domingo, 5 de octubre de 2014

La mochila de Lalane José

La despedida de Federico Lalane José como presidente de la Liga Nacional de Baloncesto (LNB) merece
Lalane José
mucho más que una simple nota de prensa. Leí las ediciones digítales de los diarios dominicanos Listín Diario, El Caribe y Hoy de fecha Oct.04.2014, para encontrarme con lo mismo en todos. Inclusive con un error garrafal: “el señor José”; don Federico tiene como apellidos Lalane, por la parte paterna, y José, por la parte materna. Por ambos lados es “turco” (hijo de Federico Lalane Demorizi, quien había nacido en Samaná y Elisa María José), descendiente de la migración de sirios, libaneses y palestinos que ocurrió en el país a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.

Lalane José ha cargado desde siempre una talega pesada; una mochila de esas que no se ven pero que llenan el alma y algunas veces se esfuerza por desdibujar las fuerzas. Quizás el alejamiento de la presidencia de la LNB resulte el final de su vida pública, ya cuenta con 77 años de edad, aunque su entereza y vitalidad evita que los aparente; en el camino ha sorteado con señorío algunas situaciones que trataron de minar su salud.

Don Federico y mi mamá fueron compañeros de trabajo en la Corporación de Fomento Industrial (CFI), hace ya muchísimo tiempo, para ser indiscretos, antes de la Guerra de Abril; para ella, por ahí pasó el conglomerado de los jóvenes más preparados y emprendedores de entonces. Una generación que se superó y enfrentó con entereza aquel reto de Joaquín Balaguer, años después, el de la substitución de las importaciones con empresas novedosas; eran otras épocas, otras esperanzas y otras condiciones.


Amante decidido de su lar nativo, Samaná, se instaló con su familia en la capital dominicana siendo un mozalbete y rápidamente se integró a la vida productiva. Egresó como bachiller de la Escuela Superior de Peritos Contadores y terminó sus estudios en la Universidad de Santo Domingo como Contador Público. Fue vicedecano de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales cuando ya era Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y vicerrector de esa casa de altos estudios entre 1970 y 1972, en la rectoría del doctor Rafael Kasse Acta. Tiempos convulsos para el estudiantado universitario; época también donde el béisbol de la UASD y el coro alcanzaron sus más altas cotas.

Esos mismos años terminaron de moldear su reciedumbre; responsabilidades académicas y profesionales, hombre joven con marcada tendencia dirigida a pensar y actuar por su familia de sangre y por su gran familia que fueron los hombres y mujeres comunes que menos tienen, padre de familia recién estrenado y hermano de un combatiente al régimen de Balaguer en primera línea, Eberto Geordano, Papilo para familiares y amigos, El Fiero como lo llamó Hamlet Hermann en su biografía; un hombre al que Juan Bosch en su exilio de Benidorm se negó a recibir.

Pese a que lo sigue siendo, vivir en la ciudad de Santo Domingo es y era un desafío para la juventud. 

Como escribió Ligia Minaya en Diario Libre (Jun.20.2009): “Si El Fiero no hubiera muerto, sería hoy un político a seguir, un hombre en el que los dominicanos podríamos confiar. Pero decía mi abuela que, Dios sólo come corazones, y quizás en ese momento el corazón de Eberto le era imprescindible para alimentarse. Olvidándose Dios de los que quedamos, pienso yo”.

Eberto Lalane José y familia
Cuando se retome la historia, fuera de la mitificación de los héroes y de tantas voces que han cobrado caro al país su juego de trujillistas / antitrujillistas, combatientes / constitucionalistas / guerrilleros, las figuras de Tomasina Altagracia Cabral Mejía (Sina), Ulises Cerón Polanco, Amaury Germán Aristy, Eberto Lalane José, Bienvenido Leal Prandy, Octavio Augusto Mejía-Ricart Guzmán, Horacio Julio Ornes Coiscou, Virgilio Perdomo Pérez, Juan Enrique Puigsubirá Miniño (Johnny) y Juan Rodríguez García serán de los que pasarán de las crónicas a la mitología. Por razones muy personales y pasiones compartidas siempre recordaré a Federico Horacio Henríquez Vásquez (Gügú) y Felipe Gregorio Maduro Sanabia. Mario Benedetti escribió: “la esperanza es que la memoria no haga trampas, que nos espere con los ojos de antes, los brazos de cerca, las calles de siempre, los árboles que no se derrumbaron”.

Lalane José no ha sido una cadenita de oro. No es del gusto de todos, pero construir una estampa como la suya conlleva muchos sacrificios. Ha tenido posiciones de mucha exigencia y también ha sido malmirado. Actualmente es presidente de la Fundación Mauricio Báez, institución a cargo de una escuela, un liceo, dispensario médico, el polideportivo y el Centro Cultural Mauricio Báez, que se debate en fuertes luchas intestinas, por diferencias entre su director ejecutivo César Heredia Guerra y el presidente del club del mismo nombre, Saturnino Martínez, que de no apaciguarse explotarán como un cohete chino; una vez se le escuchó decir a Lalane José: “ustedes y mucha gente más quiere cobijarse bajo mi brazo porque saben que yo no permito vagabundearías y la gente me respeta”.

Lalane José también fue Contralor General de la República en la administración de Hipólito Mejía Domínguez (2000-04), y pese a todos los escándalos que se suscitaron en la misma, nadie pudo levantar un solo dedo en su contra.

Como todos, se inclinó en por los deportes en algún momento de su vida; son pocos los hombres de más de 40 años que no se volcaron hacia la actividad deportiva, inclusive en los momentos más aciagos. Adquirió cierta notoriedad cumpliendo sus funciones administrativas en la UASD, donde Ramón Agustín –Monchín- Pinedo Mejía también era cabeza del movimiento deportivo.

Lalane José incursionó como jugador de béisbol aficionado. Muchos años después llega al baloncesto. Para
Selección USA, 1983
1976 es llevado como vocal de la Asociación de Baloncesto del Distrito Nacional (ABADINA). En 1978 llega a la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL) donde ocupó las posiciones de vocal, tesorero, vice-presidente y presidente. Entre 1980 y 1984 presidió por primera ocasión la FEDOMBAL y en ese mandato recibió a la selección de Estados Unidos camino a los Juegos Panamericanos de Caracas. Cuando la delegación llegó al Aeropuerto de Las Américas, el jefe de la misma, William –Bill- Wall, en el área de migración le dijo a Lalane José: “usted se parece mucho a un personaje muy de moda en mi nación”… quedó perplejo, me miró y le dije: “Federico, Mr. Wall quiere decir que te pareces a Gandhi, porque la película se estrenó hace unas semanas y está rompiendo las taquillas”.

El equipo de los Estados Unidos que nos visitó estaba conformado por Michael Cage (San Diego State), Michael Jordan (North Carolina), James Master (Kentucky), Chris Mullin (St. John’s), Sam Perkins (North Carolina), Ed Pickney (Villanova), Mark Prince (Georgia Tech), Fred Reynolds (Texas-El Paso), Charlie Sitton (Oregon State), Greg Stokes (Iowa), Wayman Tisdale (Oklahoma) y Leon Wood (California State-Fullerton), bajo la dirección de Jack Hartman (Kansas State). Mullin no jugó en Santo Domingo al lesionarse en un juego previo de exhibición en Puerto Rico.

Lalane José llegó a ser vocal y vice-presidente de la Confederación Centroamericana de Baloncesto (CONCENCABA), vice-presidente de COPABA (Confederación Panamericana de Baloncesto), la que después pasó a llamarse FIBA-Américas, aunque renunció a la misma en 1992 y miembro del Buró Central de la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA); por mucho tiempo le acompañó en sus aventuras el ingeniero Manuel Acosta, hoy totalmente apartado de las actividades de la disciplina.

Su llegada a la Liga Nacional de Baloncesto (LNB), proyecto que buscaba relanzar la fracasada Liga Dominicana de Baloncesto (LIDOBA), se sintió como una referencia moral; un arbitro para las pasiones de inversionistas con dinero convertidos en dueños de equipos, casi todos sin saber nada de la actividad, y muchos mercaderes alrededor de los mismos. Ahí sorteó más de un temporal, sin muchos ruidos. El circuito intenta cada año venderse como la panacea de la disciplina en el país, disfrutando de muchos beneficios que le ha brindado la FEDOMBAL en las administraciones de Frank Herasme Díaz y Rafael Fernando Uribe Vásquez.

Expresaba la nota de su separación: “durante su administración la LNB logró superar escollos en aspectos fundamentales de seguridad, disciplina y credibilidad, lo que se ha traducido en una mayor participación de importantes marcas patrocinadoras”. 

Pese al derroche de recursos, las millonarias perdidas acumuladas, los cambios de propietarios, la liga no termina de prender entre los fanáticos. Tampoco ha interesado tender un puente entre la entidad y los diferentes clubes que pululan en toda la geografía nacional, que a la postre son los responsables del surgimiento de nuevos valores. En esta etapa, esa fue una labor pendiente de Lalane José, pese a que no desentonó en ningún momento.

Como dice el poeta estadounidense T.S. Eliot en La canción de amor de J. Alfred Prufrock, cada mañana Lalane José seguirá mirándose al espejo, un espejo imaginario, construyendo un rostro que afronte los rostros que tenga que enfrentar, con la sola utopia de hacer cosas sólo con palabras y algunos números de quienes le soliciten; nunca un fugitivo de sí mismo que salta alambrados falsos.

Si le preguntara al propio Federico Lalane José si este es el final de su vida pública, se sonreiría y con el pecho henchido respondería: “muchacho, pero tu estas loco, amo la vida y me empeño por estar vivo; ahora es que yo estoy empezando”.

El cartel en las puertas del infierno del Dante dice que los que entran allí tienen que abandonar toda esperanza.

¡Aún no estamos allí!



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