jueves, 12 de septiembre de 2013

Guerrita post-Pre-Mundial de Caracas


Las declaraciones últimas de Yack Michael Martínez han roto todo el programa de publicaciones que tenía para los próximos días (rompido, diría un amigo de la prensa nacional, que no es Pumpido, aquel sólido arquero de la selección argentina y más recientemente entrenador de futbol). Me gustaría que la entrevista que escuché por intermedio del buen amigo Julián Suero y que después me repitió Federico Borrás fuera una mentira. Ha sido como comprar una moto antigua, oxidada, sin papeles, lo que no indica necesariamente ningún indicio sobre la estabilidad mental del comprador.

Martínez es el capitán de la selección dominicana que acaba de obtener su pase al Mundial de España que se efectuará el año venidero, es junto a Francisco García el único jugador con más de 10 años consecutivos en el grupo, pero también es un hombre que no pasa desapercibido. Sus declaraciones por lo general son irreverentes, conflictivas y con su dosis de veneno; quizás no todo sea ponzoñoso, pero de que muerde asfixiantemente, no hay dudas.

Todos sabemos que el bueno o malo de Yack detesta a la prensa nacional, se molesta cuando hay comentarios adversos a su desempeño y trata de mantenerse alejado de muchos sectores.

En uno de los borradores que tengo preparado señalaba que él es al baloncesto lo que Miguel Tejada al béisbol: “El Jugador de la Patria”. Su relación conmigo ha sido fría y distante, pero he de admitir que con mis hijos ha sido prácticamente un tutor cuando se han encontrado en diferentes escenarios; hasta me he sorprendido de la relación de respeto y cordialidad que existe entre ellos.

Quizás ese monstruo que todos queremos encontrar es sólo una mascara para intimidar algunos demonios; de esos que hay muchos en el baloncesto dominicano. Aquí los cambios han patinado, el carburador no regulaba bien, el aceite brota por las juntas y el escape llenaba la concentración de humo blanco.


No tengo ninguna duda que la agotadora jornada del Pre-Mundial ha debido causar estragos en el ánimo de Martínez. Esta vez se sintió desamparado debajo de los tableros, con una compañía que aunque no desentonó no resultó la más efectiva ni la más oxigenante.

Martínez declaró: “el grupo se queda intacto… nos reunimos Eulis (Báez), Francisco (García) y yo, y si modifican ese equipo nos retiramos los tres… a (Al) Horford y Charlie (Villanueva) que sigan descansando… vamos a España a divertirnos”. Agregó después que la única modificación sería la entrada del escolta Gerardo Suero y Ricardo Greer pasará a ser asistente del equipo.

Quizás en el calor de la competencia yo también exclamaría lo mismo. Pero después viene el tiempo de reflexionar. Yack no es un muchacho para ofrecer este tipo de novedades.

El equipo dominicano, esa llamada selección nacional, como tantas instancias del país, está lleno de distorsiones. Tenemos dislocación en los precios de los alimentos, en las piezas de los vehículos de motor, en los valores de los combustibles, en la unidad llamada a velar por la buena marcha de la economía nacional, en nuestro poder judicial, en el periodismo, en el deporte en sentido general, en los boletos aéreos, en las tarifas telefónicas, en los costos exagerados del servicio bancario, en el transporte de pasajeros y de carga, en los servicios públicos que se brindan a la ciudadanía y un largo rosario de cosas. Vivimos en la nación de las desproporciones.

El capitán dominicano tiene que saber que ese equipo cuesta una fortuna a un país pobre y mal manejado que se pierde en las aguas del mar Caribe. Diferente a Argentina, Brasil, España, Lituania, Serbia, Croacia y otras tantas naciones también llenas de figuras, el jugador dominicano cobra dinero, constante y sonante, para integrar el conjunto tricolor. Las “dietas” dominicanas son espléndidas y le cuestan dinero a la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL) y en los últimos tres años a SouthGate.

No es igual la respuesta al llamado de la patria que brinda un Luis Scola, Thiago Splitter, Marc Gasol, Pero Antic, Marco Belinelli, Linas Kleiza, Hamed Haddadi o Arsalan Kazemi que la de los jugadores dominicanos. Tristemente, nuestros hombres son padres de familia. A su favor quizás se pueda esgrimir el argumento que FEDOMBAL ha puesto muy poco para su desarrollo como profesionales y esa es una verdad que no se puede ocultar. Se nos descarga la batería, se sulfatan las bujías, salta la cadena, se aflojaba el centro de la canasta del embrague.

Quizás no sepa que los listados de pre-seleccionados, donde siempre está porque se lo ha ganado, son medalaganarios, llenos de indelicadezas, excluyentes, con mucha mala leche y donde hay gente dispuesta a cobrar un diezmo para incluir jugadores y que también hay jugadores y técnicos que han sido extorsionados.

Quizás no imagine que señalar que se incluirá a Ricardo Greer, un personaje sin ningún compromiso con el país, como miembro del cuerpo técnico, fue un acto, como dice mi mamá, de cagar y no sentir nada. Ese absurdo fue un espejismo que dejó a su lado un descerebrado fumando una hookah.

Quizás no sepa que ahora mucha gente se está dando cuenta que podemos competir, pero que nadie se ha encargado de transmitir una cultura ganadora. Es muy posible que haya conciudadanos haciendo “cocote” con el viaje a España para divertirse, pero también es importante saber que es desolador pasearse por los pasillos de los escenarios de las competiciones y preguntarse una y mil veces que ha cosas han impedido que el equipo dominicano no esté allí.

La respuesta a esto último la tienen todas las administraciones mediocres que ha tenido FEDOMBAL desde un tiempo tan lejano como el 1978 y que ahora Rafael Uribe Vásquez trata de emprender un nuevo camino, pero sólo mediaticamente. En tierras ibéricas nos dará el viento en la cara, los sonidos, los olores y la vibración salvaje de un motor nos sorprenderá.

En sus declaraciones Jack Michael arrastra a Francisco García y Eulis Báez y me cuesta pensar que esas dos “masas de pan” se hagan cómplices de este irrespeto.

Si alguna duda le queda que revise todos mis artículos desde el año de 1977 en diferentes diarios nacionales. Si le cuesta trabajo, varios amigos suyos y míos lo coleccionan como hueso santo y a ellos que se los pida.

Voy a pensar que esto fue un desliz de Yack Michael Martínez, una ingenuidad al calor de una turbulenta Caracas.









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