viernes, 14 de septiembre de 2018


Agrios edulcorados…
Caso 361: Unas breves líneas a Eduardo
Sep.14.2018


Antes de que se me dispare el Alzheimer, el solo levante hasta donde se haga intolerable o llegue el apagón que espero todos los días y no pueda escribir más, le sugeriría a Eduardo Najri Molini, sin conocer la logística de la selección nacional de baloncesto, que se comunique con algunas entidades venezolanas y trate de llevar unos pocos medicamentos a esa nación para entregarlos a quienes haya podido contactar.


La idea se me ocurrió esta mañana camino a ofrecer mis pareceres de lo que observé anoche en el Palacio de los Deportes. Alguien me dirá que esa no es la labor de la representación dominicana; que se incurría en un delito de contrabando y muchísimas argucias más, pero tampoco es un furgón que se habilitaría para ello. Con una mochila sería más que suficiente.

La vulnerabilidad en que se encuentra el pueblo venezolano no tiene parangón en América Latina. Nicolás Maduro Moros, desde que asumió en el 2013 como heredero de Hugo Rafael Chávez Frías, ha sido implacable con sus conciudadanos. Hace cuarenta años todos queríamos emigrar a Venezuela; ahí realicé mi primer viaje en solitario y a la hora de preocuparme por lo que llevaría en mis bolsillos alguien me dijo: “jamás lleves un dólar americano, ahí se desprecia, ármate de pesos dominicanos que son mejor valorados”.

Venezuela fue quebrada por la revolución bolivariana, que no es más que robolución, un cartel con interminables adeptos en el continente a base de El Socialismo del Siglo XXI que nos ha llevado a dos décadas pérdidas, después del breve sosiego de los 1990. Maduro Moros hasta su versión de “la banda colorá” exhibe. Por supuesta, ampliada y armada hasta los dientes.

Los que nos dejará El Socialismo del Siglo XXI son muchos nuevos ricos, que deberían ser castigados ejemplarmente.
Maduro Moros

Quizás la idea me llegó tarde; quizás no haya tiempo para el acopio, pero se convertiría en un acto de inmensa humanidad. Un brevísimo apelativo que a los ojos de los poquísimos beneficiarios sería un acto arrechísimo.

Hasta aquí está bien. Abundar sería una desfachatez.

A los que emprendan el viaje hasta Valencia, mucha suerte y mucho más cuidado. Y más que nada, que Dios o cualquiera que sea su creencia, los saquen con bien de ese precioso territorio convertido en resbaladizo, inseguro, tenebroso, por un gobierno irresponsable, rapaz, servil, despótico, incapaz, corrupto, rastrero, preñado de malandrines desde sus propias concepciones, al servicio de los peores intereses.

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