sábado, 11 de mayo de 2013


Ciegos con pistolas

 

Visité la sala de redacción del vespertino El Nacional en fecha Nov.27.2012 y el ambiente era de descomunal tensión. Había un silencio cómplice que cortaba el aire y nadie sabía hacia donde inclinarse. Aquello se dividía entre los que sonreían socarronamente y los que se rascaban la cabeza. La noche antes, la periodista Alicia Ortega había anunciado los beneficiarios de los apartamentos El Progreso de La Fe, entregados graciosamente por Leonel Fernández Reyna a sus acólitos, en su gran mayoría, y en las menos, para pagar favores políticos.

 

El problema empezaba de desnudarse porque la lista la encabezaba Alba Cecilia Heredia Guerra, hija de Leonardo de Jesús Heredia Castillo, también conocido como Leo Corporan, editor deportivo de ese diario. Figuraba además la secretaria del director, Radhamés Gómez Pepín. Decidí no volver más por esos predios, gente que uno ha admirado, que los ha visto desde niño, se hacen cómplices de la crisis de proporciones históricas que atraviesa República Dominicana y que sólo se resuelve con la insana y cómoda manera de aumentar gravámenes.

 

Leonel Fernández Reyna nos vendió su “Nueva York chiquito”, otra maliciosa, retorcida y perversa alucinación infantil de un político dominicano, para dejarnos sumidos en un bache de tales proporciones que las actuales autoridades no han tenido la valentía de cuantificarlo ni mucho menos de proceder contra los artífices del mismo. Fernández Reyna comprendió que cautivaba a los más con los programas parásitos de ayuda social, con el clientelismo de siempre, aliñado con una pretensión nórdica mientras nos imaginaba como Disneylandia.

 

Pasamos de un instante del paraíso al infierno, con presidentes de una misma enseña partidaria. Un millón de veces escuché en la amplia tertulia diaria que se arma en la redacción deportiva de El Nacional, donde se conversa más de lo que se trabaja, que Fernández Reyna no dejaría pasar a Danilo Medina Sánchez como primera figura de la nación; buscó en los más obscuros callejones de la iniquidad: aquel hombre estaba dispuesto a la más absoluta de las depravaciones, la total inmoralidad, sabía que tenía a su lado al campeón de la parcialidad y la tosquedad, Marino Vinicio Castillo Rodríguez; pero al final cedió entrampando todos los caminos.

Vivimos tiempos imprudentes; todo el mundo sabe que estamos mal y si no se toman medidas drásticas más allá de los paños tibios, estaremos peor. Pero cada vez que se lanzan propuestas para superar el trance, los políticos saltan con sus subterfugios, evasivas y falsedades; sabiéndose los únicos invictos en las repetidas crisis.

 

Fernández Reyna y su sequito olvidaron las palabras de Filippo Tommaso Marinetti: “nosotros cantaremos a las grandes masas agitadas por el trabajo, por el placer o por la revuelta: cantaremos a las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas, cantaremos al vibrante fervor nocturno de las minas y de las canteras, incendiados por violentas lunas eléctricas...”, rompieron las enseñanzas de su progenitor político y buscaron hasta debajo de las sabanas a cualquier conferencista, de cualquier nacionalidad, que le dijera instruyéndolos qué era nuestro país, su porvenir, su historia, su psicología y sus costumbres, al día siguiente de desembarcar. Los costos de un Jacques Attali y de un Joseph Stiglitz lo hemos pagado todos, para dejarnos sólo la vanidad presidencial.

                                       

¿Qué nos dejó Attali?... venderle a Fernández Reyna y a Temístocles Montas Domínguez, quien aún continua como Ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, que estaríamos convertidos en Chile para el año 2030. ¿Qué recomendaciones pudo brindar Stiglitz?... desvertebrar a más no poder la economía nacional, substituyendo una industria poco competitiva y excesivamente costosa por la simple substitución por importaciones. Así han marcado las cosas, pero más que nada, lo que la camarilla presidencial realizó en los últimos 8 años fue desmembrar a un país, ampliar el rango de exclusión y convertir a República Dominicana en una de las naciones más costosas de todo el globo terráqueo.

 

Nada se puede esperar donde no hay educación, no hay salud, no hay acceso a alimentos a precios justos, transporte urbano adecuado, la familia es objeto de reiterados cuestionamientos, las autoridades evaden enfrentar los problemas fundamentales, mientras se esquilma al ciudadano de  pies, la corrupción campea a sus anchas, el propio Presidente de la República se convierte a ojos vista en uno de los conciudadanos de mayor poder económico, las instituciones son maniatadas al grupo partidario de turno y las responsabilidades son exclusivamente de administraciones pasadas.

 

Siempre he considerado que existe un malentendido producido por los textos importados y jamás leídos impuestos a la carrera en un país del macondismo del siglo XXI. No somos el único de los Macondo de la actualidad, inclúyase también a Venezuela, Argentina, Uruguay, Bolivia y seguimos contando. El régimen de seguridad social se copió de los bolivianos, los textos educativos integrados vinieron de México, se pretende ser Formosa (Taiwán) en materia agrícola, de Colombia se adoptan las privatizaciones y así vamos contando para al final tener un ejercicio gubernativo holgazán, donde no se empleó ninguna neurona. Porque en este país de la camarilla de la dictadura con respaldo popular, el leer ofende. La lectura nacional necesita independencia sobre las lecturas extranjeras.

 

En República Dominicana se perdió la fuerza efectiva de la población. Nada mejor aplicable que aquella frase de
Friedrich  Nietzsche que primero formuló Georg Wilhelm Friedrich Hegel en su obra La Fenomenología del Espíritu: “Dios ha muerto” (Gott ist tot, en alemán). Cualquier intento de filosofar acerca de este bitercio insular, como horrorosamente le llama un periodista dominicano, de esos siempre esclarecidos comunistas arrepentidos. La esencia de toda lucha por mejora social se perdió, se desbancaron todas las iniciativas, se disociaron todos los grupos con conciencia colectiva y aquellos llamados a producir los cambios se asociación con las fuerzas más conservadoras de la nación.

 

Si Juan Bosch fue en algún momento fundamento supravenerable y meta de todo lo efectivamente moral sus ideas han perdido toda fuerza vinculante con la actualidad, suplantada por sus propios discípulos, aquella masa de excluidos, de marginados, de hijos de machepa, convertidos en señores exitosos a base de los más obscuros negocios. Bosch perdió toda fuerza capaz de despertar y de construir una sociedad mejor. No queda nada a lo que el dominicano pueda atenerse, ninguna luz por la que pueda guiarse y por siempre, estamos destinados a errar por la nada infinita de la pobreza, la mediocridad, el neo-trujillismo y la desigualdad. El nihilismo definitivamente nos toca las puertas.

 

En Padres E Hijos, Ivan Turgenev definió, "un nihilista es una persona que no se somete ante ninguna autoridad, es aquella que no acepta ningún principio basado en la fe, por más que este principio sea venerado."

 

Con reiteración, el diputado David Collado del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) nos ha estado trayendo, a precios exorbitantes y apoyado por parte de la cúpula empresarial, a algunos de los nuevos profetas de actualidad, a los polisémicos de nuevo cuño; será imposible que el francés de origen griego Costa Axelos y el también francés nacido en Argelia, Jacques Derrida nos visiten (fallecidos), pero podría atreverse con el italiano Antonio Negri, el francés Alain Badiou o el esloveno Slavoj Žižek, misioneros y peregrinos para un laurel asegurado. Esta pasión, supongo, se debe a que las llamadas ciencias sociales han sido sustituidas por las ciencias cognitivas.

 

Mario de Andrade, poeta brasileño escribe: “nosotros imitamos, sin ninguna duda. Pero no nos contentamos con la imitación (...). Tenemos algo muy distinto que hacer (...). Estamos acabando con la dominación del espíritu francés. Estamos acabando con la dominación gramatical de Portugal”. En República Dominicana imitamos sin honestidad, sin vergüenza, sin rubor, sin ponderación, vamos más allá de cualquier falsificación, hasta hacemos el más sonoro de los ridículos y no hacemos nada distinto. Pretendemos borrar todo estampa de sobriedad sobre la faz territorial y terminamos convertidos en lobos hambrientos. Estamos acabando con la nación sin pudor ni pavor. El contrario del apego al saber, es el horror de conocer la causa de esa pasión. La religión, según Sigmund Freud, sólo es tolerante cuando sus lazos internos se debilitan. Es por eso que aquellos dominicanos que esperan que su ser les sea revelado por los sucesivos Mesías, no toleran la menor ironía. Pedir una nota escueta de lo que alguien ha dicho, es recibir como respuesta que había mucha gente, y que había sido un éxito.

 

Mientras, el país le sigue dando la espalda a la educación, actividad inherente al desarrollo del ser humano que nos permitirá desplegar nuestras potencialidades, cultivar nuestras capacidades, formar y hacer uso moral de nuestro libre albedrío, soñar y ejecutar proyectos personales de vida y, así, ampliar nuestras opciones para transformar nuestro entorno, organizarnos, participar y poder construir con otros la calidad de vida en sociedad que valoramos.

 

Según Jeffrey Sachs (2001) son por lo menos seis los vínculos identificables entre la salud y el desarrollo de los países, basta revisar estos parámetros para saber cuales se han postergado sin ningún subterfugio en República Dominicana. La salud es condición necesaria para superar la pobreza. La disponibilidad de programas bien orientados permitiría reducir la mortalidad provocada por enfermedades evitables. El control de la natalidad mediante planificación familiar y acceso a la
anticoncepción. La necesidad de garantizar la disponibilidad de proveedores e infraestructuras de servicios de salud en todos los niveles de atención. La lucha contra las enfermedades de los pobres mediante inversiones en bienes públicos mundiales (recopilación y análisis de más datos epidemiológicos, vigilancia de las enfermedades infecciosas, y las actividades de investigación y desarrollo orientadas a dolencias que se concentran en los países pobres). Un compromiso financiero global dado que en los países de bajos ingresos, el nivel de gasto en salud es insuficiente para hacer frente a los desafíos que se plantean en este campo.

Con todo lo que Fernández Reyna nos desmoronó la crisis, nos habló de blindajes al estilo de Iron Man, nos puso a soñar con Fiji en pleno Caribe, todavía parece que no concebimos la magnitud del socavón donde se nos sumergió. No lo entendemos los ciudadanos, que creemos que esto se va a resolver sin sentir un mínimo de dolor, ni lo entiende el Gobierno Dominicano, que sigue ensimismado con la ficción de prosperidad y clientelismo, ofreciendo un nuevo país, cuando ya no queda ni el olor de lo bueno.

Por décadas hemos visto a nuestros gobernantes, de todos los colores, sacarle el vivir al elector para dilapidar, derrochar, malgastar, malversar, después sin el menor recato los recursos públicos, transmutar al estado en fuente de riqueza para sus secuaces y convertir las oficinas públicas en un caldo maloliente de las que casi nada bueno se puede esperar.

 

Nadie al final tocó las entregas mal habidas de los apartamentos El Progreso de La Fe, hubo quienes ya han realizado mejoras como jacuzzis y otras menudencias propias de nuevos ricos. Tampoco pasó nada con el proyecto de la avenida Luperón llamado Villa Progreso, construido por el Instituto Nacional de la Vivienda (INVI) durante la pasada gestión, donde aparece Olga Altagracia Garip Mercedes, también vinculada al señor Corporán.

 

Emma Goldman (Kaunas, Lituania, 1869 / Toronto, Canadá, 1940), un ser excepcional que debería ser estudiada por los políticos del patio escribió: “la corrupción de la política no tiene nada que ver con la moral, o la laxitud de la moral, de diversas personalidades políticas. Su causa es meramente material”.

En República Dominicana se han encendido las luces sólo para iluminar caminos propios, en ningún tiempo para una autopista colectiva, por eso jamás nos ha alcanzado para cubrirnos de gloria y trascender. Me gustaría soñar con la frase de Joaquín Balaguer Ricardo el 16 de agosto de 1986 ante la Asamblea Nacional: “somos un país rico, malamente administrado”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario