miércoles, 15 de diciembre de 2021

Manolo Santana, un mítico irrepetible que nos visitó en innumerables ocasiones o simplemente un tipo con suerte
Diciembre 13 del 2021
 
 
Cada mañana, después de mirar la prensa dominicana, no tengo muchas razones para sonreír; manipulada, olvidadiza, y como me digo una amiga hace dos o tres años atrás, ella periodista activa: «en el diarismo sale lo que los editores quieren, y una nota de prensa, para difundirse te costará alrededor de 15 mil pesos (en su momento, más o menos 300 dólares, moneda de los Estados Unidos)». En la actualidad, el salario mínimo en República Dominicana no llega a trescientos dólares al mes, pero la última ocasión que supe de la canasta mínima para una familia de cuatro personas, esta rondaba los 28 mil pesos mensuales.
Manolo Santana, Wimbledon:1966


Todo lo que leí en los tres matutinos a los que pude acceder (Dic.13.2021): Diario Libre, Listín Diario, y Hoy, pudo ser material de otras ediciones, porque ahí hay que tener equilibrio. De los editores vigentes Héctor J. Cruz (Listín Diario), Hugo López Morrobel (El Día), Leonardo de Jesús Heredia Castillo, más conocido por su pseudónimo de Leo Corporán (El Nacional) ya estaban en los medios cuando se celebraba la Copa Marlboro de Tenis del Caribe, por lo que el olvido no es óbice para desechar la transcendencia de Manolo Santana; que recuerde Franklin Mirabal (Hoy) no cursaba como periodista en esa época, y Dionisio Soldevilla (Diario Libre) debió ser un niño. De todos es sabido que Corporán se arrastraba por una pauta publicitaria de E. León Jiménes. ¡Que hipócritas han sido los olímpicos!

Voy a hablar de un ser que quizás el tenis dominicano debió reconocer en algún momento: de Manolo Santana, Manolin, Manuel Santana Martínez; Santana Martínez, como el narrador santiagués, guardando distancias; el nuestro, muy agradable de escuchar, pero el español alcanzó dimensiones fuera de este mundo.
 
Escribía Jorge Guerrero corresponsal de la Agencia Francesa de Prensa: «Santana se adentró en territorios completamente insospechados para un deportista español de aquella época. Viajes transoceánicos, el inglés, personalidades de toda índole. Hablar de Santana supone hacerlo de raquetas de madera y del blanco y negro; también, de un señor con mayúsculas que se ganó el respeto y la admiración de su deporte. Elogiado aquí y allá, desde los colegas australianos a los que trataba de imitar hasta el distinguido Roger Federer. “El gran caballero, con todas las letras”, definía al suizo, aunque sentía especial devoción por Rafael Nadal. “un fenómeno”, describía al balear con cariño».

Pasó una tarde, salí picado de la redacción del Listín Diario. Félix Acosta Núñez, El As (+), nuestro editor deportivo, de paso uno de dos periodistas deportivos dominicanos con la capacidad de dirigir íntegramente cualquier medio local, me estruja en mi cara: «quiero la mejor crónica de tenis jamás escrita en República Dominicana. No es que la de hoy haya estado mal, pero estaba para cualquier medio, la pudo escribir cualquiera». Me hirió en lo más profundo de mi entonces juvenil alma.
 
Por supuesto, defendía sus intereses, para nada ocultos. Ya en el Palacio de los Deportes tenía y sentía las mismas emociones que los días previos. Aquello no me encandilaba.
 
Hablamos de la Copa Marlboro de Tenis del Caribe, más o menos con los mismos actores cada vez. Aquello recibía toda la atención del público, el más perfumado y granado de la ciudad, con parroquianos que se trasladaban desde cualquier punto del país, porque aquello además, fuera de la pista, era un pase social; la instalación casi siempre bien cubierta por los asistentes.
 
Así conocimos a Manolo Santana (Manuel Santana Martínez, May.10.1938 en Madrid; Dic.11.2021 en Marbella; ganador del Roland Garros en dos ocasiones: 1961, 1964; ganador en Wimbledon:1966; ganador del US Open en 1965; medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1969 celebrados en México, en individuales; medalla de plata en la misma edición en dobles masculino),  primero jugador de esa Copa Marlboro de Tenis del Caribe, y después pasó a ser su director técnico; Ilie Năstase (Ilie Theodoriu Năstase, Jul.19.1946 en a Bucarest, Rumanía; número 1 del mundo en Ago.23.1973, ganador del Roland Garros en 1973, finalista en 1971; el US Open en 1972, dos veces finalista en Wimbledon: 1972, 1976), Guillermo Vilas (Willy, Ago.17.1952 en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina; también número uno del mundo, dos veces ganó el Abierto de Australia: 1978, 1979, finalista en 1977; Roland Garros en 1977, finalista en 1975, 1978 y 1982; Wimbledon: 1975, 1976; US Open: 1977).

También a Víctor Pecci (Oct.15.1955 en Asunción, Paraguay; noveno mejor del mundo en 1980; finalista de Roland Garros en 1979), Yannick Noah (May.18.1960 en Sedan, Ardennes, Francia; ganador del Roland Garros en 1983; semifinalista del Australian Open en 1990), José Luis Clerc (Batata, Aago.16.1958 en Buenos Aires, Argentina; cuarto mejor del mundo en Ago.03.1981, semifi8nalista del Roland Garros en 1981), Andrés Gómez (Andrés Juan Gómez Santos, El Zurdo de Oro, Feb.27.1960 en Guayaquil, Ecuador; cuarto del mundo en Jun.11.1990, ganó Roland Garros en 1988 semifinalista en 1987, ganó el US Open en 1986), Adriano Panatta (Jul.09.1950 en Roma, Italia; ganador del Roland Garros en 1976, cuarto mejor del mundo en Ago.24.1976), Raúl Ramírez (BC, Jun.20.1953 en Ensenada, Baja California, México; considerado el mejor jugador en toda la historia del tenis en México, jugó en Southern California, la misma que vio egresar al dominicano Félix Sánchez, antes de convertirse en profesional. cuarto del mundo en Nov.07.1976, ganó Roland Garros en 1990 superando a Andre Agassi), y Humphrey Hose (May.04.1947 en Willemstad, Curaçao, adoptó a Venezuela como ciudadanía deportiva, desde 1965; su mejor posición en el ranking mundial fue 125, Sep.04.1974; entre 1967 y 1971 cursó estudios en la University of Corpus Christi, estado de Texas, donde fue NCAA All-American en su último año de elegibilidad académica; representó a Venezuela en 16 ocasiones en la Copa Davis), entre otros.
Andrés Gómez en Buenos Aires, 2018


Paseando la vista, como ya señalé dentro del Palacio de los Deportes, alcancé a divisar a Miguel Castellanos De Moya, Pichi, entonces compañero en la aulas universitarias, y después amigo de toda la vida, acompañado de Ana Isabel Bencosme, que también cursaba la misma carrera que nosotros; él seguro tirándole los tejos, porque Ana Isabel tenía más de un pretendiente entre los que estudiábamos química en la UNPHU; al final Pichi se quedó con la mocana, casados y residentes en Cincinnati, Ohio, desde hace bastante tiempo. Por supuesto, todos fuimos a jugar en contra de ella, generalmente en grupo, para reírnos de nosotros mismos ante la incapacidad de superarla.
 
Ella tenía, e imagino que no ha cambiado, una belleza con un aire que levantaba las miradas cuando pasaba; y ese garbo que es norma en los cibaeños que tenemos estilo, y mucha elegancia. Siempre la vi dibujando una sonrisa muy agraciada.
 
Esa tarde se la robé a Pichi… ¿por qué esto?... ¿por qué aquello?... ¿cuál es el punto preciso dónde doblegó al rival?... imagino que terminé saturándola.
 
Escribí, ya todos los de deportes se habían retirado; Guillermo Perallón fue mi corrector, leyó, subió las cejas por encima de los lentes, sonrió; Orlando Figueroa escogió las fotografías que el mismo había tirado; pasé a la sala de composición y pegado, allí el mandamás era Rafael Muñoz, siempre dispuesto a «dar cuerda» (fastidiar sin hacer daño; encontré por ahí: molestar constantemente a alguien de manera jocosa y/u ofensiva, generalmente con insinuaciones y "palabras que duelen". Es especialmente efectivo si el "cuerdero" conoce detalles vergonzosos de la víctima. En algunos extremos el afectado recurre a la violencia y el culpable alega que "no estaba haciendo nada". Dar cuerda es uno de los pasatiempos favoritos de los dominicanos de todas las edades, en su eterna búsqueda de hacerse los graciosos), se sabía todo lo que pasaba en la  redacción, caudal de información interna, pero siempre muy discreto, era como un ángel de la guarda que tenía en la empresa; la última vez que lo vi era vecino de mi mamá en los Jardines de El Embajador.

Ahí en composición y pegado habían unos necios que volvían a corregir; se imprimía sobre un papel que no sé de dónde diablos salía húmedo, y se pegaba en los que sería la página definitiva; ya seca y compuesta esa página pasaba de nuevo donde Perallón, y de ahí a don Rafael Herrera Cabral; todas esas conducciones, ese ir y venir, la realizaba Fifo, un ser infinito, pero inconstante, la bebida lo separó muchas veces de la sala de redacción. Eso se llevaba a fotomecánica, donde pasaba al gruñón de López, y de ahí, convertida en plancha metálica, a la rotativa. Uno de esos despabilados, agudos, lúcidos, sagaces, y pocas veces reconocidos de composición y pegado me apuntó: «a ti no hay que corregirte, y si vienes inspirado te conviertes en delicia».
 
Al día siguiente me levanté, empecé con mis labores cotidianas, don Félix me localizó, cosa que no había pasado antes, ni volvió a suceder: «dime efectivamente que fue lo que tu hiciste, porque todo el mundo me ha llamado para felicitarme, desde los más encumbrados directores de E. León Jiménes, hasta nuestros competidores». Le respondí: «sólo cumplí con su encomienda».
 
Nada me turbó hasta que leí a Rafael Calderón en Ultima Hora, el vespertino de nuestra casa matriz, felicitándome, palabras más, palabras menos: «la mejor crónica de tenis jamás escrita en nuestro país». En un país donde nadie reconoce la labor del otro, Calderón me ganó eternamente.
 
Días después recibí una invitación de Gustavo Rodríguez (actualmente en Hoy), invitándome a jugar. «Yo he sido campeón de Santiago por muchos años; si alguien es capaz de escribir lo que dejaste impreso en el Listín Diario, debes tener un conocimiento y una capacidad en el juego únicas, así que te espero en una cancha para que me lo demuestres». Como era de esperarse, no le correspondí jamás.
 
Más allá de E. León Jiménes, de Philip Morris International, hoy para República Dominicana: Philip Morris Dominicana (PMDO), empresa que para el año 2006 fue responsable del 15 por ciento del mercado mundial de cigarrillos, aquello era por supuesto Manolo Santana.

Este Dic.11.2021, Santana se fue a jugar con su primera raqueta, que el mismo construyó desde el espaldar de una silla, a otras dimensiones, quizás para los más fervorosos ante la mirada de San Pedro, que de seguro le abrirá las puertas del cielo de par en par, después de una travesía sobre el globo terráqueo donde dejó un legado que será imperecedero.
 
La trascendencia de Manolín, como se le conocía cariñosamente entre la familia del tenis y porque así él lo quería, va mucho más allá de las glorias que alcanzó en las canchas: dos Roland Garros (1961 y 1964), un Wimbledon (1966) y el US Open (1965). Alcanzó el número uno en 1965, dos veces finalista en la Copa Davis, además de un oro y una plata olímpicas con el combinado nacional de España. Capitán de España en la Copa Davis en dos etapas (1980 a 1985 y 1995 a 1999).
 
Señaló el diario Marca (Dic.11.2021): «Wimbledon figura a la cabeza en la jerarquía de una carrera con 72 títulos. Entusiasta, intrépido, autodidacta, consiguió allí uno de los mayores éxitos del deporte español, tanto por el valor de la conquista como por su significado, por quebrar una barrera más adelante sólo franqueada también por Conchita Martínez, campeona en 1994, y por Rafael Nadal, ganador en 2008 y 2010».
 
«En 1984 entró en el Salón de la Fama del tenis de Newport, segundo español tras Manuel Alonso en 1977; en diciembre de 2004 recibió el Premio Excelencia de la FIT y en julio de 2005 fue nombrado para formar parte del "Club de Leyendas del Tenis Español", en el que sus miembros ejercen como embajadores del tenis español. En marzo de 2004 presentó su libro de memorias "Un tipo con suerte"», Marca, citado.
 
Alejandro Ciriza colocó en El País (Dic.11.2021): «Santana era ese chico nacido en la calle madrileña de López de Hoyos en cuya casa se pasaba hambre y escaseaban los recursos, que un buen día fue a llevar el bocadillo olvidado a uno de sus tres hermanos (recogepelotas) y que a partir de ahí no se separó del tenis. Aquella visita al Club Velázquez, pura casualidad, marcó un antes y un después. Se fabricó una raqueta con el respaldo de una silla y empezó a desempeñar todo tipo de labores para ayudar en casa con las propinas. El muchacho, un polvorilla con encanto y risa fácil, se ganó rápido a la acaudalada familia Romero Girón, que se encargó de su formación».

Agregaba Ciriza: «Santana es sinónimo de victorias y de grandes pasajes, de un sinfín de anécdotas. Cosechó 72 títulos, además del oro olímpico individual y la plata en dobles en los Juegos de México de 1968, cuando el tenis era todavía un deporte de exhibición. Sin embargo, su magnitud va mucho más allá de las pistas y apunta a la epopeya de un niño nacido en el seno de una familia muy humilde que atrapó un sueño prácticamente inalcanzable, en mitad de una época de oscuridad, la España franquista, y de un contexto profesional extremadamente complicado».
 
También recordó Ciriza: «Santana popularizó el tenis en unos tiempos en los que este deporte estaba reservado a los estratos sociales más pudientes y en el contexto de la posguerra. Procedente de una familia muy humilde, su padre, Braulio, era electricista de la Empresa Municipal de Transportes y su madre, Mercedes, ama de casa, supuso el gran referente para las generaciones posteriores y fue uno de los grandes estiletes para el despegue triunfal del deporte español. Ahí están Rafael Nadal y tantos otros, pero sin Santana nada hubiera sido posible. Con él y un pequeño puñado de intrépidos comenzó todo».
 
«Pocas personas jugaban al tenis tan bien como Manuel Santana. Y pocos han desempeñado un papel más importante en la popularización de su deporte en una nación importante. No es exagerado decir que millones de personas juegan hoy al tenis en España porque Santana, fallecido a los 83 años, ganó Wimbledon en 1966», tronó Richard Evans en The Guardian, rotativo británico que está celebrando sus 200 años de existencia. Añadió: «no era solo que un español ganara Wimbledon, aunque fue el primero en hacerlo, sino que era hijo de un jardinero en un club de tenis de Madrid. Era un recogepelotas. Venía de las clases trabajadoras que, en la época del dictador Francisco Franco, no debían practicar deportes de ricos».

Punteó también Evans: «y el tenis en España, hasta la década de 1960, era un deporte reservado para aquellos que podían permitirse el lujo de pertenecer a un club de campo. Más que en la mayoría de las naciones europeas, tenías que estar casi conectado con la aristocracia para blandir una raqueta. La inmensidad del logro de Santana se vio reforzada por el hecho de que terminó siendo el compañero frecuente de squash del rey emérito, Juan Carlos. Y, por eso, el seductor y encantador Manolo podía agradecer tanto su encanto como su talento». Puntualizó: «en el momento en que Franco reaccionó ante la efusión nacional de felicidad por su nuevo y humilde héroe, apretó a Santana contra su pecho cuando regresó de Wimbledon, el muro de clases que separaba el juego de las masas se vino abajo. Santana había sido honrado por Franco antes porque Wimbledon no fue el primero de los triunfos del grand slam de Santana. Había ganado el título francés en 1961 y 1964, y Estados Unidos en 1965. Pero Wimbledon estaba muy por encima de cualquier otro torneo de tenis en la conciencia pública en ese momento, y su victoria sobre Dennis Ralston en la final dio un giro a los fanáticos del deporte en España».
 
Guerrero por su parte nos regaló: «se destapó el español en un territorio dominado por los anglosajones y se adueñó del All England Tennis Club cuando el código único era el saque-volea. Tenaz y persistente, habiendo guiado ya a España a la primera de sus dos finales de la Copa Davis (1965 y 1967), fue escaneando a los poderosos australianos, los mejores de la época, y compartiendo entrenamientos con los Laver, Newcombe, Roche o Emerson hasta dar con el gran premio. Aquel menudo español, con el pelo zaino, dentadura prominente y simpaticón, ya se hacía respetar».

Apuntaba también Guerrero: «de 2002 a 2018 ejerció como director del Mutua Madrid Open, y tras delegar en Feliciano López se retiró felizmente a su domicilio de Marbella para disfrutar del buen clima y pelotear a diario en su club. Allí, como en la Caja Mágica, el Club de Tenis Puente Romano también le concedió su nombre a la pista principal. Pese a la edad y al declive físico, no dudaba en coger un avión y desplazarse a Nueva York, Montecarlo, París o Londres acompañado de su esposa. Ahora, reconocido internacionalmente y querido en todos lados, el tenis se pone a sus pies para despedir a uno de sus grandes».

 
 

 

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