miércoles, 4 de junio de 2014

¿Nos cae el maná del cielo?

Años atrás, un equipo del baloncesto superior de Santiago, cuyo nombre no recuerdo, anunció con unos pocos bombos y algunos platillos que pondría en la Arena del Cibao a Michael Carter-Williams, para ser exactos en el año 2011, cuando el muchacho aún se encontraba en la secundaria. Ya había sido reclutado para asistir a Syracuse University y con ello se pudo haber arruinado la carrera colegial del chico, además de violar las normas y preceptos de la NCAA (Asociación Nacional Atlética Colegial, por sus siglas en inglés).

El tema no se volvió a tratar, pero lo no olvidé, inclusive algún borrador habré dejado sobre la pantalla del ordenador; escribimos mediante teclas, ya no usamos ni papel ni tinta. Los tinteros se han borrado de la faz de la tierra. Por las últimas noticias llegadas a mi mesa de trabajo, de entero crédito, alguien más guardó la información.

Hoy se corre con prisas para tratar de integrar al exitoso canastero al equipo dominicano que asistirá al Mundial de España; diferentes versiones corren sobre el origen de la dominicanidad de Carter-Williams, Novato del Año de la NBA (Asociación Nacional de Baloncesto, por sus siglas en inglés), pero todas conducen a la certeza. Al punto que no ocuparía plaza de nacionalizado.

Un armador de 6’06 de estatura no aparece en cualquier rincón, mucho menos con una calidad probada a un grado superlativo. No sería de extrañar que mañana, desde las orillas de la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL), o de la empresa SouthGate se desmientan estas conversaciones, que una vez más dejarían en evidencia que el hilo conductor de las mismas con el baloncesto en territorio continental de los Estados Unidos resulta poco confiable, haragán, medalaganario, torpe, sin conexiones, zángano, negligente, interesado y cuya eficiencia raya en lo soez.

Carter-Williams nació el 12 de octubre de 1991 (una fecha en que uno de los grandes del baloncesto dominicano
hubiera cumplido años, me refiero a Ismael Cristóbal Tapia Japa), pasó dos campañas en Syracuse a las órdenes del entrenador Jim Boeheim, suficientes para convertirse en un prospecto que abrió muchos ojos.

Con Philadelphia ha promediado 16.7 puntos, 6.2 rebotes, 6.3 asistencias y 1.9 balones robados en 34.5 minutos por jornada. Se convirtió en apenas el tercer novato, desde 1951, en liderar a los jugadores de primer año en anotación, rebotes y asistencias; sus predecesores fueron Oscar Robertson (1960-61) y Alvan Adams (1975-76).

En su debut quedó a un robo y tres rebotes de un cuádruple doble (acabó el partido con 22 puntos, 12 asistencias, 9 recuperaciones y 7 rebotes).

Al terminar la campaña fue intervenido quirúrgicamente con éxito en el hombro derecho, quizás la recuperación sería una de las pocas objeciones para integrar el equipo dominicano. A pesar del impacto inmediato de Carter-Williams en los Sixers, tiene dos caballos de batalla: sus problemas con el tiro, que pueden ser corregidos con entrenamientos específicos; y cuidar las pérdidas de balón, algo que sin duda lo cura la experiencia. Si consigue reducir estos dos hándicaps, existe la posibilidad de ver en él lo que el destino nos quitó de ver en Shaun Livingston por una gravísima lesión: un base alto, de casi dos metros, dominando la NBA.

Carter-Williams tiene sensacional altura para el puesto, es fluido, aunque no particularmente explosivo. De larga distancia es discreto pese a tener una buena mecánica. Muy peligroso a la hora de penetrar, gracias a su agilidad, altura y manejo, pero está lejos de ser un definidor explosivo. Excelente como pasador, con su altura puede ver por encima de la marca y además muestra muy buena visión y creatividad con sus pases.

En su contra hay que decir que por momentos toma decisiones innecesarias que le llevan a cometer muchas perdidas. Pasa de manera lujosa, pero tiene que bajar el porcentaje de riesgos con la pelota en las manos. Es comprometido en el manejo del contragolpe.

Dedicado, tiene buena actitud y pone extra en sus niveles de energía. Enorme potencial defensivo. Es capaz de marcar armadores, shooting-guards y delanteros pequeños con solvencia. Además es muy buen rebotero defensivo.

De incluir el jugador de los Sixers en la selección dominicana se contaría con una de las puntas más espectaculares que pueda estar presente en la cita mundialista. Se convertiría en el complemento perfecto de un incombustible James Feldeine que mostró un año atrás su valía y su inconmensurable aporte, pese a la escasa visión que existe en la empresa SouthGate, arrendataria del equipo nacional, que le cortó el camino en más de una ocasión.


Hubo de establecerse en España con el modesto Fuenlabrada para ser llamado, no sin algunas reservas. Un empleado de SouthGate comentó en las graderías del Palacio de los Deportes de Santo Domingo: “aún así, nadie lo ha visto jugar, es un desconocido. No se si lo llamaremos”… ¿negocios, negocios?

La incorporación de Carter-Williams dejaría también menos espacio para la amplia legión de los jugadores de la posiciones uno y dos que pululan alrededor del quinteto y que incluyen a Juan Coronado, Manuel Fortuna, Brandone Francis, Víctor Liz, Luis David Montero, Nehemías Morillo, Manny Quezada, Ronald Ramón, Sadiel Rojas, Edgar Sosa y Gerardo Suero (por orden alfabético).

Si fuera el dirigente dominicano, por historia, contaría con Fortuna aunque le costará hacer un buen torneo ante jugadores más altos, más atléticos y de más recursos técnicos, pero hablo exclusivamente de sus antecedentes en el equipo nacional. Ello obligaría incluir al más efectivo de los armadores del listado y jugaría la opción para un quinto jugador de las posiciones uno y dos con un hombre polivalente, un “combo-guard”, preferiblemente sobre los 6’00 de estatura.


Lo cierto es que hay demasiadas cosas por definir antes de llegar al Mundial de España. Orlando Antigua no termina de seducir a los seguidores en el país, y su compromiso es parcial (no asistirá al Centro-Basket de México, equipo que conducirá José –Maita- Mercedes). Hay demasiadas interrogantes por concretar.

Agregue a todo este engranaje los compromisos y promesas que se hacen para complacer jugadores y que pesarán a la hora de las definiciones.

República Dominicana continúa teniendo una buena selección, pero un pobre equipo.







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