Leo
Corporán como «el azul de bolita», en horas muy bajas
Mayo 20 del 2022
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Un adolescente de esos de última generación, quizás post-moderno, que
tanto nos hemos fanfarroneado por dejar sobre la faz de la tierra, en un mundo
mejor colectivamente, pero al que muchas veces no les brindamos la mínima
educación, buenos hábitos alimenticios, a quienes no enseñamos a respetar, posiblemente
no haya escuchado jamás la expresión «azul de bolita».
Me gustaría preguntarle a un cronista deportivo que responde al nombre de William Aish, a quien no conozco, si conoció el «azul de bolita». Quizás también cuestionaría al respecto a Neftalí Ruiz, a quien apodábamos El Botellón, cuando coincidimos en El Nacional. De la nueva camada de miembros de la Asociación de Cronistas Deportivos de Santo Domingo, conozco o tengo alguna referencia de: Roxy Bonilla, Rafael Faneyte, Richard Bazil, Joan Molina, Wilson Rodríguez, José Augusto Castro, Juan Esteban Imbert, Raúl Eliazar Calvo, Avelino Cuadra, y Rubén Sánchez.
De esos Faneyte, y Molina son tipos dispuestos a arrastrarse a
cualquier precio. Molina tiene una cita conmigo desde hace siete años, y aún lo
estoy esperando.
Ese pintoresco tono índigo es habitual en las pastas y bolas de jabón,
generalmente con propiedad desengrasante; el jabón Limpiol abarcó toda una época en República Dominicana. Mucho
después supe que una compañera de estudios universitarios, cuyo nombre no revelaré,
dominicana descendientes de libaneses, había recibido el anti-Premio Nobel de
Química al elaborar un colorante azul para las ingestas alimenticias; el azul
no es un pigmento presente en el mundo vegetal comestible.
Pasa también que ese «azul de bolita» servía para señalar
cuando un objeto iba cayendo desde su lugar de ubicación o pedestal. Cuando
rodaba desde las alturas; deslizándose en caída libre a 300 kilómetros por
hora. Para estar claros, una caída de altura es cualquier desplome de un cuerpo
humano de una altura que supera su propia estatura.
«Cayó como el azul de bolita», fue una expresión que le escuché en cientos de ocasiones a mi progenitor: Rafael Joaquín Madera Castillo (Oct.13.1926 en Santiago de los Caballeros; Feb.26.1992 en Santo Domingo). Que además tenía la lúgubre costumbre de buscarse todos los días en los obituarios del Listín Diario, para después despacharse con un: «ese que fue mi amigo se fue primero que yo, cayó antes como el azul de bolita». Como me decía Carlos Francisco Elías, Cuchi, uno de los dominicanos de más altos vuelos culturales: «el viejo Madera es todo un personaje.
¿Está cayendo como el azul de bolita Leonardo de Jesús Heredia
Castillo, el mismo que se escuda en el mote pueril, insubstancial, y villanesco
de Leo Corporán?... en mi íntima convicción
se desplomó hace rato, está patidifuso, rodando por el suelo, sigue tenazmente resistiéndose
a reconocerlo, nos llena de melindrosa estupefacción; mientras el cuerpo le
aguante una barrabasada más, otra inconveniente indelicadeza, alguna tremebunda
acción con visos de hijo-del-gran-putísimo,
mientras no se le revienten las escasas neuronas que lo adornan, seguirá teniéndolas
tiesas.
Para ponernos en ambiente, una o unas preguntas que parecerían no tener
sentido, pero que difícilmente encuentren respuesta: ¿Leo, benemérito perínclito de la prensa deportiva, no será que el queso
que usted le niega al esposo de Cecilia [su hija], le está minando la salud?... mi mamá decía que «cotorra vieja no aprende a hablar»… buscando
probar nuevas texturas y sabores no es verdad que su paladar cambiaria después
de atravesar la barrera de los 60 años de edad … ¿tratando de zambullirse en exquisiteces que jamás estuvieron a su
alcance está acabando con su forzada lozanía?... texturas, croûtes, escalfar,
fumet, galantina, lenguas de gato, mantequilla manoseada, parmentier,
prosciutto, rehogar, terrina, vol-au- vent… dudo que en El Pony (establecimiento de comidas frente a la vieja cancha del
Mauricio Báez que usted mismo mandó a demoler; quizás debiéndole unos centavos
a los propietarios) fueran cotidianos esos términos.
En mi presencia le disparó a esa masa de pan: «mira hijo de tu maldita madre, ese quesito no lo venden en la pulpería
de Haina donde tu estas acostumbrado a coger fiao’»… estoy seguro, para
mantenernos en ese ámbito acariciable donde siempre ha querido llegar, pero no
hay molleros para ingresar o a atreverse, a un Luis Manuel Bonetti Veras no se
le escapa esa indelicadeza. Muy probablemente la extendida familia Bonetti ha
tenido que bregar con algunos chicos y chicas que no pasan la criba social para
integrarse a ellos.
En una ocasión mi compadre Queco (que
si conocía esas aguas casi siempre cristalinas de la Sociedad Industrial
Dominicana) me dice: «tu viste ese
perfumadito de apellido Gautreaux, queriéndose tirar un peo más arriba del
culo, dio un braguetazo con una de las Bonetti, pero estoy seguro que al primer
desliz le rompen el pescuezo». El matrimonio no llegó a su segundo
aniversario.
Mayo 20 del 2022
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William Aish |
Me gustaría preguntarle a un cronista deportivo que responde al nombre de William Aish, a quien no conozco, si conoció el «azul de bolita». Quizás también cuestionaría al respecto a Neftalí Ruiz, a quien apodábamos El Botellón, cuando coincidimos en El Nacional. De la nueva camada de miembros de la Asociación de Cronistas Deportivos de Santo Domingo, conozco o tengo alguna referencia de: Roxy Bonilla, Rafael Faneyte, Richard Bazil, Joan Molina, Wilson Rodríguez, José Augusto Castro, Juan Esteban Imbert, Raúl Eliazar Calvo, Avelino Cuadra, y Rubén Sánchez.
«Cayó como el azul de bolita», fue una expresión que le escuché en cientos de ocasiones a mi progenitor: Rafael Joaquín Madera Castillo (Oct.13.1926 en Santiago de los Caballeros; Feb.26.1992 en Santo Domingo). Que además tenía la lúgubre costumbre de buscarse todos los días en los obituarios del Listín Diario, para después despacharse con un: «ese que fue mi amigo se fue primero que yo, cayó antes como el azul de bolita». Como me decía Carlos Francisco Elías, Cuchi, uno de los dominicanos de más altos vuelos culturales: «el viejo Madera es todo un personaje.
Alain Ducasse |
Pretender pasar de ser El Niño Culiucagao de Villa Juana a compartir mesa con Alain Ducasse (Alain Ducasse Zamorano, Sep.13.1956 en Orthez, Francia) es para la risa. Quizás lo haga Margarita (Margarita María Cedeño) o Leonel Antonio, en sus infinitas vanidades, pero tampoco con papilas gustativas para alcanzar un éxtasis gastronómico, y derrochar el dinero que tan fácilmente les llegó.
Desde la madrugada mi teléfono se ha llenado de citas referentes a usted… ¿qué le ha pasado?... después de esta andanada: ¿terminará internándose en un centro asistencial?... como es su costumbre cuando las dianas le caen en las cercanías. Usted nos vende todos los días que se baña con agua bendita, pero en la práctica obra de manera muy diferente. ¡Como un cobarde!
Leo Corporán |
«El Mauricio Báez no cobra a nadie, por el uso de sus instalaciones, no importa si es un peledeista, y perredeista, o un reformista»… absolutamente cierto; pero inmediatamente después llega un soquete y le dice al beneficiario: «tenemos que comprar gasoil, por si se va la luz; tenemos que alquilar 500 sillas para cubrir el tabloncillo; tenemos que usar un cobertor para que no se maltrate el piso; tenemos que tener seguridad en las puertas y a esos muchachos hay que regalarles un par de pesos»… y así un largo rosario de pedidos menores, que al sumarlos conllevan una amplia suma de dinero. ¿Se reportan esos cobros sombra a la Dirección General de Impuestos Internos?... Leo, Leito, Marchante… ¿dónde queda ese dinerillo?... ¿a qué bolsillos van a parar esas calderillas?... según Selecciones del Reader's Digest «la risa es remedio infalible»… pero usted no es incontestable, axiomático, irrefutable, aunque les hace creer a todos que es inevitable.
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