martes, 1 de junio de 2021

Tres causales, una sola razón por Ellen Pérez Ducy
Abril 01 del 2021
 
 
Cada vez que me encuentro con unas notas de Ellen Pérez Ducy trato de leerlas, estudiarlas, volverlas a ver para a analizar, frecuentarlas hasta asimilarlas, y por supuesto, guardarlas: no la conozco personalmente, ella a mí tampoco, escribí de ella cuando fui redactor del Listín Diario años atrás, e integraba el equipo de natación de los Caimanes del Caribe. Antes me había encontrado con su mamá Ellen Ducy de Pérez-Montas, tal como ella se nos presentó al ingresar a la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), a un servidor y como a 30 alumnos más que en ese instante intentábamos ser químicos; fue nuestra profesora de inglés, y en lo personal siempre me dispensó una amplia y sonora sonrisa.
 
Había salido De La Salle, entonces solo para varones, y educado según nos decían: «en libertad y para la libertad», medio simpatizante de las izquierdas, pero para laos de esas simpatías siempre he sido «un niño acomodado, de los riquitos de NACO, con una vida excesivamente acondicionada y cuadrada», nunca viví en el sector que había construido Nacional de Construcciones, pero existen sordinas que aún resuenan, porque el dominicano conceptualmente se frisó en el tiempo, y rubrica esas basuritas.
 
Para los peledeístas soy «muy perredeísta/perremeísta», así me lo enrostraron en el despacho del ministro de Salud, hará cosa de 10 años, y para estos últimos un anónimo al que tratan de ignorar, «porque jamás se subió a la causa del partido»… pese a que a mi casa asistían regularmente doña Tatica y doña Ofelia, y surtíamos la farmacia de «el partido», primero por disposición de Juan Bosch, y después por el interés de ellas en mantener abierta la «farmacia» en el local de la avenida Bolívar; tanto, que jamás molesté a los poquísimos amigos que tengo en la tropa de los morados, en 20 años de ejercicio; y de los nuevos, los que llegaron en Ago.16.2020 con Luis Rodolfo Abinader Corona, llamé a dos en el lapso de la transición, justo después de Jul.05.2020, y recibí sólo el replicar de los aparatos telefónicos.
 
El primero me apuntó, por un mensaje de WhatsApp, que debía remitirle cualquier nota a otro medio que no era el que tenía guardado desde hacía más de 15 años, pero le bastó encontrarse con uno de mis hijos para decirle: «tu papá ta’ quillao conmigo». Al segundo le marqué por petición de un amigo, jamás me levantó el teléfono, pese a conversar con su chofer, su asistente, su otro asistente (higüeyano, por cierto), y con un amigo de ambos que me distingue llamándome «mi papá». Hubiera tenido una historia inexpugnable en su constante denunciar las vertientes de la corrupción del 2004 al 2020.
 
El último hubiera podido escribir un volumen más celebrado que Los Zarpazos del Puma: La Caravana de la Muerte de la autoría de Patricia Verdugo (Patricia del Carmen Verdugo Aguirre, Oct.20.1947 en Santiago de Chile; Ene.13.2008 en Santiago; premio María Moors Cabot de Columbia University en 1993, Premio Nacional de Periodismo en Chile en el año 1997, y premio LASA, otorgado por Latin American Studies Association en el año 2000; tristemente la fulminó un cáncer de vesícula); periodista y escritora que por lo menos visitó República Dominicana en una ocasión, y un servidor la escuchó en el programa matutino de Carmen Imbert Brugal.
 
Estoy contextualizando… para que cada quien hilvane mi película correctamente.
 
Abro paréntesis, como decía José Francisco Peña Gómez, el más grande líder de masas que jamás ha conocido República Dominicana. Abro paréntesis, para permitirme una distracción brevísima.
 
En una entrevista que realizó Juan Carlos Albelo, quien se define a sí mismo como: «hijo de Yolanda Arvelo, hermano de Prenda y Pablo, amigo de muchos, enemigo de otros, productor de televisión y radio, ultramaratonista, comunicador, intento ser honesto, y gay», en lo que considero el mejor programa de televisión que jamás he visto en República Dominicana, la mamá de este último personaje apuntó, palabras más, palabras menos: «por supuesto que había una diferencia social amplísima entre El Moreno (Maximiliano Gómez Horacio, May.05.1943 en San Pedro de Macorís; May.23.1971 en Bruselas, Bélgica, secretario general del Movimiento Maoísta Popular Dominicano) y yo» … ¡señora!... ¡señora!... a su marido lo habían asesinado hacía más de 45 años, y usted salta con una pendejada así, de ese nivel de estupidez. ¡No seamos pendejos!... ¡Coñooooooooooooo!... en este país repleto de montañitas de mierda, entrevistan al sujeto que no atendió mis llamadas, y el conductor le apunta, graciosamente: «dicen por ahí que El Moreno tenía un miembro viril descomunal»; el hijo se quedó callado, mustio, emblanqueció, e inmediatamente empecé a hacer zapping. Cierro paréntesis.
 
Para mis admiradores confundidos: he regalado más de un elogio.
 
Volviendo con Ellen Pérez Ducy, y su mamá, cuando escribió en el pizarrón su nombre, quería reventar… ¡de Pérez-Montas!... ¡Pérez-Montas!... pero ese era quien estaba remodelando todas las estructuras coloniales por encomienda directa de Joaquín Amparo Balaguer Ricardo… ¡el pipo!... pero no era don Eugenio (Mar.19.1933 en Santo Domingo), era otro Pérez Montas que no tenía registrado en mis incipientes archivos. Total, con los años aprendí a suavizar mis pensamientos sobre don Eugenio, porque el tipo, independientemente de cualquier circunstancia, tiene la cabeza muy bien amoblada.
 
En días pasados llamé a mi compadre (EVRL), para preguntarle: ¿tú te recuerdas de Ellen Pérez?... me respondió secamente: ¡no!... ¡mi compadre está empezando a fallar!… le comenté: «pero tú hasta un apodo le tenías; ella nadaba con tu hijo mayor, miembro de los Delfines del Naco, y tú estabas ahí, siendo oficial de las competencias de natación en la piscina del Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, y su mamá también era oficial de las mismas competencias». ¿Se estará haciendo mayor mi compadre?... ¡recientemente leí que la juventud se extiende hasta los 65 años de edad… a los 66 se inicia la edad media, hasta los 79; y la ancianidad corre a partir de los 80!...
 
Cuando leí, años atrás que Ellen Ducy de Pérez había fallecido lo sentí profundamente. Una mujer inagotable, desde mi punto de vista; le dejo un legado enorme a República Dominicana, en materia educativa, que espero no se pierda jamás. Coincidí poquísimo con ella fuera de las aulas, que recuerde sólo en la piscina del Centro Olímpico, y en el bazar de las damas diplomáticas; siempre me reconoció y me llamó por ni nombre, y cada vez me regaló un hermosísimo gesto.
 
Ellen Pérez Ducy escribió en el Diario Libre (Mar.25.2021) un artículo sin desperdicios que tituló: Tres causales, una sola razón, que me tocó. Y que aquí dejaré, sin cambiarle ni una coma.
 
Hasta hace poco tiempo, la mujer era el principal bien de capital. Generaba mano de obra, factor imprescindible para hacer rendir frutos a la tierra, imposible de reproducir. Así, la concepción, siempre accidental, era además de una bendición familiar, una inversión. De aquí deviene la posesión de la mujer.
 
Ahora que existen los métodos contraceptivos los embarazos no deseados tienen solución. Pero la raíz de los problemas milenarios sigue igual. Complicaciones naturales pueden generar situaciones que ponen en riesgo la vida de la madre o la viabilidad del feto. Nuestro respeto a la Constitución obliga a la madre a llevar a término un embarazo con final trágico y nos lleva a plantear como obligación sagrada que un médico utilice toda la tecnología moderna para sacrificar una vida productiva, e incluso con responsabilidades familiares, por salvar otra vida en potencia, ¡aun cuando la vida productiva clama por salvación!
 
La tercera condición, resultado de actos criminales por definición (y muy poco penalizados) lleva a la aberración de respetar una vida en potencia por sobre el desgarramiento y el desconocimiento de la voluntad de quienes han sido groseramente irrespetadas física, emocional y socialmente.
 
Que no quepa la menor duda, la vida comienza en la concepción, el aborto es una muerte impuesta por humanos a humanos, y cosa buena, no es. Pero en todos los crímenes se contemplan niveles de culpabilidad. Al igual que quien roba un pan por hambre, ¿no merecen estos casos especial consideración?
 
Sobre todo en los casos de incesto y violación, porque afectan principalmente a niñas menores de edad, aquellas más vulnerables y menos capaces de llevar a término un embarazo normal, y a jóvenes con débiles redes de protección social.
 
Seamos coherentes.
 
Si el Estado entiende defender la vida como un deber primordial, debe defender sobre todo a nuestras niñas y mujeres protegiéndolas de la cosificación omnipresente en carteles y canciones denigrantes, para no decir de las agresiones llevadas a cabo que deriven en embarazos producto de relaciones no consensuales entre adultos. Y debe promover su educación en sexualidad y moralidad consciente, para que puedan reconocer y denunciar los abusos como tal y recibir atención médica antes de terminar el primer trimestre de embarazo, evitando abortos cuya descripción marea.
 
Si el Estado entiende defender la vida, que defienda la vida en curso de la embarazada sin abrogarse el derecho de sustituirla por la de su hijo nonato. En cuanto a los niños deformes y retrasados, el Estado, quien entiende defender la vida a toda costa, debe costear sus necesidades especiales, de por vida. Y en el caso de mujeres violadas que dicen no desear el hijo luego de recibir debida consejería, el Estado debe asumir su cuidado, de por vida. En todas estas cosas las Iglesias pudieran colaborar activamente.
 
La única razón para las tres causales es el amor por la vida de mujeres en graves problemas. Creo que hasta Dios entendería.


 
Leídos los párrafos de Ellen Pérez Ducy, que además en otros trabajos hace galas rememorando la figura imperecedera de José Luis Alemán Dupuy, S.J. (Sep.16.1928 en Ciudad de México; Dic.24.2007 en Santiago, se educó en el colegio Belén de Marianao, La Habana, del que fue brigadier y se graduó en 1945. En Sep.08.1945 ingresó al Noviciado del El Calvario, en La Habana, perteneciente a la Compañía de Jesús; llegó a República Dominicana en 1966 apenas concluir sus estudios que le otorgaron un doctorado en economía en la Johann Wolfgang Goethe Universität Frankfurt am Main, en Alemania) solo resta corroborar, ratificar, confirmar, apoyar, reafirmar, convalidar, homologar, validar.

 

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