martes, 19 de abril de 2016

¿Por qué, coach Javier, por qué?

Cuando concluyó el encuentro dominical (Abr.17.2016) entre San Carlos y El Millón que concretaba el pase a la serie final del Torneo de Baloncesto Superior del Distrito Nacional nadie saltó, ni brincó, ni festejó más que Julio César Javier, también conocido por el mote de Ayata, “dete” de los sancarleños.

Parecía una versión de El Monito Quique que había alcanzado el reino de los cielos, se había quitado una presión muy grande de la espalda o ya en condición de depauperación extrema se topó con una mano de plátanos (porque este monito es dominicano y le gusta la vaina del plátano power); era como el milagro de Jesús de Nazaret frente a Lázaro, porque el tipo siempre muy aplacible, tratando de imitar al mítico John Wooden, por supuesto, respetando distancias, elegancia y categorías, había sido bendecido con un levántate y anda.

Algo pasó en el camino, precisamente antes de llegar a su casa y tirarse en la cama, donde debía de pasar revista a un día caluroso, estresante, que produjo un cortocircuito.

No había alerta meteorológica para un maremoto, de hecho el de Sabana de la Mar pasó ya casi hace 70 años (Ago.04.1946), pero algo se desplazó por las calles solitarias y atestadas de vehículos, como gran estacionamiento nocturno, en que se convierte el sector de Villa Juana. Nadie sintió que el pavimento se movía; llamé a Saturnino –Noñoño- Martínez, pasado presidente del Mauricio Báez, a ver si había sentido la sacudida, pero no respondió. Quizás fue una mano que movió la marea o un Poseidón moderno que se desvinculó de las aguas y se paseó por la popular barriada.


Después de concluidas las acciones, las presunciones; la mía, la misma de siempre, como técnico de baloncesto ahí no hay nada que buscar. El tipo es deficiente al costado de las líneas, no trabaja los fundamentos, no comunica efectivamente lo mucho o poco que tiene en su cabeza (para mi, muy poco) y dudo que sea un motivador. Lo del domingo lo describe de pies a cabeza: una partida de caballo inglés y llegada de burro mañoso, desaliñado y medalaganario.

Tener un 39 por 9 después de 10 minutos de acción y no saberlo defenderlo en los 30 minutos restantes desdice de la capacidad y de la honestidad de cualquier técnico.

¿A qué apostaba Javier?... ¿pasó el San Carlos del sosiego de la ventaja a la presión por detener al rival?... ¿le comió los caramelos un muchacho que no había nacido cuando él empezó a tutelar como Abraham Disla Nivar?...

La fanaticada con el semblante adusto perdiéndose en la insatisfacción, dibujando un paisaje tétrico… después no volvió a ganar un solo periodo, y entre el segundo y tercer cuarto vio esfumarse la ventaja; El Millón lo sobre anotó 45-23. Aunque los 22 puntos de El Millón en el tramo final no pudieron variar el marcador, estuvo cerca de no alcanzar el tramo final de la competición.


Javier en ningún momento pudo recomponer sus tropas y de seguro elevó más de cien jaculatorias. No tenia ideas ni respuestas ante el vendal que tocaba a sus huestes; si alguna espada guardaba bajo su cinto está se enmoheció, se estropeó antes de desenvainarla y el oxido temprano causó estragos. Cada vez respondía con un juego desorganizado, perturbado, desaliñado y falto de presencia. Cuando el partido se torció quedaba siempre la situación del vandalismo, tan recurrente en algunos fanáticos con colores arraigados.

Algunas veces es poco el tiempo para impregnar a los dirigidos una filosofía de juego, o por lo menos esquemas fiables, pero Javier peca de señalar siempre que conoce al dedillo cada jugador dominicano. Esa confianza se torna siempre peligrosa porque en el fondo no es confiable para los jugadores.

¡Pobres Titanes!

Por supuesto, nadie puede negar que una mano invisible los ayudara con los árbitros, más que nada al romper las acciones; aquello buscaba dañar y socavar las tropas de El Millón. Pareciera como si hubiéramos vuelto a los tiempos cuando la tropa del Mauricio Báez marchaba a la sala de los encargados de impartir justicia y amenazaba con artillería pesada, incluyendo suspensiones, patadas, saltos mortales y hombres volando por los aires. Allí no estaba ese ícono llamado Jack Veneno, pero su humor corría en el aire. De eso no hace nada, menos de 30 años y Leo, Leito, el niñito culicagao de Villa Juana no abandona los viejos hábitos. Ello, porque la Asociación de Baloncesto del Distrito Nacional (ABADINA) ha actuado históricamente con permisividad frente a determinadas instituciones.

Con un aunque usted no lo crea, como un Ripley cualquiera, hay gente que le ha hecho mucho daño al baloncesto y aún continua colocando banderillas. Epicuro (341 a 270 antes de Cristo) dijo una vez: “lo insaciable no es la panza, sino la falsa creencia de que la panza necesita una hartura infinita”.


El baloncesto dominicano ha convivido desde siempre con gente verdaderamente insatisfecha, avara, explotadora, hambrienta, con una sed inapagable, y los nuevos rectores olvidan que existe desde hace tiempo la cirugía bariátrica.

Nadie sabe el por qué de las frecuentes incursiones de Diego Pesqueira y Agustín Espinosa por los predios de la Fundación Mauricio Báez. Ahí se concentra buena parte de los ejecutivos de la actual ABADINA, incluyendo al santurrón de Tomás Polanco, pero también en ese local tiene una oficina Leonardo de Jesús Heredia Castillo, también conocido como Leo Corporan, que a parte de sus múltiples cargos, siempre se ha dicho que desde que Leonel Fernández Reyna regresó a la Presidencia de la República en el año 2004, es fuente de consulta en los patrocinios a actividades deportivas que realiza el Banco de Reservas.

Allí, el encargado de repartir esas asistencias es Orión Mejía, compañero de redacción de Heredia Castillo en el vespertino El Nacional. Mucha gente ligada al deporte que ha llevado sus proyectos ante ese despacho han sido totalmente ignorada y coincidencialmente, mucha gente afecta de Heredia Castillo es bendecida generosamente.

San Carlos, de paso, presentó en cancha a su enésimo refuerzo, el defensa Juan Coronado, que aportó 8 asistencias y 14 enteros. Hasta ahí se dice llega el auxilio de la mano de Heredia Castillo. Todo el mundo, tras bambalinas, dice que el foráneo Sean Berry es pagado desde la fundación antes mencionada (¿es Sean Berry de Maryland-Eastern Shore o el Sean Berry de Bridgeport?).


Después de la algarabía a la directiva del San Carlos le llegó la noticia de que su director técnico presentaba renuncia. “A la directiva la gracias”, así lo dejó por entendido. Correctamente debe decirse: “a la directiva las gracias”. Es que mientras no haya educación y se ofrezcan más celulares que agua apta para el consumo humano entre las personas más carenciadas, no saldremos del atolladero.

San Carlos mostró durante la rueda regular a un novel Bernardo Polanco, muy agresivo del lado ofensivo, pero nulo en el otro costado; además, tiene ese swing de jugador de veintiuno barrial, donde importa más satisfacer al publico que aplaude que a los intereses del equipo. Ha corrido la especie que estará entre los invitados para Centro-Basket 2016. ¡Suerte a los agraciados!

El Millón se equivocó al sumar a Santos Martínez, que ya vio pasar sus mejores años; además, a estas alturas, un jugador que no tiene la conciencia para saber cual es su noche y en que momento debe pasar el balón, tiene valor irrisorio. Seis lances de extra larga distancia y fallarlos todos indica que esa mano estaba escarchada, súmese apenas 23 por ciento en sus lances de campo (13/3).

José –Tongo- Corporan es una figura a seguir. Hay que ponerle el ojo a ese muchacho y contribuir con su desarrollo. No todo es jugar aquí y allá, hay que invertir en su desarrollo como jugador y en trabajos especializados que le ayuden a potencializar su juego. El muchacho tiene que hacer serios sacrificios y empeñarse en sus fundamentos, porque su potencial es para más allá de República Dominicana, y tener la seguridad de que tiene que dejar pasar algunos pesos, pese a lo mucho que le ofrezcan, para dedicarse al gimnasio.

No importa lo que suceda en lo adelante, de poco valdrá que Mauricio Báez o San Carlos se coronen como campeones.

Sobre el tapete se cuajó que El Millón resultó el verdadero campeón del Torneo de Baloncesto Superior del Distrito Nacional en la versión 2016. Presentó el mejor juego y tatuó entre los asistentes un baloncesto honesto, dentro lo que permite la llamada “nueva era”, sin especulaciones, sin estraperlos, sin negocios aberrantes.

Para mucha gente El Millón, equipo de escasa fanaticada y enormes sacrificios, torpedeado siempre desde instancias superiores, recuperó una parte de la confianza del juego.

La renuncia de Javier, sin coletillas, pero llena de malestar, desarreglos y complicaciones.

Un balde de agua fría, como si a un alto funcionario del país, para colocar un ejemplo, le comunicaran la noticia de que uno de sus hijos está prendido a la cocaína; jamás lo entendería, jamás lo creería, jamás lo aceptaría. Marchando como caballero, bombin incluido, con flores en la mano para entregar a la Virgen de la Altagracia. La admiración que Ayata podía producir en ese cielo gris del baloncesto domestico quedó convertida en papel higiénico usado; los siete metros del rollo apenas durarían dos idas al toilette.

El coach Javier es ahora toda una interrogante, todos dudamos de su independencia y nos llena de dudas su futuro, y la gente se pregunta por qué, cuando en mejores tiempos todo se explicaba a través del cómo.


Como Rafa Cabeleira en su articulo de El País (Abr.19.2016): “las respuestas no las tengo yo, evidentemente, de lo contario ustedes estarían leyendo ahora otros columnistas con más tinta y prestigio mientras un servidor tomaría sol en las Bahamas, quizás en Panamá, aconsejando por vía telefónica a los responsables del club sobre cómo enderezar el rumbo perdido a cambio de una millonaria suma de dinero, a ser posible libre de impuestos”.

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