viernes, 8 de octubre de 2010

Número 3. Lo indispensable: justicia, seguridad y comida


Los gobiernos son elegidos para cumplir los deseos de sus pueblos, y como votantes “deberíamos influenciar las políticas de gobierno”. En República Dominicana se avasalla desde la función pública, sin ton ni son; nuestro estado “fallido” es botín de aventureros y nada más. Ha sido lo mismo siempre: “gobierno que trabaja, país que progresa”, decía Balaguer; “una nueva generación al poder”, consigna de Salvador Jorge Blanco; “gobernaré para todos sin olvidarme de los míos”, cantó Hipólito Mejía; “siempre pa’ lante, nunca pa’ trá”, lema de regreso de Leonel Fernández. “Leonel, maestro, líder y guía… confiamos en ti”, es versión camino a una nueva reelección.
El Estado cobra impuestos abusivos pero no brinda ni justicia ni seguridad, de acuerdo a las expectativas ciudadanas. No se miden consecuencias a corto y mediano plazo, lo que podría devenir en la rebelión de los ciudadanos contribuyentes, hartos de una situación que no es responsabilidad exclusiva del Poder Ejecutivo sino también del Judicial y el Legislativo. Nuestro Presidente insiste en estabilidad… a costa de la canasta básica, la salud, la educación, mientras crece el sentimiento colectivo de que nos está matando a todos, llenándonos de carencias y debilidades. Mientras hay gente que tiene ganas de matar por matar.
En La Romana, nuestro Presidente señaló: “República Dominicana ha mitigado el impacto de la crisis económica mundial y mantiene un clima favorable para la inversión. Resaltó que a pesar de que el panorama económico mundial es incierto, República Dominicana experimentará un crecimiento de 5.5 por ciento, cuando en la región de Latinoamérica y el Caribe la proyección es de 1.5 por ciento, de acuerdo con las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Alguien debería decirle a Fernández que en los actuales momentos se necesita algo más que el panorama del vaso a mitad de agua… esta misma semana una libra de zanahorias está costando más que una libra de carne de res… ¿y los tomates?, ¿y los repollos?
El arroz, el trigo y el maíz, plantas que construyeron la civilización humana, han aumentado mucho más que el promedio. Las razones del aumento en el precio de la comida son de dos tipos. Existen, razones estructurales. El crecimiento de los ingresos reales, ocasionado por el rápido incremento económico en China e India, ha aumentado la demanda por carne y otros alimentos de gran contenido proteínico. Los chinos pasaron de comer 30 kilos de carne al año a comer 50 kilos. Muchos de los granos que antes iban a alimentar a los pobres de África ahora van a cebar a las vacas que se devoran los chinos. El aumento del precio de la energía también ha afectado el precio de los alimentos a través del mayor costo de los insumos, de los fertilizantes en particular. Y de manera indirecta, a través de la bonanza de los biocombustibles.
Pero el aumento de los precios también está asociado con factores coyunturales. Las restricciones a las exportaciones, implantadas por más de cuarenta países, han agravado el problema. La caída del dólar ha empujado a muchos inversionistas hacia los mercados mundiales de materias primas, lo que ha ocasionado incrementos adicionales en los precios de los alimentos. Las causas de la crisis son múltiples. Pero muchas de ellas son permanentes u obedecen a fenómenos de larga duración, lo que implica, entre otras cosas, que la época de la comida cara llegó para quedarse.
Las crisis también representan oportunidades; oportunidades que se pueden estar desperdiciando: la agricultura está creciendo a tasas muy inferiores a las de la economía. Varios analistas han señalado que la política oficial, en lugar de incentivar la transformación productiva, se ha concentrado en el otorgamiento de subsidios ineficaces. Más allá de los diagnósticos, urge señalar que la comida cara representa una oportunidad magnífica para hacer realidad, de una vez por todas, aquella frase manida según la cual este es un país con vocación agrícola.
Octubre 08 del 2010

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