miércoles, 27 de febrero de 2019


Camarita de vigilancia o Cantinflas 001

Febrero 25 del 2019


José Pérez se puede llamar cualquiera en Hispanoamérica, ahora, si usted agrega más detalles a lo común nos resultaría, por ejemplo, José Joaquín Pérez (1845-1900), quien fuera poeta, periodista y político dominicano; su homónimo fue José Joaquín Pérez Mascayano (1801-1889), presidente de Chile (durante el lapso 1861-1871); o José Pérez Bethancourt (+)  fue uno de los más sobresalientes visitadores a médicos en República Dominicana en los años finales de la década de 1970 y la siguiente. José Pérez, puede ser cualquiera, cualquier “hijo-de-machepa” que se le nombra así, como John Doe para los americanos o Juan Sin Nombre para los puertorriqueños.


Ivelisse Villegas publicó en el Listín Diario (Sep.25.2012): “el resentimiento social se da en una sociedad en que hay injusticia y desigualdad por un golpeo del Estado y de los poderes públicos. Cuando es por esta causa, el individuo la supera más fácil. Solo se necesita cambiar las condiciones y abrirle espacios de crecimiento y de humanización”, informa el sociólogo César Cuello Nieto, director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO)”.

Santiago Villa escribe en El Espectador, diario colombiano (Feb.26.2018): “el país está agobiado por una segregación social que es pasto para el narcotráfico, la criminalidad y otros males más cotidianos y extendidos, como la aridez cultural propia de las sociedades demasiado estratificadas… pregunté a mi interlocutor si no pensaba que hablar de "resentidos sociales" denotaba cierto clasismo… es anti-establishment… en muchos países del Primer Mundo, los resentidos votan por la ultraderecha. Son los racistas. Las personas que piensan que los inmigrantes les están quitando los empleos. Los xenófobos que alzan la bandera de Trump o Le Pen”.

En República Dominicana, aunque jamás lo pretendamos aceptar las relaciones sociales son tóxicas en gran medida. Vivimos sumergidos en una cultura de dilatado resentimiento social. La envidia por quien tiene más éxito y prestigio, y la idea de que no lo merece, no es exclusiva de los sectores que votan por los grupos de izquierda. Todos los que estamos sobre la faz de la tierra nos iremos en algún momento, unos primeros que otros; amén de que la delincuencia organizada que nos rodea sirve de catalizadora para algunas ausencias, quizás con demasiadas frecuencias.


Quedará y nos sobrevivirá la mentalidad enfermiza de clase, y de eso no nos va a salvar nadie; en materia deportiva no lo han alcanzado ni Roque Napoleón Muñoz Peña, ni José Joaquín Puello Herrera, y mucho menos Luis Mejía Oviedo, Luisin.

No hablaremos de Danilo Medina Sánchez, Leonel Antonio Fernández Reyna, Rafael Hipólito Mejía Domínguez, Joaquín Antonio Balaguer Ricardo, José Salvador Omar Jorge Blanco (Jorge como apellido), Jacobo Majluta Azar, Silvestre Antonio Guzmán Fernández, Héctor Rafael García Godoy Cáceres (provisional), Antonio Cosme Imbert Barrera (bando lealista en la Guerra Civil), Pedro Bartolomé Benoit van der Horst (bando lealista en la Guerra Civil), Francisco Caamaño Deñó (bando constitucionalista en la Guerra Civil), José Rafael Molina Ureña (bando constitucionalista en la Guerra Civil), Ramón Cáceres Troncoso (Triunvirato), Donald Reid Cabral (Triunvirato), Ramón Tapia Espinal (Triunvirato), Manuel Enrique Tavares Espaillat (Triunvirato), Emilio de los Santos Salcié (Triunvirato), Víctor Elby Viñas Román (Junta Provisional), Juan Emilio Bosch Gaviño, Rafael Filiberto Bonnelly Fondeur (Consejo de Estado), y Héctor Bienvenido Trujillo Molina; sólo para mencionar los que en algún momento han ocupado la Presidencia de la República desde el momento en que nací, en orden inverso a su administración. Ni los más virtuosos ni los perversamente desmejorados han cambiado la sociedad dominicana. 

Entre los que osaron comentar mi anterior publicación está José Pérez, así de simple, así de llano, tan común, pensé era un anónimo, después ubiqué que es un entrenador de baloncesto que tuvo su momento de gloria cuando se coronó con el Club Rafael Barias en el baloncesto del Distrito Nacional, tomando el relevo de a mitad de campaña. Pérez me acusó de “recentido”. ¡Living la vida loca!


¿Levantó su dedo contra mí o le encargaron esa acción?... me inclino por la última opción.

A ver, repitamos todos: “recentido”, “recentido”, “recentido”, “recentido”. Estaría conforme si por lo menos hubiera escrito correctamente el vocablo.

Entonces, como puedo entender que exista una cúpula de entrenadores dominicanos de baloncesto que comete tantos yerros en la comunicación, por simple que esta sea. Para enseñar, que debe ser la primera función de cualquier instructor en cualquier disciplina, lo primero es que se debería de contar con una base académica solida; la ortografía de Pérez es de un niño de cuarto de primaria; casi un párvulo. Está más cerca de ser un mico, porque no puede ser de otra manera, quien pretenda ser un guía de almas y no sabe expresarse.

Reducir la enorme informalidad en los que pretender ser directores técnicos de los conjuntos dominicanos debería encabezar una lista de propósitos de la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL), pero su presidente, a quien todos conocemos por el quintopatiero mote de Rafelin, está más interesado en sus beneficios particulares y en jugar a manipular mariquitas que en desarrollar la disciplina. Usa o estos que quieren escalar posiciones para denostar a terceros porque su cobardía, sus miedos, sus pasiones ocultas que poco a poco se van develando y sus debilidades  esconden su torcida personalidad.

Los planes de divulgación y desarrollo del baloncesto en el país se postergan, las asociaciones provinciales han terminado siendo simples sellos gomigrafos y no hay futuro más allá de las pretensiones de escalar posiciones en un ranking donde se mezclan muchísimas veleidades y acceder a eventos que al final se traducen en descorazonamientos colectivos. Esquemas que nada benefician a la sociedad dominicana ni al deporte en particular.


FEDOMBAL en la vigente administración pasó a ser una entidad que no respeta en lo más mínimo las libertades individuales. Rafelin jamás se atreverá a promover valores liberales, por el contrario, los colocó en retirada. Cada día promueve el autoritarismo, sus bocinas pagadas pretenden convertirlo en populista, así todos tenemos la percepción de que es un corrupto de primer fila, busca influenciar a través del dinero en las campañas reeleccionistas más allá de su propia federación, la inequidad de justicia en FEDOMBAL se borró, ejerce una administración disfuncional y con excesiva frecuencia viola todos los preceptos sobre los derechos individuales.

Ante sus tropelías callan el Comité Olímpico Dominicano (COD), del cual ahora es tercer vice-presidente, un premio risible concedido por Luisin a un don nadie, pese a las advertencias de Nelly Manuel Doñé, y el Ministerio de Deportes y Recreación (MIDEREC) quienes se han convertido en sus cómplices.

En nuestro vecindario deportivo no se ha desvanecido la esperanza: más temprano que tarde se borraran todos estos demonios enquistados en posiciones de cierta prestancia social, retornan las opciones democráticas, dejaremos de reñir con el desdén amparado en el mismo imperio de la ley, por conveniencias coyunturales. Veremos cabeza rodar de seres que se han considerado impolutos.


Entonces, repito: ¿Levantó su dedo contra mí o le encargaron esa acción?

Por personajes como este José Pérez, el verbo "cantinflear" (hablar disparatadamente sin decir nada) inspirado en Mario Moreno, a quien todos conocimos por Cantinflas, fue aceptado por la Real Academia de la Lengua Española en 1992.

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