jueves, 30 de agosto de 2018


Cuatro útiles balas danzantes: Ginóbili, Chuco, Fe y Alegría, y Tato López

Agosto 30 del 2018



1 (uno)

Para un gran jugador una derrota es el punto de partida del próximo triunfo. Las derrotas los desafían a trabajar más humildemente y tener mayor determinación en la búsqueda del triunfo”...

Fragmento de una entrevista a Manu Ginóbili por Daniel Arcucci (Daniel Andrés Alfredo Arcucci; Sep.05.1963 en Puan, Buenos Aires, periodista, secretario de redacción en La Nación) para el diario La Nación en julio del 2014.



2 (dos)

Pensé había cerrado el tema de Manu Ginóbili. En la noche de Ago.29.2018, camino a la casa cometí el error de encender la radio para encontrarme en vivo la voz de Jonathan Tiburcio (Z-101) la cantaleta sobre si el jugador fue un grande; en la cabina de transmisión otros invitados para debatir el tema. Por suerte el trayecto se hizo expedito, no sufrí y evité flagelar mis castos, puros y casi virginales oídos. Me prometí jamás volver a escucharlo.

Como no atiendo el teléfono cuando conduzco, al llegar encontré dos mensajes: el anuncio del fallecimiento del padre Chuco en Posadas, Argentina, y otro, un amigo me hacía unos comentarios demoledores sobre la crónica deportiva joven del país: “da vergüenza, esos hijos de su maldita madre teorizando de Manu, como que fue un jugador bueno y ya. Esa maldita sabermetria jodió a los atletas. Él fue una estrella en el mundo del baloncesto y una superestrella en finales de la NBA, Mundiales, Olimpiadas. Jugaba los minutos que tenía que jugar y los jugaba como el mejor, fueran dos, siete, quince, veintitrés, treinta y cuatro, era un tolete y esos carajetes que le han dado un micrófono para opinar muestran una cara desvergonzada. ¡Coñooooooo!... ¡cuanta falta hace Trujillo!”. Así la indignación de mi estimado amigo sureño.
Día de Ginóbili, Ago.30.2018 en San Antonio

Traspolando esta situación al plano local, quizás también me digan que Aldo Leschhorn no fue una estrella porque distaba de ser el tipo ofensivo dentro del quinteto. La primera vez que un equipo dominicano derrotó a Cuba fue en el Centro-Basket de 1981, en Puerto Rico, ahí Vinicio Muñoz derrochó tantos desde todos los costados de la cancha, pero el trabajo fundamental debajo de los tableros fue de un siempre silencioso y respetuoso Leschhorn. Iván Brea allí presente describió con su característica forma de expresarse nos señaló: “muchacho, todo era jolgorio en el camerino, pero cuando Aldo se sacó la camiseta aquello parecía una tambora de tantos golpes que le habíanme dado; estaba coloradito, aruñado, faltó poco para que lo mordieran”. Hay quienes jamás comprenderán que el baloncesto es un juego de conjunto y cada hombre sobre la duela tiene una función específica.

Me recordé también de Tito Horford, ahora el papá de Al, tímido a la ofensiva en el plano local, pero aquello cambió para siempre el día que se encontró con José Luis –Boyón- Domínguez, creo que en un partido de exhibición en el Palacio de los Deportes. Domínguez quien sacrificaba todos los aspectos del juego para anotarse una asistencia, le sirvió a Horford con la cuchara grande, si la memoria no me traiciona, 31 enteros.

Hay quienes quieren borrar toda la historia previa a la llegada de Rafael Fernando Uribe Vásquez, el mismo del mote quintopatiero de Rafelin, a la presidencia de la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL). El propio Rafelin pensó suprimir todo aquello como si en tiempos pretéritos no hubo otros que también ocuparon el cargo, no existieron gente que lanzó su balones al aire, no se recopilaron recuentos, vivencias e inventarios, y no existieron jamás cronistas deportivos menos orientados al servilismo desmesurado.

Donde se equivocó Uribe Vásquez es que aún piensa que heredó ese sillón como una herencia familiar.


Volviendo a lo que nos ocupa, de manera expedita y sin proponérselo, el Listín Diario (Ago.30.2018) respondió a cualquier traza de duda cuando tituló: “Manu Ginóbili asegura legado merecedor Salón de la Fama”. ¡Nada más que decir, señor magistrado!

Si la vida fuera tan simple, andaríamos todos con anteojeras y seguro alguien nos conduciría con espuelas y fuete, pero aunque muchos lo desearían, no es así de simple, ni somos bestias. La vida como tampoco las hazañas de los atletas son ficciones para después dibujarlas a nuestro antojo; las estadísticas están ahí, pero usted tiene que observar los intangibles. Las exposiciones de Tiburcio, a quien le gusta jugar con encuestas y comparaciones, me perecen una forma de agravio para los protagonistas que juzga, tratamiento ostentoso lleno de viscosidad, como crímenes a sangre fría.


3 (tres)

Mi hijo menor, Diego Armando, me participa el fallecimiento de Chuco, Ignacio Villar Iturriaga (Mar.30.1935 en Caibarién, provincia de Santa Clara, Cuba, de padres españoles. Se ordenó sacerdote en 1968, a los 33 años, en República Dominicana, y su formación jesuita la vivió en distintos puntos del mundo: estudió Filosofía en Loyola (España), teología en Boston. Actualmente servía en la parroquia de los Santos Mártires de Posadas, perteneciente a la Compañía de Jesús), jesuita, en Posadas, provincia de Misiones, Argentina: “con inmenso pesar informamos que siendo las 7:43 de la noche (6:43 hora dominicana) en Argentina comenzó su regreso a la casa del Padre Celestial el inolvidable Ignacio Villar Iturriaga, S.J. (Chuco). Su muerte causa profundo dolor en toda la comunidad Loyola. La Compañía de Jesús nos avisa que los próximos días dará el aviso de los actos oficiales que con motivo de este fallecimiento serán celebrados. Les convocaremos de forma oportuna”. Más adelante supe que el velatorio sería en la parroquia de los Santos Mártires de Posadas, en la avenida Corrientes, este mismo Ago.30.2018 y se ofrecería una misa que presidirá monseñor Juan Rubén Martínez.
Chuco

Chuco fundó en nuestro país las primeras escuelas de la organización Fe y Alegría, también de la Compañía de Jesús, que desarrollo el chileno José María Vélaz, también hijo de emigrantes españoles, movimiento de educación popular y promoción social que impulsa una educación de calidad y programas sociales en los sectores más pobres de América Latina. Destinado a Venezuela en 1946, se haría un peregrino y constructor de esperanzas; el contacto con la pobreza y las escandalosas condiciones de marginación y exclusión de las mayorías lo interpelarían de manera definitiva. Trabajando en el Colegio San José de Mérida comenzó a realizar los primeros experimentos, que finalmente apuntarían a la conformación de una red de escuelas en las periferias de las ciudades y en el área rural. La labor de este jesuita fue la de canalizar las legítimas demandas y anhelos de los pobres. Así mismo, no cabe duda que los contrastes con la población más pudiente, también hicieron más sonoras las necesidades de miles de personas viviendo al margen de los ojos del Estado. Ni una sola de esas escuelas habría sido posible sin la determinación de los beneficiaros de llevar adelante el proyecto.

En 1964 ya había 10 mil alumnos en Venezuela y la acogida de la experiencia permitió replicar el modelo en otros países con semejante respuesta. En un lapso de dos años Ecuador, Panamá, Perú, Bolivia, Centro América y Colombia se sumarían a la aventura. Han pasado más de 58 años desde entonces  Fe y Alegría continúa siendo en nuestros días un referente, particularmente en la educación alternativa. Tras el nacimiento de la Federación Internacional de Fe y Alegría en 1987, comenzó la tarea de consolidar un trabajo mucho más coordinado, marcando y manteniendo una línea de acción común. La fidelidad a los orígenes es una premisa vital y desde esa perspectiva Fe y Alegría continúa creciendo en el Mundo entero. En 1985 comenzó el trabajo en España, en 2001 en Italia y en 2007 ingresa en el continente africano con la fundación de Fe y Alegría Chad. Son nada menos que 21 países repartidos en tres continentes.
Días atrás con Emile De Boyrie

En República Dominicana, Fe y Alegría ya alcanza 27 años, inició en el año escolar 1991-92 y gestiona 47 centros educativos, 35,267 estudiantes, 1,300 docentes y 700 colaboradores, en 16 provincias. Actualmente la oficina local está bajo la responsabilidad del jesuita Jesús Zaglul.

Inmediatamente pensé en Sergio Taveras y tuve el arrojo de llamarlo. Fue el compañero en muchas aventuras de Chuco acá, inclusive en esas escaladas al Pico Duarte el primero de enero de cada año. Hecho que el Centro Excursionista Loyola aún continúa realizando; de hecho mis dos hijos mayores participaron en esos ascensos. Luis Guillermo, en más de una ocasión, y Rodrigo Andrés antes de finalizar la secundaria en el 2008.

Como lasallista todo lo del Loyola me sabía a retama. Competíamos en lo académico armados hasta los dientes y en el campo deportivo. Pero hasta ahí, después en la hora de las diversiones nos convertíamos en una y mugre.

Sergio fue un referente para la muchachada de la época, impactó cuando llegó al baloncesto superior, era “el detective”, asistió al Mundial de 1978 en Filipinas, hasta que Pedro David Curiel, Pututi, le dijo, a mediados de la década de los años de 1980: “tu has engañado a todos los entrenadores para los que has jugado, ya es hora que vayas pensando en retirarte”. De Chuco me llegaban las noticias, por supuesto en La Salle también nos íbamos de acampada, hasta que mis hermanos Dora Elisa, Francisco y Maritza deciden irse con Chuco y Sergio para el Pico Duarte. A Maritza parece que la cena de fin de año no le asentó y hubo de dejarla en Santiago; nauseas y vómitos hicieron de las suyas. Dora Elisa y Francisco llegaron contando maravillas.
Chuco y Sergio

Las muchachas de la época tenían su canto para Chuco, sin mayores reservas se desgañitaban: “padre Chuco, si te agarro te machuco”.

Sergio escribió: “Chuco tengo días llamándote como cada mes y de repente no te encuentro. Te he llamado tanto, que pedí hablar con el Provincial y me dijo la situación en que te encuentras. Me dijo que ya tienes la mochila lista para tu viaje al último pico y sin mi presencia. Quiero ir a verte y él mismo me dijo que no lo hiciera porque cuando yo llegara ya habrías partido. Te iras sin mis voceaderas del Pico Duarte para dirigir los grupos. Yo delante y tú de último. Sin mis maldades y sin nuestras conversaciones de Fe. Me viene a la memoria cuando estábamos en el Seminario Santo Tomás de Aquino aquel Cristo del Dalí, donde te escribí unas letras sobre la Esperanza del Resucitado que por siempre guardaste. Cuantas cosas hermosas de mi adolescencia de rodillas aprendí contigo. Nuestros Puntos de Meditación cada noche después de estudiar, que nos enseñabas y nos pedía que al amanecer meditáramos de rodillas ante el Altísimo para que nos guiara en un mundo tan convulsionado que nos esperaba. Nuestras excursiones. Parque Mirador, Helados Capri, Cueva de Pomier, Pico Duarte, vuelta al país en bicicleta, Las muchas cosas que hicimos por tantos niños y atrevernos a formar en Cutupú de La Vega, tu gran proyecto Fe y Alegría cuando apenas teníamos 40 pesos para echar un galón de gasolina. Ni una funda de cemento para poner un block pero teníamos que tener Fe... Dios proveerá mis hijos”.
Sergio, Pico Duarte, 1983

También nos contaba: “tengo que darte las gracias por hacer lo imposible por bautizar mis hijos donde a mi se me ocurriera. Esos son tus primeros nietos. Hoy me viene a mi memoria, en nuestros años vividos y compartidos, cuando en el Pico Duarte me dabas la Comunión delante de mis hijos y me decías cuando yo te reclamaba que no lo hicieras: se que no debo de dártela porque no estas casado por la Iglesia pero... como les enseño a tus hijos que pueden hacer la primera comunión si su padre que esta aquí a mi lado no le doy El Cuerpo de Cristo. No te imaginas lo que eso ha significado para mi vida. Hoy te envió mis ultimas palabras, se de sobra que ya estas listo, porque sabes el camino que te espera. No me despido solo quería que supieras que no podía dejarte ir sin que en tu mochila lleves mis palabras de Fe y Alegría que te den la fortaleza de partir y despedirte. Tú y yo sabemos a donde vas porque siempre te lo dije: eres un Santo aunque no te canonicen, todos los que te conocimos tenemos constancia de tu trayectoria de vida. Se te metió en la cabeza hacer tu último viaje al Pico de Dios. Cuando llegues a la meta prometida del Santísimo, solo dile que tus hijos que nos quedamos aquí de pie para despedirte, desde este instante en que te has ido estamos de rodillas en veneración ante su presencia que te recibe como te mereces ser recibido: Nuestro Santo Padre Escalador... Excelsior. Que mis lagrimas te alivien la sed, mientras subes ante Cristo”.

Cuando me comuniqué con el amigo, lo encontré deshecho, abatido, golpeado. Conversamos brevemente, nos transmitimos los sentimientos necesarios y ya habrá otras oportunidades para ampliar aquello.

Ignacio Villar Iturriaga dejó sus enseñanzas siempre a flor de piel para una juventud que se asomaba a la vida en tiempos de enormes incertidumbres, donde había tantos héroes que nacían de la corrupción, la represiones y las espadas que repartió Joaquín Balaguer Ricardo, pero esas esperanzas que transmitían jesuitas, Hermanos de las Escuelas Cristianas (hermanos de La Salle), escolapios (en algunos países calasancios, en especial en América Latina), agustinos, franciscanos, carmelitas, capuchinos, dominicos, jerónimos, cistercienses, salesianos, por lo que su recuerdo y el de muchos otros que nos mostraron que existen momentos de máxima felicidad individual y colectiva vivirá eternamente.
Benito Blanco

Esos que nos moldearon desde los colegios católicos tenían el don de vivir en las minúsculas y buscaban el azul de los mares en las cosas que nos han rodeado siempre; nos condujeron muchas veces a descubrir donde viviríamos, nos rompían los esquemas. Entrabas en el mundo de real enseñándonos que detrás siempre hay algo que emocionan a todos. Nos hablaban de lo que no hablaban los demás, eran muchas veces más modernos que casi todos nosotros. 

Sensibles ante el dolor de los más carenciados, conocimos de sus austeridades y rectitudes; sin todas todos pensaron alguna vez que a estas alturas estaríamos viviendo en un mundo más justo y feliz, por ello en la actualidad hay quienes viven con una molesta y pesada frustración.

Monseñor Arnaiz
La congregación de los jesuitas ha destinado en nuestro país a verdaderos combatientes por la fe. Nombres como José Luis Alemán Dupuy (Sep.16.1928 en Ciudad México; Dic.24.2007), Antonio Altamira Botí (Sep.08.1923 en La Habana; Feb.19.2007), Ángel Arias (fallecido, fundador del Instituto Politécnico Loyola), Francisco José Arnaiz (fallecido), Felipe Arroyo (fallecido, determinante en el arranque de la UCMM), Daniel Baldor (fallecido, hermano del célebre autor del texto de álgebra), Gonzalo Barrientos (fallecido), Carlos Benavides Cerezo (fallecido), Benito Blanco Martínez (Ene.05.1928 en Santiallán Vega, Valencia, España; Ago.26.2011 en Santo Domingo), Pedro Cartaya, Cipriano Cavero (fallecido, echó a andar a Radio Santa María, fundó Radio Marién), Jorge Cela Carvajal (nació en La Habana en 1941, pasado presidente de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y el Caribe, ordenado en 1970), Javier Colino, Fernando de Arango (fallecido May.03.1988), Santiago de la Fuente (fallecido), Martín Egusquinza (fallecido, fundador del liceo nocturno de Herrera; un cáncer le consumió los ojos, la nariz. Jamás se quejó, murió como un santo), José Antonio Esquivel (fallecido Abr.25.2015), Felipe Gallego (fallecido, Abr.18.1959), Nelson García, Fernando Gamazo (fallecido), Luis González Posada (fallecido en Abr.14.1991, preceptor de Ramfis Trujillo), Manuel González Quevedo (fallecido), Miguel Ángel Larrucea (fallecido May.24.1960)Antonio –Tom- Lluberes, Tomás Marrero (fallecido), Manuel Pablo Maza Miquel (nació en la Habana en 1945), Juan Manuel Montalvo Arzeno (fallecido en Ene.09.1979, en su honor lleva el nombre el Centro de Estudios Sociales que forma parte del Centro Bonó)Ceferino Ruiz (fallecido May.01.1992), José Luis Sáez, José Sánchez (fallecido en Mar.29.2014), Jesús Santiso, Mariano Tomé Barrado (fallecido Abr.10. 1977, fundador de la parroquia Santísima Trinidad), José María Uranga (fallecido, fundador de las Hermanas Altagracianas), y Javier Vidal González, entre muchos otros.


Los jesuitas, de acuerdo al deseo de San Ignacio, han estado siempre donde mayor es el servicio divino y donde mayores son las necesidades humanas.

Padre Chuco, como viviste dormirás el sueño eterno: humildemente. ¡Que brille para ti la luz que no tiene fin!

4 (cuatro)


Horacio López Usera (Ene.22.1961 en Montevideo, Uruguay), a quien todos conocemos como Tato fue uno de los mejores jugadores de baloncesto en su momento. A los 15 años de edad ya formaba parte de la selección charrua y permaneció con ella hasta el año de 1993. Líder anotador en los Juegos Olímpicos de 1984 donde Uruguay terminó en la sexta posición, además de jugar como local (Bohemios, Sporting, Neptuno, Welcome y Aguada) se paseó por Argentina (Ferrocarril Oeste), Brasil (Monte Líbano y Franca) e Italia (Sporting Club Juventus Caserta de Caserta y Pallacanestro Varese); se retiró a los 35 años y en su último torneo dejó una huella de 31.0 enteros por juego mejor jugador de los Sudamericanos de Medellín (1985) y Valencia (1991), mejor jugador extranjero de la liga brasileña (1988) y de Argentina (1992), goleador del Torneo Pre-Olímpico de Portland (1992).

López es actualmente profesor de básquetbol, periodista deportivo y escritor.

Subió a las redes sociales el siguiente trabajo que reproduzco íntegramente.

En 1985, en Medellín, con la celeste (color que viste la selección de Uruguay) de básquet le ganamos a Argentina por el Sudamericano. Esa noche, cansado por el esfuerzo y ya preparándome para la final contra Brasil del día siguiente, bajé a la cocina del hotel en busca de agua. Cuando volvía para mi habitación escuché un tímido "Tato, Tato". Era León, que solitario en una mesa tomaba un café y un güisquicito acompañado de un cigarrillo.

León Najnudel, en aquellos días, era el técnico de una selección argentina que sorprendía a propios y extraños por tener en su plantel a los desconocidos Jorgito González, de 21 años y 2,29 de estatura Jorge González (7’06, C, llegó a pesar 462 libras. Ene.30.1966 en El Colorado, Formosa; Sep.24.2010 en General José de San Martín, Chaco víctima de acromegalia, diabetes e insuficiencia renal; después conocido como El Gigante en el campo de la lucha libre. Nunca sintió pasión por el deporte de los aros y el balón, pero intentó jugarlo con seriedad), a un chico que creo se llamaba Borel, de unos 20 años y 2,17 (Fernando Borcel, 7’01, jugó en el Mundial de 1986 a la ordenes de Flor Meléndez, fue reclutado por Oregon State University, pasó por unos estudios físicos, se le detectó el síndrome de Marfán; trastorno del tejido conectivo que afecta a distintas estructuras, incluyendo esqueleto, pulmones, ojos, corazón y vasos sanguíneos. Tuvo que dejar el deporte. Siguió estudiando), y a Hernán Montenegro, de 18 años y 2,08 (Hernán Abel Montenegro, 6’10, PF/C, Ago.10.1966 en Bahía Blanca, jugó para Louisiana State University junto al dominicano José –El Grillo- Vargas, selección de Philadelphia Sixers en el draft de 1988, militó en Puerto Rico con los Gigantes de Carolina, Italia con el Annabella Pavia, Estudiantes de Bahía Blanca, un servidor lo llevó a Dallas Mavericks en el verano de 1991, Olimpo de Bahía Blanca, Gimnasia y Esgrima de Comodoro Rivadavia, Guaiqueríes de Margarita, Independiente de General Pico, Peñarol de Mar del Plata). La carrera de León como entrenador había cobrado notoriedad internacional unos años antes, cuando al frente de Ferro Carril Oeste había reclutado botijas de cada rincón de su país y construido de la nada un bicampeón sudamericano de clubes campeones. Luego se fue a España, donde el año en que estuvo —como porteño de ley extrañaba las callecitas de Buenos Aires y se volvió— ganó la Copa del Rey con Zaragoza. A su regreso, café, güisquicito y cigarrillo mediante, convenció a casi todos de que para desarrollar el básquet había que crear la Liga Nacional Argentina.
Tato López

Era solo el principio. Luego siguió con la asociación de entrenadores, jugadores, árbitros, etc. León, fallecido en 1998, que fue un iluminado del básquet, en el día a día, con su ejemplo, también demostraba cuál era el comportamiento que debía tener un profesional del deporte en su hábitat y hacia la comunidad.

Aquella noche en Medellín, en su solitaria mesa, le hice compañía como si tuviera todo el tiempo del mundo, y el hombre que veía y construía futuro me confió: "Este año empieza la Liga Argentina. Vas a ver los jugadores que en unos años vamos a tener. No te lo podés imaginar. Yo he visto a los europeos, a los gringos, a todos. El talento que hay en nuestros países no lo encontrás en todas partes. Cuando les demos condiciones para desarrollarse ¡vas a ver los jugadores que van a aparecer!"

En el 2002, mientras veía cómo en la final del mundo entre Yugoslavia y Argentina, para ganar, Divac se desclasaba y le pegaba un codazo a mansalva a Oberto en medio de la cancha, Bodiroga tenía que hacer magia y el árbitro griego tragarse el silbato, recordé la profecía de León. En la Olimpíada de Grecia llegó el oro y el planeta reconoció a ese grupo de jóvenes como la Generación Dorada. El 2006 fue el Mundial de Japón y no pude dormir la noche en que el triple de la esquina del Chapu contra España no entró, y quedamos —solo si tenés aire en el aparato circulatorio podés permanecer indiferente— fuera de la final. En Beijing —2008—, con Manu afuera por esguince, el recital de Delfino contra los lituanos trajo la medalla de bronce. Dos años después, en el Mundial de Turquía, Scola le mostró al mundo que estaba dispuesto a entregar unos días de vida, si fuera preciso, con tal de dominar él solito a los tres pivots brasileños. Y en Londres 2012 salté del sofá cuando vi que a Shved le pasaban por atrás en el pick-and-roll de la última bola del juego contra Rusia y perdíamos la medalla de bronce.


Y esa inquebrantable unidad tiene su diversidad: Ginóbili es el mejor basquetbolista latinoamericano de todos los tiempos y, quizás, el mejor deportista argentino de todos los tiempos. Scola, el capitán de capitanes albiceleste. Nocioni, el primer cuatro huevos en el mundo de los tres huevos. Oberto volvió del retiro basquetbolístico —sufrió un problema cardíaco— para darles una mano y el corazón a sus compañeros. Delfino hacía tres años que no jugaba y se preparó para, en Brasil, poner a disposición de sus compañeros una rodilla y media. Pepe Sánchez hace unos años hizo algo similar.

La Generación Dorada, en la cancha, donde el arma secreta era su espartana fuerza mental, hizo lo que tenía que hacer para ganar. Afeitar rivales en defensa, acomodarlos bajo los tableros, aspereza en los choques, manos con filo, límite del reglamento, perfecto manejo de los tiempos, lenguaje corporal de conmigo no, más que serios en el mirar, el que no llora no mama y el que no afana es un gil, claro que sí, como corresponde, pero nunca mala leche. Y fuera de la cancha, en catorce años de cartelera con entradas agotadas, no se hicieron parte de la farándula, no la fueron de lindos, de millonarios esnobs, ni minas, ni boliches. Todo laburo y el más bajo perfil posible en una sociedad que premia con medalla de diamantes al canchero ganador y oportunista. Y en esa construcción diaria del triunfo que no depende de resultados, con el paso del tiempo, la Generación Dorada se fue ganando a sí misma hasta mutar en la Generación E.

Unos años atrás una selección argentina B, que se preparaba para ir a un Sudamericano, no podía cumplir la planificación porque la Confederación Argentina de básquet no tenía dinero para solventar los gastos de la preparación. Entonces la muchachada dorada, con su capitán Scola a la cabeza, se activó queriendo saber qué había pasado con el montón de dinero recibido por las esponsorizaciones de la ilustrada generación, y no pararon hasta la intervención gubernamental, salida del presidente en ejercicio y su gente de confianza, nuevas elecciones, etc. No pararon hasta limpiar la Confederación. Este exitoso grupo, que ha preferido estar entre los mortales y no en su pedestal de privilegio, nunca fue omiso ni condescendiente con su entorno, como no lo era dentro de la cancha con sus rivales. Y en esta última olimpíada volvieron a definirse cuando su fidelísima y emocionante hinchada provocaba a los brasileños con cantos, distanciándose de esa actitud y valorizando a los anfitriones. Pocos días después algo similar pasó con Ole —medio de comunicación deportivo desculturizante que exacerba las miserias humanas—, y Scola una vez más salió a escena para con pocas palabras reafirmar valores y conceptos.


Esta olimpíada, entre las veintitantas silenciosas medallas de oro de Phelps, la burlona superioridad de Usain Bolt y el imperial dominio estadounidense en el medallero, la voy a recordar emocionalmente como el nacimiento de la Generación Ética, un ejemplo para argentinos, rioplatenses, sudamericanos, para los siete mil millones de habitantes del planeta, de cómo utilizar el deporte como medio de construcción para ahondar en la búsqueda de una mejor forma de proceder.

Sé de uno que, café, güisquicito y cigarrillo mediante, debe estar diciendo algo como "¡tanto no me esperaba, che!"...


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