domingo, 16 de junio de 2013

Recuerdos del Riverbank

Orlando Antigua

La última vez que Orlando Antigua se vistió el uniforme de la selección dominicana fue para el Centro-Basket del 1997 efectuado en Tegucigalpa (Honduras), a pedido de un servidor y de Miguel Cruceta, entonces director técnico del conjunto nacional; eran tiempos dispares, nadie estaba interesado en trabajar con el grupo, las condiciones eran inexistente y Julio Subero nos colocó como representantes de la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL) a unos chicos que jamás habían salido del país… recuerdo al abogado de El Seibo, Firosarnelis Mejía (abogado, después, enganchado a periodista y ayudante civil de Leonel Fernández Reyna).

Dos años antes, Antigua, había tenido una agria separación de todo lo que suponía FEDOMBAL, por un incidente en la ciudad de Nueva York. Específicamente en el Alto Manhattan, en una tarde dominical frente a muchos de los suyos.

El delantero debutó en el Centro-Basket de 1995 celebrado en Santo Domingo a las órdenes de José Manuel –Moncho- Monsalve; meses después se realizó una gira por Canadá y Estados Unidos (específicamente a la ciudad de Nueva York) y aquello se vendía como el camino seguro a Atlanta 1996, a los Juegos Olímpicos. Una versión más de aquella tonadilla llena de inusitado optimismo que una vez lanzara Frank Kranwinkel pero que ha sido himno de las administraciones de Pedro Pablo Díaz, Federico Lalane José, Julio Subero y Frank Herasme.

En el último encuentro de la serie, el jugador pisó un balón, cayó y se lastimó muy seriamente el tobillo. Restaban menos de 2 minutos de acción, pareció que nadie se dio por enterado, las acciones continuaron hasta que la pelota retornó al otro lado de la cancha; no se terminó el juego en el Riverbank State Park, a las orillas del río Hudson. Antigua se retorcía del dolor y el hematoma se hizo presente más rápido que inmediatamente.


Pernoctaba en Corona (Queens), el viaje de regreso en el tranvía me dejó muchas dudas y mientras hacía mis bártulos para tomar un vuelo a San Juan (Puerto Rico), en otro lugar de la ciudad, Antigua, por sus propios medios, ingresó a un hospital, fue curado, asistido, rehabilitado y despachado. Los gastos corrieron por propia cuenta. Necesitaba mucho reposo y la recuperación sería lenta, paciente, duradera.

A mañana siguiente, me apersoné muy temprano al aeropuerto John F. Kennedy y pude observar como una parte de la delegación dominicana tomaba el vuelo matutino de American Airlines a Santo Domingo, de forma muy distendida, alegre, con tantas maletas que llenaría sin dudas la barriga del avión.

No le alcanzó para estar en el Pre-Olímpico del 1995 de Neuquén y Tucumán (Argentina), pero tampoco estaba en buena disposición. La relación con FEDOMBAL estaba rota.

Cruceta y yo nos embarcamos en la tarea de conquistarlo; estábamos escasos de personal, nos apersonamos con recursos propios alrededor de cuatro veces a Santiago, donde estaba jugando con el Club Domingo Paulino. Las críticas, que más que juicios públicos eran burlas, no se hicieron esperar.

Selección Pre-Olímpico, 2011
En los entrenamientos Freddy Sánchez, Okaris Lenderborgh, Henry Paulino, Eladio –Yayo- Almonte, Juan Carlos Eusebio, Ricardo Vásquez, Giovanni Valdez… FEDOMBAL parecía inerte, apática, lejana; algo tan simple como agua, hielo y vasos salían de nuestros bolsillos. Había todos los días que escuchar todas las anécdotas de Ángel –Nao- Presinal Doñe, nuestro terapeuta, que ya había alcanzado fama mundialista al renacer la carrera del lanzador Ramón Martínez y el jardinero puertorriqueño Juan –Igor- González, además de trabajar para los equipos cubanos de baloncesto, en ambas ramas.

El público y la prensa querían a José –El Grillo- Vargas, Jaime Peterson, Carlos Paniagua y Luis Felipe López. Al final recibimos la inyección de Soterio Ramírez, Franklin Western y el propio Antigua, lo suficiente para obtener una medalla de bronce en esas tierras de Benito (el señor de Silca), Cicumba (Socremba), Compán Galel, Entepica, Toreba y Lempira (el señor de la sierra). El lempira es la moneda nacional hondureña. Un bronce que lo disfrutamos tanto como si fuera un oro.

El convenio con Antigua fue sólo por Honduras. Ya estaba integrado a los Trotamundos de Harlem y los compromisos apremiaban. Regresó en el 2005 para asistir a José –Maita- Mercedes en la selección juvenil de ese año y poco más. Hace dos años empezó el ciclo Calipari (Mar del Plata, San Juan, Caracas).

Hoy, Orlando Antigua es el entrenador nacional absoluto. En lo personal me gustaría que su paso por este trámite fuera más dilatado que el que vivió como jugador, pero en lo profesional me asaltan las mismas dudas que sus anteriores. El rosario de antecesores es enorme: Keith Smart, Scott Roth, Julio Toro, Eric Musselman, Phil
Hubbard, Calipari y me embiste la indecisión si se me olvida algún otro.

El dominicano está en aquello que los americanos llaman la crema-de-la-crema del baloncesto de la NCAA (Asociación Nacional Atlética Colegial, por sus siglas en inglés), en lo más alto de la realeza de la disciplina, en un top histórico junto a UCLA (Universidad de California en Los Ángeles), Carolina del Norte, Duke, Indiana, Kansas, Syracuse, Michigan State, Georgetown, Arizona y Connecticut y ese es el primero de los puntos que no se pueden obviar.

No dudo de los sentimientos dominicanistas del oriundo de Constanza, de su amor por el lar patrio, pero hay un viejo dicho que habla del interés y el amor. La posición que ostenta Antigua, aunque sea segundo de un entrenador de éxito, la anhela todo el mundo que está involucrado en el baloncesto colegial americano. Estar en el equipo técnico de la Universidad de Kentucky y ser el principal reclutador para un hombre como John Calipari le exige todas las horas del día y de la noche. Es sin pecar, mil veces más interesante y más elocuente que estar en cualquier banquillo de la misma NBA (Asociación Nacional de Baloncesto, por sus siglas en inglés).

Lo lógico es pensar que el equipo dominicano continuará jugando bajo parámetros parecidos a los que desplegó Juan Vicente Calipari; “desplegaremos una ofensiva simple como la que usa el coach Calipari”, señaló Antigua, desde Salt Lake City (Utah). El dibble drive motion, también llamado Ataque Memphis, se basa en la atomización de los jugadores en la media cancha a la hora de hacer ofensiva, buscando un hueco para pasar la pelota, tratando de doblegar a los defensores y encontrar el hombre abierto para una penetración o un lance de altas probabilidades.

Una justa como la caraqueña impondrá más que la simpleza de un sistema ofensivo. Si las cosas fueran tan fáciles no seria necesaria la competencia y aquí nos encontraremos con verdaderos zorros en el arte dirigencial. Julio César Lamas (Argentina), Rubén Magnano (Brasil), Flor Meléndez (Puerto Rico), Néstor García (Venezuela), Jay Triano (Canadá), Sam Vicent (Jamaica), son hombres curtidos en las luchas y no se dejaran impresionar con nombres; además tienen los mismos objetivos que los dominicanos: clasificar.

Argentina y Brasil continúan siendo los grandes favoritos, pero todo el mundo se está armando con uñas y dientes. Aquí se necesitará más que parámetros ligeros y de favoritismos por jugadores; cada quien buscará formar el mejor equipo con las figuras adecuadas para la competencia. Canadá, Jamaica, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y los anfitriones venezolanos buscarán dar el batacazo y quedarse con las otras dos posiciones clasificatorias, pero puede haber sorpresas. México anda tras el encuentro con las competencias internacionales y Paraguay será la cenicienta del clásico.

Cada quien irá con sus tácticas y más de un secretillo, sus talentos tratarán de salir a flote y en cada partido reverdecer las esperanzas. El baloncesto no es una regla de tres; las buenas actuaciones en Mar del Plata (2011) y Caracas (2012) no nos aseguran una clasificación instantánea. Habrá que plantarse con el juego defensivo, la captura de los rebotes y el buen uso y manejo de la pelota. Léase bien, uso y manejo de la pelota, que son dos cosas diferentes. Creo además, que no habrá muchos cambios en el personal de la escuadra dominicana. Siento que cada vez hay más fichas sembradas.

Todos los analistas, para citar un ejemplo, señalan que el equipo San Antonio Spurs que disputa la final 2012-13 de la NBA está lleno de viejos. Boris Diaw, Tim Duncan, Manu Ginobili, Tracy McGrady y Tony Parker están sobre los 30 años de edad. Del grupo dominicano que ha asistido a los tres últimos grandes desafíos: San Juan (2009), Mar del Plata (2011) y Caracas (2012), nos sorprenderíamos con las edades: Josh Asselin, Eulis Báez, Luis Flores, Francisco García, Ricardo Greer, Manuel Guzmán, Jack Michael Martínez (internacionalmente es Yack), Marlon Martínez, Carlos Morban, Kelvin Peña y Alejandro Salas están sobre los 30 años. Desde ya hay que incluir también a Juan Coronado.

De la camarilla anterior no descarto a nadie, por los desvaríos de los que influyen en el armado de los listados. Uno de los temas que me hipnotiza es el de Ricardo Greer, llevado por las greñas a San Juan en el 2009, después de más de una década fuera de la selección. Este año, podría ser llamado, además del supuesto o no compadrazgo con Pedro Pablo Pérez, estudió en Pittsburgh, alma Mater de Antigua. Sus números con el Strasbourg francés (sub-campeones en la Pro A) no son nada despreciables en la campaña 2012-13: 29 juegos, 33 minutos de promedio, 13.7 puntos, 7.1 rebotes, 5.0 asistencias, 52.8 por ciento en disparos de campo, 42.9 por ciento detrás del arco y 76.1 por ciento desde la línea. Por demás, uno de los tres finalistas para el premio al Mejor Jugador Importado (que ganó en el 2010) junto a Dwight Buycks (6’03 del Gravelines-Dunkerque) y Blake Schilb (6’07 del Chalon). En el 2011 el premio recayó en Sammy Mejia.

El talento criollo siempre ha estado ahí. Muchos entrenadores de primer nivel en el ámbito mundialista no se cansan de repetir que harían maravillas con la capacidad atlética del dominicano, pero a la selección nacional se llega adulto, algunas veces al momento en que deberían estar despidiéndose. Una de las tantas razones por la que siempre hemos funcionado como tal y jamás como un equipo. Es innegable que bajo la administración de Eduardo Najri hemos lucido mejor como conjunto, se han abierto algunos ojos a nivel internacional. Hay intangibles que cuestan muchísimo dinero que se han desarrollado.

Otra verdad es que tenemos una escuadra por encima de nuestras reales posibilidades económicas. Somos un mercado pequeño con una selección que puede escalar posiciones relevantes y ello nos cuesta romper con otros imperceptibles, como el ciclo cercano de los topes antes de las competencias. La frivolidad de los patrocinadores y la siempre demorada participación del Gobierno Dominicano, que esta vez podría ser más angustiante. Puerto Rico, Argentina y Brasil estarán fogueándose en China, allá, del otro lado del mundo.

En fecha concomitante (septiembre 2013) se estará desarrollando el Euro-Basket y hay más de una veintena de equipos que quisieron cuadrar compromisos con sus pares.

Como siempre se apuesta por las individualidades, pero fuera de las figuras con letras mayúsculas de Jack Michael Martínez y Al Horford, no hay mucho más que esperar, sólo una genialidad. De cuando en tanto Francisco García, Charlie Villanueva o cualquier otro de los muchachos pueden regalarnos números para soñar con el día siguiente, pero no hemos sabido alcanzar la consistencia en grado colectivo.

Entonces el debate de los estilos, la búsqueda permanente de un armador que sea gestor de ida y vuelta, de gran aporte táctico, dueño de una técnica exquisita y que jamás brinde destellos sino que ejecute los 40 minutos; el juego de la FIBA contra las individualidades americanas, bandera de los dream team por excelencia, sin importar los tiempos que corran, con toda la fuerza, con toda la propaganda mediática utilizaran siempre el argumento que tienen los mejores jugadores del mundo.

Las piezas fundamentales de nuestro ataque seguirán montadas en Martínez y Horford, en ellos gira la línea ofensiva. Sigo considerando que ellos necesitan de un respiro, es imposible que continúen una faena tan agobiante en unos clásicos tan requirentes; en Caracas Martínez estuvo 31.8 minutos sobre la duela por partido, Horford, 32.4; Eulis Báez, 23.4; y Francisco García, Manuel Fortuna y Juan Coronado sumaron más de 20, cada uno. Hay que proporcionarle respiro a esas piezas, sin salvadores que sirvan para endiosar nuestras hazañas, pero que nos permitan un juego fluido.

Las señales parecen estar muy claras, la armonía, el entendimiento de los jugadores en el tiempo y en un espacio producen una línea de juego crucial, grupal, de conjunto, que es, precisamente como se juega esta disciplina. Nuestra selección está demasiado cerca de mucha gente para verla desapasionadamente, jamás será posible entenderla como una unidad que comenzó en algún instante, quizás en 1946, y termina con cada competencia.

Aunque no queramos aceptarlo, esta generación cumplió competitivamente hablando, termina de la mejor manera posible porque Eduardo Najri supo imprimirle un carácter gerencial que no habíamos logrado antes, por la razón que fuera; el relevo se hace urgente aunque seguiremos recordando fechas, descubrimientos, batallas, edificaciones y autores.

La disciplina es mucho más que la apuesta absurda y estupida que se ha hecho únicamente con los chicos que están del otro lado del charco; son necesarios, si, pero mientras no entendamos que la base y el desarrollo se encuentran dentro de nuestras fronteras estaremos perdidos. Si se trabajara con honestidad seria mucho más accesible de lo que parece a primera vista.

Hay gente que han vendido la idea de que su entrega por el baloncesto es un sacerdocio y nada más apartado de la realidad, nadan en un mundo escatológico. Recomiendo para estos buscar en la teoría de Harold Bloom sobre las angustias de las influencias. Hay de aquellos que no mudan sus zapatos tratando de emular a los demás.

Habemos cabezas, y me voy a incluir, que tenemos un mundo dentro de nosotros.



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