sábado, 27 de abril de 2013


Feria de vanidades

Julio Ernesto Duquela Torchio fue señalado para ser el director técnico del Club El Millón en la versión 2013 del Torneo de Baloncesto del Distrito Nacional que organiza la Asociación de Baloncesto del Distrito Nacional que preside Ramón Rodríguez, El Teacher. Jugador de muchos años con diferentes equipos, incluyendo el Mauricio Báez y San Lázaro, a los cuales estará dedicada la competencia, miembro de las selecciones formativas del país e hijo de Osiris Salvador Duquela Canó, que en algún momento deberá tener su nicho en el Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano y esa dama que responde al nombre de Milagros Torchio Espinal, sin quizás los ojos más bellos que ha conocido el baloncesto dominicano, sólo comparados con los de Mayra Guerrero Sánchez.

Julio Duquela
El padre es una de las figuras más emblemáticas del deporte del aro y el balón que jamás ha conocido el país, ganador de seis títulos en el baloncesto distrital (San Carlos en 1978, 1979, 1980, 1981 y 2003  y Arroyo Hondo en 1983), acumuló logros allende nuestras fronteras y fue entrenador nacional absoluto en ambas ramas.

La presencia del joven Duquela Torchio traerá una bocanada de aire fresco a la dirigencia de la actividad en el país. Profesional formado, estudioso de la actividad, sin lugar a dudas ofrecerá vertientes diferentes al accionar alrededor de las líneas laterales, en un mapa donde se repite hasta la saciedad los mismos sistemas, las mismas jugadas, los escasos cortes, el inexistente pick-and-roll, y donde nadie es capaz de guardar una baraja debajo de la manga para desconcertar al oponente, para intranquilizar al rival, para perturbar el ritmo ajeno.

La conducción de atletas en República Dominicana deja mucho que desear. Los técnicos formados integralmente no existen y eso abarca todas las disciplinas. Los yerros son frecuentes y mayúsculos. La formación de los mismos es harto deficiente y después, convertidos en profesionales, nadie invierte en la adquisición de nuevos conocimientos. Hay gente que nunca ha tenido un libro entre sus manos. Como caso patético citaré el nombre de Luciano Ramírez Franco, manejador de boxeadores formado en Cuba, pero después de una breve participación con el equipo nacional se dedicó a la política, llegando a ser juramentado como director del Instituto Nacional de Educación Física (INEFI).

Al momento de su instalación Ramírez Franco señaló: “los profesores de educación física tenemos un gran reto,
Osiris Duquela
la formación de una nueva generación de jóvenes que sepa hacia dónde quiere ir, cuáles sacrificios son capaces de brindar en pos de una meta, ya sea académica, social e incluso en el ámbito político; un joven bien formado nunca caerá en el vacío, siempre verá una luz aún sea al final del camino y esa luz es la formación que proporciona la educación”. Añadió: “el camino es largo y significativo, conocemos nuestras limitaciones en parte. Nosotros haremos el hombre del siglo 21. Dejaremos que sean nuestro esfuerzo y capacidad de trabajo quienes nos identifiquen. Esta es una labor de todos. No sabemos  quienes recogerán los frutos pero este árbol tendremos que sembrarlo entre todos”… en mi campo se dice que del dicho al hecho hay un largo trecho.

El béisbol, nuestro deporte rey no cuenta con muchos entrenadores capaces, la mayoría de los que intervienen en la formación de los jóvenes jugadores son ex-peloteros que escarban para mantenerse en la actividad y generar ingresos en ligas que sólo esperan la firma de un prospecto. Esa es una búsqueda permanente, después vienen las falsificaciones de documentos e identidades, el uso y abuso de substancias en lista restringida, la enseñanza no concluida y mucho menos pulida y en los más tristes de los casos, los actos de violencia y de pederastia contra chicos y chicas.

El baloncesto no es diferente, la actividad de dirigir se degradó hace muchísimos años. Salvo contadas excepciones no hay como llenar las posiciones con hombres y mujeres de concepto. Pocos pueden exhibir un grado universitario paralelo, el dominio de un segundo idioma y mucho menos colocar variantes sobre los tabloncillos para torcer las adversidades en una jornada. Nada mejor que la anécdota que los propios entrenadores conocen y repiten para culparse entre ellos. Era un evento internacional y el dominicano era cuestionado para la televisión del país anfitrión; en un acto sorpresa el entrevistador cuestionó al visitante sobre la fauna y la flora de República Dominicana. La respuesta no se hizo esperar: en Santo Domingo no tenemos muchos fauna y flora, pero si tenemos enormidad de Pérez y Rodríguez.

Se hace cuesta arriba saber que muchos de nuestros coaches no tienen la capacidad para observar el rendimiento propio de sus planteles, la dinámica interna y las continuas interacciones que se producen entre los integrantes de sus criaderos, jugadores, cuerpo técnico, fisioterapistas, auxiliares de campo. La congruencia de estos vectores permite que fluyan aspectos indispensables para alcanzar éxitos; es como si se contara con un jugador adicional sobre la duela. Lo contrario, cuando no se mantienen los niveles de conflicto al margen, se suma un individuo al rival. A lo largo de la historia hemos visto como grandes equipos han fracasado ante oponentes de menor relevancia técnica y táctica, pero cuentan con una dinámica bien cuidada, lo que posibilita cohesión grupal y compromiso de juego en equipo.

Todos conocemos los obstáculos que se presentan dentro de una cancha, cuando el culto al individualismo rompe cualquier esquema de convivencia, como surgen los líderes y las fisuras que traen los desacuerdos, algunas veces irreconciliables. No hablemos de las ocasiones donde la pelota va a las manos equivocadas, como tanto sucede en nuestro medio y hasta en la propia selección nacional, por los celos entre compañeros. Estas previsibles situaciones no son advertidas y llegan a tomar dimensiones mayores con carácter de tensión conflictiva que demandará solemnes esfuerzos en su desactivación.

Salvo contadas excepciones, nadie se ha planteado ser un entrenador de primera línea y volar más allá de nuestras fronteras. Nos quedamos en medio de la nada en perjuicio de nuestros propios jugadores y del baloncesto. Motivos existirán siempre para mejorar constantemente y ser mejores, la clave es nuestra responsabilidad sobre un grupo de personas en plena formación, independientemente del nivel de la liga donde se desarrollen las actividades. La responsabilidad nos debería obligar a tratar de enseñar baloncesto y los valores asociados, de la mejor manera posible, y esa no es otra, que tratando de ser mejor entrenador cada día.

Las claves para tener mejores entrenadores están relacionadas con el entrenamiento propio de un profesional, la calidad va de la mano de plantación, restructuración de los entrenamientos, deseos de mejorar siempre de forma incesante, para ello, hay que volcarse a una educación más especifica, pero también más amplia, cursos, charlas, seminarios, conferencias; transferencia de información con otros entrenadores y observar hasta el análisis las actuaciones de los demás, sean rivales o compañeros; la reflexión posterior a cada experiencia de vida y a cada grupo ejercitado; las competiciones; la existencia de asesores; el autoentrenamiento guiado a través de libros especializados, manuales, artículos, grabaciones de video. El deseo de mejorar será siempre una de las características fundamentales en la progresión de un entrenador, la construcción de un conocimiento profesional del deporte es, esencialmente, una responsabilidad del individuo.

Hay que determinar los motivos por los que alguien desearía dedicar mucho tiempo a una actividad como la de entrenador de baloncesto: quizás motivación y pasión por el deporte y por enseñar; proyectos deportivos y metas e intentar alcanzarlas; deseo de llegar a ser un profesional del ramo: reconocimiento social o económico; diversión, entretenimiento. La mayoría de los entrenadores piensan que el mejor medio para aprender es de la propia experiencia, pero esta, en las primeras etapas, debe ser crítica y reflexiva. Los entrenadores entienden su desarrollo como un continuo proceso con el expreso deseo de mejorar y progresar. Todo, como en la vida, es un proceso de estudio, reflexión y práctica.

La relación con entrenadores es importante, los debates con grupos durante viajes o reuniones sobre temas concretos, incluso que no tengan que ver con el baloncesto. El ver entrenamientos de otros entrenadores o ser vistos y analizados por otros entrenadores. Debido a la carga de trabajo durante la temporada, los libros son otro medio interesante para la progresión, incluso lo que no está relacionado con el baloncesto pero puede ser útil para su trabajo. El desarrollo de un entrenador está guiado por un cambio en sus características, su progresión en la toma de decisiones, resolución de problemas, organización del conocimiento, autoevaluación y capacidad de reflexión.

Los entrenadores expertos suelen ser gente de mente abierta y abiertos a cualquier información que les llegue y pueda ser útil. La diferencia entre un entrenador con experiencia y un entrenador experto está determinada por cómo analiza, racionaliza, reflexiona y critica esa experiencia. Experiencia es un prerrequisito para alcanzar el grado de experto. Hay que saber interpretar esa experiencia. Entrar en consideraciones sobre los entrenadores dominicanos seria abonar en el mar.

Recordaré que muchos de nuestros entrenadores y directivos han sido permisivos a la hora de inscribir sus equipos, con grupos fuera de los límites de edad, castrando siempre el baloncesto formativo y nadie ha recibido la primera sanción. Repaso, a manera de ejemplo, en el Convivio Nacional de Mini-Baloncesto del año 2005 cuando Edsel –Negro- Vila, un segundón, presidente de la Asociación de Baloncesto de Santiago (ABASACA) y eterno vice-presidente de la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL) concurrió a la ciudad de La Romana con un equipo de hombres hechos y derechos; la trampa no le resultó, pero nadie lo castigó.

Dexter Cambridge
Debatir ideas no está en el ánimo de nuestros entrenadores, es mejor y más simple oponerse a cualquier ente que pueda impregnarnos de conceptos diferentes. Frente al joven Duquela se tiene miedo, mucho miedo. En la región hay un grupo interesante de entrenadores con formación que podrían ser de gran utilidad, suena Dexter Cambridge de Bahamas, Victor O’Garro (el mismo que reforzó Eugenio Perdomo y Naco), Leonel Arill, Fernando Duró, Nicolás Casalanguida, Adrián Capelli, Gabriel Picatto, Enrique Tolcachier, Javier Maretto, entre tantos.

De los nuevos entrenadores en el baloncesto colegial, mejor ni mencionarlos. Brad Stevens (Butler, 35 años), Scott Drew (Baylor, 41 años), Jeff Capel (Oklahoma,  37 años), Buzz Williams (Marquette, 39 años), Ben Jacobson (Northern  Iowa, 41 años), Chris Mooney (Richmond, 40 años), Tony Barbee (Auburn, 41 años), Josh Pastner (Memphis, 35 años), Kevin  Willard (Seton Hall, 37 años), Keno Davis (Providence, 40 años), John Groce (Ohio, 41 años), Darrin Horn (South Carolina, 39 años), Sydney Johnson (Princeton, 38 años). Agregue usted, figuras mencionadas  en un reciente articulo: Un carrusel que gira irremediablemente: Shaka Smart, Steve Alford, Scott Spinelli, Andy Enfield, Dan Hurley, Chris Collins, Jim Crews, Dedrique Taylor, James Whitford, G. G. Smith, Bobby Hurley, Matthew Graves y Kareem Richardson.

Hace muchos años Leandro De La Cruz, a raíz de su designación en el Bosco de La Coruña, me comentó de los grados de dificultad que la Real Federación Española de Baloncesto les hacia pasar a los aspirantes a trabajar en los banquillos de aquella nación. A el le tocó exponer sobre las posibles variantes para tacar determinada zona por espacio horas.

Nadie escapa a lo complicado de la situación que se vive de manera individual y de manera colectiva. El Colegio
Josh Pastner
Nacional de Entrenadores debió instaurarse de manera más democrática; es una institución que aún no ha aprobado sus reglamentos, pero ya exige cuotas para su afiliación y carnetización. Los mismos organizadores han quedado como los primeros ejecutivos. Quizás olvidan que constitucionalmente la obligatoriedad de colegiarse o asociarse no está contemplada en ningún articulo de la Carta Magna. Mientras se busca proteger más allá de lo racional un oficio que no tiene normativas las categorías formativas son siempre relegadas.

El baloncesto siempre estará por encima de todos los entrenadores; aquí no se piensa en máximas tan divulgadas y ejemplarizantes como aquella de Cervantes, cuando amonestó a su fiel y tolondro camarada: “yo, Sancho, nací para vivir muriendo y tu para vivir comiendo”. Aquí ha tomado tanta fuerza la dialéctica estomacal que la razón se encamina y se mide por el trazo.
                                    
Al lado de nuestro banco de miserias, emerge otra muestra ejemplar de la sepsis a la cual hemos llegado, el asalto en despoblado, a sangre fría y con indefensión de todas las estructuras.

Ante el infortunio en que se ha convertido el deporte dominicano, el Colegio Nacional de Entrenadores de Baloncesto debería reaccionar, despertar y convertirse en interventor riguroso y severo de la disciplina y proscribir todas esas tolerancias malignas. La actividad no puede continuar abatida por la lacerante y creciente corrupción, abandonada por la sordera endémica y epidérmica, por la enfermiza retentiva, por la complicidad morbosa e insolente, frente al pelotón libertino, ávido, arrogante de los “siempre honestos”.

Al cantar ¡salto al centro!, espero únicamente que el joven Duquela este al frente de su equipo El Millón.



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