viernes, 4 de julio de 2014

¡Señor, recuérdate de los míos!

Si todos los dominicanos fuéramos prístinos la selección que deberíamos apoyar es Costa Rica; primero pertenece a nuestra misma área geográfica, segundo aún está con vida en los cuartos de final de la Copa del Mundo 2014 y una victoria más la llevaría a donde jamás ha tocado un equipo de la CONCACAF (Confederación Norte, Centroamericana y del Caribe de Futbol), y tercero, hay un jugador dominicano que cierra filas con el equipo “tico”, Víctor Núñez.

Los costarricenses se exhibieron en nuestro Estadio Olímpico y República Dominicana aguantó como pudo los embates de un partido desigual, pero lleno de colorido y emociones.

Cada cabeza es un mundo y como fanáticos nos inclinamos hacia los más fuertes; poco sabemos de futbol y la pasión empieza a tomar color, entre muchos héroes, gracias a la constancia de Jorge Rolando Bauger, las buenas crónicas de Félix Disla Gómez, el surgimiento de sembradores que se han expandido por el territorio nacional, en algunos enclaves gracias a la Iglesia Católica, especialmente los salesianos, y también uno que otro escándalo (¿cierto Osiris Guzmán?). La prensa deportiva está aún lejos de un futbol de calidad, pero avanzamos.

En el país, una gran reverencia hacia los equipos europeos encabezados por España. Ante la ausencia de estos a estas inéditas instancias, Alemania y Holanda suman afectos a mares. Brasil siempre se ha escrito con letras mayúsculas, aunque en nuestra genialidad o más probablemente escasa formación empezamos a llamarlos como Brazil, un anglicismo imperdonable dentro de nuestro lenguaje.

Particularmente y desde siempre mi equipo ha sido Argentina; la celeste y blanca me enamora, me hace soñar, me roba las emociones, inclusive mucho antes de llegar a Buenos Aires por primera vez, y de eso ya ha corrido mucho agua.


Tampoco puedo negar mi afición por Colombia, nación entrañable; allá tengo mi familia, en la eterna región de los paisas, los Roldan Cadavid, que me esperan para compartir en caso de llegar más lejos. Ya les comente que esta vez quiero una marranada.

Si el mundo fuera como yo quisiera me gustaría ver que los franceses derroten a los alemanes; a Colombia superar por la minima a Brasil, pero sin llegar a una tanta de penales que siempre descompone toda mi presión arterial; que Argentina disponga de manera categórica de Bélgica; y que Costa Rica produzca el mayor de los milagros y derrote a Holanda.
 
De todas formas, yo y usted que me lee, tendremos que esperar al final de cada encuentro para conocer los resultados. En el ínterin nos exaltaremos, discutiremos, nos rascaremos hasta herirnos, pasaremos las manos incontables veces sobre nuestras cabezas, tiraremos de los pelos hasta quedarnos sin ellos, gritaremos a la pantalla y a los vecinos (como mi adorada amiga Ana María Troncoso), batallaremos frente a los comentarios de Bauger y sufriremos, sufriremos mucho.


Al final, llegará a levantar la Copa del Mundo el que mejor llegó hasta la última instancia.

Espero que si Dios está en los cielos no se olvide de los míos.


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