jueves, 5 de abril de 2012

Chelín perdió los chelines; salió trasquilado y feo para la foto

Hace muchos años en la calle El Sol en Santiago, frente a lo que una vez fue la famosísima Librería Atlántida, en el mismo pedazo de calle de las viejas instalaciones del Instituto Iberia, había un barbero cuyo nombre no recuerdo, señor con sus años en esos momentos, entre las calles Cuba y Sánchez, poco antes de donde estuvo Radio Éxito, que me decía cada vez de pasar por su suplicio, porque recortarse entre los 3 y 5 años es eso, un suplicio, que me revisara las orejas, a ver si habían quedado en su lugar. Eran los tiempos donde Félix Del Rosario popularizó el merengue Mal Pelao’.

Me pellizqué más de una vez y no salía del asombro. Revisé por casualidad el calendario y faltaba mucho para el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, pero había llegado la fecha anunciada donde Allen Iverson, una verdadera estrella de la NBA de tiempos recientes, se enfundaría el uniforme del Club Pueblo Nuevo en el baloncesto de Santiago. Preparé mis bártulos y tomé la autopista Duarte para llegar a la ciudad corazón. En el camino, un verdadero diluvio caía en la productiva y fértil campiña cibaeña.

Nadie señaló a ciencia cierta que era sólo una especie puesta a correr por el mandamás en funciones de los Capitanes de la Bahía; ni por asomo, pero horas antes el Pueblo Nuevo se empeñaba en mantener la incertidumbre. Iverson saltaría al ruedo a hacer las delicias de propios y extraños. Desde la ciudad de Santo Domingo se preparó más de un autobús lleno de fanáticos, pese a que se anunció que dos días antes no había taquillas disponibles para accesar a la Arena del Cibao.

Llamé a Saturnino Martínez, jefe del Mauricio Báez, vocal de la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL), pero me señaló que tenía otros compromisos; toqué los números del agente Julián Suero y que dijo que no estaba en planes salir de la primada de America. Emplacé a Osvaldo Sing, pero estaba dedicado a actividades profesionales. Vano intento hubiera sido contactar a Rafael Uribe, presidente de FEDOMBAL, había salido rumbo a Córdoba, Argentina, a un congreso de mini-baloncesto.

La estoicidad por mantener una verdad que a todas luces falsa abrigó un largo compás de espera. Nunca un desmentido, pero tampoco jamás una excusa a la fanaticada. El agente del jugador indicó el jueves anterior, desde Estados Unidos, que estaba sorprendido por la especie, pero aquello no importó. Se componían más expectativas, algo nunca visto en la Arena del Cibao.

Pueblo Nuevo se alzó con una victoria, ese día, 87 por 84 frente al Gregorio Urbano Gilbert con una destacada labor de Marlon Martínez (28 unidades), ayudado por Víctor Liz (24) y Luis César Polanco (21). El otro refuerzo de los Capitanes fue el capitalino Carlos Paniagua. Así pasó la historia de una jornada dominical que incluyó otro encuentro donde Plaza Valerio superó al CUPES, 95-94.

Iverson fue en su momento la sombra de Luis Felipe López al egresar de la escuela secundaria. Ambos jóvenes, entonces, se disputaban la supremacía del mejor jugador camino a la universidad. Ambos se quedaron en el Big East, el dominicano con St. John’s, en las cercanías de su residencia paterna, y el otro partió hacia Georgetown. Después, la historia es harto conocida; el nuestro inició sus andanzas con la franquicia de Minnesota, mientras Iverson terminaría convertido en una de las fuerzas ofensivas más dominantes del circuito.

El anuncio ocupó espacio en todas las voces del deporte, corrieron ríos de tinta en la prensa escrita, los medios digitales estaban que reventaban, no hubo una emisión radial que estuviera ajena al tema, al punto de desgañotarse ante sus oyentes y las plantas televisoras desempolvaron videos. Alguien argumentó: “la promoción recibida por el país no tiene precio, nuestro baloncesto ha vuelto a tocar espacios donde jamás soñamos”. ¡Vaya perla!

El amigo Euri Hernández contactó a miembros de la prensa santiagués sólo para quedar en el limbo, pero emitió el más enfático de los dictámenes: “nadie lo ha visto jugar desde que salió de Turquía, nadie sabe donde está, no se conocen sus condiciones físicas actuales, ningún equipo de la NBA ha mostrado interés por sus servicios, no pactó a inicios de año con Puerto Rico o Venezuela, como se comentó, ni siquiera en las redes sociales o en el Internet hay noticias de su preparación y desempeño”. ¡Más claro, ni el agua!

El lunes 26 de marzo, camino a mis actividades cotidianas, se lanzó una nota desde Santiago que se seguía conversando con el jugador. ¡Ya no sabía si reír o llorar!

El sábado 24 de marzo, un día antes de la anunciada venida, el jugador Christopher Moore, que vestía los colores del Gregorio Urbano Gilbert denunció por una página de Facebook llamada Basket de Santiago, que no le habían saldado sus honorarios profesionales, que había sido relegado por el equipo y que jamás había vivido tantas hipocresías por parte de un equipo contratante. Moore, que por lo menos ha estado presente en el país los últimos 3 años, recorriendo torneos aquí y allá, ha vivido muchas vicisitudes en nuestro territorio.

El propio jugador Víctor Liz, ídolo local del Pueblo Nuevo, ha confrontado enormes contrariedades para el pago de sus salarios y no es secreto para nadie que en su actual contrato hay cláusulas especificas para el cobro de todo el dinero atrasado de años anteriores.

Pueblo Nuevo captó la atención de todos en base a una fantasía, a un cuento chino, a una enorme mentira, a un canasto fallado desde el mismo momento que salió de la boca de su representante, Mito Rafael Núñez, a quien todos conocen como Chelín. La Asociación de Baloncesto de Santiago (ABASACA) debería tomar un ejemplo moralizador frente a este tipo de anuncios. Bola de humo superficial, baladí, vacía, nimia, infundada, pueril, insustancial, ligera, frívola, insignificante, ociosa.

En lo que a mi respecta, siento mucha pena y vergüenza por el baloncesto dominicano, que no sale de un asombro, de un escándalo, de un improperio. Voceros como Núñez nos colocan al borde del despeñadero, aunque tratemos de negarlo una y mil veces.

En los tiempos de aquel barbero mencionado al inicio de estas líneas, estaban de moda las pistolas de mito, unas tiras con puntos plomizos que al humedecerse frustraban las alegrías infantiles. A Mito se le empapó la pistolita, chorreó el mito y dejó padeciendo a sus fanáticos.

Por demás, mostró irrespeto al trabajo de los que pretendemos ser agentes de jugadores, legalmente constituidos y con licencia para operar en todas partes del mundo, reconocidos por la propia Federación Internacional de Baloncesto (FIBA) que observamos pasmados como nuestros ofrecimientos son ridiculizados en nuestro país; apenas se nos ofrecen salarios de miseria para jugadores de primer nivel. Todo el mundo pretende a Michael Jordan o Shaquille O’Neal, en sus mejores momentos, a cambio de 300 dólares por noche, más una habitación deprimente de hotel.

Por eso hace tiempo que me olvidé del mercado dominicano, pero observo como el amigo Julián Suero es golpeado con las tantas iniquidades, perfidias, depravaciones, indecencias, de los dueños, presidentes y gerentes de equipos en toda la geografía nacional, que pretenden ahorrarse unos pocos pesos a favor de gentes sin conocimientos y sin almas.

Como si lo anterior fuera poco, otro chusco lanzó la bola de que aterrizaría en Santiago otro jugador de glorias pasadas, esta vez, Dennis Rodman, el polifacético atleta egresado de una institución de menor relevancia pero que alcanzó notoriedad más allá de lo imaginado por sus extravagancias dentro y fuera del terreno. Para la fecha, aquella fuerza interior tan poderosa, tan colorida y tan estrafalaria, está quebrado económicamente y para peor, alcoholizado hasta los tuétanos. El licor se ha convertido en tabla de salvación ante la catástrofe existencial por la que pasa.

Oportuno sería que estos anuncios fuera de contexto desaparecieran de la faz del baloncesto dominicano, que esos dueños, presidentes y gerentes se lancen a la búsqueda de recursos y buenos jugadores para sus entidades, que trabajen en la formación de nuevos valores y logren fortalecer las categorías formativas, que bien descuidadas están en todas partes; y mientras llega una fuerte amonestación por parte de FEDOMBAL, aprendan los deberes de la actividad. Ma, me, mi, mo, mu… mi mamá me ama, amo a mi mamá (Cartilla Silabario, primer grado de educación primaria, Instituto Iberia, Santiago).

Ha sido un flaco servicio de Chelín Núñez al deporte de todos, al que tanto amamos y que brinda tanta brillantez.


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