martes, 1 de noviembre de 2016

El misterioso llanero

Escuche de manera parcial la edición de La Voz del Fanático (Oct.31.2016), debajo del inclemente transito capitalino cuando la lluvia cae, muy particularmente el segmento que trató el contrato de Al Horford (1986) con Boston Celtics donde varios seguidores expusieron sus consideraciones, algunas muy descarnadas. Aquí un sector de la prensa hace excesivas cuentas con los dineros ajenos, y los parroquianos se suman graciosamente a las exposiciones. Existe lo que considero un acto de muy escaso ejercicio; sonidos en exceso reverberados, cosas saltarinas, búsqueda de una grandilocuencia por la que nunca fueron interpelados; cuestión de afinidades estéticas.

Licelott Marte Hoffiz de Barrios, presidente de la Cámara de Cuentas, señaló no hace mucho: “con el dinero de la corrupción se ha podido fundar otra República Dominicana”. En el caso de nuestros atletas, quizás también puedan estar cerca de construir otra nación, pero esos salarios se lo han ganado por derecho propio; algunos han sido timados, por ingenuidad o por descuidos, a otros se les pide descaradamente, inclusive periodistas, y muchos han empleado parte de sus recursos para ayudas comunitarias. Tampoco nadie cuenta los que se quedan en el camino.

Desde hace tiempo percibo una fuerte oposición al accionar del chico, hijo de Tito Horford y Arelis Reynoso, especialmente desde que no pudo integrarse al equipo nacional que asistió en el año 2013 al Pre-Mundial de Caracas. Llegaron comparaciones odiosas en determinados medios.


Sin lugar a dudas, cada vez que este dominicano salta a las canchas es un momento donde el entusiasmo colectivo adquiere otras dimensiones. Pasaba con Juan Marichal, con los hermanos Alou, con César Cedeño, con Silvio Martínez, con Alfredo Griffin, con Tony Fernández, con George Bell, con Sammy Sosa, con Pedro Martínez, con Manny Ramírez, y con David Ortíz. Pasa también con Karl-Anthony Towns, con José Bautista, con Carlos Martínez, con Albert Pujols, continuará pasando mientras un dominicano suela destacarse.

Espero ansioso también que pase con Mariano Díaz en España o en cualquier otra latitud.

Ese entusiasmo debería extenderse en otras áreas del conocimiento y de los oficios. La memoria no bastará para replicar a un Carlos Dante Heredia García (aún entre nosotros), Pedro Mir (1913-2000), Héctor Incháustegui Cabral (1912-79), Tomás Hernández Franco (1904-52), Manuel Rueda (1921-99), Mariano Defillo Ricart (1936-2013), Guillermo González (1900-70), Aída Cartagena Portalatín (1918-94), Pedro Henríquez Ureña (1884-1946), Evangelina Rodríguez Perozo (1879-1947), Heriberto Pieter (1884-72), Rafael Moscoso Puello (1874-1951), Félix Servio Ducoudray (1924-1989), Annabelle Stockton de Dod (1913-97) y tantísimos que se harían interminables.

Ellos, los mencionados y muchos más, son explosión militante que recorrerá siempre el país para tocar sus almas más nobles, los que siempre estarán comprometidos con una propuesta. Hay maneras bien diferentes de ver el destino nacional, entre ellas, el deporte brinda muchas coincidencias, hasta ahora siempre ha sido un sentimiento casi unánime.

Acá todo el mundo anda con una escopeta al hombro, muchas veces sin municiones, como aquel labriego sevillano de nombre Ambrosio que tras fracasar en la agricultura se dedicó a ladrón de caminos, con iguales resultados, a inicios del siglo XIX; llevaba una carabina, pero la misma era inocua. Como si la vida no valiera nada, como si el esfuerzo por mantenerse en la elite de lo mejor del mundo es simplemente un espectáculo para el entretenimiento.

Caballeros negros con orejas de murciélago, algunas veces no se si integrantes de esa chulería mediática que existe en República Dominicana, como hace semanas señaló el comentarista Domingo Páez, para satanizar otras almas, confundiendo lo virtual con lo real.

Horford no será una estrella rutilante de la NBA, pero agota su décima campaña en el circuito. Antes de iniciar la estación 2016-17 militó únicamente con Atlanta Hawks, dejando una pisada fuerte con 14.3 puntos por juego, 8.9 rebotes, 2.7 asistencias, en 578 jornadas, eso no es paja de coco ni paja para las garzas. Cuando decida poner fin a su carrera, no estará entre los grandes de la historia, pero hasta la fecha ha sido el más genuino representante de República Dominicana dentro de esa actividad.


Comparaciones con Tim Duncan, Karl Malone, Kevin Garnett, Kevin McHale, Elvis Hayes, Bob Pettit, Dirk Nowitzki, sobran. No comparemos dimensiones y estadísticas sino contextos: ellos también se imponían sobre los escenarios. Todos los anteriores nacieron en una época donde los discos eran de vinilo, tenían dos lados, se tocaban a 33 y 45 revoluciones por minuto, pero también poseían letras y música y funcionaban. Para mí es un delantero fuerte que ha tenido que asumir otras posiciones debido a las debilidades de sus equipos (pasó en la universidad, en Atlanta, en la selección nacional), gracias a la combinación de fuerza, fundamentos y capacidad atlética.

En la cancha hay una faceta que limita la aceptación plena de su juego, muchas veces parece que actúa roboticamente, exhibe sin lugar a dudas pecados capitales y virtudes cardinales, pero mantiene una gran cantidad de recursos que lo convierten en uno de los mejores ejecutantes del negocio. Además, sume que la mayor parte de su arsenal ofensivo llega en la zona restringida. Al menos un tercio de sus intentos se producen debajo de los canastos y es ahí donde se siente cómodo, gracias a su fuerza hercúlea y a los movimientos que suele exhibir. Sabe también lucir en ataque, saliendo con un par de pasos y luego disponer de un gancho que no deja de sorprender.

Horford es peligroso en la transición, muy buen pasador, llena bien los espacios en la carrera, nada egoísta y muy inteligente, como dicen ahora tiene un alto coeficiente intelectual para el juego. Se le suma a ello que es dedicado a la hora de defender, quizás también, de los mejores de todo el negocio, es intenso, incisivo, mordiente, defiende sin dar faltas, sabe marcar a sus rivales cuando están alejados de la zona pintada, lo que es un adicional para sus equipos y está entre los mejores reboteros defensivos.

Por cuestiones generacionales tuve mucha reticencia a aceptar temprano que Alfred Joel había alcanzado la posición más alta entre los jugadores dominicanos de baloncesto, como me dijo hace muchos años Rolando Guante. Es cuesta arriba desprenderse de lo que se vivió junto a Hugo –El Inmenso- Cabrera, Antonio –Chicho- Sibilio, Winston Royal, Vinicio –La Pantera Rosa- Muñoz, Luis Manuel –Manolo- Prince, Eduardo Gómez, Tony Fradden, Kenny Jones, Leandro De la Cruz, y es que la felicidad se nos brinda de diferentes maneras y colores, y en esos grandes momentos yo estaba ahí, viviendo todo en la primera línea del combate, reseñando para el Listín Diario.


Todo el mundo tiene oscilaciones, Horford no será la excepción, décima temporada en un circuito exigente, sin lugar a dudas ha creído exponencialmente, ha tenido sus buenos y sus malos momentos y también ha sido azteca en México (2008), boricua en Puerto Rico (2009), gaucho en Argentina (2011), y chamo en Caracas (2012), todo con la selección nacional, entre lo pletórico y lo irreversible. Llegan los aplausos, el fervor desbordado, la gritería ensordecedora, los celulares prestos a disparar la instantánea, se siente un conato de adrenalina, una corriente eléctrica te atraviesa; rendido ante el jugador que se presenta en los momentos con el dramatismo que antecede a las batallas épicas y posiblemente eso hace efecto y calla comentarios.

Algo que es imposible capturar con las palabras.

Como señaló hace pocos días el escritor argentino Sergio Kanevsky sobre Nicolás Laprovittrola, fichado por San Antonio Spurs, y que acá se adapta a la perfección: “creció, con galera y bastón, con mérito… confiado en sus artes, entendiendo hilos y costuras de un juego colectivo, donde se entrelaza tu propia virtud, con exprimir a tus compañeros, lector de climas y algoritmos, la felicidad lo visita con la vigorexia de un tsunami”.

Arelis debería poner los domplines (plato similar a los gnocchi italianos, a los spätzle austriacos, hechos con harina de trigo amasada con un agua, se agrega grasa para suavizarla, y se deja reposar; luego se hacen bollitos que se llevan a hervir un rato y después se rellenan con pescado, salsas, hierbas y se continua la cocción) a la hora de la cena, que de seguro el muchacho pondrá aderezos irlandeses.

No espero que nadie se convierta en la voz de su vecino, acá hay quienes asedian sin precedentes y por encargo. Seguiremos recorriendo los caminos que nos deja esa angustia mediatizada. Ni el baloncesto, ni los fanáticos dominicanos aprenden algo más allá de lo que se impone desde algunas oficinas.

Particularmente me siento pesimista sobre la condición humana de los nuevos dominicanos.

Quizás aún nos reste mucho para dimensionar a Horford, porque ha sido bastante cercano, en determinados casos, y un poco lejano, por el manejo que pretendió brindarle una parte de la prensa, pero esa son las circunstancias.


En estas latitudes, donde asomó el otoño, los aromas de octubre están cargados de renovación y esperanza, siempre esperamos el espectáculo del baloncesto como si fuera parte del aire de la primavera.

Quizás, jugador y escribiente nos encontremos en una boda que se realizará a mediados del año venidero en Praga, y donde ambos hemos sido invitados.

La historia y la memoria sirven, entre otras cosas, para reconocer la consistencia del presente.

El hijo de Tito y Arelis te tiró su historia en la cara… quizás llegaste tarde para ser un incondicional de su persona, pero terminará inyectándote algo que se va a esparcir lentamente por tu sangre.

¡Apunten dos y oigan la bulla!



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