Responsables de la violencia en el Pre-Superior…
De repente
todos conocimos a María Vanessa Pérez por las notas que se publican sobre el
baloncesto en República Dominicana; la frivolidad de los medios me asusta, lo
pueril se convierte en titular de primera plana, nada de análisis en las
crónicas de nuestros diarios, una mujer nacida en Texas, cazadora de fortunas,
una amazona de tiempos recientes, capaz de ir cirugía tras cirugía, tratando de
acentuar sus rasgos, mezcla de afroamericana y mexicano con rasgos ligeramente
asiáticos, que se ha visto en medio de un escándalo provocado por su novio, 50
años mayor que ella.
En 1980 la
sección de deportes del Listín Diario contaba apenas con 4 (cuatro) páginas, lo
recuerdo porque allí era redactor (no es que sea viejo, sino que empecé muy
temprano); ese año cuanto terminó el Torneo de Baloncesto Superior del Distrito
Nacional, garabatee algunas cuartillas en la sala de redacción y paseé por El
Botellón (27 de Febrero frente al Palacio de los Deportes). Me encontré con
Fernando Teruel y recuerdo como ahora sus palabras: “el éxito de este torneo, de su difusión, de lo que conoció el publico,
de las crónicas descriptivas, el interés porque todos los fanáticos conocieran
a nuestros jugadores y a los refuerzos, se te debe a ti… mientras los
organizadores estaban en otra cosa, tu empezaste a escribir, reseñabas la NBA,
el baloncesto europeo y llevaste a todos
a interesarnos por la actividad”. En ese tiempo usaba una frase que se
convirtió en respuesta: “ni usted mismo se
lo cree”.
Más de uno
me ha repetido que aprendió leyéndome, hay un periodista activo que recita mis
columnas de tiempos pasados y también existe quien me asaltaba telefónicamente
todos los domingos tratando de que le enseñara, casi por osmosis, lo poco que
había aprendido en mi largo caminar. A ese último le recordé sus seres queridos
muchas veces; ya era padre y mi tiempo no me pertenecía.
En la
faceta de lector el único que me ha nutrido ha sido Rolando Guante, después
casi todos, casi, me han pedido innumerables veces que les escriba para
impresionar a posibles jefes, redactores jefes y editores. He de admitir, que
no se escribir por encargo.
En lo
particular no me interesa en lo absoluto las aventuras de María Vanessa Pérez y
su novio. Creo que la
cobertura ha tenido más morbo y ficción que realidad y
ponderación. Que un hombre con más arrugas que una pasa como Donald Sterling,
dueño de Los Angeles Clippers, acapare los medios es una distracción, un desliz
y una imprevisión. El propietario de un equipo que está de lleno en la
post-temporada sabe que es una figura a tener en consideración. Los comentarios
racistas salidos de su boca no son novedad; y un carajo que manda a su novia a
dormir con cualquiera no merece ninguna consideración.
Pero María
Vanessa Pérez, que se hace llamar V. Stiviano, que ya en el pasado usó otros
alias, como Vanessa María Pérez, Mónica Gallego, María Mónica Pérez Gallego y
María Valdez, acostumbrada a transportase últimamente en un Bentley o un
Ferrari y quien se describe a si misma como artista, amante, escritora,
cocinera, poeta, estilista y filántropo, de quien se dice se ha practicado todo
tipo de recauchados, adicta a los selfies,
debe sentirse infeliz, rota, afligida, menguada, cambiando pañales,
administrando estimulantes sexuales y activándole la bombita a su novio, sabiéndose que también no pertenece al reino de
las rubias, ni siquiera por accidente con un frasco de agua oxigenada.
Eso es lo
que nos importa y nada más. Basura amarillista y ahí nos divertimos, pretendemos
hacernos duchos de un mundo que pocos tocan. Hablamos pluma de burros hasta por
los codos y nos extasiamos después con una suspensión a Mr. Sterling, a quien
poco ya le deben interesar las cosas mundanas, y que cuyos Clippers valen en el
mercado actual la nada despreciable suma de 700 millones de dólares.
El concon
nadie quiere guayarlo; el calor de las calles se desprecia. Es muy fácil
esperar una nota de Jacinto Díaz u Odalis Sánchez para en el confort de una
sala de redacción quitar, acomodar palabras e intereses. Los medios ya ni
siquiera van a los escenarios.
Hasta hace
dos años el Torneo Pre-Superior del Distrito Nacional tenía una categoría
abierta; había jugadores rozando los 40 años de edad, situación aberrante. Todo
el mundo entendía que era una ventana camino al máximo evento de la Asociación
de Baloncesto del Distrito Nacional (ABADINA). En el año 2013 la categorización
varió y la administración de Ramón Rodríguez, alias El Teacher, después de muchos reclamos, inclusive los de este
servidor, limitó la edad a 25 años.
La justa
siempre ha sido exitosa, un preámbulo esperanzador para la reconquista del
Palacio de los Deportes, las barriadas se vuelcan anhelantes sobre sus
representativos, pero después todo parece borrarse del escenario por la siempre
incapacidad manifiesta de los hombres, porque nunca hay mujeres en el Comité
Ejecutivo, miembros de ABADINA.
Las
vueltas regulares marchan con bastante normalidad, incidentes aislados pueden
producirse al calor del juego, pero no mucho más. En el aspecto técnico hay
otras quinientas, rápido se ponen de manifiesto las carencias de nuestros
entrenadores en aspectos tan básicos con transmisión de enseñanzas, control de
grupo, la ejecución de sus planteamientos y la transmisión de mandos.
Los juegos
en su totalidad están carentes de técnica, no hay controles de situaciones y
mucho menos con reloj; la función de los jugadores altos es puramente
presencial pues no hay jugadas diseñadas para ellos y sólo queda la captura del
rebote; los armadores son todos ofensivos y con sed de figurar siempre entre
los mejores anotadores; los lances de tres es el único recurso de los muchachos
sobre el entablado y el juego interior se muestra ineficiente, a ambos lados de
las ejecutorias.
Al final,
se desarrolla lo que he llamado el baloncesto ping-pong. Se corre detrás de una pelota durante el tiempo que los
árbitros decidan (otro fallo del sistema), sin dominarla en ninguna instancia.
Los clubes
no despliegan ninguna labor previa frente a la justa. Los chicos son reclutados
al vapor, no hay equipos, no hay entereza por la práctica rigurosa, la
preparación individual ni por los rigores de un entrenamiento tendiente a la
perfección de unos como entes y del colectivo como el todo. Nadie ha
desarrollado en nuestras barriadas, grandes o chicas, carenciados o de nivel
sobre el promedio, un proyecto de altura con jóvenes hasta 15 años de edad.
Nuestros
dirigentes no tienen vocación por el trabajo. Son meros embaucadores: los
directivos de los clubes y muchos entrenadores que también realizan funciones
duales.
En el
calor de esta versión 2014 (Abr.25.2014) estalló la falta de criterio de los
organizadores y de uno de los clubes envueltos en la justa: Villa Francisca. La
instalación del Mauricio Báez en el sector de Villa Juana sufrió daños de
consideración cuando el presidente de la organización extra-muros, Rubén Montes
de Oca, fue incapaz de mantener el orden entre sus hordas y el populacho,
amenazó agriamente a todo el que le cruzó por el lado, llevó su propia
seguridad, amenazó con convertir aquello en una película del viejo oeste y
hasta el momento no ha recibido la mínima amonestación.
Con
conforme con ello, se refugió en las redes sociales para atacar al principal
directivo del Mauricio Báez, Saturnino Martínez, quien también se perfila como
un sólido aspirante a una posición de relevancia dentro de la ABADINA en las
elecciones de diciembre venidero.
Independientemente
de todo lo hasta ahora dicho, hay que admitir que ha sido muy difícil el manejo
de los eventos pre-superiores. Unas veces son los jugadores, otras los
dirigentes y no muchas menos la fanaticada que se comporta con verdaderos
demonios quemándose en el infierno. Los juegos se salen de la cancha y las
rencillas suben de color hasta convertirse en inmanejables.
Hace
varios años el atleta Adam Beltre del Club Rafael Barias perdió la compostura,
se le disparó el escasísimo control que tiene sobre si mismo y armó la tangana,
precisamente en la cancha del Mauricio Báez. Los asistentes salieron asustados,
impávidos, ante la agresividad de este joven quien se armó con piedras y
botellas de cristal, previamente rotas. Beltre apodado Changó, un desadaptado,
con gravísimos problemas conductuales, no recibió ninguna sanción. El mismo
jugador, en el 2012, jugando para Los Prados, y a la sazón Johnny Marte
presidente de ABADINA, agredió con un material cortante y por la espalda a dos
jugadores del San Lázaro. Por supuesto, el ingeniero Marte en una muestra de cobardía,
se lavó las manos.
Beltre ha
continuado jugando en diferentes justas, allí donde prima la falta de capacidad
y donde el buen baloncesto se borra para satisfacer a los tenedores de las
franquicias. En el año 2013 estuvo, por lo menos con el Rafael Barias en el
Superior del Distrito Nacional, con los Titanes del Licey en la Liga Nacional
de Baloncesto, con los Industriales en el Superior de la provincia de Santo
Domingo, y en el superior de Villa Riva.
En la versión
del pre-superior del 2011, un jugador del Mauricio Báez se vio en la necesidad
de realizar dos disparos al aire, sin causar daños posteriores, ante la
agresión que pretendían cometer jugadores rivales en mitad de uno de los
partidos, Eso se calló, se borró de cualquier novedad y se escondió. Nadie fue
sancionado. Era también la administración del ingeniero Marte.
En la
situación reciente con Villa Francisca los medios no han imputado nada. Es como
si nada hubiera pasado, pero tampoco la directiva del Mauricio Báez, ni la
ABADINA y mucho menos la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL). Todo el
mundo hizo mutis y el silencio se convierte en cómplice desgarrador. Todos
proclaman que anhelan la fortaleza del baloncesto capitalino, pero nadie parece
tomar en serio los conceptos fundamentales para el desarrollo, orden y
disciplina de la actividad.
Mientras
eso sucede, el secretario general de la ABADINA, Gilberto De La Cruz pretende
ensañarse contra José Augusto Castro, presidente del Club del Barrio
Mejoramiento Social (BAMESO), a quien pretende apartar de la institución por 5
años, por unos comentarios dichos en el calor de las reuniones camino al
venidero Superior del Distrito Nacional. Usted puede pensar lo que quiera de
Castro, en estos momentos profundas diferencias nos separan por comentarios
vertidos en estas lineas, pero no hay dudas por quien me decantaría.
El actual
secretario general de la ABADINA es sabedor y encubridor de todas las
indelicadezas efectuadas en la presente administración, es un carajo, si, un
carajo, que pretende actuar como dueño y señor de la institución, cambiando calendarios,
permitiendo inscripciones fuera de lugar, negándose a premiar a los que se han
llevado en buena lid los eventos y quien por demás, nada ha aportado a la
actividad. Ni siquiera pertenece a un club reconocido por su trabajo.
Vamos,
repitan conmigo: el actual secretario general de la ABADINA es sabedor y
encubridor de todas las indelicadezas efectuadas en la presente administración.
De nada sirve
enseñar a los niños cómo comportarse correctamente en las competiciones
deportivas si los adultos nos conducimos como verdaderos salvajes, hacienda
todo tipo de travesuras, en presencia de ellos mismos. Aquí los niños crecen
muy rápido y no siempre por el buen camino. Emprenderla a puñetazos, vociferar
delirantemente con palabras impublicables, llevar armas de fuego y materiales
cortantes a los partidos, bebidas alcohólicas para ser entregadas a dirigentes
y jugadores, sin la minima amonestación. Las cosas deberían manejarse de manera
diferente, pero nadie adopta una actitud responsable. No se puede ceder por más
tiempo ni encogerse de hombros si se intenta restar importancia a todo lo
sucedido calificándolos de “hechos aislados”.
Los incidentes se
han vuelto constantes, es fácil reunir testimonios de quienes asisten a la
banalización de los malos modos en los campos, donde sus hijos se ven azuzados
por exaltados. La violencia latente que acompaña a muchos encuentros de la
competición se entiende mejor si desde las edades más tempranas se les deja
claro que eso es lo normal. Algo habrá que hacer para salvar en ellos el
espíritu deportivo.
La pasión que llena
estadios, la responsabilidad de los jugadores ante audiencias en los partidos
definitorios: todo eso está muy bien. Pero empecemos por el principio: no se
puede enseñar a los niños que vale todo con tal de ganar, y que si pierden se
debe solo a una injusticia que autoriza o justifica propinarle una buena paliza
al señalado como culpable. Por mucho que sirva el baloncesto para el desfogue
de las multitudes, nunca se debe ser tolerante con los pendencieros.
En la introducción
del estudio “Un análisis cualitativo de la violencia en el deporte” de Antonio Hernández
Mendo y María Isabel Macias (Universidad de Málaga, 2010) se indica: “La conceptualización de la violencia es
compleja y repleta de matices. Una de las primeras matizaciones es la
diferencia que existe con el concepto de agresión. En su definición, la
violencia aparece como el componente físico de la agresión. La agresividad es
una emoción con una función adaptativa para todas las personas, que para tener
éxito en su vida laboral o personal utilizan la agresividad para lograrlo, este
tipo de agresión se denomina agresión prosocial. Cuando esta emoción no
responde a su función adaptativa se considera agresión antisocial ya que este
tipo de agresión da lugar a dolor y sufrimiento en otras personas. La agresión
se puede definir como la imposición de un estímulo aversivo, físico, verbal o
gestual de una persona a otra. La agresión no es una actitud sino un
comportamiento que refleja un intento de causar daños (LeUnes y Nation, 1989).
A lo largo de los años,
se han identificado dos tipos básicos de agresión: agresión hostil y agresión
instrumental (Baron, 1977). Estos dos tipos de agresión se distinguen en
términos de sus reforzadores primarios, o en función de los objetivos que
persigan con el acto cometido. Sin embargo, en ambos casos, la intención es
dañar a otro ser humano. En esencia, la agresión es primariamente un
comportamiento aprendido que resulta de una interacción entre individuos con su
medio social durante un tiempo (Bandura, 1973). Si no es éste el caso, el
comportamiento no es agresión (Bandura, 1973). En las agresiones hostiles, la meta primaria es dañar a otro ser
humano. La intención es conseguir que la víctima sufra, y el refuerzo es el dolor
y el sufrimiento causado. Este tipo de agresión va siempre acompañado de
sentimientos de ira (o rabia) por parte del agresor. Otros términos que han
sido usados para la agresión hostil incluyen agresión reactiva (Silva, 1979).
Las agresiones instrumentales también
intentan dañar al objetivo, sin embargo, la meta no es observar el sufrimiento
de la víctima, pero si recibir alguna otra recompensa externa o meta (dinero,
victoria poder o prestigio). El agresor ve el acto agresivo como un instrumento
para conseguir su meta primaria. Alcanzar esta meta refuerza el comportamiento
agresivo.
Violencia se refiere
específicamente al componente físico de la agresión. Echeburúa (1998)
diferencia la conducta violenta de dos formas distintas, para este autor existe
una violencia expresiva,
que estaría motivada por sentimientos de ira, caracterizada por una dificultad
en el control de impulsos o en la expresión de los afectos, y la violencia instrumental, esta
planificada y expresa un grado profundo de insatisfacción a la vez que no
genera sentimientos de culpa.
La violencia es en la
mayoría de los casos el resultado de que factores aprendidos, culturales, en el
sentido más amplio del término, alteren el equilibrio natural de la
agresividad. Ese aprendizaje tiene lugar a lo largo de la historia personal del
individuo y estará condicionado por múltiples factores. Algunos tendrán que ver
con su vertiente social; otros con la familia en la que se inserta; otros con
diferentes estructuras sociales y finalmente, habrá elementos relacionados con
los prejuicios, las preconcepciones, la ideología, los principios, los valores,
etc., que configuran la forma que se tiene de ver el mundo en un momento dado.
El niño que observa cómo su padre o su madre se valen de la violencia para alcanzar
sus objetivos, puede interiorizar la idea de que la violencia es un medio
adecuado para lograr metas. Es muy posible que también la haga suya si sabe de
acciones de fuerza que, socialmente, se estiman legítimas para responder a
amenazas o al uso real de la violencia. Por eso es necesario esforzarse, social
y racionalmente, en encontrar soluciones no violentas para los conflictos. Pero
el niño también aprende de lo que observa en las pantallas. Este tipo de
aprendizaje se llama “modelado simbólico”.
El tema del fenómeno
violento es de gran interés en nuestros días. La televisión, la prensa y gran
parte de la literatura se centran en dicho tema y se hacen eco de los grandes
acontecimientos violentos que se generan en la sociedad actual. No dudamos que
es necesaria esta transmisión de información en muchos casos (Guerra contra
Irak, los acontecimientos del 11-S, etc.). Pero ¿no podría convertirse en un
arma de doble filo? Muchos autores apoyan la idea de que los medios de
comunicación hacen un uso excesivo de los contenidos violentos para captar la
atención de sus receptores (Clemente y Vidal, 1994). ¿Podría esta excesiva
violencia ser un factor más para el aprendizaje de conductas violentas?”.
En el inicio de las finales de la justa Pre-Superior (May.02.2014),
donde se vio todo tipo de suertes, todo. La violencia apareció nuevamente,
faltando 44 segundos para que se cumpliera el plazo reglamentario, un jugador
del Rafael Leonidas Solano cometió una falta fragrante a un jugador del
Mauricio Báez, con el juego decidido; las bancas se levantaron y de inmediato
las fanaticadas se lanzaron al ruedo.
La
directiva del Mauricio Báez dispuso que no se juegue más en su sede y las
previsiones de la ABADINA para una cancha alterna, se dispararon. No hay lugar
donde llevar la justa a feliz término, a menos que no se habilite el Palacio de
los Deportes o el Pabellón de Voleibol del Centro Olímpico.
El
baloncesto dominicano sigue jugando entre los dilemas, si viajar a otras
esferas o huir de lo que se ha transformado; una necesidad que se va
convirtiendo en casi espiritual, en un constante ir y venir.
Hay gente
dispuesta a no resignarse. A no seguir las malas actitudes que se repiten bajo
el sol. Es más de lo que parece y los vientos soplarán en otras direcciones.
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