jueves, 30 de mayo de 2013

Relatos y Maquillajes

Asistí por primera vez a una actividad de la Liga Nacional de Baloncesto (LNB) y no voy a negar que hubo exceso de miradas hacia mi persona, aproveche para saludar viejas amistades y renovar algunos afectos. Se efectuaba el sorteo para jugadores de nuevo ingreso, situación llamada a fortalecer los equipos envueltos en la competición, pero que esta vez no brindará una verdadera renovación, a lo más que se llegará con este draft 2013 será a actores de medio pelo.

 

Cada conjunto dispone de una reserva de 25 jugadores y además tiene la opción de contratar a 3 jugadores foráneos. La calificación de reserva es en exceso amplia. Según los parámetros de la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA) lo único que ata a los jugadores con los equipos son los contratos y dudo que ninguno de los 8 equipos del circuito tenga la totalidad de esos atletas bajo acuerdo firmado. Es una mala práctica que se hereda del béisbol invernal dominicano, donde se han tronchado muchas carreras.

 

Inclusive en la misma Asociación Nacional de Baloncesto (NBA, por sus siglas en inglés) las disposiciones para los nuevos elegidos por los equipos tienen limites tolerables y admitidos. Hay que agregar, que ningún equipo en el mundo está en capacidad de sobrellevar una nomina de 25 jugadores, pese a los emolumentos que recibe.

 

La LNB busca convertirse en un espectáculo, más allá de todo lo que hemos conocido en nuestras canchas; quizás en algún momento pueda lograr esa meta, si es que aquellos que han apostado a su consolidación no se cansan de invertir y tirar el dinero en saco roto. El circuito pretendió alejarse de los clubes en sus inicios y prefirió el sistema de franquicias, que aún no impactan totalmente en los seguidores de la disciplina. Más temprano que tarde deberán producirse las avenencias necesarias para la comunión de ambos modos de operación.

 

En el último congreso de la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL) la liga solicitó además de los extranjeros que se le permitiera un jugador nacionalizado y un jugador comunitario. El primero de ellos ha entrado subrepticiamente, así que en una noche cualquiera cualquier quinteto sale a la cancha con 4 jugadores sin ningún lazo sanguíneo con República Dominicana. En el 2014 veremos al alero Lewis Clinch con los Cañeros de La Romana. Nadie puede encarar una compaña con apenas 6 o 7 jugadores; los atletas locales de calidad y algunos de medio pelo mantienen la competitividad dentro de la actividad.

 

Antes del draft, palabras de buena crianza de Federico Lalane José, presidente de la liga. También del ingeniero Rafael Uribe Vásquez, presidente de FEDOMBAL, y de un representante del Scotiabank, patrocinador oficial del circuito.

 

Me llamó la atención el discurso del ingeniero Uribe Vásquez. Ponderó el trabajo de la institución bajo su mando, del compromiso que está haciendo en las categorías formativas y de la proyectada producción de jugadores para el futuro. Es muy pronto para hablar de recoger frutos en la actual administración de FEDOMBAL, pero la faena de base tampoco se vislumbra para soñar con un halagador y expectante exceso.

 

La renovación del baloncesto dominicano se ha dejado a la cantera de Estados Unidos; una vez, para 1995, Héctor Báez tomó las riendas de la misma con más corazón que interés pecuniario, pero el testigo lo arrebató Pedro Pablo Pérez buscando más beneficio particular que esfuerzo, tratando de escalar posiciones de influencia, lo que ha sido en exceso perjudicial; se atraen únicamente a los jugadores de su interés, se han desperdiciado oportunidades lujosísimas, no hay un efectivo trabajo en la captación de promesas hijos de dominicanos y para muestra no hay un solo hijo o hija de dominicanos con apellido anglosajón. Todo queda en el barrio en Washington Heights, en lo superfluo.

Tampoco pasa con buenas calificaciones la Asociación de Baloncesto de República Dominicana en Nueva York. No hay programas a desarrollar, no hay diferenciación por categorías, no hay una academia de mini-baloncesto que reúna a los descendientes de esta tierra, y eso es sólo el inicio.

 

Siempre habrá jugadores en el país. Contamos con una enorme capacidad atlética y con relativa frecuencia aparece un muchacho de buena estatura, pero nada más. Estamos varios pasos atrás en lo relativo a los fundamentos y también contamos con una enorme deficiencia educacional; nadie corrige las lagunas con las que suben los jóvenes al máximo nivel, porque la teoría de nuestros entrenadores es sólo dirigir. La única estrategia para los hombres altos es colocarlos en medio de la cancha y hacerlos levantar los brazos… ¡no se enseña!

 

Olvidamos también que el elemento fundamental para educar es la familia y dentro de nuestra sociedad esta está derrumbándose; creamos verdaderos monstruos provenientes de hogares disfuncionales, con madres haciendo más trabajo que el recomendado, y padres, que si existen sólo piensan en el trago, la infidelidad y el juego de lotería.

 

Vienen entonces las interrogantes, la virtual inexistencia de facilitadores que ayuden a la disciplina, las virtudes de todos los que estamos envueltos en el baloncesto dominicano, el reiterado juego sin instrucción, nuestra negativa a usar las herramientas de la información… pondré como ejemplo tres jugadores que en la actualidad militan con el conjunto Huellas del Siglo del populoso sector de Cristo Rey en la capital dominicana: Henry Valdez, Smailin Encarnación y Roddy Ramírez.

 

Valdez es un producto local que se quedó en el camino, es unidimensional, juega como delantero fuerte en cuerpo de delantero pequeño, pobre físico para la posición, que no ha sido trabajado con la intensidad que necesita. Tiene pocas herramientas fuera de su coraje, es inefectivo con el balón en las manos fuera de la zona pintada. Su delito es actuar simplemente debajo de los tableros. Poca capacidad a la hora de crear sus propios lances, labor que se ve obstaculizada cuando los defensores tienen mayor envergadura. Fue tanteado para la selección nacional en el 2010 y cortado a la primera de la hora.

 

Encarnación es un escolta anotador limitado por su tamaño y fortaleza física. Conocido como El Secreto, se desarrolló en el populoso sector de Los Alcarrizos, donde aprendió jugando fuera de sistemas organizados. Tiene muchos signos de interrogación con respecto a su potencial. Es rápido con el balón, pero sólo en el juego de carrera. Tiene la habilidad de encestar, algunas veces torrencialmente, pero no mucho más. Es vulnerable ante competidores mejor dotados; defensivamente tiene muchas carencias ya que carece de longitud, velocidad lateral y la estatura no le ayuda. Nunca será una pieza para ser evaluada para el equipo nacional.

 

Ramírez, elegido este año en el draft de la LNB por los Titanes del Licey, en una posición que pasó desapercibida, debe ser una apuesta a futuro. El progreso se estanca sin sentido en este trópico de intensos calores. Es un delantero fuerte no muy atlético, con tendencia a subir de peso, pero ha mostrado un buen juego de pies en la zona pintada, tiene una mano derecha dominante, pero el cambio hacia la izquierda es débil, puede anotar en el poste bajo con determinación y desplazar con frecuencia al rival para la toma de rebotes. No es egoísta después de doblegar a sus defensores, ello sin un salto prodigioso; abre espacio a los tiradores. Necesita madurar de manera expedita pues ha mostrado que puede ser consistente, además de trabajar en los lances exteriores, urge de un poco de mecánica y la elevación de sus disparos. Puede llegar a ser un reserva de consideración en la selección nacional a la hora de los cambios y con un año de intenso trabajo ser más determinante que nombres como Juan Bautista Araujo, Manuel Guzmán, el propio Valdez, entre otros.

 

Mientras el baloncesto dominicano no apueste a una comunión de sus actores que no le tenga miedo a la variedad de ideas, no saldrá del marasmo. Es siempre saludable la diversidad de criterios. El juego democrático del baloncesto en el país ha transitado por la dolorosa experiencia de los enfrentamientos, pero hubo interludios donde se fabricaron acuerdos fundamentales y algunos momentos de felicidad y beneficio colectivo. En estos instantes hay una fuerte división, aunque parece reinar una intensa calma, pero los intereses terminarán por romper con toda posibilidad de entendimiento. Los diálogos son infecundos y la convivencia y tolerancia se borraron de las canchas. El aborrecimiento, la antipatía, la envidia, la pasioncilla, la soberbia, deshonran la vida.

 

Los actores del baloncesto dominicano pretenden ocultar sus deficiencias por siempre, pero ahora más que nunca están saliendo a flote. La creación de una superliga muestra las falencias, el llevar a la selección nacional a planos interesantes, aún sin ser verdaderamente relevantes, muestra las mismas necesidades. No podemos continuar camuflando épicamente nuestras urgencias.

 

La historia se revierte contra los protagonistas, que lanzan sus perros de presa tratando de controlar lo que oficialmente se niega. Se trata de lograr esos controles de muy diversas maneras, la exclusión es la primera variante. Las respuestas van más allá de las absurdas negaciones de algo tan obvio, porque las carencias están y son un desafío para las administraciones y no se tienen respuestas eficientes. ¿Las culpas?... primero de los que han estado, clubes, asociaciones y federaciones; la administración Uribe Vásquez tiene que dar un cambio de proporciones enormes para no caer en el mismo abismo.

 

El control de las asociaciones mediante el dejar hacer, sin recibir nada a cambio, sin supervisiones, es una medida efectista e inútil. No es recibir emolumentos de torneos superiores que todos sabemos no lo son, esos eventos son fiesta popular, de varias semanas, que permiten a la FEDOMBAL obtener recursos y a las asociaciones de mostrar una labor que realmente no han realizado. Después, hay que continuar buscando en los organismos de base. La guillotina se maneja desde la propia FEDOMBAL y ahora el Ministerio de Deportes y Recreación (MIDEREC) bajo la tutela de Jaime David Fernández Mirabal niega todo tipo de fondos.

 

Ni FEDOMBAL ni MIDEREC garantiza el control de acciones sustentables. Los controles en República Dominicana parecen no existir jamás y las verificaciones sólo influyen en los planes electorales de los oficialistas. Lo que necesita FEDOMBAL es labrarse una cara más amable con lo que deberían ser sus ejecutorias para que cambie el malhumor de la sociedad frente a sus políticas. Hasta ahora, ningún presidente del organismo rector del baloncesto nacional se ha zambullido en estudiar las variantes para lograr un mejor funcionamiento. Hay que empezar a admitir nuevas formulas que los viejos regimenes no aceptaban.

 

Así caemos de nuevo en el sorteo de jugadores de nuevo ingreso. La primera elección por parte de los Reales de La Vega recayó sobre Rigoberto Mendoza, un joven de San Cristóbal, a quien apodan El Vikingo, que se presentó allí como si fuera al colmado de la esquina a comprar una botella de cerveza. Nada de entender lo que allí se celebraba. Nadie lo asesoró respecto a la vestimenta. Quizás no recibió una orientación adecuada, porque eso de andar en chancletas, pantalones roídos, camiseta destemplada con una leyenda indescriptible y una gorra que para nada combinaba con el resto de esta “pinta” estaba muy fuerte.

 

En estos momentos todo el mundo lo ve como un jugadorzazo porque mete pelotas en torneos de poca monta, a sus 20 años juega las posiciones de escolta y delantero pequeño con apenas 6’02 de estatura (1,88) y menos de 180 libras de peso; su deseo es llegar a la selección nacional. Los directivos del equipo de La Vega señalaron que desde ya será el nuevo Juan Coronado (miembro de la selección nacional y actuando con los Brujos de Guayama en el baloncesto de Puerto Rico).

 

Mendoza es pequeñísimo para las posiciones que juega. No es un proyecto para la selección nacional y algo fundamental, se pierde en los sistemas pese a tener un aceptable manejo del balón. Le falta mucho físico que deberá trabajar más allá de la simple preparación física, requiere de una enorme ingesta calórica, a la que no está acostumbrado. Su proyección no es elocuente pese a que juega con energía e intensidad. Posiblemente no acepte su escaso protagonismo a niveles más altos porque se ha acostumbrado a tomar decisiones dentro de los parámetros individuales, siguiendo el juego dominicano y quizás se desencante. La capacidad de conducción no es su fuerte pese a su alzada y siempre existirá la legítima preocupación sobre la capacidad de ser creativo dentro de la duela.

 

Tristemente, para ser una escogencia de primer pick no será un dinamo eficiente para despuntar y cargar con un equipo a instancias de calidad.

 

Segundo resultó Chris Flores, seleccionado por los Cocolos de San Pedro de Macorís, un chico de 6’02 de estatura que jugó en los Estados Unidos para la modesta New Jersey Institute of Technology, acaparando importantes titulares. Ya estuvo en Santiago con el Pueblo Nuevo demostrando que puede aportar con solidez. Nativo de Dorchester (Massachusetts), terminó como quinto mejor anotador en la historia de la universidad (1,724 puntos), líder en partidos jugados (122), séptimo en asistencias (330) y tercero en balones robados (212). Promedió 16.9 puntos en la estación 2012-13, con 3.9 rebotes, 2.9 asistencias, 2.4 balones robados, 2.8 bolas perdidas, mientras lanzaba para 39.0 por ciento desde el campo, 34.8 por ciento detrás del arco y 76.3 por ciento desde la línea.

 

Sea para sus propios proyectos, para los clubes que hacen deporte en todo el país o para servir de finca a la LNB, FEDOMBAL debe de trabajar seriamente en el desarrollo de las categorías formativas. El tiempo se nos viene encima, no hay espacio para más improvisaciones después de la docena de años perdidos en la administración anterior, las culpas que se le puedan endilgar a Julio Subero que estuvo 8 años en el cargo, al propio Federico Lalane José en su etapa de presidente del organismo rector, a Pedro Pablo Díaz, y así, seguimos contando.

 


Las promesas de una nueva era en el baloncesto dominicano deberían convertirse en trabajo incesante para permanecer en la punta de los picos más altos, alimentar las alegrías del arduo camino y convertirse en luz de nuevos tiempos.

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