viernes, 24 de enero de 2014

Vamos de robo


Almánzar
Armando Almánzar Rodríguez (1935, casi contemporáneo de mi mamá, ¡lo creía más joven!) se ha puesto viejo hablando de cine, también hace otras cosas, debe ser el primer cuentista de los poquísimos que actualmente viven en el país, sus trabajos han sido extensamente laureados, escribe en los medios nacionales y quien sabe cuantas cosas más. Cuando yo era más apuesto, más delgado y asistía a las aulas universitarias, Almánzar tenía un radial que mantenía cautivo a todo el oyente capitalino basado en sus críticas y opiniones, pero más que nada en los temas de las cintas exhibidas en la pantalla grande. Aquello verdaderamente era un lujo de película.

Este sábado (Ene.18.2014) el critico publicó en el Listín Diario (http://listindiario.com.do/entretenimiento/2014/1/17/307309/Vamos-de-robo) sus impresiones sobre la película “Vamos de robo”, escrita, producida y dirigida por Roberto Ángel Salcedo (quien esta vez se eximió de actuar; también conocido como “el primer niño de la ciudad”) y con la presencia de los comediantes Fausto Mata, Manolo Ozuna y Carlos Sánchez y el cantante Anthony Ríos, en su primera experiencia de este tipo. Aquello no tiene desperdicios.

Señalaba Almánzar: “hace poco leíamos sobre guionistas no europeos, no norteamericanos, no japoneses, sino latinoamericanos que, al preguntarles sobre sus guiones, sobre el tiempo que invertían en escribir un guión, hablaban de un año, de dos años, decían que los escribían una, dos, tres y hasta cuatro veces para sentirse al fin conformes con lo plasmado en el papel, en la pantalla de su PC. Pero, por supuesto, esos son locos viejos que pierden tiempo. Por estos lados, los hay que escriben un guión cada dos o tres meses, luego dirigen la película y en ocasiones la interpretan. Y van de robo, porque les patrocinan la puesta en escena, la rellenan de comerciales (con eso pagan en parte las inversiones), luego consiguen dinero de la DGCine (nota LRM: Dirección General de Cine) y, repetimos, van de robo”.

Añadía: “por supuesto, quien no va de robo es el cine, el séptimo arte, que es obviado para rodar puras
Salcedo y familia
mojigangas. También, por supuesto, van a decir de nuevo que “quienes quieran ganar el Oscar que se vayan a Hollywood”, o que “ellos no trabajan para hacer obras maestras, sino para el pueblo”, respuestas vanas, huecas y necias porque lo que sí saben en su fuero interno es que, si por algún repentino vaivén mental a alguno de ellos se le ocurriera la idea de hacer una “película para el Oscar” o “una Obra Maestra”, lo seguro es que, a pesar de las intenciones, les saldría otra burrada. Porque no es que no quieren, es que no pueden”.

Demasiadas verdades en tan escasos párrafos. En cualquier parte del mundo esto causaría un estupor gigante.

Así como en el cine, el deporte dominicano no presenta novedades. Aquí hay quienes pretenden jugar todas las posiciones en tantísimas disciplinas, dirigir, entrenar, trazar pautas y señalarse como verdaderos amantes de la institucionalidad. Por eso los avances son a gotas contadas. Un logro por acá, otro a los años, atletas que son formados en el exterior sin sacrificios para federaciones y gobierno; especialidades enteras sin un ídolo a quien emular, todo para después terminar siendo una de las facetas menos democráticas de la sociedad.

Hace cuanto nos sorprendemos con que muchos de los prospectos dominicanos de nuestro deporte rey alcanzan la cúspide y aún no han podido recibir una oportunidad en el béisbol local. Hace años que sabemos más de las nimiedades de los directivos de los equipos y federaciones que de los atletas. Que carajo nos importan Roberto Ramírez (uno de mis actores favoritos), Alexis Joaquín García, Radhamés Tavarez, Luis Mercedes o su impresentable hijo Luisito Mercedes, pero nadie tiene la osadía de cuestionarlos.

De todo ese grupo es portavoz más fiel ha sido Leonardo de Jesús Heredia Castillo (Leo Corporan), editor deportivo del vespertino El Nacional), quien ha estado muy de cerca con José Joaquín Puello Herrera y Luis Mejia Oviedo, presidentes del Comité Olímpico Dominicano (COD), relación iniciada por el publicista Nandy Rivas hace cerca de 40 años (en la coordinación de las transmisiones televisivas de los Tigres del Licey), y quien ha intentado manipular el movimiento deportivo a favor de sus amigos del “bloque olímpico”, desde la redacción del diario, que cada vez tiene menos páginas y circulación.
Puello Herrera

Corporan ha transmitido sin mucho brillo pero insistentemente por largos e interminables años los encierros, los silencios y la vocinglería de “los olímpicos”. Los resultados, siempre los mismos.

En la lucha que se vive desde finales del 2013 entre el COD y el Ministerio de Deportes y Recreación (MIDEREC), encabezado por Jaime David Fernández Mirabel, no hay que ir muy lejos para saber los mensajes que envía la santa y venerada hermanita de la Caridad del Cobre desde su columna Te Enteraste. El COD y sus federaciones afiliadas se han convertido en verdaderos parásitos de la burocracia estatal. La suspensión o el recorte de la subvención por parte del Gobierno Dominicano crearía un verdadero vacío de poder entre el movimiento deportivo dominicano.

Los que dicen o piensan diferentes sólo apuntarían a provocar inestabilidad y hay que buscar todos los medios posibles para excluirlos y marginarlos. Los mediocres cobran impuestos de exclusión, preterición, separación, omisión, maltrato ante el intelecto ajeno. El fantasma de la conspiración siempre detrás de las palabras, así se entiende en un país que no lee, que no escribe, que no se cultiva.

Los años de gloria de los dirigentes deportivos dominicanos se caracterizan siempre por la híper presencia en los medios; aún después de entregar posiciones, a mucho dolor; aún después de que la vida dictamina, hay quienes se resisten a tener una ausencia mediática prolongada. Esas conductas necesariamente exigen respuestas psiquiátricas. Nadie quiere dejar un espacio para las versiones y las repercusiones. Hay honras, no siempre bien ganadas, que hay que defender, pero casi todos sufren de clinomanía, ese excesivo deseo de estar abandonado en una cama.

Tristemente, la religión de todo el que está ligado al deporte dominicano es el dinero; “la búsqueda”, “el salir a la calle con el cuchillo en la boca”, expresiones populares de los últimos tiempos al interés por lo pecuniario.

Con Felipe –El Jay- Payano casi todo el mundo estuvo de acuerdo por su manera atrayente y abierta de manejar la cartera oficial, muchas veces a fuerza de talonario, excepto Leo Corporan, porque no pudo manipularlo; con Fernández Mirabal hay muchos disconformes por su tozudez en el manejo de la institución, independientemente de su falta de tacto y de su minima presencia dentro del mundillo deportivo, pero también el redactor jefe de la San Martín está en desacuerdo, porque no responde a los compromisos de “los olímpicos”, sus asociados. Las columnas en el vespertino son lastimosas.

A la izquierda, Leo Corporan
Cuando Leonel Fernández Reyna estaba armando su gabinete antes de regresar al Palacio Nacional en el año 2004 le ofreció la entonces Secretaria de Estado de Deportes, Educación Física y Recreación (SEDEFIR) al señor Corporan, y este tres veces, como Pedro, se negó; una vez inclusive, en presencia de este servidor en el estadio de la Marina de Guerra, en un acto organizado por el escucha Ramón Peña. Muchos asumen que por su falta de carácter ante las responsabilidades, otros por su chabacanería al frente de las posiciones, pero los más por su pretensión de sentirse con el poder detrás de los tronos. Esa no es una simple percepción, es una intención aviesa y desestabilizadora que se ha mantenido por muchos años dentro de la actividad.

Como ejemplo, de la falta de entereza de este ejemplo vivo de “Tulio Turpen”, señalaré un episodio que quizás pasó desapercibido pero que fue expuesto a todos. Álvaro Arvelo hijo, en una mañana de diciembre del año 2006 sorprendió a todos indicando que el señor Corporan había sido internado de urgencia en la Plaza de la Salud, por una hipertensión repentina, allí pasó tres días. Las malas lenguas no tardaron en decir que era producto de una diarrea cuando la sociedad civil cuestionó que los funcionarios recién nombrados de la Cámara de Cuentas de República Dominicana, donde se encontraba su hermano José Heredia Castillo, cobraran la regalía navideña completa con apenas 2 meses de estar en el cargo.
                                                   
Vivir como pretende nuestra sociedad sin una mirada critica es una equivocación que acarrea siempre males mayores; la misma debería servir como una liberación frente a métodos y abordajes tradicionales. Un país que busca mantener intactas las concepciones tradicionales sobre los géneros que deberían ser foco permanente de estudio se limitará siempre a revertir las valoraciones sobre si mismo.

El periodismo en República Dominicana está distanciado de las necesidades de la sociedad y amarrado a los dueños de los medios y a las escasas libertades que estos conceden para que muchos “payoleen”. Hay demasiada gente en los medios que escriben sin razón y muchos menos con honor.

Hace falta pensar críticamente en nuestras identidades, pero esta sólo será útil cuando se tienen claros los objetivos de la práctica y se desarrollan métodos consistentes con esos objetivos. El análisis crítico será siempre necesario para estudiar los sistemas y regulaciones que se producen entre los actores de la sociedad, el estudio de la historia y las luchas y las ideas y prácticas contemporáneas.

La percepción pertenece al sentido común, pese a que los sofistas oficialistas (los que han negado la realidad nacional en cada instante que hemos sido gobernados por el PLD) pretenden avasallar esta forma de mirar los desenvolvimientos sociales y no a ningún designio deplorable, patético y lastimero. Aquí la posibilidad de obtener dinero siempre ha entretenido a los nuevos barones de la hidalguía criolla; muchos de ellos, nuevos ricos.

Esa inestabilidad conceptual y esos asombrosos ocultamientos hacen temblar a la sociedad dominicana. Y este dato objetivo, este temblor inverosímil que padece hasta el más guapo de la cuadra, por una u otra razón nos estremece a todos.

Concluía Armando Almánzar: “y la presente lo demuestra de principio a fin: una historia con más agujeros que un colador, con un guión atropellado con diálogos que parecen una catarata de repeticiones, los cuatro del robo cada uno con su cantilena repitiendo lo mismo cada tres minutos, sus esposas repitiendo sus quejas cada tres minutos, y un robo que nunca es investigado a pesar de lo evidente: los sospechosos aún estaban dentro del banco cuando llegó la policía y no había dinero por ninguna parte, otros estaban dentro y tampoco importa, los acusados lo llegan a saber, pero tampoco lo dicen ni a la policía ni a la prensa ni a nadie, al final hay una persecución y, como por arte de magia, todos los perseguidos y perseguidores confluyen en el mismo lugar donde, claro, también están los ladrones”.

“Y si de histrionismo se trata, remachamos lo mismo que ya hemos dicho en muchas oportunidades”… cualquier parecido con cualquier otra instancia de la sociedad dominicana es una verdadera coincidencia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario