El pálido entierro del marchito y decadente Mauricio Báez
Julio 24
del 2019
Aquel inesperado cortejo fúnebre partió desde Villa
Mella, desde la misma casa de Leonardo de Jesús Heredia Castillo, porque el
mismo Leo Corporán alegó que el Banco
de Reservas ni el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones no habían “soltado unos chelitos en una hora tan
sombría”, además quería llorar en la más estricta intimidad a su titán “marca
Villa Juana”, pero le resultó más lúgubre que deslucido, más obscuro,
mustio, adusto y patético que abatido y taciturno, pero había que partir hacia
el Cementerio Nacional de la Máximo Gómez porque el cuerpo sin vida de los Metropolitanos
empezaba a corromperse y el mal olor adornaba el aire de manera fétida.
Doña Noi mandó
a buscar un tlacuache (Tlacuatzin canescens) pensó que con su
apariencia, ojos enclavados en círculos de pelo negro, orejas redondas, anchas
y desnudas, cola llena de pelos y cuerpo de igual volumen que la cabeza, sería
suficiente para apartar a todos esos curiosos parásitos con pinta de menesterosos
de su casa, traídos por su propio esposo, inclusive a algunos se les ofreció un
combo “pica-pica” (una chatica de ron
Carta Real, un pica-pollo de dos
piezas con tostones y mucho kétchup y 500 pesos en efectivo); cuando el
animalito observó a tanto lambiscón, se sintió amenazado, entró en “estado vegetativo”, simuló estar muerto
y así alejó a los curiosos depredadores.
“Llegó Satanás”,
se escuchó decir, en el mismo instante que aparecía Melvyn Miedolp López
Guillen, con un tabaco en la mano, aún sin encender, un pañuelo colorao’ en la cabeza, y un rabo e’gato
en la otra mano.
Como un trueno, instantes después, se escuchó la voz de Cecilia
Heredia Guerra: “señores, por respeto y
consideración, agradecemos su presencia en la despedida del Mauricio Báez, pero
la familia está harta de tener esa vaina aquí; ese es un cadáver que se está
empezando a descomponer, y ustedes saben que el muerto con tierra tiene”…
los más cercanos le escucharon balbucir: “¡las
vainas de mi papá!... porque traer toda esa gente al residencial y esperar a
que esa vaina empezara a oler, no tiene madre”… la cortada de ojos que le
dio Leito a su propia hija fue de
antología.
José Luis Domínguez |
José P. Monegro llamó a El Marchante para recomendarle los servicios de la Protectora
Corazón De Jesús, ahí mismo, en la Nicolás de Ovando, que había usado para
llevar a su última morada a Huellas de Siglo, pero ya César Leonardo Heredia
Guerra había contratado a Tiempos de Paz, cuyo local principal está justo al
frente del propio cementerio de la Máximo Gómez.
Manuel Trinidad Acevedo, propietario de Tiempos de Paz les
sugirió a los deudos que era preferible ir directamente a la tumba y enterrar
al difunto.
Salió el cortejo, Leito
quería ir en el carro fúnebre y se le concedió. Detrás, José Luis Domínguez, a
quien todos conocemos como Boyón,
Nelly Manuel Doñé, El Cabo mentaó, y
Juan José Heredia Castillo, a quien todos llamamos como Corporancito, se disputaban que vehículo iría detrás del carromato.
Sacaron las narices también Fernando Arturo Teruel Capri, presidente de la
Asociación de Baloncesto del Distrito Nacional (ABADINA) y Rafael Fernando
Uribe Vásquez, presidente de la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL),
a quien todos conocemos por el mote quintopatiero
de Rafelin.
La profesora Nelly Doñé fue la primera en entonar un
lamento y pidió que todos la acompañaran a cantar: “tú nos dijiste que la muerte, / no es el final del camino, / que aunque
morimos no somos / carne de
un ciego destino. / Tú nos hiciste, tuyos somos. / Nuestro destino es vivir /
siendo felices contigo, / sin padecer ni morir”. Lo único cierto era que el Mauricio Báez estaba ahí, fusilado, maltratado,
golpeado y vencido. Una patana pintada de negro y amarillo de pasó por encima.
Nelly Manuel Doñé |
La procesión tomó la avenida Hermanas Mirabal hacia el
sur, los vehículos se fueron sumando,
Leito le pidió a Manuel Elpidio Castro Castillo, uno de sus
alumnos más avanzados, quien pretende correr como diputado para las elecciones
del 2020, por el oficialista Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que
llamara al general Ernesto Rodríguez García, director de la Dirección General
de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (DIGESETT), antes Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET), para que
dispusiera la habilitación de un carril expreso.
Pero la cosa fue a más, El Niño Culicagao de Villa Juana le preguntó al pasado jefe
policial que si había alertado a la institución del orden sobre la denuncia de que
el Rafael Barias había recibido la ayuda encubierta competidores de dos
peligrosos grupos sediciosos y terroristas. “Castro, Castro, ¡coño Castro, escúchame!... óyeme mamaguebo, yo te dije
a ti y te repetí que Nandy Rivas y Luisin Mejía, dos de los hombres más serios
que conozco me informaron de la existencia de células terroristas que se
autodenominan “Rafelinduchos” y “Najridistas,
también te pedí que vigilaras bien de
cerca de los enemigos número uno de los mauricianos, el españolito ese, un tal
Borrás, y el insubordinado Caobo”.
Castro Castillo |
Siguió la marcha, y cuando llegaron a la oficina del
Banco de Reservas en la misma avenida Hermanas Mirabal, ahí lo esperó Amaury
Heredia Guerra, inconsolable, apenado, desconsolado, contrariado, a su lado
estaban Gerardo Suero Correa, Leonel Carrasco Domínguez, Eligio Blanco Peña, El Pai, Diandino Peña Criqué, que violó las recomendaciones médicas para estar ahí presente, Luis
Manuel Bonetti Veras y Rosa Doñé, entre otros. A lo lejos, casi invisible
Saturnino Martínez, Noñoño, a quien
se le observó dejando escapar una lagrima. A El Pai se le aventó: “Leo,
tu si sí es el verdadero eje del mal, no Sadam Husein, ni Osama bin Laden, y
muchos menos Muamar el Gadafi, tu eres peor que Háfez al-Ásad, ese asesino que ha llevado la violencia a
Siria y ha masacrado a su propio pueblo. Aquí no se va instaurar jamás una
dinastía Heredia Guerra, oíste, culo cagaó”. El presidente ad-vitam del
Mauricio Báez lo quiso fulminar con la mirada.
“Si Amaury, ese mierda, cree que va a volver
a hacerme pasar por esto otra vez, mejor lo mando a matar. Si, a matar, aún sea
mi propio hijo; yo pasando vergüenza a estas alturas del juego. Prefiero hacer
las paces con Noñoño y me voy a
buscar el asesoramiento de Pedro Pablo Pérez, le haré una oferta al culú de
Alberto Rodríguez, aunque sé que no quiere saber de mí; llamaré a mi ahijado
Rodrigo para asegurarme un hombre grande, fuerte, que no pasó hambre jamás, con
experiencia en el medio de la cancha, y que en el barrio todos lo quieren, aunque
su papá es un necio, más necio que todos los necios de Villa Juana, y hasta a Julián
Suero lo sacaré de la cárcel, si llega, porque antes de morirme veré al Mauricio
Báez coronarse todos los años”, soltó delante del chofer, como si
nada importara, como si los muertos no escucharan.
En
su fingido espectáculo Leonardo de Jesús Heredia Castillo no tuvo tiempo de
pensar jamás en unas líneas que decía Jonathan Swift (Nov.301667 en Dublín;
Oct.19.1745, también en Dublín, escritor satírico de origen irlandés): “la ambición suele llevar a los hombres a
ejecutar los menesteres más viles; por eso para trepar se adopta la misma
postura que para arrastrarse". Cabría pensar si este personaje, retorcido,
malicioso y sombrío ha buscado alguna vez el bien colectivo o sólo sigue el
dictamen de sus apetencias personales.
Los
barianos se apostaron entre las
estaciones Gregorio Luperón y José Francisco Peña Gómez del Metro de Santo
Domingo, y entre ambas, el Car Wash Sol de Luz, la Plaza Riverside, y el
Ferrecentro El Torito, colocaron música a todo volumen. Michael Flores vino de
Nueva York a incitar la más festiva celebración en la ruta mauriciana y se lo
gozó.
El
sol se encandiló y el cadáver ya no podía oler más de forma desagradable;
estaba a punto de reventar. Leito pidió
acelerar la marcha. Pasaron raudos y veloces frente a José Miguel
Gutiérrez, El Chino, que pretendía
vender algunos pastelitos recién horneados.
Al
llegar al puente Presidente Peynado la situación era insufrible, El Marchante a punto de desmayarse; ese
hombre de pelo en pecho, según dice, vencido por unos olores putrefactos.
Esa
masa inerte estaba liberando todos los compuestos orgánicos, se estiman son más
de 400, y la descomposición se aceleraba. El cadáver se hinchó de manera
espectacular debido a la presencia de gases internos y las bacterias ya habían
desprendido las grasas del organismo. Ahí mismo esos despojos pasaron a la
etapa de putrefacción oscura; los gases salían al exterior, sin pudor, y ya se percibía
diez carros más atrás. “Más rápido, más
rápido, ¡coño!... pisa el acelerador
a to’, no importa si matamos a un par de pendejos en el camino; tu no viste que
ahí estaba Danilo Díaz, yo lo llamo y él nos resolverá”, empezó a vociferar
Leonardo de Jesús. Su propio muerto le pesaba.
El
tapón en los elevados de la Máximo Gómez era insufrible. Castro Castillo volvió
a llamar una vez más a Rodríguez García, llamó a Jacobito Mateo Moquete, y también
a Ney Aldrin Bautista Almonte. “Dos
minutos más y llamo a Gonzalo Castillo para que me saque de aquí en un
helicóptero, aunque no soy santo de su devoción”, proclamó; “yo que he aprendido a vivir tan cómodo
después que Leonel Fernández llegó a la Presidencia de la República, con ganas
de volver a picar en grande, porque el profesor va a regresar al Palacio
Nacional, hará mangú con ese perremierda de Luis Abinader y teniendo que
soportar estas vainas a causa de estos mierdas”, añadía.
Nadie
supo cómo se llegó al cementerio de la Máximo Gómez, Leo Corporán se desmayó: Cuando vino a reaccionar, La Locona le estaba dando respiración
boca a boca; el xenófobo editor deportivo de El Nacional recibió asistencia del pájaro más famoso de Villa
Juana, pero el masaje cardiaco se lo ofreció Eleonora, un famoso cuero que hizo
vida en La Gioconda, cabaret que
estaba en la Máximo Gómez entre Mauricio Báez y Paraguay, en la acera este. Allí,
Heredia Castillo, el defensor de los hombres más serios del país, entre los que
imagino se incluirá, pensó había ganado la vida eterna, brechó, fisgoneó, se saltaba los muros para ver las carnes de esas
mujeres, probó las mieles del placer y fue desflorado, de gratis, porque era tan
flaco, tan poquita cosa que le dieron a probar gratuitamente.
Ya
el autor de Te Enteraste había sufrido vatios sincopes durante el
desarrollo de la serie final del Torneo de Baloncesto del Distrito Nacional.
El Niño Culicagao de Villa Juana ordenó
desalojar el cementerio de todo curioso, dejó a Fernando Arturo Teruel Capri,
que leería el panegírico, con la palabra en la boca y procedió al más íntimo de
los enterramientos.
Cabizbajos
se retiraron Roosevelt Comarazamy, Juan Carlos Camino, Elena, Bolívar Díaz Gómez, Jacinto Díaz, Rolando Guante, Rafael Martínez,
José Antonio Torres, entre sus compañeros de El Nacional (colocados alfabéticamente); Monegro y Hugo López
Morrobel por El Día; José Cáceres
Veloz, Primitivo Cadete, Franklin
Mirabal, Jeffrey Nolasco, Gustavo Rodríguez, Ubi Rivas, pero se sintió
la ausencia de Bienvenido Álvarez Vega y Marien Capitán por el Hoy … ¿ausencia con cocoricamo?; Héctor
J. Cruz por el Listín Diario, Yancen
Pujols por El Caribe; y una amplia
comitiva del Ministerio de Deportes y Recreación (MIDEREC), donde se notó
además a Junior Arias Noboa.
Inconsolable
estaba Agripino Parra y que decir de Tomas Polanco, que también a decir de Leo es un inmaculado.
Los
jugadores muy compungidos: Gregorio Adon, Oscar Cabrera, Miguel Evangelista, Brayan
Martínez, Yohansi Minaya, Papucho, Diego
Moquete, Rayner Moquete, Daniel Núñez, Danielito,
Ángel Gerardo Suero Castillo, Juan Miguel Suero Castillo. En estado puramente lisérgico
Julio César Javier, el mismo a quien todos conocemos como Ayata. En segunda fila, veteranos del colectivo, Tomas Richard,
Roberto Abad, Ramón Calderón, Boligato,
Eladio Almonte, Yayo, José Martínez, El Cangrejo, Guillermo Prensa, el único
jugador que ha militado en el superior por cinco décadas, Domingo Rosario, Miguelito
Miranda, El Muerto, y Pedro Morel.
José
Alberto Castro, ahora presidente del BAMESO, envió desde el Mejoramiento
Social, refuerzos para los rezos: Bula, Toni Cuento y hasta a El Mago Beato,
todos miembros del Sindicato Nacional de Buscamuertos y Azaravivos, quienes
llevaron su propio público para hacerles el coro con los cuentos subidos de
color y las malas palabras jamás escuchadas, encantando a los presentes, mientras
algunos se cuidaban sus carteras. Un batallón de mujeres preparó café y jengibre,
ahí mismo, dentro del cementerio, mientras otros tenían galletas de soda.
Vitelio
Mejía Ortiz también estaba en el camposanto. Además, Julito Hazim, Félix
Decena, Melanio Paredes, Kalil Haché, Franklin Báez Brugal, Danilo Aquino, Luis
Mercedes, Frank Herasme Díaz, José Manuel Ramos Báez, Antonio Acosta Corletto, El Colin, Juan Vila, Sucre Bolívar Mateo
Lantigua, Hugo Beras, Ramón Alexis García, Diego Pesqueira, Domingo Bienvenido
Solano, Miguel Ángel Marte, José Esteban Borromé Frías, Gonzalo Mejía, Rafael
Damiron, Pedro Pablo Díaz, Gilberto de la Cruz, Mañiño, Jaime Casanova, Manuel de Jesús Figuereo Félix, Milton Díaz
Andrés Terrero Alcántara, José Augusto Castro, Johnny Marte, El Hombre Oferta, Leopoldo López
Navarro, Leo López, Johnny Peguero,
Romeo González, Santo María, Edwin Castillo, Tatico, Tolben Jaquez, Dore Vicioso, José Mercedes Del Rosario, Maita, y tratando de pasar desapercibido
Osiris Guzmán Delgado.
Bajo
un paraguas se colocaron José Ramón Peralta Fernández, Alejandro Montas,
Heriberto Adolfo Morrison Fortunato, Simón Lizardo Mézquita, Soterio Ramírez
Martínez, Fernando Hasbún, Orión Mejía Ventura, Henry Mejía Oviedo, Danny
Alcántara, Alejandro Asmar Sánchez, auxiliado, Manuel Corripio Alonso, José
Alfredo Corripio Alonso, Marcos Díaz, Emmanuel Trinidad Puello, Vicente Mejía, Dinaldo
Landolfo Féliz Mustafá, Mario Virgilio Álvarez Soto, entre otros.
Por
razones obvias no estuvieron presentes ni Emilio –Cuqui- Córdoba, ni Osvaldo Rodríguez Suncar.
A
las versiones vivas y disminuidas de Chochueca
se les escapó la ropa del fallecido, personajes que han copiado del original su
manera de reír, algunas veces destemplando a un lado la boca y su andar
calculado, con una ligera parsimonia.
La
realidad le pegó duro a este que se considera se ganó el reino de los cielos y
es un pendejo más que vive bajo el sol que nos alumbra a todos. Evadiendo
cualquier cerco, saltó Roberto Ramírez y le extendió a Leito ese abrazo hipócrita que ya es marca registrada. Desconsolado,
lo cargó Ramón Rodríguez, El Teacher,
que pensó en medio del yeyo de su
protector que era el momento idóneo para heredar las páginas deportivas de El Nacional.
Los
personajes aquí indicados son reales; la historia es totalmente ficticia. Así
que disfrute esta liviandad, cuente los Austin y diviértase.
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