domingo, 8 de junio de 2014

"Se gana con los huevos en la punta de los botines"

 

Obdulio Jacinto Muiño Varela, capitán de Uruguay, levantó el ánimo a sus compañeros cuando los descubrió acongojados en el túnel de vestuarios ante el ruido ensordecedor de los espectadores que animaban sin parar a Brasil: “No piensen en toda esa gente, no miren para arriba, el partido se juega abajo. Los de afuera son de palo y en la cancha somos 11 contra 11. El partido se gana con los huevos en la punta de los botines".


BUENOS AIRES (Servicio Informativo 24).- Maracanazo (en portugués: Maracanaço) es el nombre de la victoria de la selección de fútbol de Uruguay en la final de la Copa Mundial de Fútbol de 1950 frente a la selección de fútbol de Brasil. Contra todo pronóstico, Uruguay ganó 1-2 a Brasil en el Estadio Maracaná, de Río de Janeiro, que se había construído para festejar el triunfo de Brasil... que no ocurrió. 

Por extensión, el término se ha generalizado para definir a aquella victoria de un equipo o deportista, preferentemente una final, en campo ajeno y teniendo todos los factores en contra.

La 2da. Guerra Mundial (1939 a 1945) había provocado la suspensión de la Copa Mundial de 1942, para la que se habían propuesto como organizadores posibles, Alemania, Argentina y Brasil. 

Tras el fin del conflicto armado, la FIFA se reunió en Luxemburgo, el 01/07/1946, y se decidió reanudar las competencias mundiales en 1949 en Suiza: no había sido dañado durante la guerra y tenía una pujante economía, aunque no tenía suficientes estadios como para albergar el torneo. 
Getulio Vargas

Los países sudamericanos rechazaron que otra vez Europa fuese sede de los eventos de FIFA, que decidió darle el cupo de 1949 a un país de Sudamérica. 

Los presidentes de Brasil (Getulio Vargas) y Argentina (Juan Domingo Perón), acordaron el apoyo a la candidatura brasileña a cambio de que el siguiente evento en América fuese organizado por Argentina. 

Muchos países europeos aún se encontraban en ruinas tras la 2da. Guerra  por lo que el evento fue postergado hasta 1950 para permitir que el mayor número de selecciones participase. 

37 selecciones se inscribieron originalmente, de las cuales sólo 29 participaron en el proceso de eliminatorias. 

Argentina, Austria, Bélgica, Birmania, Filipinas, Indonesia y Perú se retractaron por diversos motivos de participar. 

Alemania fue impedida de participar como repudio a los crímenes cometidos por los dirigentes nazis.

El 16/07/1950, en presencia de 203.850 espectadores reunidos en el estadio Maracaná -la mayor cantidad de espectadores jamás reunida para presenciar un partido de fútbol-, Brasil, equipo local, favorito, invicto y goleador que llegaba luego de golear a Suecia por 7-1 y España por 6-1, recibió a Uruguay, que venía de un empate 2 a 2 contra España y una victoria 3 a 2 frente a Suecia.

Maracana
Si bien la favorita era Brasil, la selección de Uruguay era una de las más reconocidas: había ganado 1 Copa del Mundo, 8 Copas de América y 2 títulos olímpicos. No era una escuadra "débil".

En la zona 2, Escocia renunció a participar antes del sorteo del fixture.

En la zona 4, renunciaron India y Turquía.

Inclusive la selección uruguaya había jugado 3 partidos de fútbol contra Brasil pocos meses antes a la Copa del Mundo: 2 triunfos brasileños y 1 uruguayo. Era reconocible la superioridad del ataque brasileño pero Uruguay no quedaba demasiado rezagado. 

El mítico delantero Ademir Marques de Menezes, más conocido como Ademir, inició el camino, el 24/06/1950, pasando por encima a México (4-0).

Una semana después, 02/07/1950, en el Estadio Independência de Belo Horizonte (Minas Gerais), la selección de
Uruguay jugó a cara o cruz en el único partido de su grupo (Francia se retiró de la competición antes de empezar) ante Bolivia.

Fue 8 a 0, con show del fantástico Alcides Ghiggia y del goleador Óscar Míguez.

Cuando llegó el momento de cruzarse en la Copa Mundial, el equipo brasileño precisaba tan sólo de un empate para obtener el 1er. lugar del último grupo y así proclamarse campeón mundial.

Pero la clave de Uruguay era su N°5, el centro-half, tal como le decían por entonces, Obdulio Jacinto Muiño Varela, capitán de Uruguay, quien levantó el ánimo a sus compañeros cuando los descubrió acongojados en el túnel de vestuarios ante el ruido ensordecedor de los espectadores que animaban sin parar a Brasil: “No piensen en toda esa gente, no miren para arriba, el partido se juega abajo. Los de afuera son de palo y en la cancha somos 11 contra 11. El partido se gana con los huevos en la punta de los botines".

Brasil empezó mandando, tal como había hecho durante toda la Copa, con la diferencia que no consiguió perforar la portería de Uruguay en el 1er. tiempo. 

Al poco de comenzar el 2do. tiempo, la 'canarinha' logró convertir: gol de Albino Friaça, y delirio en las gradas. 

Obdulio confesó que se quejó al árbitro por el gol de Friaça -reclamó un fuera de juego inexistente- con el único objetivo de que pasara el tiempo y bajara el fervor de la 'torcida', que pretendía empujar a Brasil hacia otro gol, de inmediato. 

Escribió Osvaldo Soriano en su nota "El reposo del centrojás"

"Entonces, todo Río de Janeiro fue una explosión de júbilo; los petardos y las luces de colores se encendieron de una sola vez. Obdulio un morocho tallado sobre piedra, fue hacia su arco vencido, levantó la pelota en silencio y la guardó entre el brazo derecho y el cuerpo. Los brasileños ardían de júbilo y pedían más goles. Ese modesto equipo uruguayo, aunque temible, era una buena presa para festejar un título mundial. Tal vez el único que supo comprender el dramatismo de ese instante, de computarlo fríamente, fue el gran Obdulio, capitán -y mucho más- de ese equipo jóven que empezaba a desesperarse. Y clavó sus ojos pardos, negros, brillantes, contra tanta luz, e irguió su torso cuadrado, sin una palabra para nadie y el mundo tuvo que esperarlo 3 minutos para que llegara al medio de la cancha y espetara al juez 10 palabras en incomprensible castellano. No tuvo oído para los brasileños que lo insultaban porque comprendían su maniobra genial. Obdulio enfriaba los ánimos, ponía distancia entre el gol y la reanudación para qué, desde entonces, el partido, el rival fueron otros. Hubo un intérprete, una estirada charla -algo tediosa– entre el juez y el morocho. El estadio estaba en silencio. Brasil ganaba 1 a 0, pero por primera vez los jóvenes uruguayos comprendieron que el adversario era vulnerable. Cuando movieron la pelota, los orientales sabían que el gigante tenía miedo." 

Pepe Schiaffino
Cuando, finalmente, Obdulio plantó el balón en el centro del campo, ya había pasado el frenesí. Varela gritó a su equipo: “Ahora, ¡a ganar!”.

Él recordó así la escena: "Me di cuenta que si no enfriábamos el juego, si no lo aquietábamos, esa máquina de jugar fútbol nos iba a demoler. Lo que hice fue demorar la reanudación del juego, nada más. Esos tigres nos comían si les servíamos el bocado muy rápido. Entonces, a paso lento, crucé la cancha para hablar con el juez de línea, reclamándole un supuesto offside que no había existido, luego se me acercó al árbitro y me amenazó con expulsarme, pero hice que no lo entendía, aprovechando que él no hablaba castellano y yo no sabía inglés. Pero, mientras hablaba, varios jugadores contrarios me insultaban, muy nerviosos, mientras las tribunas bramaban. Esa actitud de los adversarios me hizo abrir los ojos: tenían miedo de nosotros. Entonces, siempre con la pelota entre mi brazo y mi cuerpo, me fui hacia el centro del campo de juego. Luego vi que los rivales estaban pálidos e inseguros y les dije a mis compañeros: 'Estos no nos pueden ganar nunca', los nervios nuestros se los habíamos pasado a ellos. El resto fue fácil".
Alcides Edgardo Ghiggia

A los 66' empató Juan Alberto Schiaffino. Faltando 9', Alcides Ghiggia puso el 1-2. El silencio cubrió al estadio y silenció a los relatores: "El mundo no podía creer que el coloso muriera en su propia casa, despojado de la gloria", escribió Soriano. 

“El silencio era mórbido, a veces incluso difícil de soportar”, comentó el organizador de la Copa del Mundo, Jules Rimet.

Ante un público al que habían arrebatado un título que creían suyo y que se había quedado sin voz, Rimet entregó la Copa del Mundo a Varela. Reinaba el silencio porque Rimet se había preparado el discurso para el ganador únicamente en portugués...

Jules Rimet
Jules Rimet: "Finalizado el torneo yo debía entregar la Copa al capitán del equipo vencedor. Como los brasileños habían vivido hasta el último cuarto de hora la ilusión de una victoria que no podía escapárseles, habían previsto una grandiosa ceremonia. Una vistosa guardia de honor formaría desde la entrada del terreno de juego hasta el centro del campo, en donde estaría alineado el equipo victorioso, el de Brasil. Después que el público hubiese oído, de pie, el himno nacional, yo procedería a la solemne entrega del trofeo. No hubo ya ni guardia de honor, ni himno nacional, ni discurso ante el micrófono ni entrega solemne del trofeo. Me hallé sólo en medio de la multitud, sin saber que hacer. Terminé por descubrir al capitán uruguayo, y le entregué, casi a escondidas, la Copa, estrechándole la mano, sin poderle decir una palabra. .... La muchedumbre se fue marchando lentamente, como si saliera de una necrópolis".

Obdulio ampliaría su declaración 3 días después: “Ganamos porque ganamos, nada más. Brasil era una máquina: nos llenaron a pelotazos. Métanselo en la cabeza: jugamos 100 veces y sólo ganamos esa... La casualidad nos dio el triunfo”.

Obdulio pasó la noche de la coronación bebiendo cerveza de bar en bar, mientras que varios de sus compañeros tenían miedo de que los mataran al salir, abrazado a los vencidos, en los mostradores de Río de Janeiro y negándose a festejar el triunfo con los dirigentes uruguayos. 

Uruguay - 1950
Al día siguiente en Montevideo, huyó de los simpatizantes y periodistas que los estaban esperando con un gigantesco cartel luminoso con su nombre, se colocó un impermeable con la solapa levantada, anteojos oscuros, un sombrero y desapareció entre la multitud. 


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