sábado, 19 de febrero de 2022

Basketmania
Febrero 19 del 2022
Un monumento para Melido, y Sobao, y un tercero para La Boa Jones
 
 
En esta fecha (Feb.19.2022), se efectuará el Juego de las Leyendas del Baloncesto de República Dominicana, en su versión local, la acción correrá desde las 11:30 de la mañana en las instalaciones del Club San Lázaro, en el sector de Jobo Bonito, en los límites de la ciudad amurallada. Esta ocasión tiene como atractivo que estará presente la figura de La Boa Jones, sin quizás el importado más espectacular que jamás jugó en el Palacio de los Deportes de Santo Domingo.

Willie D. Jones, Hutch (6’09, 195, PF, Sep.01.1959 en Buffalo, New York, egresado de Vanderbilt Commodores, pick número 54 en el draft de 1982 por Los Angeles Lakers), fue conocido en República Dominicana como La Boa Jones, apodo que nació en un almuerzo en los salones del Hotel Hispaniola, y se inmortalizó, está de regreso al país, después de una ausencia de 35 años, gracias a las gestiones de Melido Sánchez, y Leonardo Jourdain, ambos árbitros FIBA, en su momento, que organizan todos los años un encuentro con las leyendas del baloncesto dominicano, tanto dentro de nuestras fronteras como en la ciudad de New York.
 
La actividad concita la atención de todos: inclusive en más de una ocasión los políticos han tratado de boicotearla (New York, 2016).
 
Jones jugó la estación 1977-78 para Buffalo State College Bengals donde en 21 choques dejó promedios de 7.1 enteros, 6.9 rebotes, 0.3 asistencias, con un 44.4 por ciento de aciertos desde el campo, y 53.8 por ciento desde la línea de libres. Pasó a Vanderbilt reclutado por el entrenador Wayne Dobbs (Jun.12.1939; Feb.10.2015 en Smyrna, Georgia, 1979 SEC Coach of the Year), para quien paradójicamente no jugó; la elegibilidad académica la cumplió a las órdenes de Richard Schmidt (Sep.03.1942; actualmente entrenador de la Universidad de Tampa, desde 1983 en la posición, 41 años en el cargo), y el último año le toco un legendario del nivel de C. M. Newton (Charles Martin Newton, Feb.02.1930 en Rockwood, Tennessee; Jun.04. 2018 en Tuscaloosa, Alabama, quien repartió sus 30 años como entrenador entre Transylvania, 1956 al 1968, Alabama, 1968 al 1980, y Vanderbilt, 1981 al 1989; como jugador ganó el NCAA Tournament en 1950-51 siendo miembro de Kentucky Wildcats bajo las directrices del legendario entrenador Adolph Rupp). En seis ocasiones distinguido como SEC Coach of the Year (1971-72, 1972-73, 1974-75, 1976, 1987-88, y 1988-89). Newton fue además presidente de USA Basketball desde 1992 a 1996; y en buena medida uno de los artífices del primer Dream Team.
Willie D. Jones, Hutch, La Boa Jones

En la estación 1979-80 disputó 25 encuentros, reuniendo 9.0 enteros, 5.7 rebotes, y 0.4 asistencias, lazó para un 57.5 por ciento desde el campo, y un 68.5 por ciento desde la línea; al año siguiente reunió, 9.5 tantos, 4.4 rebotes, 0.3 asistencias, 0.4 lances bloqueados, 0.5 robos de balón, disparando para un 66.7 por ciento desde el campo (110-de-165), entre los mejores a nivel nacional, e implantando una marca para la competitiva Southeastern Conference (SEC), además de un 74.7 por ciento desde la línea, todo en 29 partidos disputados. Para la campaña 1981-82 dejó 15.8 puntos, 6.4 rebotes, líder de la casilla, y 0.2 asistencias, con 58.7 por ciento en lances de campo, y 72.2 por ciento en sus visitas a la línea (104-de-144); 1982 All-SEC First Team.
 
Ese 66.7 por ciento de efectividad en lances de campo alcanzado en la campaña 1980-81 es actualmente segundo en el listado histórico de los Commodores, fue superada para 1989-90 por un 67.8 por ciento que reunió Steve Grant (80-de-118). Además, ocupa la segunda casilla en porcentaje de canastos de campo convertidos en su carrera con Vanderbilt, 60.5 (367-de-606), solo superado discretamente por un 60.6 de Will Perdue (519-de-856), durante 1984-85, y 1986-88.
 
Durante los años que Jones estuvo en Vanderbilt fueron seleccionados como Southeastern Conference Men's Basketball Player of the Year: en 1979-80, Kyle Macy de Kentucky Wildcats; en 1980-81, Dominique Wilkins de Georgia Bulldogs; y en 1981-82, Dale Ellis de Tennessee Volunteers. Considero que si usted conoce medianamente de baloncesto sabrá quienes son estos nombres que siempre se escribirán con letras mayúsculas.
 
Ese 1981-82 el equipo en manos de Newton, además de Jones contaba con: Phil Cox (5’11, freshman), que dejó 13.5 puntos, 2.1 rebotes, y 2.1 asistencias, y actualmente está sembrado como el cuarto mejor anotador en la historia de la academia; Jeff Turner (6’09, PF, sophomore), con historia NBA, que reunió 9.3 tantos, 5.4 rebotes, y 0.9 asistencias; Al Miller (6’05, SG), 6.5, 3.5 rebotes, y 1.4 asistencias; Al McKinney (6’02, G, sophomore), 5.6, 2.1 rebotes, y 3.2 asistencias; James Williams (6’06, SF, junior), 5.3 puntos, 3.3 rebotes, 0.7 asistencias; y Ted Young (6’08, C, junior), 5.2 puntos, 3.4 rebotes, y 1.0 asistencias.

Después de luchar denodadamente por quedarse en unos Lakers que arrancaron la estación 1982-83 con Magic Johnson, Norm Nixon, Kareem Abdul-Jabbar, Jamaal Wilkes, Michael Cooper, James Worthy, Kurt Rambis, y Bob McAdoo; Pat Riley lo coloca en waivers en Oct.25.1982. Días antes se habían desprendido de un finísimo tirador como Kevin McKenna (Oct.08.1982), y habían traído al veterano centro Joe Cooper (Sep.20.1982). Cooper, como dice Joaquín Sabina, duró: «lo que duran dos cubos de hielo en un whiskey on the rock» (licenciado en Nov.08.1982). Al término de la campaña adquirieron, vía la agencia libre, a Billy Ray Bates y al fortísimo delantero Steve Mix, de cara a la post-temporada.
 
Pero Jones recaló en Nov.17.1982 con los San Diego Clippers, vía la agencia libre, y allí permaneció hasta Dic.20.1982; era el equipo de Terry Cummings, quien termino esa campaña como NBA Rookie of the Year (23.7 puntos, 10.6 rebotes, 2.5 asistencias), Tom Chambers, Michael Brooks, Al Wood, Lionel Hollins, Craig Hodges, Randy Smith, Bill Walton, Richard Anderson,  Jim Brogan,  Jerome Whitehead, apareció Joe Cooper en 13 jornadas, entre otros, y ya Joe Bryant, el papá de Kobe, había tomado otros rumbos. Con el uniforme de los Clippers, Jones dejó 90 juegos, 9.4 minutos por salida, 4.4 puntos anotados, 1.9 rebotes. Recaló al terminó de la campaña 1982-83 con Las Vegas / Albuquerque Silvers (el colectivo fue relocalizado en Feb.10.1983) donde en 33 choques dejó huella de 15.3 puntos, 5.8 rebotes, 1.4 asistencias, con un 50.8 por ciento de efectividad en lances de campo (203-de-400) y un 74.2 por ciento en sus visitas a la línea (98-de-132), todo en 29.9 minutos por salida.
 
En el verano de 1983 Jones llega a República Dominicana para jugar por el Club San Lázaro. Esa aventura se corrió desde un martes como fecha inaugural (May.17.1983), pero 48 horas antes del primer salto al centro los de Jobo Bonito no tenían importado y se le avecinaba una multa de 5 mil pesos de la época. Pedro David Curiel, Pututi, había sido designado como director técnico de los lazareños, y casi en modo de desesperación giró una llamada telefónica a un servidor, le respondí «que yo no estaba en esas lides, que prefería descansar del baloncesto y sus interioridades»… ¡insistió!... nos reunimos en una oficina que tenía Pochy Rodríguez Elías (Pochy es apodo), en la avenida Bolívar, al lado del Colegio del Apostolado y frente a lo que fue el Supermercado Wimpy’s.

Jones en Italia

Nos congregamos Rodríguez Elías, Curiel, Manuel Suero, un inolvidable Cholo, mi hermana Rosa Linda, Pututi, y un servidor (May.16.1983); llevé 5 nombres de posibles jugadores. Es difícil recordar quienes fueron los otros canasteros propuestos. Mientras llamadas iban y venían, Cholo se divertía llamando a José Ravelo, que estaba encargado del Naco, diciéndole: «estoy cerrando con un americano que se comerá la liga». Repitió esa operación como tres o cuatro veces, pero en ningún momento teníamos nada en las manos, ni siquiera una promesa.
 
Cansados, abatidos, y sin resultados, decidimos cerrar la oficina; en los primeros escalones el teléfono timbró, quien estaba del otro lado lo dejó correr más de lo esperado, con la lengua afuera Rosa Linda levantó el auricular, había un interlocutor del otro lado de la línea, que después de un fonético «/gud ivnin/» disparó: «soy Hutch Jones, sé que ustedes me han tratado de localizar… ¿para que quien saber de mí?»… ¡nos quedamos perplejos!... ¡enmudecimos todos!... ya contábamos con una posibilidad.
 
Acordamos que en la mañana del martes (May.17.1983) él tomaría el vuelo desde Buffalo a New York, y ya en New York arrancaría en Dominicana de Aviación que cubría la ruta JFK/SDQ saliendo a la 1:30 de la tarde. Manifestó: «total, si surge algún imprevisto sólo perderé 75 dólares, y no habré salido de Estados Unidos». Curiosamente ese día fui a almorzar en casa de mis viejos en los Jardines del Hotel El Embajador. A la 1:00 de la tarde, entró una llamada, era Jones notificándonos que se regresaba a Buffalo ya que en el puesto de la CDA no había ningún boleto a su nombre.
 
Le solicité 15 minutos más, que fuera paciente. Aquí iríamos a mover cielo y tierra… ¡el avión estaba lleno!... ¡no aparecían ningún lazareño!... ¡virgensantísima!... Llamee a New York, alguien en la terminal del JFK me garantizó que lo subiría, sin importar el costo. Di por concluido el caso, y me retiré al ensanche La Fe.
 
A la 5:00 de la tarde se me ocurrió llamar al presidente de San Lázaro, de entonces, si usted recuerda el nombre, ¡bien!... porque yo no. Le dije: «en unos minutos su americano debería estar aterrizando en Las Américas»… recibí como respuesta un sórdido: «estoy trabajando y dudo que a estas horas se consiga a alguien que esté dispuesto a ir hasta el aeropuerto».  Estaba ya que echaba ¡humo por las orejas!... debí de mentarle la madre como cinco mil veces en medio segundo; total, arranqué, en la esquina me encontré con Johnny Marte Quezada, Cachete, mi vecino, miembro de la selección dominicana de voleibol, y quien después se convertiría en uno de mis compadres… sólo le dije… ¡súbete!... pasé nuevamente por El Embajador a buscar a mi hermana Rosa Linda. Llegamos a Las Américas, la tarde estaba caliente y muy soleada, dejé el vehículo en medio de la calle donde se retiran los viajeros que arriban, pese a lo impertinente que siempre es la policía que está en el aeropuerto, y me encontré con Luis Cruz que llegaba para el San Carlos, me soltó: «ahí anda un moreno larguísimo y flaquísimo que me preguntó siete veces por ti… ¡lo dejé con no muy buena cara!».

Lo miré, me acerque, lo vi ciertamente delgadísimo, y le disparé: «¿tú eres Willie Jones?»… respondió positivamente. Mi compadre acercó el vehículo, y le dije ¡súbete!... estaba imperativo a la enésima potencia. Ya acomodado me devolvió el disparo, con la misma munición: «¡tengo hambre!»… ¡errrrrrrrrrrrrrrrr pipo!... yo tenía un billete de 10 pesos en los bolsillos…
 
Pasé el trayecto de regreso bastante callado… ¿cómo haré para saciar esta urgente necesidad?... tomé la San Martin y antes de cruzar la avenida Máximo Gómez pasó una chica, muy elegante, y el tipo me suelta sin ningún remordimiento, en un español de lo más entendible: «¡linda señorita!»... miré a Rosa Linda y nos desternillamos de la risa; yo no iba a ir por tercera ocasión a la casa de mis viejos… me detuve en la San Martin al número 236, y le dije a Iván Brea, en la redacción del matutino Hoy: «él es Willie Jones, será el refuerzo de San Lázaro»… salimos, dejamos sus maletas en mis oficina, se puso «chivo, más chivo que un chivo de la loma». Asalté el colmado de la esquina (aún está ahí, calle 37 a esquina Alexander Fleming, en el ensanche La Fe), y con 50 que me prestó el banilejo Luis Mejía (nada que ver con Luis Rafael Mejía Oviedo), me dirigí al Club Deportivo Naco; ya el restaurante estaba abierto… nos atendió un señor mayor que brindaba un servicio exquisito.
 
Sentados a la mesa, Mr. Jones, Willie Jones, se anotó con dos filetes a la Chateaubriand… el señor nos pregunta: ¿ustedes qué van a pedir?... se escuchó un profundo silencio, como queriendo decir: «silencio, que están durmiendo los nardos y las azucenas, no quiero que sepan mis penas, porque si me ven llorando morirán». Rosa Linda me susurra: «pero nos repartimos un chicharrón de pollo entre los tres, que vienen muy surtidos»… la fulminé: «los dos filetes son 44, tengo 60, agua, refrescos, propina… suma, resta, multiplica y divide»… cuando llegó el primer plato, Mr. Jones, Willie Jones, se antojó de un simpático: «¿pero es verdad que ustedes no van a comer nada?».
 
Saliendo del restaurante nos encontramos con la directiva en pleno del Naco, y les propuse: «aquí está su refuerzo, el que nos llevará a una corona finalmente, nadie sabe que está aquí, ni siquiera los que estoy auxiliando». Alguien me dijo: «tu mejor que nadie sabes que traemos a Marcelous Starks, porque si no lo recuerdas tú fuiste la última persona que consultó Humberto Rodríguez y diste el visto bueno, además en lo que llega contratamos a Derek Sailors, que fue compañero de Frank Rodríguez en New Mexico State». Humberto Diego Rodríguez Elías, para entonces entrenador del Naco, y hermano de Rodríguez Elías, el benefactor de los lazareños.

Starks (6’08, C, Nov.14.1952 en Chicago, Illinois, egresado de Murray State en 1974) recaló en el italiano Fortitudo Bolonia, de 1978 al 1982; fichó por el Barcelona, donde se encontró con Antonio Sibilio, Chicho, 1982 al 1984; regresó a Italia con el Pallacanestro Treviso, 1984-85; estuvo también en España con el Círcol Catòlic de Badalona, 1985-86; y OAR Ferrol, 1985-86; regresa a Italia donde agotaría sus tres últimas campañas vistiendo de corto: Napoli Basket, 1986-87; Pallacanestro Pavia, 1987-88; y Virtus Bolonia, 1988-89. Sailors (6’08, PF/C) compiló la estación 1982-83, jugando para los Aggies bajo la conducción técnica de Weldon Drew, 14.3 puntos, 7.3 rebotes, y 2.7 asistencias. Nacido y criado en Lincoln, Nebraska, acaba de publicar su primera novela histórica «A Copper Town Summer», posteriormente se graduó en la Universidad de Nebraska. Actualmente reside en Clarkdale, Arizona; está escribiendo su próxima novela, una historia basada en sus experiencias como jugador de baloncesto profesional en Europa.
 
Rosa Linda nos solicitó la dejáramos en su casa, volvimos a los Jardines de El Embajador; llegamos al Palacio de los Deportes hinchados, pletóricos, observamos el encuentro inaugural de la temporada en las butacas que solíamos ocupar en el segundo piso, casi debajo de la pizarra oeste, donde se sentaban unos naqueños sobresalientes e inolvidables: mi compadre Eric Ramos Lebrón, que en ese entonces era gerente financiero del Naco, su esposa Sylvia Troncoso de Ramos, la hermosísima Ana Rossina Troncoso (hermana de mi comadre Sylvia), Ángela Miranda, recientemente fallecida, Picky Troncoso (también hermana de mi comadre Sylvia), Humberto Yepes, entonces novio de Picky, y pocos más. A todo esto, yo seguía sin ubicar a algún miembro de la directiva de Jobo Bonito.

Terminado el juego, apareció Cholo, fugaz, y se esfumó inmediatamente… quizás pasó más de media hora,  reapareció, me dice: «llévalo a la pensión de doña fulana [nunca pude retener el nombre de la señora, quizás por indignación], que ahí es que duermen todos nuestros jugadores». Lo paré en seco: «hablamos de un hotel de aceptables condiciones, no de una pensión; no se está pidiendo un cinco estrellas lujoso, pero si donde reine un ambiente adecuado, se pueda descansar sin que nadie lo moleste, corra el agua permanentemente y tenga todas las comodidades higiénicas». No terminamos esa noche en buenos términos, pasamos a buscar las maletas a La Fe, y lo ingresé en el Hotel Comodoro de la avenida Bolívar. Revisamos las habitaciones, y entiendo que quedó complacido.
 
Miércoles (May.18.1983), 9:00 de la mañana, llamé al Hotel Comodoro, pedí la habitación de Mr. Jones, Willie Jones, le pregunté si había desayunado, me dijo que no. También le cuestioné de la práctica a las 9:30 de la mañana en el Palacio de los Deportes; nadie le había informado. Deje todo lo que estaba haciendo, lo pasé a buscar y terminamos en el Palacio de los Deportes. Recuerdo que se me acercó Manolo Prince para decirme: «yo creo que puede dar el grado»… sonreí.
 
Almuerzo en el Hotel Hispaniola, toda la plantilla, los directivos, y un servidor como invitado. Uno de los chicos soltó: «se parece a una boa, largo, estirado, y la cabeza pequeña». Inmortalizado e inolvidable apodo que ha superado todas las barreras del tiempo dentro de los límites de la actividad del baloncesto dominicano, inclusive para quienes nunca lo vieron jugar. ¡La Boa!... ¡La Boa!... !La Boa!... !La Boa Jones!... rugía el Palacio de los Deportes.
 
Primer partido, miércoles, me aproximé a la instalación alrededor de las 7:00 de la tarde; estaba acompañado, para más señas. Alguien me ubicó, ese día me conformé en los asientos del primer piso, a mitad de las graderías, a mano derecha del Palco Presidencial, no era el lugar donde frecuentemente me sentaba. Me dice: «ahí está el negro diciendo que no va a salir a jugar, alega que no hay contrato». Dejé a la dama lo más acomodada posible, bajé a los camerinos, y la cosa estaba bastante acalorada. Cholo, a punto de explotar; Mr. Jones, Willie Jones, mirando a todos lados nervioso, sabiendo que no tenía a nadie a quien asirse, y no sé cuántos actores secundarios más.
 
Exponen el uno y el otro… ¡nadie quería ceder!... le dije a Mr. Jones, Willie Jones, juega que antes del próximo partido tendrás tu contrato, y de este juego, yo te lo garantizo. Hablamos también de mejorar la dieta diaria para alimentación, seguro de salud, y algunas menudencias más. Pero el negro quería garantías, y firmamos en una servilleta, como único recurso, que por demás fue lo único que apareció por los alrededores.

¡Salto al centro!... ¡oigan la bullaaaaaaaaaa.amigos!... arrancan las acciones y Mauricio Báez toma rápido control de las mismas… Iván Mieses en lo suyo… José Vargas, El Grillo, parecía impotente tras los disparos de Mieses…Apolinar Andújar, Tony Fraden, Alberto Smith, el pequeño y pimentoso Radhamés Díaz, José Novas, un jovencísimo Lucas Guerrero, Luis Duluc, Johnny, interminable y siempre bien dispuesto… ¿y Mr. Jones, Willie Jones?... tres faltas personales en los primeros minutos, relegado a la banca. En los instantes finales de la primera mitad, el entrenador Curiel regresa a Jones a la acción, y cometía su cuarta personal.
 
Oír lo que gritaban los lazareños colocados detrás de mí era un verdadero martirio. ¡Ese refuerzo hacia 14 días que estaba encerrado en uno de los apartamentos de San Lázaro, bebiendo y drogándose!... cantaba un borrachito con reiterada frecuencia.
 
En un momento de la pausa larga se me acercó José Oscar Fernández, El Tró, y barrió el piso conmigo. ¡Un espectáculo!... para no devolverle con la misma moneda y no asustar a la dama, lo seguí hasta mitad de la rampa que él había decidido seria su salida de la instalación. Le devolví palabra por palabra, volví a ocupar mi asiento, bastante exaltado.
José Vargas, El Grillo

No había más Jones en el resto del encuentro, hasta 3:14 antes de la chicharra. Los de Villa Juana estaban dominando el marcador justamente por 14 de diferencia; virtualmente todos entregados. No sé qué pasó realmente, la instalación se encandiló, el bullicio resultaba ensordecedor… parecía que había resucitado un muerto… Mr. Jones, Willie Jones volaba por los aires, propinó tapones, tomó rebotes, robó balones, parecía un pulpo con ocho brazos, en la tirada anotó 6 enteros, y San Lázaro logró lo imposible, se llevó la victoria.
 
El vespertino El Nacional tituló: «Jones: de villano a héroe»… paseábamos por Las Atarazanas cuando compramos el periódico de la tarde (May.19.1983), que en ese entonces tenía la competencia de Última Hora. Algo que pasó desapercibido, ese mismo día, nacía la complicidad dentro del tabloncillo entre un Grillo, y una Boa.
 
Alguien me susurró, y no recuerdo quien fue: «le vamos a dar un chance más a tu americano». Miré el calendario y tocaba el domingo a primera hora contra San Carlos que tenía a Evaristo Pérez, y a un refuerzo que duró poco tiempo en el país llamado Elvis Rolle (6’11, 225, C, Feb.08.1958 en Cat Island, Bahamas, egresado de Florida State Seminoles en el 1981, había pasado dos campañas en Oral Roberts Golden Eagles, pick número 42 en el draft de 1981 por Los Angeles Lakers; se estableció en Italia, entre 1981 y 1985 cerró filas en el Virtus Bologna; ficha del Pallacanestro Livorno, 1985 a 1988; pasó a Francia con el AS Monaco Basket, 1988-89; segunda parada en el Pallacanestro Livorno, de 1989 a 1992; siguió en el Virtus Roma, 1992-93, y cerró su historia en el Pallacanestro Trapani en el 1994) y olvidado pese a ser uno de los de mayor hoja de vida que había llegado al país; recomendado también por un servidor a Francisco Acevedo Gautier, Quique, que había entrado en el entramado sancarleño.
 
En la jornada dominical al medio tiempo, La Boa acumulaba cifras dobles en puntos y rebotes, 20 tantos, y no recuerdo los rebotes; terminó esa tarde con 29 enteros. En la estación 1983, primera de dos con San Lázaro, Mr. Jones, Willie Jones, le regaló 14 juegos a los de Jobo Bonito, acumuló 345 enteros, para una media de 24.6, y bajó 177 rebotes, para promedio de 12.6, tercero en ambas casillas. Regresó con los lazareños en 1985, y jugó de Arroyo Hondo en 1987.
Elvis Rolle 

Pasó en May.27.1983: recibo una llamada del Hotel Comodoro: «señor Madera, estamos muy complacidos con nuestro huésped, pero usted ya tiene acumulada con nosotros una deuda que está subiendo como la espuma»… llamé a Cholo y problema resuelto. A mí, quien se llamó Manuel Adolfo Suero Guerrero siempre me resultó un ser iluminado, quizás no del todo comprendido, por eso lo recuerdo con muchísimo cariño (falleció en Sep.27.2011, ocupando la posición de vice-ministro de Deportes y Recreación). Cholo no fue un santo, pero igual está en mis altares.
 
Como en todo en la vida, hay gente atribuyéndose méritos que no tienen, y me excusan los que se puedan sentir aludidos; los aprovechados, especuladores, muchas veces con tintes de abusadores tiránicos que no estarán jamás en mis reinos. Pasa en todos los eventos deportivos, en la sociedad dominicana es materia frecuente… en mis tiempos de adolescencia los que se presentaban en una fiesta sin ser invitados eran «los paracaidistas», eran los que más bailaban, tratando de estar activos al momentos de ser descubiertos, algunas veces se hacían tan fantásticos que los dueños de la fiesta los dejaban, previo averiguar de quien eran hijos, eran también los que más comían, y muchas veces también los que más bebían. Ahora mandan los oportunistas, si usted no les frena.
 
El resto es historia.
 
Cerrando estas líneas me llama César Santos Rivera, que para ese 1983 era el propietario de La Opera de El Conde, mi amigo y hermano, compañero de todas las batallas de entonces; Cesarín para sus íntimos fue selección nacional de futbol para los Juegos Panamericanos de 1971 efectuados en Ibagué, Colombia, junto a su inseparable amigo el doctor Mariano Estrada. «Luis, eres un hijo de la gran puta, con permiso de doña Dora, estoy en Roatán, Honduras, si me hubieras avisado dos días antes ahí estuviera»… esto nos sirve de ejemplo del poder de convocatoria de Mr. Jones, Willie Jones.
 

 

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