martes, 25 de octubre de 2016

Agrios edulcorados…
Caso 283: Bergoglio y Müller contra mis deseos más íntimos
Oct.25.2016                                    

Lo siento por mis hijos pero terminaran siendo excomulgados por la Iglesia Católica. Desde Roma llega la disposición de que el Vaticano prohibió la "dispersión en el aire, en la tierra o en el agua" y la "conservación en el hogar" de las cenizas de los cuerpos cremados, al tiempo que ratificó su preferencia por la "sepultura" porque demuestra "un mayor aprecio por los difuntos".

Jorge Bergoglio
Cuando nos apartamos físicamente de este mundo, el cuerpo tarde o temprano se convertirá en polvo, antes o después, por lo tanto, la cremación es acelerar el proceso de convertir ese cuerpo en polvo. Ese cuerpo no se volverá a usar para ninguna otra cosa; es apenas un envoltorio temporal. Para muchos el alma reencarna, una y otra vez, buscando la absoluta pureza espiritual.

La excomunión es la expulsión, de manera permanente o temporal de una persona de una confesión religiosa. Durante esta disposición el afectado sigue formando parte de la comunidad, pero debe cumplir la sentencia, de ahí el nombre de la misma, proveniente del latín: ex communicatio(ne). En los casos severos, pierde la facultad de concurrir al culto, y de tomar parte en las ceremonias. Las diversas iglesias cuentan con normas para la excomunión o el trato hacia los excomulgados. La práctica concierne sobre todo a la exclusión de la eucaristía y se remonta al Concilio de Elvira en el año 306 de nuestra era, que recuperó la práctica apostólica de pronunciar anatemas contra aquellos que sostenían doctrinas contrarias a la ortodoxia.

Particularmente he dispuesto que lo que quede de mí sea lanzado al Mar Caribe, específicamente en La Caleta, a la entrada del Aeropuerto De Las Américas, ahí donde venden "imágenes tainas", un timo eternamente permitido por las autoridades, y donde los lugareños tienen su cementerio; aquello no serán más de cinco libras de cenizas de consistencia granulada y un color claro, que podría acercase al gris, porque todo lo demás se convertirá en humo. Entraré al horno con la misma apariencia que se me brinde en el velatorio, mientras más breve, mejor, por supuesto, con música; me gustaría que nadie estuviera merodeando la zona de los hornos, aunque se que mi hijo mayor estará pendiente del proceso; de eso estoy más que convencido. Lo más probable es que mi cuarto hijo, el que no es sanguíneo, Carlos Mario, esté en su compañía, atento a cada movimiento.
 Müller

Los chamanes mexicanos dicen que la muerte es la mejor consejera, que al saber que te queda poco tiempo le quita el filo a tu temor y das lo mejor de ti. Desarma lo superfluo y deja ver lo verdadero. El día muere y la noche da nacimiento a misterios insondables.

Se que mi cuerpo recibirá un alto grado de calor, entre 870 a 980 grados, por tres horas, como mínimo, con la mayoría de las llamas apuntando al torso, donde se concentra la mayor cantidad de masa corporal. Después de frío, me triturarán en una batidora y finalmente me meterán en una bolsa de color negro.

A ver, lean conmigo, más de 110 kilos de peso, 240 libras (según el sistema inglés) se evaporarán en medio de aquel abrasador calor. De lo que no estoy seguro es si el Espíritu Santo tocará esta alma sedienta de amor. Camino al más allá, por supuesto, no voy a cantar que he sido una oveja perdida, ni a pedir sosiego y calma para mi vida que ha tenido algunas conmociones; de eso nada, orgullo y un poco de vanidad, mucho estilo y por supuesto, elegancia (estas dos últimas virtudes las repetía un comunicador de otras épocas, olvidado, llamado Tito Campusano, a quien apodaban El Guapo, y tenía como estribillo: estilo y elegancia en cada frase).

"Para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no será permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma", se anunció a través de una Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre "la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación". La norma rechaza además "la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos, teniendo en cuenta que para estas formas de proceder no se pueden invocar razones higiénicas, sociales o económicas que pueden motivar la opción de la cremación". Particularmente quiero sólo que se disponga de mis restos, a mi manera.

"En caso de que el difunto hubiera dispuesto la cremación y la dispersión de sus cenizas en la naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, se le han de negar las exequias". Con esta nueva instrucción, en la práctica, quedan absolutamente invalidados los pedidos para que las cenizas sean arrojadas a ríos, mares o estadios de fútbol, así como guardarlas en las tradicionales urnas hogareñas.
La resurrección de Rubens

"Cuando razones de tipo higiénicas, económicas o sociales lleven a optar por la cremación, ésta no debe ser contraria a la voluntad expresa o razonablemente presunta del fiel difunto, la Iglesia no ve razones doctrinales para evitar esta práctica, ya que la cremación del cadáver no toca el alma y no impide a la omnipotencia divina resucitar el cuerpo y por lo tanto no contiene la negación objetiva de la doctrina cristiana sobre la inmortalidad del alma y la resurrección del cuerpo", agrega la nota que lleva la firma del cardenal Müller, prefecto de la Congregación.

La Congregación para la Doctrina de la Fe está a cargo del cardenal Gerhard Ludwin Müller (Maguncia-Finthen, Alemania, 1947), nombrado en el cargo por Benedicto XVI y personaje no siquitrillado por Bergoglio, pese a ser uno de sus principales opositores. Muchos han interpretado la disposición como una demostración de fuerza, “como si el conocido como policía de la fe quisiera demostrar que la vieja inquisición existe para prohibir”, (El País, Oct.25.2016).

En ese marco, la nueva norma que fue aprobada por el Santo Padre en una audiencia de marzo pasado, sólo admite la "conservación de las cenizas en un lugar sagrado", porque "puede ayudar a reducir el riesgo de sustraer a los difuntos de la oración y el recuerdo de los familiares y de la comunidad cristiana".

Con la prohibición de la conservación de cenizas en el hogar, según la norma, "se evita la posibilidad de olvido, falta de respeto y malos tratos, que pueden sobrevenir sobre todo una vez pasada la primera generación, así como prácticas inconvenientes o supersticiosas".

Perseo y Andrómeda de Pierre Mignard (1612-1695)
A la hora de marcar la preferencia por la sepultura "en los cementerios u otros lugares sagrados", la nueva instrucción recuerda también que esa práctica "favorece el recuerdo y la oración por los difuntos por parte de los familiares y de toda a comunidad cristiana, y la veneración de los mártires y santos".

Es oportuno recrear la historia de Tobías. En época de la deportación asiría, este santo varón sepultaba de noche los cadáveres de sus compatriotas, exponiendo así su vida al peligro de ser castigado con la muerte, pues las autoridades lo habían prohibido bajo pena capital. Sus amigos, y hasta su propia mujer, pasaron de la censura a mofarse de esta obra de misericordia que practicaba. En efecto, le reprocharon la inanidad de sus desvelos, pues vino a quedarse ciego cuando, un día, habiendo caído rendido de sueño por la fatiga de un entierro, cayó en sus ojos estiércol de golondrina de un nido. Sin embargo, tiempo después se le aparece el arcángel San Rafael, y entre otras cosas, le dice: “cuando tú orabas con lágrimas, y enterrabas a los muertos, y te levantabas de la mesa a medio comer, y escondías de día los cadáveres en tu casa, y los enterrabas de noche, yo presentaba al Señor tus oraciones”.

En la presentación de La Anunciación de Laura Rodríguez Peinado, trabajo de grado para la  Universidad Complutense de Madrid escribió: “siguiendo las fuentes apócrifas puede sujetar con una mano un huso con el que hila la púrpura (Protoevangelio de Santiago y Evangelio Armenio de la Infancia), atributo más propio del mundo bizantino, mientras en Occidente sostiene un libro en el que según algunos exégetas lee y medita sobre las palabras del profeta Isaías (7, 14). Mientras tanto, con la otra mano gesticula con la palma hacia fuera en señal de sorpresa ante el anuncio divino o acepta su misión corredentora posando su mano en el pecho o el vientre. En el Retablo de la Vida de la Virgen y San Francisco (Museo del Prado, Madrid), la Virgen genuflexa une sus manos en oración mientras escucha el las palabras del ángel. En alguna ocasión la Virgen, en estado de gestación, apoya su mano sobre el vientre, indicando así que Anunciación y Encarnación se producen a un mismo tiempo, tal como ocurre en la Anunciación de Caleruega (Burgos)".

Julie Sopetrán, nombre literario de Julia González Barba, poetisa española nacida en Mohernando (Guadalajara) escribió:
La muerte viene a comer
aquello que le gustaba,
y también a beber
lo que en vida emborrachaba.
Cuando algo gusta no acaba
los muertos nos lo confirman,
pues volviendo reafirman
que el alma en el cuerpo estaba.



Añade El País: “la Iglesia romana, con su enorme poder, logró convertir a la Teología en "la emperatriz de las ciencias" hasta muy entrado el renacimiento. Lleva siglos empeñada en desdecirse de aquel (falso) honor. Al margen de las víctimas (Giordano Bruno, Galileo Galilei o fray Luis de León entre las más sonadas: eran "años recios", se resignó Teresa de Ávila), la prepotencia ensombreció la visión de la humanidad y alcanzó límites tenidos hoy por irreverentes. Por ejemplo, el teólogo capuchino Martin Von Cochem llegó a fijar la altura de las llamas del Infierno, llamando la atención sobre el hecho de que su fuego es más tórrido que el terrenal porque “es Dios quien lo sopla”. Naturalmente, Von Cochem hablaba de la quema de cuerpos. Sin cuerpo físico (los resucitados del padre Astete), no habría nada que quemar. Bonito tema para entretener una tarde”.

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