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Orlando Antigua |
La última vez que Orlando Antigua se vistió el
uniforme de la selección dominicana fue para el Centro-Basket del 1997
efectuado en Tegucigalpa (Honduras), a pedido de un servidor y de Miguel
Cruceta, entonces director técnico del conjunto nacional; eran tiempos
dispares, nadie estaba interesado en trabajar con el grupo, las condiciones
eran inexistente y Julio Subero nos colocó como representantes de la Federación Dominicana
de Baloncesto (FEDOMBAL) a unos chicos que jamás habían salido del país…
recuerdo al abogado de El Seibo, Firosarnelis Mejía (abogado, después,
enganchado a periodista y ayudante civil de Leonel Fernández Reyna).
Dos años antes, Antigua, había tenido una agria
separación de todo lo que suponía FEDOMBAL, por un incidente en la ciudad de
Nueva York. Específicamente en el Alto Manhattan, en una tarde dominical frente
a muchos de los suyos.
El delantero debutó en el Centro-Basket de 1995
celebrado en Santo Domingo a las órdenes de José Manuel –Moncho- Monsalve; meses
después se realizó una gira por Canadá y Estados Unidos (específicamente a la
ciudad de Nueva York) y aquello se vendía como el camino seguro a Atlanta 1996, a los Juegos
Olímpicos. Una versión más de aquella tonadilla llena de inusitado optimismo
que una vez lanzara Frank Kranwinkel pero que ha sido himno de las
administraciones de Pedro Pablo Díaz, Federico Lalane José, Julio Subero y
Frank Herasme.
En el último encuentro de la serie, el jugador
pisó un balón, cayó y se lastimó muy seriamente el tobillo. Restaban menos de 2
minutos de acción, pareció que nadie se dio por enterado, las acciones
continuaron hasta que la pelota retornó al otro lado de la cancha; no se
terminó el juego en el Riverbank State
Park, a las orillas del río Hudson. Antigua se retorcía del dolor y el
hematoma se hizo presente más rápido que inmediatamente.
Pernoctaba en Corona (Queens), el viaje de
regreso en el tranvía me dejó muchas dudas y mientras hacía mis bártulos para
tomar un vuelo a San Juan (Puerto Rico), en otro lugar de la ciudad, Antigua,
por sus propios medios, ingresó a un hospital, fue curado, asistido,
rehabilitado y despachado. Los gastos corrieron por propia cuenta. Necesitaba
mucho reposo y la recuperación sería lenta, paciente, duradera.
A mañana siguiente, me apersoné muy temprano al
aeropuerto John F. Kennedy y pude observar como una parte de la delegación
dominicana tomaba el vuelo matutino de American Airlines a Santo Domingo, de
forma muy distendida, alegre, con tantas maletas que llenaría sin dudas la barriga
del avión.
No le alcanzó para estar en el Pre-Olímpico del
1995 de Neuquén y Tucumán (Argentina), pero tampoco estaba en buena
disposición. La relación con FEDOMBAL estaba rota.
Cruceta y yo nos embarcamos en la tarea de
conquistarlo; estábamos escasos de personal, nos apersonamos con recursos
propios alrededor de cuatro veces a Santiago, donde estaba jugando con el Club
Domingo Paulino. Las críticas, que más que juicios públicos eran burlas, no se
hicieron esperar.
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Selección Pre-Olímpico, 2011 |
En los entrenamientos Freddy Sánchez, Okaris
Lenderborgh, Henry Paulino, Eladio –Yayo- Almonte, Juan Carlos Eusebio, Ricardo
Vásquez, Giovanni Valdez… FEDOMBAL parecía inerte, apática, lejana; algo tan
simple como agua, hielo y vasos salían de nuestros bolsillos. Había todos los
días que escuchar todas las anécdotas de Ángel –Nao- Presinal Doñe, nuestro
terapeuta, que ya había alcanzado fama mundialista al renacer la carrera del
lanzador Ramón Martínez y el jardinero puertorriqueño Juan –Igor- González,
además de trabajar para los equipos cubanos de baloncesto, en ambas ramas.
El público y la prensa querían a José –El
Grillo- Vargas, Jaime Peterson, Carlos Paniagua y Luis Felipe López. Al final
recibimos la inyección de Soterio Ramírez, Franklin Western y el propio
Antigua, lo suficiente para obtener una medalla de bronce en esas tierras de
Benito (el señor de Silca), Cicumba (Socremba), Compán Galel, Entepica, Toreba
y Lempira (el señor de la sierra). El lempira es la moneda nacional hondureña. Un
bronce que lo disfrutamos tanto como si fuera un oro.
El convenio con Antigua fue sólo por Honduras.
Ya estaba integrado a los Trotamundos de Harlem y los compromisos apremiaban.
Regresó en el 2005 para asistir a José –Maita- Mercedes en la selección juvenil
de ese año y poco más. Hace dos años empezó el ciclo Calipari (Mar del Plata,
San Juan, Caracas).
Hoy, Orlando Antigua es el entrenador nacional
absoluto. En lo personal me gustaría que su paso por este trámite fuera más
dilatado que el que vivió como jugador, pero en lo profesional me asaltan las
mismas dudas que sus anteriores. El rosario de antecesores es enorme: Keith
Smart, Scott Roth, Julio Toro, Eric Musselman, Phil
Hubbard, Calipari y me
embiste la indecisión si se me olvida algún otro.
El dominicano está en aquello que los americanos
llaman la crema-de-la-crema del
baloncesto de la NCAA
(Asociación Nacional Atlética Colegial, por sus siglas en inglés), en lo más
alto de la realeza de la disciplina, en un top
histórico junto a UCLA (Universidad de California en Los Ángeles), Carolina del
Norte, Duke, Indiana, Kansas, Syracuse, Michigan State, Georgetown, Arizona y
Connecticut y ese es el primero de los puntos que no se pueden obviar.
No dudo de los sentimientos dominicanistas del oriundo de Constanza,
de su amor por el lar patrio, pero hay un viejo dicho que habla del interés y
el amor. La posición que ostenta Antigua, aunque sea segundo de un entrenador
de éxito, la anhela todo el mundo que está involucrado en el baloncesto
colegial americano. Estar en el equipo técnico de la Universidad de
Kentucky y ser el principal reclutador para un hombre como John Calipari le
exige todas las horas del día y de la noche. Es sin pecar, mil veces más
interesante y más elocuente que estar en cualquier banquillo de la misma NBA
(Asociación Nacional de Baloncesto, por sus siglas en inglés).
Lo lógico es pensar que el equipo dominicano
continuará jugando bajo parámetros parecidos a los que desplegó Juan Vicente
Calipari; “desplegaremos una ofensiva
simple como la que usa el coach Calipari”, señaló Antigua, desde Salt Lake
City (Utah). El dibble drive motion,
también llamado Ataque Memphis, se basa en la atomización de los jugadores en
la media cancha a la hora de hacer ofensiva, buscando un hueco para pasar la
pelota, tratando de doblegar a los defensores y encontrar el hombre abierto
para una penetración o un lance de altas probabilidades.
Una justa como la caraqueña impondrá más que la
simpleza de un sistema ofensivo. Si las cosas fueran tan fáciles no seria
necesaria la competencia y aquí nos encontraremos con verdaderos zorros en el
arte dirigencial. Julio César Lamas (Argentina), Rubén Magnano (Brasil), Flor
Meléndez (Puerto Rico), Néstor García (Venezuela), Jay Triano (Canadá), Sam
Vicent (Jamaica), son hombres curtidos en las luchas y no se dejaran impresionar
con nombres; además tienen los mismos objetivos que los dominicanos:
clasificar.
Argentina y Brasil continúan siendo los grandes
favoritos, pero todo el mundo se está armando con uñas y dientes. Aquí se
necesitará más que parámetros ligeros y de favoritismos por jugadores; cada
quien buscará formar el mejor equipo con las figuras adecuadas para la
competencia. Canadá, Jamaica, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y los
anfitriones venezolanos buscarán dar el batacazo y quedarse con las otras dos
posiciones clasificatorias, pero puede haber sorpresas. México anda tras el
encuentro con las competencias internacionales y Paraguay será la cenicienta
del clásico.
Cada quien irá con sus tácticas y más de un
secretillo, sus talentos tratarán de salir a flote y en cada partido reverdecer
las esperanzas. El baloncesto no es una regla de tres; las buenas actuaciones
en Mar del Plata (2011) y Caracas (2012) no nos aseguran una clasificación
instantánea. Habrá que plantarse con el juego defensivo, la captura de los
rebotes y el buen uso y manejo de la pelota. Léase bien, uso y manejo de la
pelota, que son dos cosas diferentes. Creo además, que no habrá muchos cambios
en el personal de la escuadra dominicana. Siento que cada vez hay más fichas
sembradas.
Todos los analistas, para citar un ejemplo,
señalan que el equipo San Antonio Spurs que disputa la final 2012-13 de la NBA está lleno de viejos.
Boris Diaw, Tim Duncan, Manu Ginobili, Tracy McGrady y Tony Parker están sobre
los 30 años de edad. Del grupo dominicano que ha asistido a los tres últimos
grandes desafíos: San Juan (2009), Mar del Plata (2011) y Caracas (2012), nos
sorprenderíamos con las edades: Josh Asselin, Eulis Báez, Luis Flores,
Francisco García, Ricardo Greer, Manuel Guzmán, Jack Michael Martínez
(internacionalmente es Yack), Marlon Martínez, Carlos Morban, Kelvin Peña y
Alejandro Salas están sobre los 30 años. Desde ya hay que incluir también a
Juan Coronado.
De la camarilla anterior no descarto a nadie,
por los desvaríos de los que influyen en el armado de los listados. Uno de los
temas que me hipnotiza es el de Ricardo Greer, llevado por las greñas a San
Juan en el 2009, después de más de una década fuera de la selección. Este año,
podría ser llamado, además del supuesto o no compadrazgo con Pedro Pablo Pérez,
estudió en Pittsburgh, alma Mater de
Antigua. Sus números con el Strasbourg francés (sub-campeones en la
Pro A ) no son nada despreciables en la
campaña 2012-13: 29 juegos, 33 minutos de promedio, 13.7 puntos, 7.1 rebotes,
5.0 asistencias, 52.8 por ciento en disparos de campo, 42.9 por ciento detrás
del arco y 76.1 por ciento desde la línea. Por demás, uno de los tres
finalistas para el premio al Mejor Jugador Importado (que ganó en el 2010)
junto a Dwight Buycks (6’03 del Gravelines-Dunkerque) y Blake Schilb (6’07 del
Chalon). En el 2011 el premio recayó en Sammy Mejia.
El talento criollo siempre ha estado ahí.
Muchos entrenadores de primer nivel en el ámbito mundialista no se cansan de
repetir que harían maravillas con la capacidad atlética del dominicano, pero a
la selección nacional se llega adulto, algunas veces al momento en que deberían
estar despidiéndose. Una de las tantas razones por la que siempre hemos
funcionado como tal y jamás como un equipo. Es innegable que bajo la administración
de Eduardo Najri hemos lucido mejor como conjunto, se han abierto algunos ojos
a nivel internacional. Hay intangibles que cuestan muchísimo dinero que se han
desarrollado.
Otra verdad es que tenemos una escuadra por
encima de nuestras reales posibilidades económicas. Somos un mercado pequeño
con una selección que puede escalar posiciones relevantes y ello nos cuesta
romper con otros imperceptibles, como el ciclo cercano de los topes antes de
las competencias. La frivolidad de los patrocinadores y la siempre demorada
participación del Gobierno Dominicano, que esta vez podría ser más angustiante.
Puerto Rico, Argentina y Brasil estarán fogueándose en China, allá, del otro
lado del mundo.
En fecha concomitante (septiembre 2013) se
estará desarrollando el Euro-Basket y hay más de una veintena de equipos que
quisieron cuadrar compromisos con sus pares.
Como siempre se apuesta por las
individualidades, pero fuera de las figuras con letras mayúsculas de Jack
Michael Martínez y Al Horford, no hay mucho más que esperar, sólo una
genialidad. De cuando en tanto Francisco García, Charlie Villanueva o cualquier
otro de los muchachos pueden regalarnos números para soñar con el día
siguiente, pero no hemos sabido alcanzar la consistencia en grado colectivo.
Entonces el debate de los estilos, la búsqueda
permanente de un armador que sea gestor de ida y vuelta, de gran aporte
táctico, dueño de una técnica exquisita y que jamás brinde destellos sino que
ejecute los 40 minutos; el juego de la
FIBA contra las individualidades americanas, bandera de los dream team por excelencia, sin importar
los tiempos que corran, con toda la fuerza, con toda la propaganda mediática
utilizaran siempre el argumento que tienen los mejores jugadores del mundo.
Las piezas fundamentales de nuestro ataque
seguirán montadas en Martínez y Horford, en ellos gira la línea ofensiva. Sigo
considerando que ellos necesitan de un respiro, es imposible que continúen una
faena tan agobiante en unos clásicos tan requirentes; en Caracas Martínez
estuvo 31.8 minutos sobre la duela por partido, Horford, 32.4; Eulis Báez,
23.4; y Francisco García, Manuel Fortuna y Juan Coronado sumaron más de 20,
cada uno. Hay que proporcionarle respiro a esas piezas, sin salvadores que
sirvan para endiosar nuestras hazañas, pero que nos permitan un juego fluido.
Las señales parecen estar muy claras, la
armonía, el entendimiento de los jugadores en el tiempo y en un espacio
producen una línea de juego crucial, grupal, de conjunto, que es, precisamente
como se juega esta disciplina. Nuestra selección está demasiado cerca de mucha
gente para verla desapasionadamente, jamás será posible entenderla como una
unidad que comenzó en algún instante, quizás en 1946, y termina con cada
competencia.
Aunque no queramos aceptarlo, esta generación
cumplió competitivamente hablando, termina de la mejor manera posible porque
Eduardo Najri supo imprimirle un carácter gerencial que no habíamos logrado
antes, por la razón que fuera; el relevo se hace urgente aunque seguiremos
recordando fechas, descubrimientos, batallas, edificaciones y autores.
La disciplina es mucho más que la apuesta
absurda y estupida que se ha hecho únicamente con los chicos que están del otro
lado del charco; son necesarios, si, pero mientras no entendamos que la base y
el desarrollo se encuentran dentro de nuestras fronteras estaremos perdidos. Si
se trabajara con honestidad seria mucho más accesible de lo que parece a
primera vista.
Hay gente que han vendido la idea de que su
entrega por el baloncesto es un sacerdocio y nada más apartado de la realidad,
nadan en un mundo escatológico. Recomiendo para estos buscar en la teoría de Harold Bloom sobre las angustias de las
influencias. Hay de aquellos que no mudan sus zapatos tratando de emular a los
demás.
Habemos cabezas, y me voy a
incluir, que tenemos un mundo dentro de nosotros.
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