miércoles, 9 de noviembre de 2016

Agrios edulcorados…
Caso 295: Observando Semana Deportiva
Nov.09.2016      

Ilustraciones del artista japonés Chie Hitotsuyama quien realiza increíbles esculturas en papel.

Me detengo en Semana Deportiva, programa dominical de deportes, donde algunas veces dejo caer una mirada, más que nada por la presencia de José Luis Mendoza y Melvin José Bejaran, y descubro un segmento de un chico que micrófono en mano hace una sección innovadora. No tengo tiempo para más porque mi mamá, que lamentablemente ya está en la curvita de la Paraguay, pretende que todos los domingos le cocine y hay que complacerla.

Este joven se ubica en el Estadio Quisqueya y empieza a entrevistar a los prospectos del béisbol profesional dominicano. Léase, las figuras que en cuatro o cinco años estaremos viendo firmando contratos millonarios, multianuales, y que ya jamás serán vistos en los parques nacionales; los que pretendan volver a verlos en el Quisqueya, ahora también Juan Marichal, en el Cibao de Santiago, en el Julián Javier de San Francisco de Macorís, en el Francisco Micheli de La Romana, o en el Tetelo Vargas de San Pedro de Macorís, que gasten unos centavos y aprovechen.

Formalizaba una pregunta y disparaba muy amablemente una solicitud… ¿sabes quien escribió las letras del Himno Nacional?... podrías cantarme una estrofa. Dos cosas sencillas para cualquiera medianamente instruido, pero las respuestas convirtieron todo aquello en un espectáculo caótico.

Muchos de estos prospectos, ya con gruesas sumas de dinero en los bolsillos o en manos de sus familiares o en el peor de los casos, de sus manejadores, no tienen la minima idea de lo que es su identidad como dominicanos, pero desde sus incertidumbres intuyen, suponen, perciben que esto está para el que logre superar esas miserias; la eterna búsqueda de las soluciones individuales ante la ausencia de los puentes que debió construir nuestro sistema gobernante y la enorme deuda social acumulada. La mayoría de estos jóvenes se muestran azorados, y muy desorientados.

No resistí.

Las letras son de Emilio Prud’Homme (Puerto Plata, 1856 / Santo Domingo, 1932).

Quisqueyanos valientes, alcemos 
Nuestro canto con viva emoción, 
Y del mundo a la faz ostentemos 
Nuestro invicto, glorioso pendón.

¡Salve! el pueblo que, intrépido y fuerte, 
A la guerra a morir se lanzó, 
Cuando en bélico reto de muerte 
Sus cadenas de esclavo rompió.

Ningún pueblo ser libre merece 
Si es esclavo, indolente y servil; 
Si en su pecho la llama no crece 
Que templó el heroísmo viril.

Más Quisqueya la indómita y brava 
Siempre altiva la frente alzará; 
Que si fuere mil veces esclava 
Otras tantas ser libre sabrá.

Esas son las cuatro estrofas que normalmente se cantan, porque llegan hasta la docena.

Quizás no entremos en detalles sobre Prud’Homme, un dominicano que debería ser conocido más allá de este aporte al alma nacional, pero reposa en el olvido. El Himno Nacional se canta en cada una de las presentaciones de la pelota dominicana y aquello de tanto repetirse debe de entrar por ojos, boca y nariz.

El mundo del béisbol no es fácil, tampoco agradable, la criba es inhumana en extremo, y nuestros chicos por lo general salen de los barrios más carenciados, como única alternativa a la desgarrante pobreza. Siempre nos parecerá que los que alcanzan la gloria son más de cine que para ser leídos.

Muchas de las crónicas e historias son verdaderas pesadillas, nos causan molestias y asombros inauditos. Traslación visual de aquellos espíritus que han sido apenas cultivados. Diagnostico de un presente que no queremos observar con detenimiento. Allí se expresa magistralmente la decadencia de la sociedad dominicana, su falta de valores, la escasa disciplina, la inexistente formación en desarrollo humano, el fracaso absoluto del sistema imperante. no se cuestiona ni la realidad ni la cotidianidad, son empujadas, amplificadas en su escala y aceleración.

El crepúsculo del pensamiento; la apatía de sus actores, el hedonismo, la promiscuidad sin límites y sin consecuencias aparentes. Una ficción de un país que se resiste a ser nación.

Quizás terminemos odiando esa dominicanidad que se vende inagotable, pero que ciertamente es insaciable, sin sutilezas, sin timidez. Vivimos en un estado de excepción, no declarado, peor que una guerra civil, donde impera la impunidad. Es difícil imaginar un escenario peor que el que tenemos pero se prepara; los miembros del partido gobernante (Partido de la Liberación Dominicana) dirán que es una percepción, pero las calles me reflejan otras representaciones pictóricas. Triste es conocer que los dominicanos no estamos preparados para combatir en esa guerra, no hay lideres para asumir la carga de responsabilidades.

El peledeísmo guarda mucha semejanza con el Islam, es la organización política que estructura la vida de sus miembros, los del Comité Central y los del Comité Político; los demás son simples simpatizantes con fines electoreros. Por ello, muchos resultamos desagradables. Hasta ahora ellos se han creído más listos que las mayorías.


Hay que seguir transmitiendo el profundo malestar vital. Las descripciones del mundo que no son agradables son las únicas que pueden proporcionarnos un hábitat mejor. A estas alturas, tengo antipatías por casi todo, empezando por el sistema imperante.

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