lunes, 18 de julio de 2022

Indiscreciones lasallistas y otras levedades
Julio 15 del 2022
uno-de-cuatro
 
 
A Pedro José Isern Mejía, con muchísimo cariño, porque si su boquita fuera de limón verde, yo me la pasaría muerde que muerde
 
Aunque la expresión «ponerle la guinda» es sinónimo de dar por finalizada una actuación de forma placentera por ahí precisamente vamos a iniciar las líneas de esta fecha, «poniendo la guinda». Mientras he quedado rumiando por un salcocho de habichuelas rojas (sopión, sopón o zambumbio, si usted prefiere otras denominaciones menos vernáculas) al que había sido invitado en Bonao, La Villa de las Hortensias, y que no degustaré, porque el juego se suspendió a causa de la indisposición de algunos peloteros (comensales).
Guinda (Prunus cerasus)

 
Aquí les dejo una receta, para que prepare el suyo, no es de mi autoría, por si las moscas: una cucharada aceite (15 mL); una libra (450 gramos) de longaniza rebanada (preferiblemente picante, ¡que tenga sabor!); una libra (450 gramos) de chuletas con hueso cortada en trozos pequeños; un diente de ajo, majado; un ají cubanela cortado en cuadritos; cuatro tazas de habichuelas rojas hervidas, muy blandas (¡donde la señora Cuqui hay habichuelas hervidas, blanditas!... ¡donde la señora Cuqui hay habichuelas hervidas, blanditas!... recuerde usted el anuncio de ron Barceló, mitad de la década de los años de 1980); un litro de agua, puede incluir el agua donde se hirvieron las propias habichuelas); un cuarto de cucharadita orégano, fresco; una cucharadita de cilantro, fresco, picado; una libra (450 gramos) de batata (camote, en otras latitudes) pelada y picada; dos plátanos pintones, pelados y rebanados; una taza salsa de tomate (240 mL); sal al gusto; una cucharadita de pimienta, al gusto.
 
La habichuela​ (Phaseolus vulgaris), es también llamada frijol, frejol, judía,​ poroto, chingadilla, grano, pocha, faba, chícharo, caraota o alubia. La habichuela​ (Phaseolus coccineus), se conoce como ayocote, ayecote o judía. Para el dominicano la caraota es la habichuela negra.
 
No importa lo satisfecho que usted haya quedado después de ingerir su plato de salcocho de habichuelas, rojas o negras (caraotas en Venezuela), los dominicanos estamos condenados a ser borrados de la faz de la tierra, más temprano que tarde. No nos tocará ningún cataclismo, no nos besará un meteorito que termine hundiéndonos en las azules aguas del mar Caribe; este país que nunca se ha vestido de nación, a pesar de contar con 187 años de vida independiente, supuestamente, pese a tan emotivas frases: «soy un lacayo del gobierno de los Estados Unidos», proclamó Rafael Hipólito Mejía Domínguez (Presidente de la República, Ago.16.2000 a Ago.16.2004), nosotros mismos lo estamos engullendo a cada instante.
salcocho, en dominicano: sancocho


 Hoy, sin querer, pero queriendo se conmemoran 146 años de la visita de la invicta guadaña a Juan Pablo Duarte y Diez (Ene.26.1813 en Santo Domingo; Jul.15.1876 en Caracas, Venezuela), el único y verdadero Padre de la Patria, el alma más elevada de la dominicanidad, pero no el dominicano más influyente en nuestro devenir histórico, por ligerezas, frivolidades, caprichos e inestabilidades de los políticos y la clase dominante. Francisco del Rosario Sánchez, de quien no negaré su accionar histórico, muchas veces sobrevalorado, contó con la suerte de dejar una descendencia abundante, que con los años escaló posiciones fundamentales en la estructura del país. Duarte murió lejos del terruño, sin vástagos, olvidado, y en la más abyecta pobreza.
 
A este país le está faltando, y se hace tarde, como dice mi admirado Antonio Orozco: «un día remolón y una caricia vieja… un vámonos pa’ allá y un sea donde sea… le faltó una noche sin dormir… y un baile de salón en una calle estrecha».
 
Ningún diario de circulación nacional recordó a Duarte; la Comisión Permanente de Efemérides Patrias lo mencionó en un escueto mensaje en su página digital: «el Presidente de la Comisión de Efemérides Patrias, resaltó la vida y obra de Juan Pablo Duarte, cuando hoy 15 de julio, se cumplen 146 años de su fallecimiento en la ciudad de Caracas, Venezuela, en el año 1876, “es el más profundo y puro ejemplo de amor personal, político y psicológico por el pueblo dominicano, porque su pasión dominicanista (se la inventó el orador, que algunas veces me recuerda a Junior Arias Noboa) nunca fue afectada por intereses materiales o mezquinos sectarismos, al contrario él y su familia lo entregaron todo, lo sacrificaron todo por la causa liberadora de la patria”», afirmaba el funcionario. ¡Señor Uribe, señor Uribe!... revise la redacción de quienes escriben por usted.

Agregaba: «Juan Pablo Uribe, dijo que el ideario de Duarte, tiene plena vigencia en esta época y por tanto es un estímulo moral para trabajar por la regeneración nacional imponiéndonos a los desafíos externos e internos de la coyuntura global e insular. Una acción que honra el legado histórico de Duarte, es la emprendida por el Presidente Luis Abinader (presidente aquí debió ser escrito en minúsculas) con la construcción del muro fronterizo de seguridad para la soberanía territorial de la dominicanidad». Palabras por donde cortar, podríamos iniciar con «la construcción del muro fronterizo»… ¡una babosada mayúscula!
 
Un muro sugerido por el clan de los Vincho, esos que a base de poses y mentiras han desfigurado la dominicanidad (recuérdese que el macho alfa de esa manada llenaba autobuses de meretrices para recorrer la campiña cibaeña), creyéndose dueños de todas las verdades, aplauden esa barrabasada, sin jamás señalar los responsables de la silente invasión haitiana. A tales fines yo buscaría a José Ramón Peralta (José Ramón Francisco de Jesús Peralta Fernández, Oct.10.1959 en Concepción de La Vega), ministro Administrativo de la Presidencia (Ago.16.2012 a Ago.16.2020), y le solicitaría su mágica fórmula para impedir que a lo largo de esa extensa frontera, en ocho años, no pasara jamás un diente de ajo de contrabando, porque ahí si se actuó de manera expedita, sin importar que la Presidencia de la República se cruzó de brazos ante la llegada por miles de ciudadanos haitianos.

Este Uribe, se me está pareciendo a Junior Antonio Arias Noboa, vice-ministro de Deportes y Recreación, del 2004 al 2021, que llegó a la posición después de creer un movimiento que denominó Galleros con Leonel, mutó a Galleros con Danilo, pasado presidente de la Federación Dominicana de Esgrima, que pecaba de usar un verbo rebuscado, pretendiendo ser reconocido como «cervantino», pero terminaba, por lo menos dentro de mi percepción, como un hazmerreir. De paso, toda solicitud de información en la página de transparencia de la CPEF te remite al inicio de la misma… ¡wayyyyyyyyyyyyyyyyyyy… mamita llegó el obispo; llegó el obispo de Roma!
 
Para agrandar las cosas, la casa donde vivió la familia Duarte en Caracas, y donde murió el patricio, fue demolida en una de las administraciones del Partido de la Liberación Dominicana (PLD); lo de la bandería política es peccata minuta; nadie se preocupó jamás de ahondar en la prolongada etapa de Duarte en Venezuela, y su extensa estadía en San Carlos de Rio Negro, 12 años, en el hoy estado Amazonas, población fronteriza con Colombia (de acuerdo al censo del año 2011, la población existente era de 3,234 habitantes), es un enorme misterio. Nuestra historia es  hipócrita, triunfalista, misógina; Joaquín Amparo Balaguer Ricardo escribió El Cristo de la Libertad, pero tampoco fue más allá de rescatar la figura del más ilustre de los criollos.
 
Leonel Antonio Fernández Reyna proclamó su manida Constitución de la República, un 26 de enero, precisamente la fecha natalicia de Duarte… ¿qué buscaba este que hoy hace llamar El León?.. . La casa de Duarte en Caracas es una publicación de apenas 25 páginas, de la autoría de Manuel Antonio García Arévalo y Gabriel Zuloaga (Instituto Duartiano, Santo Domingo, 1977). El Banco Central de la República Dominicana en su serie de Ciencias Sociales público Juan Pablo Duarte en la Venezuela del siglo XIX: historia y leyenda de Cecilia Ayala Lafée, Werner Wilbert, y Ariany Calles (2014, 203 páginas; ISBN: 978-9945-582-02-4). García Arévalo en su visita a la casona, que presumo seria a inicios de los años de la década de 1970, encontró aun restos de los utensilios que usaban los Duarte en la fabricación de velas.
 
Muy temprano en este viernes (Jul.15.2022) les participé a los miembros de un grupo de WhatsApp del que soy contertulio, que ya no me tomaría más un café con ellos de manera virtual. Hubo una «avalancha religiosa» el día previo, y cuestioné tanto fervor, un desbordado entusiasmo católico, una excitación lisergica. Un compañero De La Salle, que de seguro conozco hace más de 50 años, me tildó de descerebrado, leve, ligero, insustancial, o como a mí me gusta soslayar: «unineuronal». A mi querido amigo le falta una mentira entera, con vuelta olímpica incluida… un «sofá con ducha fría y traicionera… con masaje, crema, una copita y velas», además de una demonia muy mala con abundante pelambre en su parte más intima, vestida con un pijama feo y calcetín multicolor, por fuera, para que sea algo más que un sujeto eyaculante.

El fanatismo religioso destroza el mundo



Después de cuestionar esa «avalancha religiosa», con vocación catequizadora, inquisidora,  propagadora, pero jamás sanadora, salí con mi hijo mayor; deje el teléfono cargando, y me desentendí. Cuando regresé Morfeo me llamaba con insistencia, aún no se alcanzaban las 10:00 de la noche; quizás no esperaba ninguna comunicación, pero cometí el error de revisar el aparato, poquísimos mensajes, entre ellos había una nota en privado, de lo más interesante, sugestiva, cargada de colores… por alguna razón Vicente Pimentel, recientemente condecorado por Senado de Francia, nos enseñó a dibujar y pintar, a unos más acertadamente que a otros… así, don Morfeo perdió su interés en mí.
 
Yo reconozco que de brillante tengo muy poco, pero no me gusta que me lo recuerden; suficiente tengo con saberlo. No tengo enemigos, pero elevo hasta la enésima potencia a mis admiradores confundidos. Por supuesto, los más incondicionales viven esperando que publique mis novedades, sabiendo que mis letras tienen senos generosos y un amplísimo nalgatorio, sólo para terminar masturbándose, deleitándose en mí y en mis trabajos. ¡Conste!... que me considero un anónimo. A todos les puedo enviar una fotografía, autografiada, con cuadritos abdominales, sugestiva sensualmente… sólo hay que solicitarla.
 
A mi reino entra quien me plazca, con la potestad de destutanar ipso facto a quien me dé la real gana, y ahí ya no perdono. Bajo mi mismo cielo duermen seis hombres a los que básicamente les acepto todo, hasta una puñalada, que se ninguno me dará: mi compadre Eric; mi hijo mayor; mi cardiólogo, que está entre los lasallistas de mi promoción, a quien le confieso todos mis pasos, excepto los jueves después del atardecer; Rolando Guante, un hermano que me regaló la vida; Guillermo de Jesús, también lasallista; y mi compadre Ionis Isidro Marte Quezada, El Cachete, que en nuestro tiempos más cercanos en el ensanche La Fe nos reconocían como Los Mañanitas. Allende los mares tengo otras figuras en mis altares, pero esos no viven mi cotidianidad.

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