido (1951, 1952 y 1953, época
de Luis –El Gallego- Muñoz, Willard
Brown, Alonzo Perry (L), Diomedes –Guayubin-
Olivo (L), Federico –Chichi- Olivo
(L), José –Pepe Lucas- St. Claire,
Luis –Guigui- Lucas, José de la
Trinidad –El Carrao- Bracho (EO),
Olmedo Suárez (L), Marlon –Sugar-
Cain (L), Guillermo Estrella, Macuquin Félix (L), Manuel –Manolete- Cáceres (L), Tomás Gómez Checo (AC), Manuel –Liquito-
Traboux, Vicente Scarpatte, Julio Lara,
Roy Partlow, James Birdsong, entre tantos otros), cuando la
pelota aún no conocía de luces artificiales.
Los
que tenemos unos años más que el promedio de la población dominicana también lo
recordamos por su febril actividad comercial a la cabeza de Aerovias
Quisqueyanas, la siempre recordada y nunca bien ponderada “cheita”; una sombra fiel que siempre le acompañó. Cuando estaba en
las aulas del Colegio De La Salle, los pasajes costaban la friolera de 35
(treinta y cinco) pesos dominicanos de la época y si se daba su lloradita, había descuentos adicionales. Aerovias Quisqueyanas ostenta el registro de ser la última línea aérea
en levantar un Lockheed
L-749 Constellation, el 19 de enero de 1978 en el trayecto Santo Domingo
/ San Juan y regreso; un aparato que se produjo entre 1947 y 1951.
Rafelin recibió a la FEDOMBAL con una historia, pero ha
tratado de manejarla como una herencia. Las situaciones donde está involucrado
el pasado de la entidad le resbalan, pasan por debajo de la mesa y por
supuesto, de su cabeza, con
la licencia de una mirada superficial, rodeado de personas
que poco aportan y están en “búsqueda”
permanente.
Las comparaciones son odiosas y las circunstancias distintas pero el último
lustro de gestión, más allá de algunos logros en competencias internacionales
hemos tenido más escándalos que antes, sofocados por la prensa cómplice, más
pobreza deportiva y conceptual y absoluto desapego institucional; a la actual
administración le cuesta gestionar.
El
cambio pregonado por “la nueva era”
ha sido superficial de cara al futuro, la gestión alberga dudas razonables. Hay
cuestiones fundamentales que no han cambiado con la intensidad necesaria para
lograr la pretendida transformación, como tampoco hay calidad para llevarla a
cabo, y en muchas cosas, la deuda sigue vigente.
Con
su régimen de tributos sigue ahogando cualquier desarrollo económico de la
disciplina, bajo el amparo de “avales”,
una cantidad de impuestos directos e indirectos a las actividades de las
asociaciones que restringe recursos a ese sector dinámico para sostener un
estado elefantiásico de una sola persona, donde el ejecutivo no han dado el más
mínimo ejemplo de austeridad siendo el derroche de los recursos públicos un
deporte nacional.
La
política formativa de la FEDOMBAL necesita una verdadera revolución más desde
las propias asociaciones provinciales que desde la cúspide del sistema que no
logra avanzar significativamente. Se necesitan directores capacitados,
innovadores, con mayor autonomía para gestionar proyectos en el baloncesto
dominicano.
Además,
FEDOMBAL tiene la sagrada misión de cuidar su historia, cosa que se ha dejado
de lado.
En
la “democracia” del baloncesto
dominicano encontrar alguna asociación provincial que haya sido exitosa es como
encontrar una aguja en un pajar. Todos los distritos resumen su actuación en un
“superior” que nunca cumple ni mínimamente las necesidades propias.
Es insólito que en el baloncesto dominicano,
una de las actividades más rentables del país, los dirigentes sin dinero del
estado no pueden hacer sustentable la actividad. Hasta aquí una pincelada de
cosas que se necesitan imperiosamente, resumidas en pocas palabras, una cirugía
mayor para que el futuro sea más prometedor.
Todavía
hay todo un sistema estructurado que se opone férreamente a cualquier cambio
que altere el manejo del poder, a romper con una cultura decisional mezquina y
a detener el drenaje del dinero fácil que se consigue del erario público a
través de infinidad de corruptelas.
Eso
es gatopardismo y el duque di Lampedusa en su novela "Il Gattopardo" bien lo ha reflejado. La cita original expresa
la siguiente contradicción aparente: "si
queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". Al
final no cambia nada importante.
Se
entusiasma a la gente haciéndoles creer que todo está en un proceso de transformaciones pero todos
sabemos que las cosas siguen iguales. La esperanza siempre estará latente, pero
Rafelin amenaza con apagarla.
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