Marzo 18 del 2022
A Josesito no se le puede tildar de maestro en ninguna de sus habilidades, pero si subrayar su don de gente, su simpatía, y una generosidad a flor de piel; poco riguroso en labores mundanas, sus apasionamientos por el trabajo, y sin lugar a dudas, alguien que sirvió bien a quienes les dieron la ocasión de acompañarlos. Rasgos discretos para alguien que no pretendía mucho para sí; quizás estar donde había posibilidad de guisar sin comprometer su nombre.
La hegemonía barrial no le tocó, cuando su hermano se convirtió en un travieso vivaracho con mayúsculas, un déspota de escasa o nada ilustración limitado por la Máximo Gómez, Américo Lugo, María Montes, y la avenida San Martin, él ya estaba en otra parte; aunque cedió en años recientes, sin desprenderse del criterio propio.
Pasó un domingo cualquiera en el Palacio de los Deportes, jugaba el Mauricio Báez, primer partido de una doble cartelera, cuando se corría desde las 4:00 de la tarde, y se armó la tangana; los de Villa Juana, que aún no tenían ninguna corona en la cabeza luchaban denodadamente por mantenerse en la competencia. Seguro una llamada adversa, un pito que no satisfizo, y aquello se encendió; hielo, vasos, botellas, los fanáticos en medio de la cancha, el tiznado de amarillo y azul blandiendo y esgrimiendo la bandera de los mauricianos. La policía decide actuar… como siempre ha pasado, escasos efectivos, la instalación abaratada, llena de bote en bote, tarde soleada y calurosa. Coctel perfecto para las temeridades.
Mientras los ánimos encontraban otros rumbos, a espera de las conciliaciones, que los árbitros regresaran a la madera dura, decidí salir del ahora VTS; caminaba pegado a la pared exterior de la instalación y al llegar a “la puerta de la ambulancia” encuentro una «griscelda» estacionada medio a medio, un único pasajero, y como cinco policías alrededor, macanas en mano. Algunos guiños con el solitario habitante de aquel vehículo, y le pregunto al que parecía más maduro de esos incipientes vestidos de gris: ¿y ese?... obtuve como respuesta: «ese, ese está más muerto que vivo; él no lo sabe; tenemos ordenes de que hay que dar un ejemplo con los revoltosos, y usted sabe, eso es darle pa’ bajo».
Después de darme detalles el tipo me pregunta: ¿es usted militar?... lo dejé en ascuas: ¿qué usted piensa?... me dice: «alto, bien vestido, pelo recortado, paseándose con esa seguridad de quien está armado y dispuesto a todo… si comandante, usted es militar. Tengo la total seguridad… ¡a sus órdenes!». Saludo incluido.
Se escuchó desde el fondo, clamando dentro de la desesperación: «¡coñoooo!... dile que también eres periodista del Listín Diario, que estas tomando nota, y que ya eres testigo de mi fusilamiento, porque cuando salgamos de aquí, me van a matar… quizás seas el último de mis amigos que me vea con vida… ¡Madera, Madera… ¡coñaaaaaaaazoooo!... no es juego… ¡ya me oriné en los pantalones!... ¡me van a matar!». El mismo sujeto al que había preguntado se me acercó: «¿es verdad que usted también es periodista del Listín?»… si, le respondí; agregué: «ya tomé nota de la identificación del vehículo, y de sus nombres, por si las moscas».
En Mar.17.2022 recibo la noticia de que Juan José Heredia Castillo (Sep.09.1953 en Santo Domingo; Mar.17.2022 en Santo Domingo), Josesito, Corporancito, había decidido marcharse a otras dimensiones; a esas que nadie quiere partir, pero termina en ellas. Me tocó.
Inesperadamente, lo agarró el COVID-19 a finales del 2021, le pegó durísimo, y no se recuperó plenamente. Pasó mucho tiempo interno, lo despacharon, pero la inefable guadaña, el único ser que permanecerá eternamente invicto, vino por él… no estaba buscando a Wenceslao, no se equivocó, pero como el mismo Wenceslao, ya José tenía “el caco pelao”.
Quizás descansó de este valle de lágrimas, posiblemente no quería irse a ese espacio de donde nadie ha vuelto; aquí por momentos supo nadar sin que se le mojara la ropa.
Ameno, divertido, jovial, me hubiera gustado tenerlo más tiempo cerca, pero me alejé cuando vinieron las desavenencias con su hermano; la sangre, pienso, pesa más que el agua. «Leo, es una mierda», me dijo en Dic.04.2012, telefónicamente, la noche después que Alicia Ortega desenmascaró a los adquirentes de El Progreso de La Fe, y donde su sobrina (Alba Cecilia Heredia Guerra) era la primera en el listado mostrado por la periodista. La noche después que me di el gustazo de decirle a doña Noy (Cecilia Guerra de Heredia): «usted tiene todo mi respeto, pero cargar por tantos años con el marido que lleva a cuestas, no lo merece ninguna mujer sobre la faz de la tierra, y excúseme que estoy encolerizado por lo mequetrefe que es Leo, una decepción permanente para todos queriéndose hacer el simpático».
La última vez que me topé con Corporancito me dijo: «Leo te tiene un miedo que se caga nada más escuchar tu nombre y ahí mismo le entra una sirimba» … expláyate, le dije, y soltó: «cuando él escribió que había dos acabando con la honorabilidad de gente seria, todos de su corte, esperaba que te quedaras callado, frisarte frente a la comunidad, que entraras en pánico, porque, según él cree, al editor deportivo de El Nacional no se le responde, pero no imaginó jamás que le cantarías de la forma como lo hiciste, le diste en lo más profundo, fíjate que jamás ha vuelto a mencionarte».
Se refería a mi agriodelimon: «Decadencia sin dignidad; los que se ahogan en un tarro de kétchup, tiran piedras con techo de vidrio (jamás de cristal), y botan mierda por las narices», Jun.02.2019, donde apuntaba: «Corporán colocó en Frio y Caliente (Jun.02.2019): “dizque hay dos “farsantes” que escriben de deportes, que viven atacando a gente seria, pero ni locos se atreven a darle leña a los traficantes de drogas. ¡Anjá! Y es fácil?».
Añadí: «¿Darle leña a los traficantes de drogas?... ¿está usted insinuando que puedo ser cómplice de ellos?... ¿le pasó por su sucia cabeza un instante donde me observó defendiendo, protegiendo, encubriendo, o tengo relaciones con dominicanos que han tomado ese camino pecaminoso para salir de la pobreza, en primera instancia?... peones de jorocones que ni por asomo dan la cara. Cada quien lucha desde la barrera que ha escogido, la mía ha sido el deporte. Sólo le recordaré que a usted Fernández Reyna lo nombró como miembro del Consejo Nacional de Drogas (CND), dependencia de la Presidencia de la República, organismo creado mediante la Ley 50-88, en el año 1988, y usted mismo me confesó: “estando en el Consejo de Drogas nunca firmé una acta, tú crees que yo voy a ser el pendejo que mande a un narcotraficante deportado y después ese mismo tipo me mande a matar; yo todo se lo pasaba a Vincho (Marino Vinicio Castillo Rodríguez, abogado, ha vivido creyéndose dueño de todas las verdades, uno que debió ser actor de Hollywood, quizás nos adornaran varios premios Oscar por su teatralidad) para que firmara y así me lavaba las manos”».
A Corporancito me lo encontré en la boletería del Coliseo Roberto Clemente en San Juan Puerto Rico, 1993 para la Copa de las Américas, debut de Luis Felipe López con la selección dominicana, y me dice: «aquí ando con todos mis muchachos»… ¿y cuantos son?... pregunté; no recuerdo el número exacto, los cuenta y me dice: «¡ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy coño!... se me perdió uno». Localicé una nota que señalaba que la prole de José está formada por: Jamille Marie, Joan José, Juan José, Jeancarlos, Alba Patricia y Josué Alexander; uno de ellos es amigo cercano de mi hijo Diego.
Después asistió al Centro-Basket de 1997 celebrado en Tegucigalpa, Honduras. De regreso a Santo Domingo, en el Aeropuerto Internacional Toncontín (IATA: TGU, OACI: MHTG), también llamado Teniente Coronel Hernán Acosta Mejía, me dije a mi mismo: «como comerciante yo no puedo decir que no volvería jamás por estos rumbos, pero si es por mi gusto, no regresaría». Detrás de mí, venia Corporancito, como si me leyera el pensamiento salió de su boca: «a un país como este lo que le hace falta es un hombre como Joaquín Balaguer; se hubiera dado gusto construyendo, porque aquí todo está por hacer».
Al momento de su deceso, Juan José era
presidente de la Asociación de Baloncesto del Distrito Nacional (ABADINA);
trabajo en algún momento en Producciones Apolo con Andrés Van der Horst
Requena; auditor de la Corporación de Aguas y Alcantarillados de Santo Domingo
(CAASD), auditor financiero de la Secretaria de Estado de Obras Públicas y
Comunicaciones (SEOPC), en ambas instituciones bajo las directrices de Ricardo
Canalda Carvajal. Su último cargo público fue el de miembro del pleno de la
Cámara de Cuentas de República Dominicana.
La primera vez que asistí a un partido de baloncesto superior fue en el Pro-Pre de 1973, de la mano de mi vecino y compañero de aulas Ismael Cristóbal Tapia Japa, y de Roberto Fernández, El Alemán, también lasallista, y vecino del ensanche La Fe, primo de mi compañero Diógenes Horacio Fernández Arnemann; esa noche jugaban Mauricio Báez frente al Club Deportivo Naco, y ahí estaba Josesito, para entonces le apodaban «Semillita», «un fantasmoso», se valía de todos los sortilegios para no pasar desapercibido, trataba de convertir las jugadas más simples en verdaderos actos acrobáticos, fungía de dos, lo discutía todo frente a los árbitros, responsable de hacer ofensiva para su equipo.
Le acompañaban un interminable e incombustible Guillermo Prensa, jugó cinco décadas diferentes, Julio -Yuyo- Pozo (fallecido en Oct.09.1980 a la edad de 34 años), Julio -Julito- Veloz, que también estaba en La Salle, Francisco -El Bizcocho- Rojas, Miguel -El Muerto- Miranda, William Sterling, Ramón -El Mamito- De La Cruz, Andrés -Pacoñé- Rodríguez, y Rafael -Nabo- Pozo, hermano de Yuyo, hasta donde la memoria nos alcanza.
Los naqueños estaban plagados de lasallistas: Antonio -Cuqui- Langa, Froilán Tavares Cross, Francisco Adolfo Prats Ceara, no recuerdo si José Amable Frometa, se sumaban Aldo Leschhorn, Rafael -La Flecha- Espaillat, Jaime Felipe Castro Lambertus (fallecido Abr.25.2018), su hermano Marcos Alejandro estaba conmigo en La Salle; también ahí, comiéndose el banco Ángel Iván Brea Jiménez, quien años después empezó a publicar la columna Donqueando en El Caribe. Regresamos a La Fe con el papá de Franchy, que en esos tiempos vivía en la Paraguay, cerca de la Máximo Gómez; tiempos donde aún La Banda Colorá daba sus últimos coletazos. Caminamos deprisa, no nos encontramos con ningún facineroso en el trayecto, y cada quien arribó a su casa en perfectas condiciones.
Corporancito estuvo en la pre-selección nacional camino a los XII Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe, sorpresivamente fue uno de los últimos cortes; decía que lo sacó de ese colectivo la llegada de Eduardo Gómez, El Vaquero, yo siempre entendí que el último de los que no integraron esos 12 había sido Espaillat. Esos últimos eliminados, además de Heredia Castillo, y Espaillat, también incluían a Pedro -Chacho- González, un juvenil Leopoldo Ortiz, y Julio -Tito Fuentes- Greo. Tuvo la suerte de anotar los primeros dos puntos en la inauguración del Torneo de Baloncesto Superior del Distrito Nacional, ya bajo techo (Jul.25.1974), jugando ante San Lázaro.
Para no llamarnos a confusión antes del Superior del Distrito Nacional la instalación albergó las competencias de baloncesto de los XII Juegos; y los primeros canastos que se anotaron ahí fue en una práctica que llamó Humberto Rodríguez en Ene.01.1974, se abrieron las puertas de nuestro más insigne coliseo techado; un canasto lo perforó Alejandro Tejeda Jaquez, y el otro Frank Prats.
José no fue un cultivador cultural sofisticado, fuera de su círculo más intimo no sabremos nunca si se entregaba a leer asiduamente, ni conocimos que tuviera un aparato crítico desconcertante, pero sabía llevar las conversaciones. Nunca intentó perecerse a su hermano Leito, un mapa para novela negra de la última mitad del siglo XX, y lo que corre del actual. Entabló otros combates, aprendió a entender y valorar un horizonte democrático más allá de los límites barriales.
Sus interacciones con conocidos, amigos, gente común y corriente fueron un experimento de relación con terceros que todavía merece nuestra atención; caballero cercano, sin intimidades para el resto de sus pares, algo que no han alcanzado a dominar los herederos del que debió ser principal bastión de Villa Juana, consumido por el yoísmo de alguien que se llama a sí mismo El Niño Culicagao de Villa Juana, una burbuja de narcisismo que terminará estallando llevándose a El Marchante por delante; el mismo que aún casi en los 80 años de edad, sigue haciendo diabluras con Luisin.
Corporancito no colocaba barreras, nunca se le vio clavando banderillas frente a un semejante, no cultivaba el desprecio frente a quienes no concordaban con sus ideas, era accesible y asequible, quizás nunca se desprendió de todas las banalidades, escudándose en sensibilidades más humanas, y la experiencia de haber vivido a diferentes ritmos.
¡Váyase en paz, amigo!... más
adelante nos volveremos a encontrar, espero dentro de unos 65 años, porque así
me han dicho mis médicos. Usted, sin querer queriendo, fue sujeto y predicado; escribía
un presente no para adoctrinar, ni reescribir o transformar el presente; eso es
un maestro sin necesidad de aulas; no tanto alguien que nunca se equivoca sino
alguien que reconoce que el equívoco debe transitarse.
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