Aquellas
pequeñas sutilezas
Hasta el momento la única persona que me había
llamado a mi casa para debatir uno de mis artículos había sido Pedro Pablo
Pérez, con quien me une una amistad desde tiempos en que ambos éramos más
jóvenes y con quien me une la extraña coincidencia de ser padrinos de los hijos
Gustavo Eugenio Concha Villar, o simplemente Gustavo Concha, una de las almas
más nobles que jamás ha conocido el baloncesto dominicano, hoy olvidado. Por
supuesto, aquello transcurrió en el marco del afecto y los recuerdos.

Hace varios años toque en un comentario su nombre e
hizo un escándalo, lo que me tiene sin cuidado. Tristemente considero que
Ramírez es uno de los personajes más funestos con que ha contado, en cualquier
época, el deporte de la ciudad capital.
Advierto que cada vez que necesite mencionar su
nombre lo haré, así como de cualquiera de los personajes que adornan la fauna
del deporte nacional, de acuerdo a mis convicciones. En el caso particular que
nos toca, estoy convencido que ha sido el ejecutivo más nefasto, desdichado,
calamitoso, fatídico, deplorable, luctuoso, infortunado, infeliz, sombrío,
desfavorable, aciago y sepulturero que haya tenido jamás ABADINA. Podría llenar
una página con más calificativos.
No he sido participe de ninguna de las canalladas
que han lastimado el deporte nacional, nadie podrá nunca jamás señalarme que me
he quedado con el dinero ajeno, no hago trampas ni falsifico actas de nacimiento,
tampoco busco sustento con premiaciones pendejas donde los homenajeados son los
más esquilmados. De esas actuaciones indecorosas viven muchos sectores de la actividad deportiva en nuestro país; a los actores y los hechos todo el mundo los conoce.
Mi posición frente a este personaje, Roberto Ramírez, que según las malas lenguas o las buenas, es un alias, está basada únicamente en su paso por ABADINA, su actitud en la administración de la institución, época que coincidió con el momento en que mis hijos se iniciaban en la práctica deportiva, por lo que seguía con inusitado interés todo lo que acontecía en el seno de la entidad, especialmente en las categorías formativas donde nadie pone el ojo.
Mi posición frente a este personaje, Roberto Ramírez, que según las malas lenguas o las buenas, es un alias, está basada únicamente en su paso por ABADINA, su actitud en la administración de la institución, época que coincidió con el momento en que mis hijos se iniciaban en la práctica deportiva, por lo que seguía con inusitado interés todo lo que acontecía en el seno de la entidad, especialmente en las categorías formativas donde nadie pone el ojo.
Quizás Ramírez no sepa que hay hombres que tienen un
valor más alto de que el pueda imaginar. Quizás no aprendió que hay que mirar
de frente, con los ojos abiertos y con la cabeza en alto. A el y a cualquier
otro les dejo por sentado, usando una máxima miliar, que no desenvaino mis
artículos sin razón, pero no guardo mi pluma sin honor.
No voy a hablar de material colgante y otras
argucias que tanto gustan al dominicano. Sólo le recomendaré a este personaje
que tenga la valentía de decir las cosas de frente, sin intermediarios, como
caballero; su actuación frente a mis líneas es la de un perfecto malandrín.
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