martes, 12 de noviembre de 2013

Sueños y pesadillas de un poeta criollo


Todavía en las cabezas de mucha gente retumban las arengas de aquel tramo donde Jacobo Majluta Azar trataba de convertirse en Presidente de la República: venga pueblo, venga gente que Jacobo es el próximo presidente y este es un carro sin reversa. Era la voz inconfundible de Tony Raful Tejada (Santo Domingo, 1951), a quien todos llaman El Poeta. Voz que se dio a conocer en el programa radial Tribuna Democrática que se radiaba desde Radio Comercial, órgano del Partido Revolucionario Dominicano (PRD).

Raful Tejada, tres veces diputado, 1982-86, 1990-94 y 1994-98, secretario de Estado de Cultura (2000-04), director de la Biblioteca Nacional y sub-director de Radio Televisión Dominicana, presidente una vez del PRD, diría que sin ningún tipo de arraigo popular, entre tantísimos otros cargos, acaba de presentar su volumen número veintitrés, un libro de poemas que tituló La Loca del Café Sublime: versos y aforismos de un poeta de dos siglos.

Título más que rimbombante, fastuoso, ostentoso, pomposo en demasía, recargado. El mismo autor se define como un poeta que nada entre dos siglos. Mas allá de las imagines y sonidos que estos versos puedan dejarnos, pasarán de forma expedita al olvido, tristemente no resistirán el paso del tiempo y quedarán sus trazos olvidados de lecturas e interpretaciones.

Escuché a Raful Tejada promocionando su libro en el programa radial que conduce Milagros Ortiz Bosch; parecía un vendedor de enciclopedias, expresándose y hablando maravillas de la obra que pondría en circulación. Todo marchaba envuelto en una fina magia, sobraban palabras, hasta el momento justo que empezó a declamar; acto seguido, apague el aparato.
 
Si alguna duda me quedaba, en la crónica que recogía el matutino Hoy (Nov.06.2013) terminé de confirmarla. Leí aquella con ávido interés, poema incluido, para confirmar que el escritor y poeta es esclavo de su tinte de pelo y nada más. Qué se puede imaginar de un hombre con veintitrés volúmenes salidos de su cabeza y de su pluma sin haber trascendido jamás nuestras fronteras y a quien que lo tenemos metidos hasta los tuétanos, en nuestra memoria auditiva, con sus discursos de barricada en aquella siempre combatiente Tribuna Democrática, que era más que un toque de queda en momentos después del mediodía, el que alguna vez fue órgano oficial del partido del “jacho prendio”.

Osaría pensar qué había influido su ejercicio poético; advierto que no hay una raya entre lo que escribe y su trabajo en la política; en esa política vernácula tan desfasada, tan raramente social, pródigamente excluyente, absolutista y más que nada putrefacta. ¿Cómo un hombre que salta de PRD al PRI y regresa al PRD, sin interrogantes, tiene espacio para intentar escribir poesía? (El PRI fue ese grupúsculo sin sentido, divisorio, que creó Majluta Azar cuando intentó separarse del PRD, en la llamada guerra de tendencias).

En el momento cumbre de su existencia, aquella que debió servir para transformar buena parte de la sociedad, Raful Tejada no marcó lineamientos pro-positivos para la puesta en marcha de una política cultural exitosa, lo que también aconteció con su sucesor, José Rafael Lantigua, quien se paseó 8 años en la posición. El sector cultural dominicano no tiene objetivos específicos, ni en tiempos pretéritos ni en el vigente, no hay sustentación para llevar una política en tal sentido y a nadie le importa, por lo menos en las esferas oficiales, todo lo que tiene que ver con este mundillo.

La colectividad artística nacional necesita investigar los requerimientos concretos de la población. Quienes se han apoltronado en el Ministerio de Cultura no han tenido criterios transparentes que nos lleve a una persistencia profesional y un crecimiento competitivo. Aquí el pasado muerde a mucha gente y ni Raful Tejada ni Lantigua escapan a ello.

Lo que si ha existido con relación a los entes culturales del país es un enorme griterío, el escándalo permanente,
la batahola interminable, la confusión sin fin; no hace mucho se llegó a conocer públicamente al ministerio como “la jaula de las locas”, pero nadie dice nada y mucho menos trata de discutir y colocar los puntos sobre las íes. La nación necesita de gente que trabaje y estudie seriamente sobre los problemas culturales. Todo se ha quedado en el caciquismo más puro y duro; Raful Tejada y Lantigua dijeron síganme, pero ninguno explicó por que había que seguirlos. El uno llegó sin programas y el otro borró con todo lo que encontró para no hacer nada nuevo.

El más reciente guía del ministerio, el cantante José Antonio Rodríguez, parece una ostra en su concha. Tampoco dice nada, no se siente, no se escucha. Amargamente el comentarista radial Álvaro Arvelo hijo, en el programa El Gobierno de la Mañana de la radiodifusora Z-101 lo ha llamado repetidamente: “el ministro de la incultura”. Frase lapidaria, lacónica, categórica, seca, redundante, con la que no estoy totalmente de acuerdo. El país conoce de hombres y mujeres con capacidades para sobrellevar el cargo y trazar políticas claras en el sentido cultural (Gamal Michelen Stefan, Carlos Francisco Elías, Carmen Imbert Brugal, Andrés L. Mateo, Rafael Emilio Yunén, a modo de ejemplos); el problema es tener la dignidad para no sentarse en la poltrona para solo cobrar los días de pago.

La cultura dominicana carece de teoría, de conocimientos, de ilustración y de líderes. No existe sobre la faz de la tierra ninguna institución social, empezando por la familia, que no tenga lideres. Pero los llamados a ser ungidos tienen que sacrificarse en lugar de sacrificar a los demás. Un líder cultural debe vivir para la cultura y no para vivir de ella. Vivimos, lo peor de esa mezcla nefasta entre un neostalinismo (el partido y su centro de dirección deciden hasta la hora  de evacuar) y un trujillismo solapado, que poco a poco, teje redes difíciles de desmontar, bajo un binomio neto de clientelismo (ya analizado en un artículo anterior) y de autoritarismo, que al algún momento mostrará sus fauces laberínticas y oscuras (Carlos Francisco Elías, Acento… Nov.11.2013).

Haría más bien que mal, si Raful Tejada reeditara las obras de Pedro Mir, Domingo Moreno Jiménez, Federico Bermúdez, Fabio Federico Fiallo, Héctor Incháustegui Cabral, Manuel del Cabral o Salome Ureña, tan desconocidas por las últimas generaciones de dominicanos.

Miro un brusco tropel de raíles
son del ingenio
sus soportes de verde aborigen
son del ingenio
y las mansas montañas de origen
son del ingenio
y la caña y la yerba y el mimbre
son del ingenio
y los muelles y el agua y el líquen
son del ingenio
y el camino y sus dos cicatrices
son del ingenio
y los pueblos pequeños y vírgenes
son del ingenio
y los brazos del hombre más simple
son del ingenio
y sus venas de joven calibre
son del ingenio
y los guardias con voz de fusiles
son del ingenio
y las manchas del plomo en las ingles
son del ingenio
y la furia y el odio sin límites
son del ingenio
y las leyes calladas y tristes
son del ingenio
y las culpas que no se redimen
son del ingenio
vente veces lo digo y lo dije
son del ingenio
"nuestros campos de gloria repiten"
son del ingenio
en la sombra del ancla persisten
son del ingenio
aunque arroje la carga del crimen
lejos del puerto
con la sangre y el sudor y el salitre
son del ingenio.
Pedro Mir

Hay un hecho fundamental en nuestras necesidades, los gestores culturales no se pueden renovar por encargo; ellos tienen que llegar de mano de los estudiosos en la más absoluta seriedad y es muy difícil en el actual estado de la cultura en República Dominicana. Aquí se ha politizado y cualquierizado las universidades y ni soñar jamás con elevar el nivel teórico y mucho menos el rigor científico. El trazo se está llevando a pasos agigantados hasta la educación media y básica; los políticos han ocupado los ministerios. Hemos sido llevados a un círculo vicioso, programado por la manipulación partidaria; no hay bibliotecas en muchas instituciones académicas, pero tampoco avidez por aprender o por enseñar.

No hay científicos políticos porque los mismos no tienen demanda, y no hay demanda porque los comités políticos los ignoran olímpicamente. No hay motivación para trabajar en esas áreas tan importantes para el desarrollo humano ni para el fortalecimiento de nuestras raíces como nación independiente. Hemos quedados expuestos al formar profesionales con enormes deficiencias.

Se hace necesario, después de empezar a atar cabos, reflexionar y leer críticamente el pasado para no repetir los errores de siempre; ese sería el capitulo cero. El capitulo uno sería estudiar la realidad; el siguiente es teorizar sobre nuestras realidades y después, en un tercero, forjar programas de implementación de los ideales culturales de los dominicanos. Para ello habría necesariamente que ampliar la democracia, con acceso expedito a los bienes culturales, con verdadera participación.

Otro vector que debería ser estudiado es la famosa meritocracia de los que han debido ser nuestros gestores culturales. Una idea sin lugar a dudas conflictiva puesto que el desempeño en las labores de la actividad han dado al traste con las expectativas de la población y la de los propios gobiernos, si han tenido alguna. Las evaluaciones siempre han sido muy sujetivas en el país, aliñadas por el clientelismo más devastador imaginable. Tomemos por ejemplo, la labor de Fradique Lizardo, quien rápidamente se olvida en el ámbito de nuestro folklore, se borra de todos los espacio, se desdibuja su obra; los que han venido después, los que tienen la sartén por el mango, no han producido nada, solo han manejado dinero.


La sociedad dominicana en todos sus ámbitos ha preferido canjear ideales por poder y ello culturalmente es soez. Una cosa es detentar el poder por el poder mismo y otra muy diferente, usarlo para buscar el beneficio de la colectividad, mantener las raíces y las tradiciones latentes pese a la modernidad de los tiempos. Lo que se puede apreciar en el presente es que el electoralismo infectó a todos, empezando por los partidos políticos. Se han olvidado todos los ideales por ganar un voto más, un diputado más o un regidor más.

En este pueblo de Duarte siempre ha faltado más estado, y digo Duarte porque Juan Pablo es el único Padre de la Patria, los demás son figuras decorativas, más Gobierno Dominicano, cuya función sea administrar el bien publico y para ello se necesita idoneidad (del latín, idoneitate, que expresa la calidad de lo idóneo, lo adecuado, y también significa capacidad, aptitud, calificación, habilidad y competencia); se requiere más que entusiasmo y competencia técnica. Hay que lograr que el estado sirva a los intereses de la gente, no que los gobernantes, como ha ocurrido históricamente en República Dominicana, se aprovechen de la gente.

No se puede continuar con una visión anarquista donde sólo se aprecie el aspecto represivo; la política tiene dos aspectos que se olvidan, el contencioso, la lucha por el poder, y el administrativo.

La cultura dominicana necesita de un debate firme sobre ella misma y sus protagonistas.

Al final, la cultura como la sociedad necesita de líderes, no de caciques ni de predestinados, gente que vaya más allá que repetir consejos, sino que eduque. Gente que aprenda a pensar y a discernir y que pueda aceptar las nuevas tecnologías, los nuevos estudios, la novedad en la química, los adelantos en física, las innovaciones en la medicina, la ilustración. No se construye una sociedad nueva solamente leyendo a los antiguos.

Hay que empezar a creer en la libertad con igualdad y fraternidad. Inclinarse sólo por la libertad nos lleva al desinterés por el bien social; remarcar la igualdad disminuye la responsabilidad, las iniciativas y el liderazgo; labrar la fraternidad es predicar que los guaraguaos (Buteo jamaicensis) pasen a confraternizar en el gallinero y eso es imposible.

Lo mismo pasa con la educación, no basta con clamar por mejores escuelas, los jóvenes tienen que ir sanos y alimentados, e integrar familias donde por lo menos uno de los miembros tenga un trabajo estable. Trabajo, educación, salud, alimentación van de manos. Los valores siempre se dan en paquetes, no funcionan de forma individual. La visión sistémica debería ser componente esencial en nuestra filosofía.

Ningún gestor cultural dominicano ha creado una suerte de efecto potenciador, que logre la impresión de una
obra que genera una impresión por lo menos medianamente vasta. Tampoco nadie se ha sacado los prejuicios de sus hombros y las miradas cristalizadas; quizás algunas obras de los olvidados y excluidos es posible más de una sorpresa (me viene al recuerdo el nombre del pintor Vicente Pimentel).

Debe de llegar un huracán renovador que eche por tierra todas las mentiras que se han producido en nombre de la cultura dominicana.

Raful Tejada con plena conciencia, quizás, lanza un nuevo volumen en su dilatada producción, que morirá en los anaqueles de quienes lo reciban como obsequio pero en su fuero más íntimo sabrá que no ha contribuido jamás a mejorar el acervo cultual dominicano, y que se quedó sin tiempo y sin fuerzas para hacerlo.

Un olvidado Louis Blanc señaló en 1839: “a cada cual según sus necesidades, a cada cual según sus capacidades”.








1 comentario:

  1. Excelente artículo, Luis Rafael Madera. De mucho me sirve, por mi amor por la poesía, porque ahora me siento emplazado a saber quien puede ser considerado poeta, y quien no, aunque haya escrito los más bellos versos del mundo. Muchas gracias, Luis Rafael Madera.

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