Conversación
ligera para un miércoles cualquiera
Febrero 25 del
2019
Yo:
«¡hola Tomás!!!»
Tomás:
«hola tío Luis, cuando tiempo sin saber de usted».
Tomás:
«tío Luis, mi papá está en Santo Domingo, le han ofrecido algunas cosas allí».
Yo:
«me extraña que no se haya comunicado conmigo».
Tomás:
«tío Luis, los que le invitaron a ir hasta allí pusieron como condición única
que bajo ningún concepto, ni siquiera en una emergencia médica, podía comunicarse
con usted. Que usted hace mucho ruido, creo que fue el término que usaron; me
parece que es gente con cara de beato y uñas de gato».
Yo:
«entiendo sobrino, cuando converses con él, dile que a pesar de eso, mi amistad
continua incólume; son más de 30 años, inclusive antes de tener amores con tu
mamá, en aquella época donde apenas rozaba los 25 años y ya se sentó en el
banquillo con una planilla que incluía la mano bendita de Juan Alberto Espil, Hernán
Montenegro, la cabeza serena Dwayne Bryant, a quien me solicitó se lo colocara
en Bahía Blanca, Norberto Tomás, la habilidad de Javier Maretto, Darrell Pinckney,
en sus mejores momentos, Ricardo Segal, Daniel Darío Arenas y Josi Gil, ¡un
equipo bárbaro!».
Yo:
«¿cómo están tus cosas, los estudios, Macarena, tu mamá?».
Tomás:
«todo bien tío Luis, las cosas marchan por el mejor de los caminos, la Macarena
muy pija, re-bárbara, ya graduada de arquitecto, y muy mama, también muy bien».
Yo:
«un abrazo Tomás, mañana estaré fuera de la ciudad, pero cualquier cosa me
llamas».
Es
en las tesis pequeñas donde se corre la cortina sobre el estado de salud de las
instituciones democráticas y sus figurantes. Quizás para nadie en República
Dominicana resulte grave que algunos con etiqueta de querubines intenten callar
la boca a quienes sustentan posiciones diferentes a los que en determinado
momento tienen la sartén por el mango; en nuestro territorio se mutilan
voluntades todos los días y la criminalización no tiene consecuencias… ¿Qué
produjo la desaparición de Altagracia Almánzar y su esposo Virgilio Martínez
Reyna?… ¿recordamos el secuestro, tortura y asesinato del exiliado vasco Jesús
Galíndez?... ¿dónde terminaron los huesos de Gregorio García Castro?... ¿fue un
acto civilizado lo sucedido con Amín Abel Hasbun?...¿qué pasó con Orlando
Martínez?... ¿qué sucedió con Narciso González?
En
un país donde los que son merecedores de pensiones no tienen ningún derecho, se
persigue selectivamente a los inmigrantes, sigue habiendo torturas, se cierran
espacios de radio y televisión, se obstruye la memoria histórica, se protege a
criminales de cualquier calaña y al Padre de la Patria se le disfraza con una
esfinge del presidente de turno, así jamás podemos pensar que nadamos en la más
pura de las democracias.
La
mayoría de las voces alternativas dentro de nuestras fronteras se desprecian,
la calidad ética de los medios periodísticos se coloca permanentemente en tela
de juicio, el vilipendio a la verdad corre con la seguridad de que el
intimidado no podrá responderles. Todos sabemos que es inseparable la idea de
que la democracia consiste en imponer a gritos los silencios de los demás y el
mundo no puede jamás girar en una sola dirección.
El
Gobierno Dominicano desde hace tiempo unió las voces de coros marciales a la
cantinela que por un poco por interés y un poco por miedo, para evitar escuchar
verdades sobre su desempeño, por lo general son dolorosas, es preferible
dejarlas de lado, y traza pautas desde el Palacio Nacional. Es impensable que
en países del primer mundo se señalen a comunicadores que han recibido
prebendas por 10, 12 o 15 millones de dólares y nadie toque esa inusitada
subida patrimonial.
Los
que ostentan posiciones frente a la vida pública replican esa grosería. Tenemos
demasiados temas que no pueden discutirse en público.
Aquí
se pretende acosar, desprestigiar y amenazar a quienes no comulgan con
determinados factores; generalmente cortados con la misma tijera: corrupción,
impunidad, desfalcos, malas artes, perversidad; los filtros inquisidores jamás
han sido estáticos, pero si llegan a fallar, aparecen los primeros censores,
buscando intimidar y desprestigiar; las prácticas de vigilancia tratando de
hurgar en los textos que se producen, la circulación de opiniones; y los
controles buscando detener todo lo no deseado.
Rafelin se ha
creído poseedor del derecho a juzgar como cualquier Santo Oficio en el
baloncesto y ha tratado de expandir sus habilidades más allá de la disciplina,
como buscando "rescatar" de
las garras del pueblo insolente y resentido a todas aquellas personas que
atentaran contra la fe de “la nueva era”.
Como en todas sus acciones, siempre algo desviado de los objetivos.
Nos
hace creer por demás, que es un ser muy apasionado, muy convencido de lo que
hace, y jamás ha sido excluyente, mezquino y con habilidades dignas de un “hijo-de-su maldita-madre”. Quizás mañana
en el Palacio de los Deportes coloque un potro, un cordel, un jarro de agua,
instale la gota de agua, una doncella de hierro, un aplastacabezas, una
horquilla para herejes, o una cuna de Judas. Total, ya tiene a Israel
Altagracia Mariano convertido en un Dzerzhinsky federativo.
Mientras,
el hacha va y viene, llamaré a unos amigos para que revisen mis teléfonos, no
encuentre allí a un cazador de conversaciones ajenas. ¿Logrará Rafelin sobrevivir a esa jornada tan privativa
y particular?... ¿podrá salir sano y salvo quien no define atmósferas y
construye personajes?... quizás vive sin sospecharlo en su última trinchera, más
temprano que tarde quien menos espera lo agarrará del pichirrí y chirrín chirrán.
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