viernes, 6 de enero de 2017

¿Año nuevo?, ¿vida nueva?

Ayer (Ene.05.2017) se cumplió el primer aniversario del fallecimiento de Julio Subero Montas, pasado presidente de la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL) y único dominicano que ha ocupado la más alta posición ejecutiva en FIBA-Américas. En su momento, Rafael Fernando Uribe Vásquez, a quien todos conocemos por el mote de Rafelin, presidente vigente de la entidad se mostró correcto y asistió al lugar donde se realizaban las honras fúnebres para presentar sus condolencias a la familia. A pesar de que entre la presidencia de Subero Montas y Uribe Vásquez sólo estuvo de por medio el amplio reinado de Frank Herasme, ambos personajes no se conocieron.

No se equivocó Gustavo Adolfo Bécquer cuando dijo: ¡Dios mío, que solos se quedan los muertos!

Todos creemos que nuestros muertos siguen vivos en los recuerdos y que ello es suficiente. Los cementerios están llenos de tumbas que nadie visita pero vacíos de deudos. “No es que tenga miedo a morir. Simplemente no quiero estar allí cuando suceda”, se despachó Woody Allen.

Hace poco menos de un mes (Dic.10.2016) se produjo el fallecimiento de Rafael Emilio Espada Cintrón (Santo Domingo, Nov.09.1922), inmortal en baloncesto quien llegó al Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano en el ceremonial de 1975. Una persona inquieta, que dejaba a todos atónitos por una sensación de dinamismo fuera de cualquier límite imaginable, el fuego de la espontaneidad siempre encendido.

FEDOMBAL no extendió ni una sola palabra ante la perdida.


En su momento como jugador medía 5’07 de estatura y con 143 libras de peso, un alfeñique, se decía en esos tiempos, como los anuncios de Charles Atlas. Integró los equipos que representaron nuestro país de forma muy temprana, como el triangular para la inauguración del Palacio de Convenciones y Deportes en La Habana (Cuba, Abr.10.1944), los Juegos Deportivos Interantillanos del Centenario Independencia Nacional (Santo Domingo, 1944), y los V Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe, efectuados (Barranquilla, Colombia, Dic.08/28.1946). Miembro, en el aspecto local, del inolvidable equipo Mosqueteros de La Normal, donde fue un firme pilar bajo la mirada de Máximo Llaverías Martí, el San Carlos, y la Universidad.

Posteriormente jugó béisbol profesional con los Leones del Escogido (1951, 1952 y 1953, época de Luis –El Gallego- Muñoz, Willard Brown, Alonzo Perry (L), Diomedes –Guayubin- Olivo (L), Federico –Chichi- Olivo (L), José –Pepe Lucas- St. Claire, Luis –Guigui- Lucas, José de la Trinidad –El Carrao- Bracho (EO), Olmedo Suárez (L), Marlon –Sugar- Cain (L), Guillermo Estrella, Macuquin Félix (L), Manuel –Manolete- Cáceres (L), Tomás Gómez Checo (AC), Manuel –Liquito- Traboux, Vicente Scarpatte, Julio Lara,  Roy Partlow, James Birdsong, entre tantos otros), cuando la pelota aún no conocía de luces artificiales.

Los que tenemos unos años más que el promedio de la población dominicana también lo recordamos por su febril actividad comercial a la cabeza de Aerovias Quisqueyanas, la siempre recordada y nunca bien ponderada “cheita”; una sombra fiel que siempre le acompañó. Cuando estaba en las aulas del Colegio De La Salle, los pasajes costaban la friolera de 35 (treinta y cinco) pesos dominicanos de la época y si se daba su lloradita, había descuentos adicionales. Aerovias Quisqueyanas ostenta el registro de ser la última línea aérea en levantar un Lockheed L-749 Constellation, el 19 de enero de 1978 en el trayecto Santo Domingo / San Juan y regreso; un aparato que se produjo entre 1947 y 1951.

Rafelin recibió a la FEDOMBAL con una historia, pero ha tratado de manejarla como una herencia. Las situaciones donde está involucrado el pasado de la entidad le resbalan, pasan por debajo de la mesa y por supuesto, de su cabeza, con la licencia de una mirada superficial, rodeado de personas que poco aportan y están en “búsqueda” permanente. Las comparaciones son odiosas y las circunstancias distintas pero el último lustro de gestión, más allá de algunos logros en competencias internacionales hemos tenido más escándalos que antes, sofocados por la prensa cómplice, más pobreza deportiva y conceptual y absoluto desapego institucional; a la actual administración le cuesta gestionar.

El cambio pregonado por “la nueva era” ha sido superficial de cara al futuro, la gestión alberga dudas razonables. Hay cuestiones fundamentales que no han cambiado con la intensidad necesaria para lograr la pretendida transformación, como tampoco hay calidad para llevarla a cabo, y en muchas cosas, la deuda sigue vigente.


Con su régimen de tributos sigue ahogando cualquier desarrollo económico de la disciplina, bajo el amparo de “avales”, una cantidad de impuestos directos e indirectos a las actividades de las asociaciones que restringe recursos a ese sector dinámico para sostener un estado elefantiásico de una sola persona, donde el ejecutivo no han dado el más mínimo ejemplo de austeridad siendo el derroche de los recursos públicos un deporte nacional.

La política formativa de la FEDOMBAL necesita una verdadera revolución más desde las propias asociaciones provinciales que desde la cúspide del sistema que no logra avanzar significativamente. Se necesitan directores capacitados, innovadores, con mayor autonomía para gestionar proyectos en el baloncesto dominicano.

Además, FEDOMBAL tiene la sagrada misión de cuidar su historia, cosa que se ha dejado de lado.

En la “democracia” del baloncesto dominicano encontrar alguna asociación provincial que haya sido exitosa es como encontrar una aguja en un pajar. Todos los distritos resumen su actuación en un “superior” que nunca cumple ni mínimamente las necesidades propias.

Es insólito que en el baloncesto dominicano, una de las actividades más rentables del país, los dirigentes sin dinero del estado no pueden hacer sustentable la actividad. Hasta aquí una pincelada de cosas que se necesitan imperiosamente, resumidas en pocas palabras, una cirugía mayor para que el futuro sea más prometedor.
Todavía hay todo un sistema estructurado que se opone férreamente a cualquier cambio que altere el manejo del poder, a romper con una cultura decisional mezquina y a detener el drenaje del dinero fácil que se consigue del erario público a través de infinidad de corruptelas.

Eso es gatopardismo y el duque di Lampedusa en su novela "Il Gattopardo" bien lo ha reflejado. La cita original expresa la siguiente contradicción aparente: "si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". Al final no cambia nada importante.


Se entusiasma a la gente haciéndoles creer que todo está en un  proceso de transformaciones pero todos sabemos que las cosas siguen iguales. La esperanza siempre estará latente, pero Rafelin amenaza con apagarla.

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