lunes, 7 de junio de 2021

Agrios edulcorados…

Caso 413: Los sándwiches de pavo de Angelita Trujillo

Recordando a Dumbo Guerrero

Marzo 31 del 2021

 

 

En el ensanche La Fe, Eduardo Gómez, El Vaquero, inmortal del deporte dominicano (Oct.13.1951 en Santiago, egresado de Taylor University, nieto del también inmortal lanzador zurdo Rafael Gómez, Sijo), no era ni el Go-Go Gómez, mucho menos El Vaquero, ni ninguno de esos grandilocuentes adornos que se le aplicaban a una estrella del mejor baloncesto dominicano, aún no dimensionada en su justa medida, era simplemente Eduardo, el novio de Mayra. En Mar.28.2021 me envían una fotografía y el emisor, uno de mis tantísimos hijos, me pregunta: ¿tú te recuerdas de esa foto?... ¡he vivido en shock desde entonces!

Eduardo Gómez, foto reciente

 

La grafica que no pensé existía, ni recordaba siquiera el instante, transcurre en el matrimonio de Eduardo y mi vecina Mayra Guerrero Sánchez, para mí La Banileja, la hermana de José Guillermo Guerrero Sánchez, Chichí, historiador, antropólogo, profesor, buen amigo, hoy director del Museo del Hombre Dominicano, en los salones de lo que se llamó Fiesta de Luxe. Figuran los novios, mi compadre Johnny Marte Quezada, miembro de la selección dominicana de voleibol, Pedro David Curiel, Pututi, Hugo Rafael Cabrera Lora, El Inmenso, Osiris Duquela Cano, El Duque, Luis Humberto Yépez, y empiezan a saltar las dudas… ¿es mi compadre Eric Valentín Ramos Lebrón o Rafael Espaillat, La Flecha?... Alvin Pimentel digo, y mi remitente apunta a que es Hugo Batista... ¿Orlando Félix?...

 

Llame a mi compadre Eric: ¿usted estuvo en el matrimonio de Eduardo y Mayra?... me responde: ¡yo no lo recuerdo!... le remití el documento, y devuelve la llamada para confirmarme… ¡aaaaay, si, ese soy yo!...

 

Más allá de la fotografía, lo que sucedió después de Fiesta de Luxe quedó marcado en el anecdotario de mi vida. La más despampanante de las invitadas, y una de sus compañeras empezaron a hacerle ojos bonitos a estos dos pollitos, casi imberbes, mi compadre (Johnny) y un servidor, entre los dos 153 pulgadas de estatura (389 centímetros); él un poco más alto que un servidor. Muy lanzados ahondamos donde continuaría la aventura, y hasta allá las seguimos; no sin antes recordar él conducía un Peugeot, el más «pescuezo largo de la marca francesa» de todos los que circulaban en el país, pero antes de arrancar había que esperar que el gasoil «se calentara», una luz en el tablero indicaba cuando se podía girar a tope la llave del encendido. Terminamos en Waldo’s emblemática discoteca del Hotel Jaragua, entre los dos teníamos 10 pesos en los bolsillos. Esa es otra historia.

                                              

Esa noche subimos por la Cervantes, en bola de humo, tomamos la avenida Bolívar, seguimos por la Máximo Gómez, bordeamos el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, continuamos por la Ortega y Gasset, llegamos a La Fe, y en la Alexander Fleming giramos a la izquierda, todo para despertar del dependiente del colmado de nuestra vecindad, aún en la misma ubicación; casi lo asaltamos, le hicimos abrirnos el establecimiento, sin nada de garantía, y regresamos al Jaragua… allí permanecían ambas damas. ¡Fiesta y mañana gallos!


 

Siendo más formales… ¿algún habitante de la ciudad de Santo Domingo recordará a Dumbo Guerrero?... ¡Dumbo Guerrero!... un verdadero icono urbano de la ciudad capital: Julio Ernesto Guerrero Objio (Mar.22.1926 en Bani; Mar.06.2014 en Santo Domingo), en su momento propietario de la Barra Dumbo en los frentes del Parque Independencia, en la mismísima avenida Independencia, cuando la ciudad era la más hermosa capital de América Latina.

 

Dumbo Guerrero era por demás el papá de La Banileja. Miembro de una dilatada prole que trajeron al mundo Leonte Persio Guerrero Guerrero y Manuela María Objio Andújar, y que incluyó a Joaquín Leonte (1914), Rafael Darío (Abr.17.1917; May.22.2000), Persio Valentín (nació en el año 1920), Miguel Ángel, Melania Altagracia, Román, Luisa, Adalgisa Antonia, Marianela, Félix María, y Pablo Antonio, Chichí Plisa.  No tengo el orden exacto de los nacimientos, para los que llevan anotaciones. La descendencia de Dumbo también incluye a Julio Ernesto, el mayor, y Juan Manuel, el benjamín de la familia, todos con doña Rosa Sánchez.

 

Pero Eduardo era tan comedido, tan decente, tan correcto, que jamás le pidió un fiao a Luis, también banilejo, Luis Emilio Mejía, que hasta hace unos días no tenía una cana que peinar, el esposo de Carmen, el del Colmado Lema II, que aún está ahí, en la Alexander Fleming a esquina calle 37.


 

Días después del matrimonio Dumbo me señalaba: «llegando a mi casa, después de la boda, vi como tú y el Cachete hacían todo tipo de escándalos en el barrio… ¿cuándo es que ustedes dejaran de ser los mañanitas y aprenderán a acostarse más temprano?»… criamos fama porque después de las parrandas, por cierto, con poquísimo etílico ingerido, nos sentábamos en una jardinera que tenía el colmado y ahí despedazábamos los diarios, generalmente comprábamos el Listín Diario.

 

Antes del negocio de expendio de alimentos, Dumbo pasó como chef en el Hotel El Embajador, porque nadie que recuerde lo llamó don Julio, menos don Julio Ernesto, mucho menos siembrahielo, aunque domésticamente los banilejos son reconocidos como siembrahielo, por sus consabidos hábitos de guardarse lo que consiguen para no repartirlo; léase también avaros, por siempre estar dispuestos a no gastar dinero, e incluso renunciar a tener comodidades básicas; pero doña Rosa si solía llamarlo por sus dos nombres; a ella nunca la escuché mencionar su apodo.

 

Dumbo tejió una sólida relación con Juan Frías Payan (Juan Evangelista Frías Payán, Dic.27.1923 en San José de las Mata, Santiago), fundador de la Barra Payan, el papá de Marcos Frías García, Marquitos (compañero de un servidor en el Colegio Dominicano De La Salle), y de Juan Ismael Frías García, Juancho (que fuera novio de mi hermana Dora Elisa), que en total procreó 10 hijos. La Barra Dumbo y la Barra Payan, competidores sanos, y si no me equivoco, ellos dos compadres más de una vez.

Dumbo

 

Frías, de quien nunca nadie utilizó su primer apellido, y Guerrero eran los propietarios de los establecimientos clásicos de «comida rápida» de entonces, con toques muy autóctonos; con una oferta amplia de sándwiches, jugos naturales, leche batida, con mucha espuma y canela espolvoreada, el nunca bien ponderado morir soñando, que debería estar considerado como patrimonio inmaterial de la dominicanidad [leche a la que se le agrega jugo de naranja, y posteriormente abundante hielo, pero que necesariamente tiene su arte, porque la leche suele cuajarse, “cortarse”, en el mejor de los dominicanismos], batidas de frutas con o sin leche [lechosa, zapote, granadillo, y desde hará cosa de 15 años la joya de la corona es fresas con Ca, fresas batidas con leche evaporada], y bebidas gaseosas, además de un excelente servicio. Permanecían abiertos hasta la madrugada, después que establecimientos icónicos de entonces como Los Imperiales en la calle Hostos, los Capri en la Arzobispo Nouel, La Cafetera en la calle El Conde, más temprano la variedad de panes que nos ofrecía la Panadería Goyita, también en la Nouel, bajaban las cortinas.

 

Tiempos más sanos en los que no se cometía el pecado de abjurar cotidianamente, ni de venderse por treinta monedas. Y todos, con los ojitos bien abiertos, con nuestras manitas puestas, con nuestra inocencia intacta, escuchábamos la palabra de Dios. Para rematar, con un sonoro: te alabamos, Señor.

 

Hoy, ya estos hermosos cuadros no se observan ni en el campo ni en la ciudad. Hay poca veneración, demasiados compromisos sociales, almuerzos suculentos con tragos incluidos; desigualdades, traiciones, puñaladas, poca vocación de servicio, escaso patriotismo; el dominicano de hoy necesita docencia y decencia; educación y respeto; educación y decoro; instrucción y vergüenza; civismo y humanidad; adiestramiento y pundonor; panes y libertad sin libertinaje. Los tiempos han cambiado. Pero es la hora del cambio. Por ejemplo, República Dominicana debería tener consecuencia sobre tantos crímenes cometidos para así emprender el camino de Lázaro: ¡levantarse y andar!

 

Ambos locales, Barra Dumbo y Barra Payan fueron favorecidos también porque entre uno y otro estaban las instalaciones de la Compañía Dominicana de Teléfonos, la sucursal de la santiagués Ferretería El Gallo, el cine Nuevo Ramfis, el Hotel Presidente, el Palacio Nacional, Caribbean Medical Supply, distribuidora de equipos médicos, el nunca bien recordado Servicio de Inteligencia Militar (SIM), adjunto al Palacio Nacional, en ese tramo se desarrollaba buena parte de la más febril actividad comercial del Santo Domingo de entonces, quizás el más importante centro neurálgico y financiero de la ciudad, y del país, más allá de la calle Isabel la Católica, donde estaban todos los bancos, y la Casa Vicini. A pocos metros de la Barra Payan se ubicada además el palacio radio-televisor de La Voz Dominicana.


 

A la Barra Payan el escritor José Del Castillo Pichardo, en Diario Libre (Dic.31.2016) la llamó «boulevard del placer gastronómico modesto».

 

Además I. Sartori e Hijos, que entre otras muchas representaciones traía al país las máquinas de coser Necchi, sobre la misma 30 de Marzo, y a pocos metros de ahí, negocios emblemáticos como la Farmacia Mella, Santo Domingo Motors, los restaurantes Mario’s y Sorrento, la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA), y justo al iniciarse la calle 30 de Marzo un humilde limpiador de zapatos que además vendía diarios, ahí adquiría El Mundo de Puerto Rico, The San Juan Star, y en contadas ocasiones El Nacional de Caracas.

 

Tocó que una noche sonó el teléfono en la cocina de El Embajador, llamaba María de los Ángeles del Sagrado Corazón de Jesús Trujillo Martínez, Angelita (Jun.10.1939 en Neuilly-sur-Seine, Francia), Angelita I, reina de la Feria de la Paz y la Confraternidad del Mundo Libre en 1955 (sólo el vestido que lució en la inauguración la noche de Dic.20.1955, sobrepasó los 80 mil dólares), además estuvo en la coronación de la reina Isabel II del Reino Unido (Jun.02.1953, en la Abadía de Westminster, sitio en donde se realizan las coronaciones desde el año 1066. La reina fue la trigésima novena soberana en ser coronada en este lugar), luciendo unos atuendos fuera de este mundo (sin imaginarnos jamás los costos de los mismos), la hija predilecta de Rafael Leónidas Trujillo Molina (Oct.24.1891 en San Cristóbal; May.30.1961 en Santo Domingo, entonces llamada Ciudad Trujillo), Chapita, El Chivo, El Jefe, El Generalísimo, El Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva, El Perínclito Varón de San Cristóbal, El Protector de la Iglesia Católica, entre tantos otros laudos.

 

Palabras más, palabras menos, se escuchó pronunciar: «le habla Angelita Trujillo, enviaré por dos sándwiches de pavo; a más tardar en 20 minutos un asistente estará ahí, recogiéndolos». Acto seguido colgó.

Angelita

 

Dumbo además, era quien le servía al dictador Trujillo cuando este concurría a El Embajador; llamaban previamente a la gerencia del recinto hotelero y tenía que dejar ollas y sartenes para vestirse de camarero; nada más y nada menos porque tenía los ojos verdes como esmeraldas, y las orejas enormes (mi mamá apuntaba que la diferencia entre un blanco dominicano y un mulato criollo estaba en el tamaño de las orejas), además dueño de un trato correctísimo, y un ser humano de enorme dimensiones. Nadie más podía servirle a Chapita, en su mesa, que no fuera Julio Ernesto Guerrero Objio.

 

Refiere Lery Laura Piña, a quien no conozco, en un suelto que encontré en el ciberespacio, sin fecha, que: «la cafetería-restaurante emblemática de la ciudad capital opera desde 1953 en la calle Arzobispo Nouel número 454, frente al Parque Independencia. Originalmente su propietario era un señor banilejo con orejas muy grandes, un rasgo que le sirvió como tema de inspiración al momento de elegir el nombre del establecimiento. Rafael Céspedes, el camarero más antiguo del lugar, cuenta que uno de los momentos más intensos de la historia del establecimiento se vivió en 1962, cuando el local de la Unión Cívica Nacional, que funcionaba en el segundo nivel del mismo edificio, fue ametrallado por una tropa militar comandada por el teniente coronel Manuel Antonio Cuervo Gómez, dando lugar a la recordada masacre del Parque Independencia».

 

Pero no había pavo, ni trozos de pavo en toda la cocina de El Embajador; tampoco la posibilidad de adquirirlos. Hacia el oeste sólo quedaban las canchas de polo y golf; al sur los farallones que separaban la construcción de la explanada que abarcaba todas las edificaciones construidas para albergar la feria conmemorativa del 25 aniversario del régimen, a más o menos 800 metros de distancia. El exquisito recinto hotelero, diseñado por el estadounidense Roy France, único y monumental, con instalaciones de lujo distribuidas en sus ocho pisos, que incluían 310 habitaciones con balcones individuales y un pent-house, estaba prácticamente aislado de la ciudad, aún muy escasa de habitantes hacia esa zona.

 

No había pavo… pero había pollo; en su momento Dumbo me explicó como procedió, y salió del trance; entregó la encomienda y se puso a rezar con la seguridad que iba a caer preso. La angustia lo consumía. Rebuscando en la memoria creo que me dijo, que había troceado un par de piezas de pollo, las secó lo más posible, especió y aliñó con diferentes salsas y condimentas. Repito, estoy jugando a la memoria.

 

Las dudas me asaltan porque tomé el atrevimiento mientras eso escribía de consultar a una chef y autora de libros de cocina en Puerto Rico, y me dijo: «eso es imposible, no hay sándwich de pavo sin pavo, no importa como se aliñe; eso no es sándwich de pavo, y cualquier comensal por más inexperto que resulte se daría cuenta al instante».

 

Cinco días después, sonó el teléfono en la cocina de El Embajador, quien responde anuncia: «Guerrero tienes llamada; una voz femenina»… nuestro protagonista va acercándose al auricular lleno de angustias, con un nudo en la garganta, sentía se asfixiaba como si estuviera llegando a la cima del monte Everett, sin oxígeno.

 

Cuando llegó al aparato balbuceó: «bu-bu-bu-bue-buenas noches», y escuchó secamente: «le habla Angelita Trujillo», antes de que ella pronunciara la siguiente palabra se congeló; se frisó, y sólo pensó: «voy preso y mal preso por estar engañando con un miserable sándwich de pavo que no lo era a la hija de El Jefe». Ella continuó estoicamente y ordenó: «enviaré por dos sándwiches de pavo más, idénticos a los anteriores, porque jamás un sándwich de pavo había quedado tan exquisito; en 20 minutos un asistente estará ahí, recogiéndolos».

 

Los sándwiches parecen una especialidad culinaria muy fácil de hacer y quizás sea cierto, pero un buen emparedado no lo hace cualquiera. Encontrar una rica mezcla de ingredientes y con ello encontrar sabores compensados y contrarrestados es tarea ardua y algunas veces se complica; el secreto de un buen sándwich está en la proporción servida de cada uno de sus ingredientes. Un sandwich de pavo requiere, dependiendo de los gustos, mayonesa, cebollín picado, trozos de pavo, mantequilla, sal al gusto, y hojas de espinacas fresca o hojas de lechuga fresca; modernamente se podrían agregar salsa de cranberries, tomates, queso crema y queso Cheddar en láminas.

 

Desde 1762, el sándwich ha hecho parte de nuestra dieta, su creador fue el inglés John Montagu (Nov.13.1718; Abr.30.1792), IV conde de Sandwich, se cuenta que durante las negociaciones de la Paz de Aquisgrán (segundo Tratado de Aquisgrán, firmado en 1748, que puso fin a la guerra de sucesión austriaca iniciada en 1740. ​ Las negociaciones comenzaron en Aquisgrán, entonces una ciudad imperial libre dentro del Sacro Imperio Romano Germánico, en Abr.24.1748, y el acuerdo se suscribió finalmente en Oct.18.1748) su pasión por los juegos de naipes lo habría llevado a descuidar las comidas, preocupados por ello, sus criados se las ingeniaron para prepararle alimentos que pudiera comer sin dejar de jugar a las cartas; así pues, el conde se acostumbró a utilizar dos rebanadas de pan para evitar mancharse los dedos con el fiambre y las carnes frías que le servían para comer, lo que le permitía satisfacer su apetito sin dejar de jugar como un verdadero caballero británico, y desde entonces este platillo ha estado en nuestros desayunos, almuerzos, meriendas y cenas.

 

Lo cierto es que Dumbo no fue hecho preso por sus anecdóticos sándwiches de pavo, sin pavo.

 

Trujillo fue sacado de circulación en May.30.1961 mientras se dirigía de Santo Domingo a San Cristóbal, pero el trujillismo está presente en las actitudes del dominicano, inclusive en los nacidos varias generaciones después.

 

Angelita vive en Miami, salió del país en Sep.29.1961, a las 5:00 de la tarde en el yate Presidente Trujillo, con destino a la isla de Guadalupe, después residió en Paris, Madrid, y New York, casada primero con el coronel Luis José León Estévez, Pechito (se suicidó en Oct.05.1988 en Santo Domingo), Inspector general de las Fuerzas Armadas y mano derecha de Rafael Leónidas Trujillo Martínez, Ramfis, hijo del dictador, con el que procreó tres niños (Luis José, Rafael Leónidas, y María de los Ángeles, nacidos antes del tiranicidio) y posteriormente con el también coronel Luis José Domínguez Rodríguez, de cuya unión nacieron María Mercedes, Luis José Ramfis Rafael Domínguez-Trujillo (May.22.10970 en Manhattan, New York, pretendido candidato presidencial a las elecciones dominicanas del año 2020), María Laura, y María Julia Domínguez-Trujillo.

 

A Dumbo lo despedimos en el Cristo Redentor, una soleada mañana sabatina de inicios de marzo, hace ya siete años, pero está presente en el recuerdo de todos los que lo conocimos, especialmente en su esposa Rosa Sánchez Rivas, sus hijos Julio Ernesto, José Guillermo, Mayra y Juan Manuel.

 

 

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