¿Por qué, coach Javier, por qué?
Cuando concluyó el encuentro dominical (Abr.17.2016) entre
San Carlos y El Millón que concretaba el pase a la serie final del Torneo de
Baloncesto Superior del Distrito Nacional nadie saltó, ni brincó, ni festejó
más que Julio César Javier, también conocido por el mote de Ayata, “dete” de los sancarleños.
Parecía una versión de El Monito Quique que
había alcanzado el reino de los cielos, se había quitado una presión muy grande
de la espalda o ya en condición de depauperación extrema se topó con una mano
de plátanos (porque este monito es dominicano y le gusta la vaina del plátano
power); era como el milagro de Jesús de Nazaret frente a Lázaro, porque
el tipo siempre muy aplacible, tratando de imitar al mítico John Wooden, por
supuesto, respetando distancias, elegancia y categorías, había sido bendecido
con un levántate y anda.
Algo pasó en el camino, precisamente antes de llegar a
su casa y tirarse en la cama, donde debía de pasar revista a un día caluroso,
estresante, que produjo un cortocircuito.
No había alerta meteorológica para un maremoto, de
hecho el de Sabana de la Mar pasó ya casi hace 70 años (Ago.04.1946), pero algo
se desplazó por las calles solitarias y atestadas de vehículos, como gran
estacionamiento nocturno, en que se convierte el sector de Villa Juana. Nadie
sintió que el pavimento se movía; llamé a Saturnino –Noñoño- Martínez, pasado presidente del Mauricio Báez, a ver si
había sentido la sacudida, pero no respondió. Quizás fue una mano que movió la
marea o un Poseidón moderno que se desvinculó de las aguas y se paseó por la
popular barriada.
Después de concluidas las acciones, las presunciones;
la mía, la misma de siempre, como técnico de baloncesto ahí no hay nada que
buscar. El tipo es deficiente al costado de las líneas, no trabaja los
fundamentos, no comunica efectivamente lo mucho o poco que tiene en su cabeza
(para mi, muy poco) y dudo que sea un motivador. Lo del domingo lo describe de
pies a cabeza: una partida de caballo inglés y llegada de burro mañoso,
desaliñado y medalaganario.
Tener un 39 por 9 después de 10 minutos de acción y no
saberlo defenderlo en los 30 minutos restantes desdice de la capacidad y de la
honestidad de cualquier técnico.
¿A qué apostaba Javier?... ¿pasó el San Carlos del
sosiego de la ventaja a la presión por detener al rival?... ¿le comió los
caramelos un muchacho que no había nacido cuando él empezó a tutelar como
Abraham Disla Nivar?...
La fanaticada con el semblante adusto perdiéndose en
la insatisfacción, dibujando un paisaje tétrico… después no volvió a ganar un
solo periodo, y entre el segundo y tercer cuarto vio esfumarse la ventaja; El
Millón lo sobre anotó 45-23. Aunque los 22 puntos de El Millón en el tramo
final no pudieron variar el marcador, estuvo cerca de no alcanzar el tramo
final de la competición.
Javier en ningún momento pudo recomponer sus tropas y
de seguro elevó más de cien jaculatorias. No tenia ideas ni respuestas ante el
vendal que tocaba a sus huestes; si alguna espada guardaba bajo su cinto está
se enmoheció, se estropeó antes de desenvainarla y el oxido temprano causó
estragos. Cada vez respondía con un juego desorganizado, perturbado, desaliñado
y falto de presencia. Cuando el partido se torció quedaba siempre la situación
del vandalismo, tan recurrente en algunos fanáticos con colores arraigados.
Algunas veces es poco el tiempo para impregnar a los
dirigidos una filosofía de juego, o por lo menos esquemas fiables, pero Javier
peca de señalar siempre que conoce al dedillo cada jugador dominicano. Esa
confianza se torna siempre peligrosa porque en el fondo no es confiable para
los jugadores.
¡Pobres Titanes!
Por supuesto, nadie puede negar que una mano invisible
los ayudara con los árbitros, más que nada al romper las acciones; aquello buscaba
dañar y socavar las tropas de El Millón. Pareciera como si hubiéramos vuelto a
los tiempos cuando la tropa del Mauricio Báez marchaba a la sala de los
encargados de impartir justicia y amenazaba con artillería pesada, incluyendo
suspensiones, patadas, saltos mortales y
hombres volando por los aires. Allí no estaba ese ícono llamado Jack
Veneno, pero su humor corría en el aire. De eso no hace nada, menos de 30 años
y Leo,
Leito,
el
niñito culicagao de Villa Juana no abandona los viejos hábitos. Ello,
porque la Asociación de Baloncesto del Distrito Nacional (ABADINA) ha actuado
históricamente con permisividad frente a determinadas instituciones.
Con un aunque usted no lo crea, como un Ripley
cualquiera, hay gente que le ha hecho mucho daño al baloncesto y aún continua
colocando banderillas. Epicuro (341 a 270 antes de Cristo) dijo una vez: “lo
insaciable no es la panza, sino la falsa creencia de que la panza necesita una
hartura infinita”.
El baloncesto dominicano ha convivido desde siempre
con gente verdaderamente insatisfecha, avara, explotadora, hambrienta, con una
sed inapagable, y los nuevos rectores olvidan que existe desde hace tiempo la
cirugía bariátrica.
Nadie sabe el por qué de las frecuentes incursiones de
Diego Pesqueira y Agustín Espinosa por los predios de la Fundación Mauricio
Báez. Ahí se concentra buena parte de los ejecutivos de la actual ABADINA,
incluyendo al santurrón de Tomás Polanco, pero también en ese local tiene una
oficina Leonardo de Jesús Heredia Castillo, también conocido como Leo Corporan, que a parte de sus
múltiples cargos, siempre se ha dicho que desde que Leonel Fernández Reyna
regresó a la Presidencia de la República en el año 2004, es fuente de consulta
en los patrocinios a actividades deportivas que realiza el Banco de Reservas.
Allí, el encargado de repartir esas asistencias es
Orión Mejía, compañero de redacción de Heredia Castillo en el vespertino El
Nacional. Mucha gente ligada al deporte que ha llevado sus proyectos ante ese
despacho han sido totalmente ignorada y coincidencialmente, mucha gente afecta
de Heredia Castillo es bendecida generosamente.
San Carlos, de paso, presentó en cancha a su enésimo
refuerzo, el defensa Juan Coronado, que aportó 8 asistencias y 14 enteros.
Hasta ahí se dice llega el auxilio de la mano de Heredia Castillo. Todo el
mundo, tras bambalinas, dice que el foráneo Sean Berry es pagado desde la
fundación antes mencionada (¿es Sean Berry de Maryland-Eastern Shore o el Sean
Berry de Bridgeport?).
Después de la algarabía a la directiva del San Carlos
le llegó la noticia de que su director técnico presentaba renuncia. “A la directiva la gracias”, así lo dejó
por entendido. Correctamente debe decirse: “a la directiva las gracias”.
Es que mientras no haya educación y se ofrezcan más celulares que agua apta
para el consumo humano entre las personas más carenciadas, no saldremos del
atolladero.
San Carlos mostró durante la rueda regular a un novel
Bernardo Polanco, muy agresivo del lado ofensivo, pero nulo en el otro costado;
además, tiene ese swing de jugador de
veintiuno barrial, donde importa más satisfacer al publico que aplaude que a
los intereses del equipo. Ha corrido la especie que estará entre los invitados
para Centro-Basket 2016. ¡Suerte a los agraciados!
El Millón se equivocó al sumar a Santos Martínez, que
ya vio pasar sus mejores años; además, a estas alturas, un jugador que no tiene
la conciencia para saber cual es su noche y en que momento debe pasar el balón,
tiene valor irrisorio. Seis lances de extra larga distancia y fallarlos todos
indica que esa mano estaba escarchada, súmese apenas 23 por ciento en sus
lances de campo (13/3).
José –Tongo- Corporan es una figura a
seguir. Hay que ponerle el ojo a ese muchacho y contribuir con su desarrollo.
No todo es jugar aquí y allá, hay que invertir en su desarrollo como jugador y
en trabajos especializados que le ayuden a potencializar su juego. El muchacho
tiene que hacer serios sacrificios y empeñarse en sus fundamentos, porque su
potencial es para más allá de República Dominicana, y tener la seguridad de que
tiene que dejar pasar algunos pesos, pese a lo mucho que le ofrezcan, para
dedicarse al gimnasio.
No importa lo que suceda en lo adelante, de poco
valdrá que Mauricio Báez o San Carlos se coronen como campeones.
Sobre el tapete se cuajó que El Millón resultó el
verdadero campeón del Torneo de Baloncesto Superior del Distrito Nacional en la
versión 2016. Presentó el mejor juego y tatuó entre los asistentes un
baloncesto honesto, dentro lo que permite la llamada “nueva era”, sin especulaciones,
sin estraperlos, sin negocios aberrantes.
Para mucha gente El Millón, equipo de escasa
fanaticada y enormes sacrificios, torpedeado siempre desde instancias
superiores, recuperó una parte de la confianza del juego.
La renuncia de Javier, sin coletillas, pero llena de malestar,
desarreglos y complicaciones.
Un balde de agua fría, como si a un alto funcionario
del país, para colocar un ejemplo, le comunicaran la noticia de que uno de sus
hijos está prendido a la cocaína; jamás lo entendería, jamás lo creería, jamás
lo aceptaría. Marchando como caballero, bombin incluido, con flores en la mano
para entregar a la Virgen de la Altagracia. La admiración que Ayata podía producir en ese cielo gris
del baloncesto domestico quedó convertida en papel higiénico usado; los siete
metros del rollo apenas durarían dos idas al toilette.
El coach Javier
es ahora toda una interrogante, todos dudamos de su independencia y nos llena
de dudas su futuro, y la gente se pregunta por qué, cuando en mejores tiempos todo
se explicaba a través del cómo.
Como Rafa Cabeleira en su articulo de El País
(Abr.19.2016): “las respuestas no las tengo
yo, evidentemente, de lo contario ustedes estarían leyendo ahora otros
columnistas con más tinta y prestigio mientras un servidor tomaría sol en las
Bahamas, quizás en Panamá, aconsejando por vía telefónica a los responsables
del club sobre cómo enderezar el rumbo perdido a cambio de una millonaria suma
de dinero, a ser posible libre de impuestos”.
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