La crueldad de nuestras alcaldías
Anoche (Sep.01.2016) vi a El Cañero en la televisión, solo un instante, pero fue suficiente
para saber que es brutísimo, un ñame con patas y ojos. El Cañero, cuyo nombre es Alfredo Martínez (distrito municipal de San Luis, 1964), es el alcalde electo por el municipio Santo Domingo Este, y como tal
asumió el pasado Ago.16.2016. Si los residentes en la amplia y poblada
circunscripción oriental esperaban una mejoría en sus servicios públicos, que
se vayan despidiendo.
El Cañero |
Martínez fue diputado al Congreso Nacional desde el
año 2002 hasta este 2016; 14 largos años de ejercicios para como todos ser
mucha espuma y poco chocolate.
Existe una vaina que se llama grafología, desde donde es posible inferir ciertos rasgos de la personalidad de
los individuos; vi la firma de Martínez en su declaración jurada de
bienes y solo he confirmado mi teoría sobre sus niveles de inteligencia. No soy
un experto en esos términos, pero el tipo lo que hace es un garabato, ni
siquiera se asemeja a los ejercicios caligráficos que nos hacían realizar en
segundo y tercer grado de educación primaria. Debe ser un habilidoso cubierto
por el amplio paraguas del Partido de la Liberación Dominicana (PLD); igual
sucede en todas las banderías.
El
Cañero señaló desde el sillón donde estaba sentado que la
principal labor de la autoridad municipal era mantener el aseo público. Ahí
mismo cambié el canal. Era entrevistado en el canal 12 (Teleradio América) por
un sujeto de quien nunca he sabido como se llama, pero se me hace desagradable,
tengo la percepción de que es “un
intolerante”, el mismo piropo que el miembro de la Junta Central Electoral
(JCE), Eddy Olivares le lanzó a Reinaldo Pared Pérez, presidente del Senado de
la República y secretario general del PLD.
El Cañero, Ago.16.2016 |
Martínez señaló a su arribo a la alcaldía que había un
faltante de 1,400 millones de pesos (30.43 millones de dólares, moneda de los
Estados Unidos de América, al cambio de la fecha); solo en el contrato sobre
dotar de mobiliario al Palacio Municipal se cree que hay una fuga de 100
millones de pesos, en una cotización que no superaba los 118 millones de pesos.
Hasta ahora, no ha sometido a nadie, y dudo que lo haga.
En el Distrito Nacional donde asumió David Collado se
reportó un faltante de 1,500 millones de pesos; en Santo Domingo Norte, donde
está otro peledeísta llamado René
Polanco, uno de 900 millones de pesos; en Santiago otro de 1,500 millones de
pesos, allí asumió Abel Martínez Duran, quien abandonó la presidencia de la
Cámara de Diputados y así, la pelota pica y se extiende por alcaldías grandes y
pequeñas.
Ilustración de Flore Maquin |
Simpáticamente en Santo Domingo Oeste no se reportaron
indelicadezas; el alcalde entrante es Francisco Peña, quien recibió la
autoridad municipal de manos de su hijo, homónimo, Francisco –Francis- Peña. El padre ocupa por
tercera ocasión la posición, antes había ejercido entre el 2002 y el 2010,
mientras el hijo corrió en los últimos seis años. Las administraciones de los
Peña se han caracterizado por amplio clientelismo; los fondos del cabildo han
servido para dadivas y prebendas, se hace gracia con el impago de los arbitrios
municipales y prestamos de bajos montos a simpatizantes “de bajos recursos”. Nada diferente a la totalidad de las demás
administraciones municipales.
Martínez se hizo con la candidatura a la alcaldía de
Santo Domingo Este después de ser nombrado como ganador de
las encuestas hechas por su organización política. El contenido de las mismas
reveló apenas un 27.8 por ciento de preferencia frente a un 26.5 por ciento
alcanzado por la diputada Karen Ricardo, ampliamente favorita para la posición.
A la comisión electoral que estuvo a cargo de la senadora Cristina Lizardo no
le salió de “forro de los cojones o de
los ovarios”, como usted guste, “explicar
lo sucedido con el resto del porcentaje de los votos ni dar el nombre de la
casa encuestadora”.
Algo está muy mal en las decisiones y discusiones
que toman los partidos políticos respecto a sus candidatos a cualquier puesto, lo
de Danilo Medina Sánchez camino a las elecciones de mayo del 2016 es muestra más
que suficiente: “quiero mi congreso, mis
diputados, mis senadores… “; imagino que también sus alcaldes, sus amigos y
sus compañeritos.
Aquí perdimos la ecuanimidad, la decencia y la
perspectiva y lo que está mal es casi obvio: discutimos coyunturas más que
políticas de fondo y en la interminable pelotera priman más los eslóganes que
las realidades. La estupidez de muchos de los que alcanzan cargos electivos,
gracias a esa enorme fauna repartida en los partidos políticos es un mecanismo
que lleva a conclusiones falsas sobre modelos que han funcionado en
determinadas
coyunturas.
Ilustración de Mike Walton |
La discusión siempre está impregnada por la circunstancia,
el pretexto y la necesidad inmediata. El encuentro de fondo queda para otro
tiempo y cada cual llega con su receta, siempre muy distinta a la de la
administración anterior. El péndulo sigue moviéndose y las diferencias son
abruptas: si hubo una economía cerrada con Joaquín Balaguer Ricardo, llegó
Leonel Fernández Reyna con aperturas, liberación y devaluación para fortalecer
las exportaciones. La corrupción administrativa se mantiene sello como sello
circunstancial entre las diferentes administraciones.
Con
nuestras alcaldías poco o nada se ha logrado, especialmente después del
derrocamiento de Rafael L. Trujillo Molina en 1961. Nuestras comunidades son
cada día más sucias, malolientes, inseguras, menos habitables, hacinadas, y
paro de contar.
Mientras
los ayuntamientos se convierten en rumba abierta para fiestas y francachelas,
amplio clientelismo y desprecio por la labor comunitaria, nos impregnamos desde
las primeras horas de la mañana a un desagradable olor a aceite quemado,
nuestro campo visual se pierde entre insalubres puestos de frituras y triciclos
atiborrados de frutas. No voy a señalar las guagüitas
plataneras cargadas son esos tarros plásticos llenas de espaguetis nadando
en una pretendida salsa roja, sin tomates, y otros envases llenos de una mezcla
que pretende ser jugos para calmar la sed y bajar el atosigamiento matutino. Amen el ruido apabullante de los motores.
Ilustración de Mike Walton |
La
ciudad de Santo Domingo se dio el lujo de tener a Roberto Salcedo Gavilán como
alcalde (2002-16) por espacio de 14 años y aún no sabemos que caro nos costará
esa aventura; Salcedo Gavilán pasó de comediante a la deriva en la televisión a
alcalde de la ciudad primada de América, sin ningún tipo de experiencia. La
ciudad de San Cristóbal, a 30 minutos de Santo Domingo, eligió al ex-jugador de
béisbol profesional Raúl Mondesi convertido en corcho sin ápice de ideología,
para quedar arropada por la basura y la indiferencia. Gilberto Serrulle, un tránsfuga,
que pasó del PLD al PRD (Partido Revolucionario Dominicano) convirtió a
Santiago en un enorme estercolero. Así podemos desmenuzar uno a uno los
alcaldes dominicanos.
Mínimamente,
un alcalde debe: conservar el orden público en el municipio, de conformidad con
la ley y las instrucciones y órdenes que reciba de la Constitución de la República.
Los alcaldes deberían ser la primera autoridad de policía del municipio;
dirigir la acción administrativa del municipio; asegurar el cumplimiento de las
funciones y la prestación de los servicios a su cargo; representarlo judicial y
extrajudicialmente; y nombrar y remover a los funcionarios bajo su dependencia
y a los gerentes o directores de los establecimientos públicos de acuerdo con
las disposiciones pertinentes; presentar
al Consejo de Regidores los proyectos de acuerdo sobre planes y
programas de desarrollo económico y social, obras públicas, presupuesto anual
de rentas y gastos y los demás que estime convenientes para la buena marcha del
municipio; sancionar promulgar los acuerdos que hubiere aprobado el Consejo de Regidores y objetar los que
considere inconvenientes o contrarios al ordenamiento jurídico; crear ,
suprimir o fusionar los empleos de sus dependencias, señalarles funciones
especiales y fijar sus emolumentos con arreglo a los acuerdos correspondientes.
No podrá crear obligaciones que excedan el monto global fijado para gastos de
personal en el presupuesto inicialmente aprobado; colaborar con el Concejo de Regidores para el buen desempeño de sus
funciones, presentarle informes generales sobre su administración y convocarlo
a sesiones extraordinarias, en las que sólo se ocupará de los temas y materias
para los cuales fue citado; ordenar los gastos municipales de acuerdo con el
plan de inversión y el presupuesto.
Ilustración de Mike Walton |
El Cañero rápido tendrá que
darse una revisada a sus funciones, leer el manual mínimo para una gestión
competente y ponerse los pantalones. Su partido, que sin lugar a dudas lo
impuso, deberá darle una manito, si es que le interesa que las cosas no se le
vayan de las manos. Porque a pesar de que Álvaro Arvelo nos repitió un millón
de veces que Juan De Los Santos era el más grande y eficiente alcalde de
Hispanoamérica, la verdad es que el municipio de Santo Domingo Este, como todos
en el país, dista de ser una tasita brillante.
En
lo personal, y pese a no ser el municipio donde resido, esperar alguna gestiona
acertada de El Cañero seria una
sorpresa mayúscula.
¿Nos
equivocamos otra vez?
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