Honrar
la vida
Los siguientes párrafos los escribí hace ya unos buenos meses. Los tomaré
y les daré continuación ya que el final del 2012 e inicios del 2013 en poco
menos de 10 días nos dejó sin la
presencia física de varios amigos, a los que siempre se les guardará en un
rincón del alma: José Oscar Fernández, Mariano Defilló Ricart, Francisco José
Modesto Figueroa y Mariana Espaillat.
José Oscar, periodista, amigo de tantas batallas. El doctor Defilló, mi
cardiólogo, miembro del Pabellón de la
Fama del Deporte Dominicano. El ingeniero Modesto, padre de
mi querido amigo Roberto José Modesto Suero. Doña Mariana, mi vecina en
Santiago, en aquella ciudad que después abandonamos, y que vivía en una casa de
ensueño, que siempre recordaré. Sobre los dos primeros tengo también algunos
borradores adicionales.
Mercedes Sosa y Sandra Mihanovich, argentinas ambas con apellidos tan
distintos, incluyen en su repertorio una canción con letras de Eladia Blázquez,
Honrar la vida, y ello pretendo hacer en estos párrafos con cuatro amigos. Permanecer y transcurrir no es perdurar, no
es existir, no honrar la vida.
Merecer la
vida, no es callar y consentir tantas injusticias repetidas... ¡es una virtud,
es dignidad y es la actitud de identidad más definida! ¡Eso de durar y transcurrir
no nos dá derecho a presumir, porque no es lo mismo que vivir honrar la vida!
¡Permanecer
y transcurrir no siempre quiere sugerir honrar la vida!
Hay tanta pequeña vanidad en nuestra tonta humanidad enceguecida. Merecer la vida es erguirse vertical
Más allá del mal, de las caídas... ¡Es igual que darle a la verdad y a nuestra propia libertad la bienvenida!
La guadaña implacable e inevitable hizo sus estragos, llevándose a varios
amigos. Esta vez me referiré a dos ligados al baloncesto. Primero fue Miguel
Ángel Romano (nacido en Coronda, Santa Fe), editor de la disciplina en La Nación de Buenos Aires, de
cuyo deceso conocimos un lunes (May.21.2012) a primeras horas y terminó con
Ramón Rivera, fotógrafo, a quien todos conocíamos como Penumbra, editor grafico de Diario Libre, el jueves (May.24.2012) de
la misma semana. En memoria a ellos pretendo celebrar la vida, con dos ejemplos
que también han estado alrededor de los rectángulos.
Frank Rodríguez, es el primero de ellos; jugó con el San Carlos en 1980 y
el Club Naco en 1983 en el Torneo de Baloncesto Superior del Distrito Nacional.
Terminó convertido en un connotado ortopedista en el estado de Texas. Billy
Baum, el segundo ejercicio, miembro del equipo olímpico de Puerto Rico en 1972,
es uno de los dermatólogos más aclamados del estado de Alabama.
Los cuatro personajes que mencionaré aquí,
quizás nunca se conocieron, aunque en varias ocasiones Romano y Rivera
coincidieron en algunos eventos. El argentino cubrió siete mundiales desde España 1986 hasta Turquía 2010,
cinco finales de la NBA ,
siete pre-mundiales y siete pre-olímpicos. Estuvo en los Juegos Olímpicos de
Barcelona 92, Atenas 2004, Pekín 2008 y, pese a todo, soñaba con Londres
2012. El dominicano trabajó El Nacional, Listín Diario, Ultima Hora, El
Siglo, y más recientemente en Diario Libre. Tristemente ambos fueron golpeados
por la misma situación de salud.
Recuerdo la primera vez que me encontré con Frank Rodríguez,
era lunes al mediodía en el desaparecido restaurante Chantilly de la avenida
Máximo Gómez. Andrés Van Der Horst, de Producciones Dominicanas Apolo, producía el
Baloncelista Estrella de la
Semana. Allí llegó la tropa sancarleña con su trofeo recién
adquirido, casi bajado del avión. Uno de los grandes prospectos del estado de Texas
y que jugaría para New Mexico State University. Tenía 6’08 de estatura y unas 250 libras de peso,
había encestado 57 puntos en un partido en su última temporada de la escuela
secundaria y su aún corta hoja de vida estaba llena de distinciones. Nativo de
San Antonio, en el estado de Texas.
Después se conoció que su
padre, también médico, era accionista de los Spurs, equipo que lo seleccionó en
el sorteo de novatos de 1984. Solo 18 jugadores de esa institución académica
han sido tocados por el draft, incluyendo a un portento llamado
Sam Lacey y el mexicano Jaime Peña.
El doctor Rodríguez padre,
está aún en actividad; siempre mantuvo excelentes relaciones con el doctor Luis
Cuello Mainardi, de la
Clínica Corazones Unidos.
Rodríguez no destacó con el
San Carlos del 1980, aquella maquinaria que incluyó a Evaristo Pérez, Vinicio
Muñoz, Víctor Gerónimo, Ismael Tapia, Edgar De La Rosa , en su año de debut,
Alex Middleton, Luis Cruz y Héctor –El Vikingo- Monegro. Tampoco en el Naco de
1983 donde Antonio –Chicho- Sibilio, Hugo Cabrera, Winston Royal, Tito Horford,
Aldo Leschchron, Eduardo Gómez, Wilibo Bencosme, Roberto Modesto y un importado
celebre de nombre Marcelous Starks lucían como un dinamo incombustible, se
decía entonces, que era mejor conjunto que la propia selección nacional.
Pese a ello, se le consideró
en alguna ocasión para vestir los colores patrios. El Naco de ese 1983 no ganó
y Rodríguez no ha regresado al país, por lo menos en aspectos relacionados al
mundo deportivo. Hace un par de años, conversé con el distinguidísimo amigo
José Oscar Fernández quien me señaló que ejercía de médico, y desde entonces
empecé a seguirle el rastro.
Egresó de New Mexico State
con honores Summa Cum Laude, en Psicología y Biología e hizo medicina en la Universidad de Texas
en San Antonio, concluyendo en 1988. Después internado y una residencia en
ortopedia que concluyó en 1993. Realizó un año más especialización en medicina
deportiva y trasplante en adultos. Con su trabajo, un amplio listado de
reconocimientos y publicaciones.
En tres ocasiones ha sido
incluido entre los médicos más destacados del área de Arlington-Forth
Worth-Dallas (2006, 2008 y 2010). Todas estas zonas unidas por la Autopista Tom
Landry, entrenador de los Dallas Cowboys por 29 temporadas.
Una de las grandes frases de Landry, que debería ser adoptada por los
entrenadores dominicanos de las distintas disciplinas ha sido: "when you want to win a game, you have to
teach. When you lose a game, you have to learn". A ver, repitan
conmigo: “cuando usted gana un juego, usted ha enseñado. Cuando usted pierde un
juego, usted tiene que aprender”.
El doctor Rodríguez de hoy
tiene menos pelos en la cabeza, está introduciendo una novedosa técnica inglesa
para los trasplantes de rodillas y se involucra grandemente con la comunidad
latina. En su record profesional no hay una sola falta, lo que muestra su apego
al trabajo, a la ética y a los valores. Como Leschchron hace triatlón, si las
obligaciones lo permiten, corre, monta bicicleta o nada, y aunque pretendió ser
un jugador de béisbol su mayor recuerdo deportivo es haber liderado en
anotación las escuelas secundarias de San Antonio en su año de graduación.
Baum, es un poco mayor,
tiene actualmente 64 años de edad. Cuando Leandro De La Cruz empezó a traer los juegos
del Baloncesto Superior de Puerto Rico y aquella memorable versión de los
Juegos Olímpicos de 1972, donde compitió el dominicano Juan Chalas Jiménez,
compañero de muchos años en el Colegio De La Salle , con quien me gradué en el 1974, apareció
ante todos el nombre de Billy Baum.
Allí estaba aquel jugador de
unos 6’05 de estatura, versátil, acompañando nombres como Teo Cruz, Raymond
Dalmau, Mariano –Tito Ortiz, Neftalí Rivera, Mike Coll, Earl Brown, Ricky
Calzada, Héctor –El Mago- Blondet, Jimmy Thordsen, Joe Hatton y Rubén
Rodríguez, bajo la observación de Gene Bartow.
Brown, Rivera, Dalmau,
Calzada, Coll y Rodríguez no pasaban de 23 años de edad y Ortiz y Cruz eran los
únicos sobre 25 años. Esa renovación nunca se ha analizado objetivamente y
rindió enormes frutos al basket borincano.
Baum jugó 9 campañas, todas
para los Vaqueros de Bayamón, antes había estado en la Universidad de
Rochester, su nombre completo es Eric William Baum y actualmente hace
dermatología en el estado de Alabama, más específicamente en la ciudad de
Birmingham; además es director de educación médica de la Sociedad Dermatológica
de Alabama.
Con los Vaqueros siempre
anotó en cifras dobles, excepto su última temporada (1976), reunió promedio de
14.4 puntos en 184 partidos, con 4.0 rebotes y 1.6 asistencias. Excelente desde
la línea de lances libres y certero desde la media distancia. En Puerto Rico
hizo buena parte de la carrera de medicina, aunque terminó recibiendo su
certificado en Stony Brock, estado de Nueva York. En Alabama hizo la
especialidad de dermatología y allí se quedó a vivir.
Además de la presentación en
los Olímpicos de Munich, estuvo en los Juegos Panamericanos de 1971 efectuados
en Cali (Colombia). En 1966 representó a Estados Unidos en los Juegos Macabeos
(de la comunidad judía) en Río de Janeiro (Brasil). Es miembro del Salón de la Fama del Baloncesto Judío en
Estados Unidos, donde se incluye nombres gloriosos y figuras como David Stern,
actual comisionado de la NBA ,
Abe Saperstain, fundador de los Trotamundos de Harlem, Red Auberbach, el ruso
Aleksander Gomeslky, entre otros.
Mientras completaba sus
estudios en el área de Nueva York sirvió como asistente del equipo de
baloncesto de Hunter College, donde también fue entrenador del equipo de tenis.
Tocar toda la hoja de vida
del doctor Baum seria ocupar un espacio enorme de esta crónica. Lo mismo que
sucede con el doctor Rodríguez. Dos buenos ejemplos para los chicos que están
inmersos en el baloncesto de hoy.
Conocer las carreras
periodísticas de Romano y Rivera ocuparía un punto similar. Por ello, con estos
dos ejemplos de superación y tesón que querido recordarlos. No niego que más
adelante pretendo compartir mis anécdotas con Romano, que son interminables.
Dicen que la única muerte definitiva es el olvido. Jamás podemos dejar
de mencionar a Romano y Rivera, pero ha sido gratificante traer de nuevo a
estas líneas a Rodríguez y Baum. Por eso, lo que estamos aún de este lado,
tenemos que resucitar todos los días, como hace la cigarra, porque hay quienes
nos tratan de matar a diario, pero aprietan tan mal el puñal que nos permiten
colocarnos nueva vez en los escenarios.
Hay aquellos que nos borran todos los días, otros que pretenden
desaparecernos, asistimos a nuestros propios entierros, que nos hacen vivir
noches en absoluto desesperación, pero hacen tan mal el nudo para ahorcarnos
que nos permiten ver el sol de una nueva mañana.
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