Hoy entendí definitivamente que en República
Dominicana todo está perdido.
No es la corrupción, no es la educación, no es la carestía
de alimentos ni los precios de estos, no es la lucha empresarios/gobierno, no
son los subsidios a las multinacionales, ni las tantísimas distorsiones económicas.
Es más que el hambre que pasan millones de dominicanos todos los días, y las
oportunidades que se niegan. Más que los abusos de la policía, más que los
grandes militares metidos en el narcotráfico, más que los políticos cada día más
ricos.
Es, ¡coño!, el mínimo de prudencia.
Hoy estaba señalado para asistir a la Asamblea
Nacional (sesión conjunta de senadores y diputados) el secretario general de la
Organización de las Naciones Unidas, señor Ban Ki-moon de
nacionalidad surcoreana.
Acto primero: llega un caballero con facciones asiáticas y se
le rinden los honores de estilo (presentación de armas, salva de cañones,
floreteo, himnos nacionales y toda esa parafernalia que los mortales no
entendemos). Al final, no era la persona esperada.
Acto
segundo: llega Ban Ki-moon,
se le rinden los honores de estilo; pero apenas terminan, entrando al Palacio
del Congreso, Vinicio Castillo Seman, diputado recién nombrado, repitan conmigo:
diputado recién nombrado (apodado Chuky el muñeco diabólico), arremete
verbalmente contra el invitado.
Acto tercero: Ban Ki-moon se dirige a la Asamblea
Nacional, lee su discurso, en inglés, repito: en inglés, y nadie lo entendió. El
hombre no habló en mandarin, ni en árabe, ni polaco, ni húngaro, ni finlandés,
ni ruso, ni japonés, ni estonio, ni islandés, ni alemán… el hombre habló en inglés…
¡coñazooo!, hay más de un millón de dominicanos en los Estados Unidos y más de
un millón en este país que lo deben hablar, algunos perfectamente, y allí no había
un traductor. Pero también quedó demostrado que ninguno de nuestros
legisladores conocen otro idioma, por cierto, muy mal utilizado por ellos.
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