¡Señor, recuérdate de los míos!
Si todos los dominicanos fuéramos prístinos la
selección que deberíamos apoyar es Costa Rica; primero pertenece a nuestra
misma área geográfica, segundo aún está con vida en los cuartos de final de la
Copa del Mundo 2014 y una victoria más la llevaría a donde jamás ha tocado un
equipo de la CONCACAF (Confederación Norte, Centroamericana y del Caribe de
Futbol), y tercero, hay un jugador dominicano que cierra filas con el equipo
“tico”, Víctor Núñez.
Los costarricenses se exhibieron en nuestro Estadio Olímpico
y República Dominicana aguantó como pudo los embates de un partido desigual,
pero lleno de colorido y emociones.
Cada cabeza es un mundo y como fanáticos nos
inclinamos hacia los más fuertes; poco sabemos de futbol y la pasión empieza a
tomar color, entre muchos héroes, gracias a la constancia de Jorge Rolando
Bauger, las buenas crónicas de Félix Disla Gómez, el surgimiento de sembradores
que se han expandido por el territorio nacional, en algunos enclaves gracias a
la Iglesia Católica, especialmente los salesianos, y también uno que otro escándalo
(¿cierto Osiris Guzmán?). La prensa deportiva está aún lejos de un futbol de
calidad, pero avanzamos.
En el país, una gran reverencia hacia los equipos
europeos encabezados por España. Ante la ausencia de estos a estas inéditas instancias,
Alemania y Holanda suman afectos a mares. Brasil siempre se ha escrito con
letras mayúsculas, aunque en nuestra genialidad o más probablemente escasa
formación empezamos a llamarlos como Brazil, un anglicismo imperdonable
dentro de nuestro lenguaje.
Particularmente y desde siempre mi equipo ha sido
Argentina; la celeste y blanca me enamora, me hace soñar, me roba las
emociones, inclusive mucho antes de llegar a Buenos Aires por primera vez, y de
eso ya ha corrido mucho agua.
Tampoco puedo negar mi afición por Colombia, nación entrañable;
allá tengo mi familia, en la eterna región de los paisas, los Roldan Cadavid,
que me esperan para compartir en caso de llegar más lejos. Ya les comente que esta
vez quiero una marranada.
Si el mundo fuera como yo quisiera me gustaría ver que
los franceses derroten a los alemanes; a Colombia superar por la minima a
Brasil, pero sin llegar a una tanta de penales que siempre descompone toda mi presión
arterial; que Argentina disponga de manera categórica de Bélgica; y que Costa
Rica produzca el mayor de los milagros y derrote a Holanda.
De todas formas, yo y usted que me lee, tendremos que
esperar al final de cada encuentro para conocer los resultados. En el ínterin
nos exaltaremos, discutiremos, nos rascaremos hasta herirnos, pasaremos las
manos incontables veces sobre nuestras cabezas, tiraremos de los pelos hasta
quedarnos sin ellos, gritaremos a la pantalla y a los vecinos (como mi adorada
amiga Ana María Troncoso), batallaremos frente a los comentarios de Bauger y
sufriremos, sufriremos mucho.
Al final, llegará a levantar la Copa del Mundo el que
mejor llegó hasta la última instancia.
Espero que si Dios está en los cielos no se olvide de
los míos.
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