Relatos y Maquillajes
Asistí
por primera vez a una actividad de la Liga Nacional de Baloncesto (LNB) y no voy a
negar que hubo exceso de miradas hacia mi persona, aproveche para saludar
viejas amistades y renovar algunos afectos. Se efectuaba el sorteo para
jugadores de nuevo ingreso, situación llamada a fortalecer los equipos
envueltos en la competición, pero que esta vez no brindará una verdadera
renovación, a lo más que se llegará con este draft 2013 será a actores de medio pelo.
Cada
conjunto dispone de una reserva de 25 jugadores y además tiene la opción de
contratar a 3 jugadores foráneos. La calificación de reserva es en exceso
amplia. Según los parámetros de la Federación Internacional
de Baloncesto (FIBA) lo único que ata a los jugadores con los equipos son los
contratos y dudo que ninguno de los 8 equipos del circuito tenga la totalidad
de esos atletas bajo acuerdo firmado. Es una mala práctica que se hereda del
béisbol invernal dominicano, donde se han tronchado muchas carreras.
Inclusive
en la misma Asociación Nacional de Baloncesto (NBA, por sus siglas en inglés)
las disposiciones para los nuevos elegidos por los equipos tienen limites tolerables
y admitidos. Hay que agregar, que ningún equipo en el mundo está en capacidad
de sobrellevar una nomina de 25 jugadores, pese a los emolumentos que recibe.
La LNB busca
convertirse en un espectáculo, más allá de todo lo que hemos conocido en
nuestras canchas; quizás en algún momento pueda lograr esa meta, si es que
aquellos que han apostado a su consolidación no se cansan de invertir y tirar
el dinero en saco roto. El circuito pretendió alejarse de los clubes en sus
inicios y prefirió el sistema de franquicias, que aún no impactan totalmente en
los seguidores de la disciplina. Más temprano que tarde deberán producirse las
avenencias necesarias para la comunión de ambos modos de operación.
En
el último congreso de la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL) la
liga solicitó además de los extranjeros que se le permitiera un jugador
nacionalizado y un jugador comunitario. El primero de ellos ha entrado subrepticiamente,
así que en una noche cualquiera cualquier quinteto sale a la cancha con 4
jugadores sin ningún lazo sanguíneo con República Dominicana. En el 2014
veremos al alero Lewis Clinch con los Cañeros de La Romana. Nadie puede encarar una
compaña con apenas 6 o 7 jugadores; los atletas locales de calidad y algunos de
medio pelo mantienen la competitividad dentro de la actividad.
Antes
del draft, palabras de buena crianza
de Federico Lalane José, presidente de la liga. También del ingeniero Rafael
Uribe Vásquez, presidente de FEDOMBAL, y de un representante del Scotiabank,
patrocinador oficial del circuito.
Me
llamó la atención el discurso del ingeniero Uribe Vásquez. Ponderó el trabajo
de la institución bajo su mando, del compromiso que está haciendo en las categorías
formativas y de la proyectada producción de jugadores para el futuro. Es muy
pronto para hablar de recoger frutos en la actual administración de FEDOMBAL,
pero la faena de base tampoco se vislumbra para soñar con un halagador y
expectante exceso.
La
renovación del baloncesto dominicano se ha dejado a la cantera de Estados
Unidos; una vez, para 1995, Héctor Báez tomó las riendas de la misma con más corazón
que interés pecuniario, pero el testigo lo arrebató Pedro Pablo Pérez buscando más
beneficio particular que esfuerzo, tratando de escalar posiciones de
influencia, lo que ha sido en exceso perjudicial; se atraen únicamente a los jugadores
de su interés, se han desperdiciado oportunidades lujosísimas, no hay un
efectivo trabajo en la captación de promesas hijos de dominicanos y para
muestra no hay un solo hijo o hija de dominicanos con apellido anglosajón. Todo
queda en el barrio en Washington Heights, en lo superfluo.
Tampoco
pasa con buenas calificaciones la
Asociación de Baloncesto de República Dominicana en Nueva
York. No hay programas a desarrollar, no hay diferenciación por categorías, no
hay una academia de mini-baloncesto que reúna a los descendientes de esta
tierra, y eso es sólo el inicio.
Siempre
habrá jugadores en el país. Contamos con una enorme capacidad atlética y con
relativa frecuencia aparece un muchacho de buena estatura, pero nada más. Estamos
varios pasos atrás en lo relativo a los fundamentos y también contamos con una
enorme deficiencia educacional; nadie corrige las lagunas con las que suben los
jóvenes al máximo nivel, porque la teoría de nuestros entrenadores es sólo
dirigir. La única estrategia para los hombres altos es colocarlos en medio de
la cancha y hacerlos levantar los brazos… ¡no se enseña!
Olvidamos
también que el elemento fundamental para educar es la familia y dentro de
nuestra sociedad esta está derrumbándose; creamos verdaderos monstruos provenientes
de hogares disfuncionales, con madres haciendo más trabajo que el recomendado,
y padres, que si existen sólo piensan en el trago, la infidelidad y el juego de
lotería.
Vienen
entonces las interrogantes, la virtual inexistencia de facilitadores que ayuden
a la disciplina, las virtudes de todos los que estamos envueltos en el
baloncesto dominicano, el reiterado juego sin instrucción, nuestra negativa a
usar las herramientas de la información… pondré como ejemplo tres jugadores que
en la actualidad militan con el conjunto Huellas del Siglo del populoso sector
de Cristo Rey en la capital dominicana: Henry Valdez, Smailin Encarnación y
Roddy Ramírez.
Valdez
es un producto local que se quedó en el camino, es unidimensional, juega como
delantero fuerte en cuerpo de delantero pequeño, pobre físico para la posición,
que no ha sido trabajado con la intensidad que necesita. Tiene pocas herramientas
fuera de su coraje, es inefectivo con el balón en las manos fuera de la zona
pintada. Su delito es actuar simplemente debajo de los tableros. Poca capacidad
a la hora de crear sus propios lances, labor que se ve obstaculizada cuando los
defensores tienen mayor envergadura. Fue tanteado para la selección nacional en
el 2010 y cortado a la primera de la hora.
Encarnación
es un escolta anotador limitado por su tamaño y fortaleza física. Conocido como
El Secreto, se desarrolló en el populoso sector de Los Alcarrizos, donde
aprendió jugando fuera de sistemas organizados. Tiene muchos signos de
interrogación con respecto a su potencial. Es rápido con el balón, pero sólo en
el juego de carrera. Tiene la habilidad de encestar, algunas veces
torrencialmente, pero no mucho más. Es vulnerable ante competidores mejor
dotados; defensivamente tiene muchas carencias ya que carece de longitud,
velocidad lateral y la estatura no le ayuda. Nunca será una pieza para ser
evaluada para el equipo nacional.
Ramírez,
elegido este año en el draft de la LNB por los Titanes del Licey,
en una posición que pasó desapercibida, debe ser una apuesta a futuro. El
progreso se estanca sin sentido en este trópico de intensos calores. Es un
delantero fuerte no muy atlético, con tendencia a subir de peso, pero ha
mostrado un buen juego de pies en la zona pintada, tiene una mano derecha
dominante, pero el cambio hacia la izquierda es débil, puede anotar en el poste
bajo con determinación y desplazar con frecuencia al rival para la toma de
rebotes. No es egoísta después de doblegar a sus defensores, ello sin un salto
prodigioso; abre espacio a los tiradores. Necesita madurar de manera expedita
pues ha mostrado que puede ser consistente, además de trabajar en los lances
exteriores, urge de un poco de mecánica y la elevación de sus disparos. Puede
llegar a ser un reserva de consideración en la selección nacional a la hora de los
cambios y con un año de intenso trabajo ser más determinante que nombres como
Juan Bautista Araujo, Manuel Guzmán, el propio Valdez, entre otros.
Mientras el baloncesto dominicano no apueste a una comunión
de sus actores que no le tenga miedo a la variedad de ideas, no saldrá del
marasmo. Es siempre saludable la diversidad de criterios. El juego democrático
del baloncesto en el país ha transitado por la dolorosa experiencia de los
enfrentamientos, pero hubo interludios donde se fabricaron acuerdos
fundamentales y algunos momentos de felicidad y beneficio colectivo. En estos
instantes hay una fuerte división, aunque parece reinar una intensa calma, pero
los intereses terminarán por romper con toda posibilidad de entendimiento. Los diálogos
son infecundos y la convivencia y tolerancia se borraron de las canchas. El
aborrecimiento, la antipatía, la envidia, la pasioncilla, la soberbia,
deshonran la vida.
Los actores del baloncesto dominicano pretenden ocultar sus
deficiencias por siempre, pero ahora más que nunca están saliendo a flote. La creación
de una superliga muestra las falencias, el llevar a la selección nacional a
planos interesantes, aún sin ser verdaderamente relevantes, muestra las mismas
necesidades. No podemos continuar camuflando épicamente nuestras urgencias.
La historia se revierte contra los protagonistas, que
lanzan sus perros de presa tratando de controlar lo que oficialmente se niega.
Se trata de lograr esos controles de muy diversas maneras, la exclusión es la primera
variante. Las respuestas van más allá de las absurdas negaciones de algo tan
obvio, porque las carencias están y son un desafío para las administraciones y
no se tienen respuestas eficientes. ¿Las culpas?... primero de los que han
estado, clubes, asociaciones y federaciones; la administración Uribe Vásquez tiene
que dar un cambio de proporciones enormes para no caer en el mismo abismo.
El control de las asociaciones mediante el dejar hacer, sin
recibir nada a cambio, sin supervisiones, es una medida efectista e inútil. No
es recibir emolumentos de torneos superiores que todos sabemos no lo son, esos
eventos son fiesta popular, de varias semanas, que permiten a la FEDOMBAL obtener recursos
y a las asociaciones de mostrar una labor que realmente no han realizado. Después,
hay que continuar buscando en los organismos de base. La guillotina se maneja
desde la propia FEDOMBAL y ahora el Ministerio de Deportes y Recreación
(MIDEREC) bajo la tutela de Jaime David Fernández Mirabal niega todo tipo de
fondos.
Ni FEDOMBAL ni MIDEREC garantiza el control de acciones sustentables.
Los controles en República Dominicana parecen no existir jamás y las
verificaciones sólo influyen en los planes electorales de los oficialistas. Lo
que necesita FEDOMBAL es labrarse una cara más amable con lo que deberían ser
sus ejecutorias para que cambie el malhumor de la sociedad frente a sus políticas.
Hasta ahora, ningún presidente del organismo rector del baloncesto nacional se
ha zambullido en estudiar las variantes para lograr un mejor funcionamiento.
Hay que empezar a admitir nuevas formulas que los viejos regimenes no
aceptaban.
Así caemos de nuevo en el sorteo de jugadores de nuevo
ingreso. La primera elección por parte de los Reales de La Vega recayó sobre Rigoberto
Mendoza, un joven de San Cristóbal, a quien apodan El Vikingo, que se presentó
allí como si fuera al colmado de la esquina a comprar una botella de cerveza.
Nada de entender lo que allí se celebraba. Nadie lo asesoró respecto a la
vestimenta. Quizás no recibió una orientación adecuada, porque eso de andar en
chancletas, pantalones roídos, camiseta destemplada con una leyenda
indescriptible y una gorra que para nada combinaba con el resto de esta “pinta”
estaba muy fuerte.
En estos momentos todo el mundo lo ve como un jugadorzazo
porque mete pelotas en torneos de poca monta, a sus 20 años juega las
posiciones de escolta y delantero pequeño con apenas 6’02 de estatura (1,88) y
menos de 180 libras
de peso; su deseo es llegar a la selección nacional. Los directivos del equipo
de La Vega
señalaron que desde ya será el nuevo Juan Coronado (miembro de la selección
nacional y actuando con los Brujos de Guayama en el baloncesto de Puerto Rico).
Mendoza es pequeñísimo para las posiciones que juega. No es
un proyecto para la selección nacional y algo fundamental, se pierde en los sistemas
pese a tener un aceptable manejo del balón. Le falta mucho físico que deberá
trabajar más allá de la simple preparación física, requiere de una enorme
ingesta calórica, a la que no está acostumbrado. Su proyección no es elocuente
pese a que juega con energía e intensidad. Posiblemente no acepte su escaso
protagonismo a niveles más altos porque se ha acostumbrado a tomar decisiones
dentro de los parámetros individuales, siguiendo el juego dominicano y quizás
se desencante. La capacidad de conducción no es su fuerte pese a su alzada y
siempre existirá la legítima preocupación sobre la capacidad de ser creativo
dentro de la duela.
Tristemente, para ser una escogencia de primer pick no será un dinamo eficiente para
despuntar y cargar con un equipo a instancias de calidad.
Segundo resultó Chris Flores, seleccionado por los Cocolos
de San Pedro de Macorís, un chico de 6’02 de estatura que jugó en los Estados
Unidos para la modesta New Jersey Institute of Technology, acaparando
importantes titulares. Ya estuvo en Santiago con el Pueblo Nuevo demostrando
que puede aportar con solidez. Nativo de Dorchester (Massachusetts), terminó
como quinto mejor anotador en la historia de la universidad (1,724 puntos), líder
en partidos jugados (122), séptimo en asistencias (330) y tercero en balones
robados (212). Promedió 16.9 puntos en la estación 2012-13, con 3.9 rebotes,
2.9 asistencias, 2.4 balones robados, 2.8 bolas perdidas, mientras lanzaba para
39.0 por ciento desde el campo, 34.8 por ciento detrás del arco y 76.3 por
ciento desde la línea.
Sea para sus propios proyectos, para los clubes que hacen
deporte en todo el país o para servir de finca a la LNB, FEDOMBAL debe de trabajar
seriamente en el desarrollo de las categorías formativas. El tiempo se nos
viene encima, no hay espacio para más improvisaciones después de la docena de
años perdidos en la administración anterior, las culpas que se le puedan
endilgar a Julio Subero que estuvo 8 años en el cargo, al propio Federico
Lalane José en su etapa de presidente del organismo rector, a Pedro Pablo Díaz,
y así, seguimos contando.
Las promesas de una nueva era en el baloncesto dominicano deberían
convertirse en trabajo incesante para permanecer en la punta de los picos más
altos, alimentar las alegrías del arduo camino y convertirse en luz de nuevos
tiempos.
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