sábado, 3 de mayo de 2014

Responsables de la violencia en el Pre-Superior…

De repente todos conocimos a María Vanessa Pérez por las notas que se publican sobre el baloncesto en República Dominicana; la frivolidad de los medios me asusta, lo pueril se convierte en titular de primera plana, nada de análisis en las crónicas de nuestros diarios, una mujer nacida en Texas, cazadora de fortunas, una amazona de tiempos recientes, capaz de ir cirugía tras cirugía, tratando de acentuar sus rasgos, mezcla de afroamericana y mexicano con rasgos ligeramente asiáticos, que se ha visto en medio de un escándalo provocado por su novio, 50 años mayor que ella.


En 1980 la sección de deportes del Listín Diario contaba apenas con 4 (cuatro) páginas, lo recuerdo porque allí era redactor (no es que sea viejo, sino que empecé muy temprano); ese año cuanto terminó el Torneo de Baloncesto Superior del Distrito Nacional, garabatee algunas cuartillas en la sala de redacción y paseé por El Botellón (27 de Febrero frente al Palacio de los Deportes). Me encontré con Fernando Teruel y recuerdo como ahora sus palabras: “el éxito de este torneo, de su difusión, de lo que conoció el publico, de las crónicas descriptivas, el interés porque todos los fanáticos conocieran a nuestros jugadores y a los refuerzos, se te debe a ti… mientras los organizadores estaban en otra cosa, tu empezaste a escribir, reseñabas la NBA, el baloncesto europeo y  llevaste a todos a interesarnos por la actividad”. En ese tiempo usaba una frase que se convirtió en respuesta: “ni usted mismo se lo cree”.

Más de uno me ha repetido que aprendió leyéndome, hay un periodista activo que recita mis columnas de tiempos pasados y también existe quien me asaltaba telefónicamente todos los domingos tratando de que le enseñara, casi por osmosis, lo poco que había aprendido en mi largo caminar. A ese último le recordé sus seres queridos muchas veces; ya era padre y mi tiempo no me pertenecía.

En la faceta de lector el único que me ha nutrido ha sido Rolando Guante, después casi todos, casi, me han pedido innumerables veces que les escriba para impresionar a posibles jefes, redactores jefes y editores. He de admitir, que no se escribir por encargo.

En lo particular no me interesa en lo absoluto las aventuras de María Vanessa Pérez y su novio. Creo que la
cobertura ha tenido más morbo y ficción que realidad y ponderación. Que un hombre con más arrugas que una pasa como Donald Sterling, dueño de Los Angeles Clippers, acapare los medios es una distracción, un desliz y una imprevisión. El propietario de un equipo que está de lleno en la post-temporada sabe que es una figura a tener en consideración. Los comentarios racistas salidos de su boca no son novedad; y un carajo que manda a su novia a dormir con cualquiera no merece ninguna consideración.

Pero María Vanessa Pérez, que se hace llamar V. Stiviano, que ya en el pasado usó otros alias, como Vanessa María Pérez, Mónica Gallego, María Mónica Pérez Gallego y María Valdez, acostumbrada a transportase últimamente en un Bentley o un Ferrari y quien se describe a si misma como artista, amante, escritora, cocinera, poeta, estilista y filántropo, de quien se dice se ha practicado todo tipo de recauchados, adicta a los selfies, debe sentirse infeliz, rota, afligida, menguada, cambiando pañales, administrando estimulantes sexuales y activándole la bombita a su novio, sabiéndose que también no pertenece al reino de las rubias, ni siquiera por accidente con un frasco de agua oxigenada.

Eso es lo que nos importa y nada más. Basura amarillista y ahí nos divertimos, pretendemos hacernos duchos de un mundo que pocos tocan. Hablamos pluma de burros hasta por los codos y nos extasiamos después con una suspensión a Mr. Sterling, a quien poco ya le deben interesar las cosas mundanas, y que cuyos Clippers valen en el mercado actual la nada despreciable suma de 700 millones de dólares.

El concon nadie quiere guayarlo; el calor de las calles se desprecia. Es muy fácil esperar una nota de Jacinto Díaz u Odalis Sánchez para en el confort de una sala de redacción quitar, acomodar palabras e intereses. Los medios ya ni siquiera van a los escenarios.

Hasta hace dos años el Torneo Pre-Superior del Distrito Nacional tenía una categoría abierta; había jugadores rozando los 40 años de edad, situación aberrante. Todo el mundo entendía que era una ventana camino al máximo evento de la Asociación de Baloncesto del Distrito Nacional (ABADINA). En el año 2013 la categorización varió y la administración de Ramón Rodríguez, alias El Teacher, después de muchos reclamos, inclusive los de este servidor, limitó la edad a 25 años.

La justa siempre ha sido exitosa, un preámbulo esperanzador para la reconquista del Palacio de los Deportes, las barriadas se vuelcan anhelantes sobre sus representativos, pero después todo parece borrarse del escenario por la siempre incapacidad manifiesta de los hombres, porque nunca hay mujeres en el Comité Ejecutivo, miembros de ABADINA.

Las vueltas regulares marchan con bastante normalidad, incidentes aislados pueden producirse al calor del juego, pero no mucho más. En el aspecto técnico hay otras quinientas, rápido se ponen de manifiesto las carencias de nuestros entrenadores en aspectos tan básicos con transmisión de enseñanzas, control de grupo, la ejecución de sus planteamientos y la transmisión de mandos.


Los juegos en su totalidad están carentes de técnica, no hay controles de situaciones y mucho menos con reloj; la función de los jugadores altos es puramente presencial pues no hay jugadas diseñadas para ellos y sólo queda la captura del rebote; los armadores son todos ofensivos y con sed de figurar siempre entre los mejores anotadores; los lances de tres es el único recurso de los muchachos sobre el entablado y el juego interior se muestra ineficiente, a ambos lados de las ejecutorias.

Al final, se desarrolla lo que he llamado el baloncesto ping-pong. Se corre detrás de una pelota durante el tiempo que los árbitros decidan (otro fallo del sistema), sin dominarla en ninguna instancia.

Los clubes no despliegan ninguna labor previa frente a la justa. Los chicos son reclutados al vapor, no hay equipos, no hay entereza por la práctica rigurosa, la preparación individual ni por los rigores de un entrenamiento tendiente a la perfección de unos como entes y del colectivo como el todo. Nadie ha desarrollado en nuestras barriadas, grandes o chicas, carenciados o de nivel sobre el promedio, un proyecto de altura con jóvenes hasta 15 años de edad.

Nuestros dirigentes no tienen vocación por el trabajo. Son meros embaucadores: los directivos de los clubes y muchos entrenadores que también realizan funciones duales.

En el calor de esta versión 2014 (Abr.25.2014) estalló la falta de criterio de los organizadores y de uno de los clubes envueltos en la justa: Villa Francisca. La instalación del Mauricio Báez en el sector de Villa Juana sufrió daños de consideración cuando el presidente de la organización extra-muros, Rubén Montes de Oca, fue incapaz de mantener el orden entre sus hordas y el populacho, amenazó agriamente a todo el que le cruzó por el lado, llevó su propia seguridad, amenazó con convertir aquello en una película del viejo oeste y hasta el momento no ha recibido la mínima amonestación.

Con conforme con ello, se refugió en las redes sociales para atacar al principal directivo del Mauricio Báez, Saturnino Martínez, quien también se perfila como un sólido aspirante a una posición de relevancia dentro de la ABADINA en las elecciones de diciembre venidero.

Independientemente de todo lo hasta ahora dicho, hay que admitir que ha sido muy difícil el manejo de los eventos pre-superiores. Unas veces son los jugadores, otras los dirigentes y no muchas menos la fanaticada que se comporta con verdaderos demonios quemándose en el infierno. Los juegos se salen de la cancha y las rencillas suben de color hasta convertirse en inmanejables.


Hace varios años el atleta Adam Beltre del Club Rafael Barias perdió la compostura, se le disparó el escasísimo control que tiene sobre si mismo y armó la tangana, precisamente en la cancha del Mauricio Báez. Los asistentes salieron asustados, impávidos, ante la agresividad de este joven quien se armó con piedras y botellas de cristal, previamente rotas. Beltre apodado Changó, un desadaptado, con gravísimos problemas conductuales, no recibió ninguna sanción. El mismo jugador, en el 2012, jugando para Los Prados, y a la sazón Johnny Marte presidente de ABADINA, agredió con un material cortante y por la espalda a dos jugadores del San Lázaro. Por supuesto, el ingeniero Marte en una muestra de cobardía, se lavó las manos.

Beltre ha continuado jugando en diferentes justas, allí donde prima la falta de capacidad y donde el buen baloncesto se borra para satisfacer a los tenedores de las franquicias. En el año 2013 estuvo, por lo menos con el Rafael Barias en el Superior del Distrito Nacional, con los Titanes del Licey en la Liga Nacional de Baloncesto, con los Industriales en el Superior de la provincia de Santo Domingo, y en el superior de Villa Riva.

En la versión del pre-superior del 2011, un jugador del Mauricio Báez se vio en la necesidad de realizar dos disparos al aire, sin causar daños posteriores, ante la agresión que pretendían cometer jugadores rivales en mitad de uno de los partidos, Eso se calló, se borró de cualquier novedad y se escondió. Nadie fue sancionado. Era también la administración del ingeniero Marte.

En la situación reciente con Villa Francisca los medios no han imputado nada. Es como si nada hubiera pasado, pero tampoco la directiva del Mauricio Báez, ni la ABADINA y mucho menos la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL). Todo el mundo hizo mutis y el silencio se convierte en cómplice desgarrador. Todos proclaman que anhelan la fortaleza del baloncesto capitalino, pero nadie parece tomar en serio los conceptos fundamentales para el desarrollo, orden y disciplina de la actividad.

Mientras eso sucede, el secretario general de la ABADINA, Gilberto De La Cruz pretende ensañarse contra José Augusto Castro, presidente del Club del Barrio Mejoramiento Social (BAMESO), a quien pretende apartar de la institución por 5 años, por unos comentarios dichos en el calor de las reuniones camino al venidero Superior del Distrito Nacional. Usted puede pensar lo que quiera de Castro, en estos momentos profundas diferencias nos separan por comentarios vertidos en estas lineas, pero no hay dudas por quien me decantaría.

El actual secretario general de la ABADINA es sabedor y encubridor de todas las indelicadezas efectuadas en la presente administración, es un carajo, si, un carajo, que pretende actuar como dueño y señor de la institución, cambiando calendarios, permitiendo inscripciones fuera de lugar, negándose a premiar a los que se han llevado en buena lid los eventos y quien por demás, nada ha aportado a la actividad. Ni siquiera pertenece a un club reconocido por su trabajo.

Vamos, repitan conmigo: el actual secretario general de la ABADINA es sabedor y encubridor de todas las indelicadezas efectuadas en la presente administración.

De nada sirve enseñar a los niños cómo comportarse correctamente en las competiciones deportivas si los adultos nos conducimos como verdaderos salvajes, hacienda todo tipo de travesuras, en presencia de ellos mismos. Aquí los niños crecen muy rápido y no siempre por el buen camino. Emprenderla a puñetazos, vociferar delirantemente con palabras impublicables, llevar armas de fuego y materiales cortantes a los partidos, bebidas alcohólicas para ser entregadas a dirigentes y jugadores, sin la minima amonestación. Las cosas deberían manejarse de manera diferente, pero nadie adopta una actitud responsable. No se puede ceder por más tiempo ni encogerse de hombros si se intenta restar importancia a todo lo sucedido calificándolos de “hechos aislados”.

Los incidentes se han vuelto constantes, es fácil reunir testimonios de quienes asisten a la banalización de los malos modos en los campos, donde sus hijos se ven azuzados por exaltados. La violencia latente que acompaña a muchos encuentros de la competición se entiende mejor si desde las edades más tempranas se les deja claro que eso es lo normal. Algo habrá que hacer para salvar en ellos el espíritu deportivo.

La pasión que llena estadios, la responsabilidad de los jugadores ante audiencias en los partidos definitorios: todo eso está muy bien. Pero empecemos por el principio: no se puede enseñar a los niños que vale todo con tal de ganar, y que si pierden se debe solo a una injusticia que autoriza o justifica propinarle una buena paliza al señalado como culpable. Por mucho que sirva el baloncesto para el desfogue de las multitudes, nunca se debe ser tolerante con los pendencieros.

En la introducción del estudio “Un análisis cualitativo de la violencia en el deporte” de Antonio Hernández Mendo y María Isabel Macias (Universidad de Málaga, 2010) se indica: “La conceptualización de la violencia es compleja y repleta de matices. Una de las primeras matizaciones es la diferencia que existe con el concepto de agresión. En su definición, la violencia aparece como el componente físico de la agresión. La agresividad es una emoción con una función adaptativa para todas las personas, que para tener éxito en su vida laboral o personal utilizan la agresividad para lograrlo, este tipo de agresión se denomina agresión prosocial. Cuando esta emoción no responde a su función adaptativa se considera agresión antisocial ya que este tipo de agresión da lugar a dolor y sufrimiento en otras personas. La agresión se puede definir como la imposición de un estímulo aversivo, físico, verbal o gestual de una persona a otra. La agresión no es una actitud sino un comportamiento que refleja un intento de causar daños (LeUnes y Nation, 1989).

A lo largo de los años, se han identificado dos tipos básicos de agresión: agresión hostil y agresión instrumental (Baron, 1977). Estos dos tipos de agresión se distinguen en términos de sus reforzadores primarios, o en función de los objetivos que persigan con el acto cometido. Sin embargo, en ambos casos, la intención es dañar a otro ser humano. En esencia, la agresión es primariamente un comportamiento aprendido que resulta de una interacción entre individuos con su medio social durante un tiempo (Bandura, 1973). Si no es éste el caso, el comportamiento no es agresión (Bandura, 1973). En las agresiones hostiles, la meta primaria es dañar a otro ser humano. La intención es conseguir que la víctima sufra, y el refuerzo es el dolor y el sufrimiento causado. Este tipo de agresión va siempre acompañado de sentimientos de ira (o rabia) por parte del agresor. Otros términos que han sido usados para la agresión hostil incluyen agresión reactiva (Silva, 1979). Las agresiones instrumentales también intentan dañar al objetivo, sin embargo, la meta no es observar el sufrimiento de la víctima, pero si recibir alguna otra recompensa externa o meta (dinero, victoria poder o prestigio). El agresor ve el acto agresivo como un instrumento para conseguir su meta primaria. Alcanzar esta meta refuerza el comportamiento agresivo.

Violencia se refiere específicamente al componente físico de la agresión. Echeburúa (1998) diferencia la conducta violenta de dos formas distintas, para este autor existe una violencia expresiva, que estaría motivada por sentimientos de ira, caracterizada por una dificultad en el control de impulsos o en la expresión de los afectos, y la violencia instrumental, esta planificada y expresa un grado profundo de insatisfacción a la vez que no genera sentimientos de culpa.


La violencia es en la mayoría de los casos el resultado de que factores aprendidos, culturales, en el sentido más amplio del término, alteren el equilibrio natural de la agresividad. Ese aprendizaje tiene lugar a lo largo de la historia personal del individuo y estará condicionado por múltiples factores. Algunos tendrán que ver con su vertiente social; otros con la familia en la que se inserta; otros con diferentes estructuras sociales y finalmente, habrá elementos relacionados con los prejuicios, las preconcepciones, la ideología, los principios, los valores, etc., que configuran la forma que se tiene de ver el mundo en un momento dado. El niño que observa cómo su padre o su madre se valen de la violencia para alcanzar sus objetivos, puede interiorizar la idea de que la violencia es un medio adecuado para lograr metas. Es muy posible que también la haga suya si sabe de acciones de fuerza que, socialmente, se estiman legítimas para responder a amenazas o al uso real de la violencia. Por eso es necesario esforzarse, social y racionalmente, en encontrar soluciones no violentas para los conflictos. Pero el niño también aprende de lo que observa en las pantallas. Este tipo de aprendizaje se llama “modelado simbólico”.

El tema del fenómeno violento es de gran interés en nuestros días. La televisión, la prensa y gran parte de la literatura se centran en dicho tema y se hacen eco de los grandes acontecimientos violentos que se generan en la sociedad actual. No dudamos que es necesaria esta transmisión de información en muchos casos (Guerra contra Irak, los acontecimientos del 11-S, etc.). Pero ¿no podría convertirse en un arma de doble filo? Muchos autores apoyan la idea de que los medios de comunicación hacen un uso excesivo de los contenidos violentos para captar la atención de sus receptores (Clemente y Vidal, 1994). ¿Podría esta excesiva violencia ser un factor más para el aprendizaje de conductas violentas?”.

En el inicio de las finales de la justa Pre-Superior (May.02.2014), donde se vio todo tipo de suertes, todo. La violencia apareció nuevamente, faltando 44 segundos para que se cumpliera el plazo reglamentario, un jugador del Rafael Leonidas Solano cometió una falta fragrante a un jugador del Mauricio Báez, con el juego decidido; las bancas se levantaron y de inmediato las fanaticadas se lanzaron al ruedo.


La directiva del Mauricio Báez dispuso que no se juegue más en su sede y las previsiones de la ABADINA para una cancha alterna, se dispararon. No hay lugar donde llevar la justa a feliz término, a menos que no se habilite el Palacio de los Deportes o el Pabellón de Voleibol del Centro Olímpico.

El baloncesto dominicano sigue jugando entre los dilemas, si viajar a otras esferas o huir de lo que se ha transformado; una necesidad que se va convirtiendo en casi espiritual, en un constante ir y venir.

Hay gente dispuesta a no resignarse. A no seguir las malas actitudes que se repiten bajo el sol. Es más de lo que parece y los vientos soplarán en otras direcciones.


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